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ARTÍCULO

LA ACCIÓN POLÍTICA EN ARENDT: PUBLICIDAD, TRAMA SOCIAL Y PARTICIPACIÓN DE LOS POSTERGADOS

Gastón Marmisolle

Profesor y Licenciado en Comunicación Social con orientación en Comunicación Institucional. Maestrando en Investigación en ciencias sociales por la Universidad de Buenos Aires. Becario de Posgrado Tipo I CONICET. Doctorando en el Programa de Doctorado en Ciencia Política. Escuela de Política y Gobierno. Universidad Nacional de San Martín. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Recibido 10 de agosto 2011.

Aceptado 21 de septiembre 2011.

Resumen

Recuperamos en este trabajo las consideraciones sobre la acción política que abordó Hannah Arendt en su obra. Nos preocupamos por el lugar que la autora le asigna a los sectores postergados en cuanto a su capacidad de participación en la vida política de una comunidad como también en las posibilidades de transformación de un status quo.

Palabras clave: acción política; participación; postergados.

Abstract: The political action in Arendt: Advertising, social fabric and delayed participation. Recovered in this work considerations addressed political action that Hannah Arendt in her work. We care about the place that the author assigns to neglected sectors in terms of their ability to participate in the political life of a community as well as the possibilities of transformation of a status quo.

Keywords: participation; political action; postponed.

¿DESDE DÓNDE? ARENDT: POSICIONAMIENTO INTELECTUAL Y TRAYECTORIA VITAL

La figura de Hannah Arendt representa uno de los puntos más altos y por cierto conflictivos del pensamiento político de mediados del siglo XX. Sus reflexiones y ensayos contra el totalitarismo y sus planteamientos acerca de la acción, entendida como participación, constituyen bases sobre las cuales la sociología, la ciencia política y la filosofía han colocado su atención tanto en lo que a reflexión teórica como ha investigaciones empíricas se refiere aún años después de sucedida la muerte de tan lúcida intelectual.

Su trayectoria vital, formativa y profesional unifica las transformaciones de su pensamiento con el devenir del tiempo en la situación socio histórica en la que le toco vivir. Su sólida formación filosófica, estrictamente vinculada a figuras de la talla de Martin Heidegger, Hans Joans y Edmund Husserl, fue ampliada en su elección de posicionarse antes que como filosofa, como teórica de la política; a pesar de que en su obra abundan las recuperaciones y discusiones para con los representantes de la filosofía antigua como también algunos de los filósofos más importantes de la tradición europea como Marx. Esta elección se liga a la concepción Arendatiana según la cual la política necesita, como condición indispensable, de la acción, la participación responsable y voluntaria de la ciudadanía para el cotidiano desenvolvimiento de la cosa pública.

El interés manifiesto por la acción política fue construido no sólo como resultado de sus profundas reflexiones politológicas. Por el contrario, fue el devenir de su trayectoria biológica la que organizó, y redireccionó, las reflexiones teóricas de la autora.

Su aberración ante el horror de los regímenes dictatoriales de la Europa de entreguerras oriento sus reflexiones hacia la oposición ante cualquier forma de totalitarismo. Especial antagonismo mostró para con el régimen nacional socialista alemán. Nacida y educada en Alemania en el seno de una familia judía la autora que aquí recuperamos sufrió con especial violencia la acción del régimen a través de la expulsión del país y la prohibición de ocupar cargos universitarios. Además, su relación de admiración y tutelaje que mantuvo en su temprana juventud con Heidegger (filosofo colaboracionista del régimen y Rector de la Universidad de Berlín durante el ascenso del nacismo) caló en su vida y en sus orientaciones intelectuales con la intención de volver a evitar la asunción del horror y el asesinato en cualquier forma de régimen político.

Una segunda consecuencia de su posicionamiento frente al nacismo se encuentra en la recuperación y sostenimiento de su identidad como “judía”. En ocasión de ser detenida por la Gestapo (un breve encarcelamiento que no se extendió más allá de ocho días) Arendt se identifica como judía no sólo para mostrar su oposición al nacismo, sino también para criticar a muchos intelectuales contemporáneos que comienzan autodenominarse almenes ante al sostenido avance del nacismo. Sin embargo, Arendt no se opone sólo a las orientaciones dictatoriales del fascismo. Por el contrario, repudia casi con igual tenor los fundamentos de los regímenes dictatoriales soviéticas. Mientras que las dictaduras restringen la participación política de la ciudadanía resultan inadecuados e indeseables.

En este ensayo no nos detenemos sobre su posicionamiento ante las dictaduras. Optamos por una lectura dirigida de su obra en atención a dos conceptos que nos resultan de especial interés: el lugar de los postergados en la acción política y la posibilidad de transformación de un orden social desde la  participación política de la ciudadanía.

 

INTRODUCCIÓN

 

El estudio de la acción se constituye como un campo de disputa entre disciplinas tales como la filosofía, la sociología, la ciencia política y algunas corrientes de las ciencias de la comunicación. Para el caso de las investigaciones empíricas, las demandas y requerimientos de preguntas de investigación que tematización objetos empíricos han acudido a aportes de cada una de estas disciplinas. Mientras que para aquellos casos en que el motivo de la reflexión sea estrictamente teórico la predominancia de una disciplina se nota, antes que en capacidad alguna de una tradición por sobre otra, en las intenciones, intereses, y formación del autor de la pregunta que dirige la investigación. Así, catalogar a los principales teóricos de la acción como cientistas políticos, sociólogos o filósofos no depende solo de la obra de los autores considerados, sino de la lectura que de ellos se realice. Cada una de estas disciplinas reconoce como propios los aportes de autores emblemáticos del campo de la acción tales como Weber, Habermas, Giddens, Arendt, entre muchos otros.

Este escenario de inscripciones múltiples y disputas en lo que al estudio de la acción se refiere reconoce, sin embargo, algunos principios comunes que señalan las bases sobre las cuales construir el estudio de la acción. En primer lugar, se reconoce una posibilidad desigual de los actores sociales para realizar una acción (Arendt, 2008). En la mayoría de las ocasiones resulta posible establecer que no todos los actores pueden actuar. Aun si reconociéramos en cada uno de los actores que participan de una configuración socio- política capacidades potenciales de intervención en las cuestiones políticas, seguramente podremos coincidir en que estas no resultan iguales o equitativas para todos. En este reconocimiento de la desigualdad en la posibilidad de actuar, de participar, resulta de especial interés la consideración de las posibilidades de intervención en los asuntos públicos de aquellos que ocupan posiciones postergadas en la estructura social. Otro de los puntos de acuerdo en lo que al estudio de la acción se refiere reside en que para ser tematizada desde algunas de las disciplinas antes mencionada la intervención en cuestión debe realizarse en un espacio que supere los límites de lo privado y sea entonces, abierto a la consideración, la participación y la valoración de actores en el espacio público. La publicidad de la acción (Habermas, 2004) es lo que evidencia su posibilidad de abordaje desde una disciplina que se interesa ya sea por lo social, como instancia superadora de lo individual como por lo político, en tanto fenómenos que hacen al bien común (Arendt, 2008).

Recuperando estas dimensiones que consideramos centrales para la comprensión de una teoría que se preocupe por el estudio de la acción es que nos preguntamos ¿Cómo se construye la acción política en la teoría de Hanna Arendt y que espacio/capacidad de acción reserva para los sectores postergados de la sociedad?

 

LAS BASES DE LA ACCIÓN POLÍTICA

 

[Arendt] atribuye a la teoría política la tarea de indicarnos cómo comprender y apreciar la libertad en el mundo y no la de enseñarlos cómo cambiarlo. Cambiarlo es cosa de aquellos que aman actuar concertadamente y no del solitario trabajo de los teóricos

Fina Birulés en el Prólogo a ¿Qué es la política? (2005)

 

Arendt sostiene una división tripartita al clasificar las dimensiones de la condición humana ubicando en ellas a la acción, la labor y el trabajo. Estas tres integran la expresión vita activa. Por Labor Arendt entiende las actividades correspondientes al proceso biológico del cuerpo humano, ligadas a las necesidades vitales en el proceso de la vida. El trabajo corresponde a lo no natural de la exigencia del hombre y su condición humana es la mundanidad. La acción es la única de las tres que se desarrolla sin la necesidad de mediación de cosas o materias y corresponde a la condición humana de la pluralidad. (Arendt 2005) Mientras que la labor asume un rasgo procesual, y el trabajo proyectal, la acción se caracteriza por su carácter constitutivo de libertad y imprevisibilidad (Arendt 2005). Este carácter obedece a que la acción política se inserta en una trama de relaciones humanas preexistente que configura el cambiante movimiento de las vidas humanas. De ahí el carácter impredecible de la acción. Se inserta en una trama de relaciones e interdependencias, cargadas de intereses y tensiones. Esta trama de interdependencias suele redireccionar las intenciones originales del actor. De esta forma la acción política, además del carácter público, reviste su condición de imprevisible. La acción política irrumpe en el espacio público a modo de eslabón inicial de una cadena de la cual se desconoce su final, la forma en que modificará la trama de interdependencias en la cual se insertó.

La condición intrínseca de la acción como social y en consecuencia dependiente de la trama y red de interdependencias en la que se inserta, lo que supone intereses, intenciones y voluntades difícilmente compartidos colabora en que las diversas acciones y las lecturas que de ellas se hagan den lugar al surgimiento de historias. Estas historias son lecturas que ordenan los procesos involucrados en el desarrollo de la acción en las que los diversos actores son colocados en posiciones y revestidos pos intereses por los autores de las historias. Estos intereses, intenciones y posiciones otorgadas por las historias, no son necesariamente, una exacta correspondencia de los que originalmente poseían los actores.

Una tercera condición que encuentra la acción política en la teoría de Hanna Arendt es que reviste como condición definitoria de acción política el ir acompañada de la palabra (Arendt 2005). La palabra, en tanto conforma el discurso, constituye la mediación necesaria por la cual los agentes vuelven inteligible el mundo. En tanto recurso por el cual los actores pueden interactuar y comunicarse la acción política requiere del discurso para su existencia en el espacio público. Además, es el recurso al discurso lo que permite construirse al realizador de la acción como actante. Es sólo con recurso al discurso, desde la apropiación de la palabra que el actor se instituye como tal en la formulación de un “yo soy el que…”. En tanto la política es conceptualizada como espacio de aparición, lo que se encuentra en juego, en disputa no es otra cosa el mundo en el que conviven los hombres que actúan. La palabra carga de significatividad y sentido a la acción política y, en consecuencia, la torna inteligible.

Otra dimensión que reviste la concepción de la acción para Hanna Arendt reside en su dimensión pública. El carácter público de la acción en Arendt se relaciona con la publicidad de la acción. Publicidad hace referencia a que la acción puede ser objeto de contemplación por la mayor cantidad de ciudadanos posibles. Lo público aparece como un espacio disruptivo diferente y opuesto a lo privado. El espacio público, en tanto aquel en el que se desarrolla la acción, es caracterizado como un espacio de visibilidad. Es la condición por la cual los actores que participan de la acción pueden ser visibilizados y oídos. Mientras que en el espacio privado la acción se restringe por su carencia de visibilidad en el público los actores y sus acciones se tornan visibles y entonces políticos. Así, el espacio público es condición de ejercicio de la acción, es entonces el ejercicio de la libertad de los actores, ya que en Arendt todo actor político por su capacidad efectiva de actuar es entonces libre. Si bien todas las actividades humanas se encuentran sujetadas a la condición de pluralidad y convivencia inherente a la condición humana, esta caracterización asume rasgos específicos en lo que a la acción y el discurso. La especificidad de la influencia de la pluralidad humana sobre acción y discurso se ubica en que son solo estos dos los que se conectan por el hecho de que vivir es sinónimo de vivir juntos, entre seres que son, por lo menos en principio, iguales y potencialmente libres.

Mientras que todo ser humano posee en principio la capacidad de actuar, es en potencia un ser libre. Sin embargo, Arendt (2008) se ha preocupado por mostrar en su análisis de las revoluciones francesas y norteamericanas como actores específicos ganan capacidad de intervención en el espacio público. Espacio que resultaba para ellos anteriormente prohibitivo.

 

LA ACCIÓN EN LA DISPUTA ENTRE LO SOCIAL Y LO POLÍTICO

 

Señalamos en líneas anteriores que el estudio de la acción es territorio en ocasiones de convivencia y complementación y en otras oportunidades de disputa entre la sociología y la ciencia política. Pues bien, la antinomia entre social y político en lo que refiere al estudio de la acción desde la teoría arendatiana se juega no sólo en la pertinencia disciplinar del estudioso sino también en la concepción del espacio en el cual la acción se desarrolla. Mientras que en algunas ocasiones lo social se constituye como sinónimo, o por lo menos casi intercambiable, con lo político Arendt (2006) se esfuerza en demostrar la inconveniencia de esta utilización. El argumento de Arendt se sostiene en una concepción de lo social ligada a todo animal que pueda vivir en sociedad. Mientras que reserva lo político como específico de la especie humana y directamente vinculado a la forma de intercambio lingüístico entre los ciudadanos. El discurso es inherente a la actividad política y en tanto el manejo del lenguaje se encuentra reservado con exclusividad a la especie humana se especifica la acción política como condición humana a diferencia de lo social. Este argumento nos permite comprender como hombres que en ocasiones de ser retirados de la acción política se los retrae a una condición que podría denominarse como no humana. Sostiene Arendt (2008) que la vida de los esclavos y bárbaros en el orden griego, por ejemplo, los privaba de un discurso con sentido, esto es, que tiene como preocupación primera la oportunidad de existencia del dialogo entre ciudadanos para la atención de los asuntos públicos.

A la distinción entre lo social y lo político antecede una distinción entre lo público y lo privado (Arendt, 2008). La distinción entre esfera privada y pública se corresponde con la familiar y político. La esfera social, en el argumento de Arendt (2006, 2008) en si misma ni pública ni privada, tuvo su origen en la edad moderna con la constitución de la Nación- Estado moderno. Como esta esfera social no es por naturaleza o condición intrínseca alguna, ni pública ni privada, los límites entre la regulación de los asuntos públicos y los privados aparece antes que como un espacio claramente diferenciado, como un área de contacto en el que los limites resultan por lo menos borrosos en cuanto se refiere a una sociedad industrial moderna. La clásica división entre actividades relacionadas al mundo común, y por tanto correspondientes al espacio público, y las otras vinculadas a la conservación de la vida, y entonces vinculada al mundo privado aparece en la sociedad industrial moderna como inapropiado. Esta distinción tradicional en lo que al pensamiento político se refiere entre público y privado se resuelve en lo que hace a las sociedades contemporáneas a partir de una extensión del marco regulatorio del espacio privado al público. La administración de los asuntos públicos se asimila entonces, a la administración de una comunidad doméstica gigantesca. Es por esto que Arendt sostiene que la disciplina por excelencia para ocuparse de los asuntos públicos en lo que a las sociedades contemporáneas se refiere no es la ciencia política, responsable de sostener las anteriores divisiones, sino una “economía nacional” o “economía social”. Desde su nominalización la propuesta de esta disciplina atenta contra las divisiones que constituye y válida la ciencia política tradicional. Mientras que para ella la administración de las cuestiones referidas al individuo y por lo tanto ligadas a la supervivencia eran propias del ámbito privado no debían, y por supuesto no podían, trasladarse a lo público.

En lo que hace a la sociedad industrial moderna y la forma que esta requiere de conceptualización del espacio público y el privado resulta posible establecer que el auge de lo social debilita los límites entre lo público y lo privado e intenta, además, resignificar el contenido de ambos conceptos. Para los antiguos, permanecer en el espacio privado, significa encontrarse prohibido de participar en el público (recordemos el ejemplo de los esclavos en la antigua Grecia). Mientras que, a diferencia, en la vida moderna lo privado se fortalece desde la incorporación del proceso de individualización creciente en este tipo de sociedad. En la edad moderna, con la fuerza del proceso de individualismo, lo privado deja de ser lo opuesto a lo político para posicionarse como rival de lo social.

 

ACERCA DE LAS CONDICIONES POR LAS CUALES UN ACTOR SE SUMERGE EN LA ACCIÓN. LOS FUNDAMENTOS DE LA VIDA CONTEMPLATIVA Y LAS CONDICIONES DE LA ACCIÓN EN EL ESCENARIO CONTEMPORÁNEO 

 

“Sin la acción, sin la capacidad de comenzar algo nuevo y de este modo articular el nuevo comienzo que entra en el mundo con el nacimiento de cada ser humano, la vida del hombre, que se extiende desde el nacimiento a la muerte, sería condenada sin salvación. El propio lapso de vida, en su carrera hacia la muerte, llevaría inevitablemente a todo lo humano a la ruina y a la destrucción. La acción, con todas sus incertezas, es como un recordatorio siempre presente de que los hombres, aunque luego han de morir, no han nacido para eso, sino para comenzar algo nuevo”.

Hanna Arendt, 2008: 107

La concepción de la acción política en Arendt se construye desde una oposición entre acción y contemplación. La contemplación es lo contrario de la acción como la quietud lo es a la actividad. Señalamos anteriormente en este texto que en potencia, todo ser humano es un ser libre en cuanto cuenta con la capacidad de actuar. También intentamos describir que a pesar de esta condición no todos los hombres logran alcanzar su calidad de actor. Esto es así porque la acción revierte un carácter situacional en el que se reconocen diversidades de capacidades de actuar. No fue la misma capacidad de acción la que encontraron los esclavos en la revolución americana que la encontraron los sans culottes en la revolución francesa, este es el esfuerzo al que se dedica demostrar Arendt en su ensayo Sobre la Revolución. Sin embargo, ambos estratos (esclavos y sans culottes) conformaban grupos de personas no pertenecientes a las clases de mayor consideración, prestigio y bienestar material en sus respectivas organizaciones sociales. En este punto nos detenemos sobre las condiciones que posibilitan, en la teoría política de Hanna Arendt, el traspaso de la superación de la contemplación para involucrarse en la acción, esto es participar en el espacio público de una manera activa y consciente, lo que en términos de Arendt supone las condiciones por las cuales la hasta entonces vida contemplativa se transforma en vida activa.

La oposición entre contemplación y acción remite a una construcción histórica según la cual la primera de las tareas estaba reservada al cuerpo de filósofos que conformaban la intelectualidad de una formación social, y por lo tanto, ostentaban una posición de cierto privilegio que los separaba de la necesidad de acción política. Por el contrario, la acción se destinaba en el orden griego donde Arendt encuentra las bases de esta distinción, al resto de la ciudadanía. De esta forma, la capacidad y la obligación o tarea de actuar o no descansa sobre un principio clasificatorio sustentado en estratificaciones sociales: mientras que a la intelectualidad corresponde la alta tarea de contemplar, a los ciudadanos les cabe la actividad de actuar. Por cierto, a buena parte de los seres humanos que conformaban la sociedad griega ni siquiera les cabía la oportunidad de actuar. En este orden griego la actividad que gozaba de más alta valoración era el trabajo, especialmente el de los artesanos. El posible prestigio y/o valoración de la actividad política surgiría en la medida en que esta alcance el status y la posición del trabajo a partir de su visualización como parte del trabajo.

En oposición a esta tesis que Arendt (2006) encuentra en los griegos sostiene la primacía de la actividad política, la acción sobre el trabajo y la labor; la autora posiciona la acción por sobre las otras dos. Este posicionamiento se funda en el carácter público que reviste la acción, y por lo tanto vinculada a la esfera política de la actividad humana. Esta distinción se funda, sostiene Arendt (2006), en las etapas fundacionales del pensamiento griego, específicamente en el período pre platónico, anterior a lo que ella considera la constitución de la filosofía griega.

Sostiene Arendt (2008) que en la sociedad moderna la conducta reemplaza a la acción como dispositivo por excelencia para la conformación de vínculos entre los seres humanos. Este sobredimensionamiento de la conducta solo resulta posible a partir de cierto conformismo con el status quo. Conformismo que anula la posibilidad de participación política que conoció la Grecia Antigua para los ciudadanos. Pareciera que la sociedad moderna no requiere ya de la privación de la condición de ciudadanos para buena parte de la población desde el recurso a mecanismos restrictivos violentos. El conformismo asegura la total restricción en los asuntos políticos, lo que incluye no sola la actuación efectiva, sino también la voluntad y la conciencia de lo importante de la acción personal para el desarrollo de la esfera pública.

En la era moderna, a partir de la instalación y consolidación del Estado moderno, el Estado y el gobierno ceden su lugar a la mera administración. La administración, a partir de los recursos que le posibilita la burocracia, reemplaza el gobierno personal por la administración impersonal del Estado: el gobierno de nadie. Pareciera que la única forma de participación política que le cabe al período moderno es la aceptación de las condiciones dadas, a partir de la conducta.

La restricción a la acción pública como mera conducta se desarrolla no sólo gracias a la conformación de la burocracia como forma de administración del Estado y la cosa pública. La universalización del trabajo como actividad necesaria para el mantenimiento de la vida significa la necesidad de ocupar todo el tiempo posible de la vida humana en la mantención de las condiciones de supervivencia biológica[1].

LA ACCIÓN DE LOS POSTERGADOS Y LAS TRANSFORMACIONES EN EL MUNDO DEL TRABAJO

 

Nos enfrentamos con la perspectiva de una sociedad de trabajadores sin trabajo, es decir, sin la única actividad que les queda. Está claro que nada podría ser peor.

Hanna Arendt. La condición humana, 2005: 17

La rabia es la única forma de actividad que puede desarrollar el desgraciado

Arendt, 2008: 110

Es cierto que el sufrimiento transformado en rabia puede liberar fuerzas irresistibles

Arendt, 2008: 111

Las reconfiguraciones de la sociedad salarial y del mundo del trabajo en su totalidad que altera las condiciones de contratación, regulación y vida de los asalariados evidencia del declive del modelo de producción industrial y visualiza el comienzo de una nueva configuración societal que ha sido tematizada por algunos autores como posmodernismo (Bauman 1998, 2001, 2005), sociedad de riesgo (Beck 2006, 2007, 2008), sociedad post- estatal (Virno 2003), entre otras muchas denominaciones. La pérdida de la centralidad del mundo del trabajo con su capacidad de colectivización de los asalariados y de dispositivo por antonomasia en torno al cual giraban las políticas de protección social fue, quizá tempranamente, tematizada por Arendt (2005). En este fragmento del ensayo procuramos abordar los señalamientos de la autora en torno a la conformación de una sociedad sin trabajo prestando especial atención a las capacidades de acción política que les caben a quienes conforman los sectores más postergados de la sociedad capitalista.

Desde las fases iniciales del industrialismo el problema de la movilización y la capacidad de acción de los sectores más desfavorecidos de la sociedad constituyeron un tema de preocupación para la sociología como también para la ciencia política. La movilización en el espacio público, ha sido generalmente vinculada a dispositivos de protesta en tanto expresión pública del descontento ante la vivencia de una situación que se considera injusta, y que en consecuencia, habilita a la exigencia de reparación (Boltanski y Thevenot 1997; Boltanski y Chiapello 2002). La vigencia del modelo de sociedad capitalista (Marx 2007, 2009a, 2009b) y/o asalariada (Castel 2003, 2010) presenta dos sujetos colectivos que por antonomasia, se esgrimen como responsables de la expresión pública, y en consecuencia política, de la denuncia de las injusticias vividas: la clase obrera en tanto explotada en el proceso de producción que sufre la injusticia de una distribución inequitativa del excedente de producción capitalista. El otro de los sujetos colectivos que podía movilizar la capacidad de expresión pública del descontento reside en el denominado ejército industrial de reserva. Mano de obra potencialmente empleable, pero que sin embargo no logra integrar el sistema industrial de producción sino como reservorio potencial de reemplazo del conjunto de asalariados empleados. Para ellos, la vivencia de una situación de injustica no reside en una distribución desigual del excedente, por el contrario su injusticia vivida se encuentra en su condición de excluidos del mundo del trabajo, de la participación en la distribución de la riqueza y de la vida política de la sociedad. Su única forma de participación política reside en el reclamo público a través de dispositivos de protesta.

La separación del trabajo para muchos de los ciudadanos en el período moderno reviste especificidades con respecto al sector de los ciudadanos alejados del mundo del trabajo en el mundo antiguo. Mientras que en el período griego la liberación del trabajo fue un privilegio asignado para unos pocos que los permitían distanciarse de las tareas manuales, que no gozaban de demasiado prestigio, en el escenario de descomposición de la sociedad industrial la pérdida del trabajo se construye como una amenaza para toda la población y una realidad que afecta a cada vez más personas[2]. Sin embargo, el proceso de restricción al acceso al trabajo no se da directamente desde su obligatoriedad hasta su imposibilidad. En medio de ambos, el advenimiento de la sociedad industrial casi universaliza al trabajo como actividad. En simultaneo, los teóricos de la sociología y la política glorifican tal actividad y perciben en los que las realizan la posibilidad, cuando no la efectiva realidad, de conformar actores políticos colectivos con inusitada capacidad de acción. La pérdida del trabajo llega, entonces, cuando fue constituido por el desarrollo de las dinámicas socio- políticas en actividad común a buena parte de la sociedad y cuando el campo intelectual reconoce su valor e importancia. Lo que con anterioridad fue pensado como un sueño hoy aparece como una pesadilla efectiva o como una amenaza indeseable (Arendt, 2005).

En su análisis comparativo de la revolución francesa y la americana Arendt (2008) sostiene que los fundamentos de la primera se vinculan directamente con la vivencia de una situación de carencia y sufrimiento. Más aún, la evidencia de esta situación en la aparición urbana, cotidiana e importante en términos cuantitativos en el paisaje urbano de aquellos años de un número importante de pobres sirvió de base política, ideológica y también material a la proclama revolucionaria francesa. Esta hipótesis presenta el lugar que la cuestión social, es decir el papel de los sectores postergados de una totalidad social, en las formas de acción y expresión política pública. Esta lectura de la exclusión social, la pobreza como potencial fuente de la acción política es influencia directa de la herencia del pensamiento marxista en las bases del pensamiento político contemporáneo a Arendt (2008). Según el modelo marxista la pobreza antes que una condición natural es resultado de un proceso político, la distribución desigual del excedente de producción capitalista y en consecuencia obedece a un proceso de explotación de los capitalistas por sobre los asalariados. La forma de superar la condición de pobreza en la que se encuentra buena parte de la población reside en la superación de las propias relaciones capitalistas de producción. La acción política de los postergados orientados a la mejora de sus condiciones de vida se dirige, finalmente, a la supresión/superación de las relaciones capitalistas de producción (Marx 2007, 2009ª, 2009b).

El vínculo que establece Arendt entre la revolución francesa y la lectura de la misma desde el marxismo se fundamenta en su intento de señalar las primeras conceptualizaciones de las revueltas políticas como formas de acción de los sectores postergados. El señalamiento marxista, recuperado por Arendt, otorga posibilidad de intervención en el espacio público a los desprotegidos, si bien con el precio de condicionar la orientación de su acción y por lo tanto, determinar de manera estructural y de forma casi universal (por lo menos alcanzable a todas las formaciones capitalistas con independencia de cualquier otra condición situacional) las intenciones y objetivos de su participación en el espacio político: el final de una forma desigual y construida sobre la explotación de distribución de la riqueza. De esta forma, la concepción de la capacidad de la acción de los postergados se construye casi sobre una suerte de leyes de la historia que otorgan, en base a la característica identitaria de su condición de excluidos, sentido y orientación política a su acción. Sin embargo, esta característica que parecería ser en principio una debilidad del abordaje marxista y arendatiano de la acción de los postergados es también, tal vez, el mayor reconocimiento que podría otorgarse a estos sectores: reconocerles capacidad de acción y un rol transcendental en la construcción de los procesos políticos y en la posibilidad de cambio de un orden social injusto para buena parte de la población[3].

Ahora bien, no fue sólo la toma de conciencia del potencial de acción política de los postergados lo que los constituyó en un actor político esencial para la Francia de aquellos años. La presencia en el paisaje urbano de los desposeídos necesita de la compasión del ciudadano mediante la cual se reconoce no sólo su condición de vulnerabilidad, sino también lo injusto de la misma y la necesidad urgente de remediarla. Este señalamiento nos conduce a dos puntos que resultan de especial interés para el desarrollo de este ensayo. En primer lugar la cuestión social, o la capacidad de acción de los sectores postergados, y aun a pesar de la recuperación que Arendt (2005, 2008) hace de Marx no obedece a cuestión natural alguna fundada en la condición de postergación de los excluidos. Señala Arendt (2008) que a diferencia de lo que sucede en la revolución francesa, en la revolución americana los oprimidos, que en esta ocasión eran esclavos, es decir seres humanos reducidos a condición de servidumbre, no lograron instalarse como actores decisivos en el desarrollo de las revueltas. La razón de este lugar desigual de los sectores postergados en procesos políticos, en principio similares por su condición revolucionaria como son los sucesos de Francia y Estados Unidos reside en el segundo punto que intentamos considerar para la continuidad de este texto: la capacidad de otorgar preponderancia a la situación de los sectores desfavorecidos como motor de la acción política desde el recurso a la compasión[4].

La contemplación de los postergados con intenciones a salvar o por lo menos optimizar su condición se convierte desde el recurso a la compasión en instrumento y dirección de la revolución francesa cuando algunos de los grupos que participaron en la revuelta comienzan a fracasar en sus objetivos de reforma constitucional e institucional. En este momento el protagonismo del pueblo francés suplanta al de la fundación de la Republica. La intención de otorgar condiciones de vida digna para el pueblo supera la importancia, por lo menos para el grupo de Robespierre, de fundar un orden institucional de tipo republicano. Más allá de estos fines, por cierto nobles, el programa revolucionario aun después de su triunfo fracaso en el objetivo de mejorar las condiciones de vida de la población que en ese entonces se encontraba en situación de vulnerabilidad social. Aún después de la revolución, pobres y desamparados seguían existiendo en cantidad. También quedaba en claro después de los sucesos revolucionarios que su capacidad de participación en la cotidianeidad de los asuntos políticos, si existía, era bastante acotada. La compasión hacia estos sectores sin embargo, dio origen a la constitución de cuerpo de actores políticos responsables de acompañar y dirigir los reclamos de estos sectores ante el sentimiento de que ellos mismos son incapaces de llevarlo adelante. Si a algo dio origen la compasión que oriento y redirigió el desarrollo de la revolución francesa fue a un cuerpo de dirigentes que se construían y legitimaban como aquellos que sostenían que el poder emana del pueblo, y en consecuencia, el político no es sino un representante de este, y que es responsable de la defensa de sus intereses. Estos representantes de la voluntad del pueblo reemplazaron la importancia otorgada en las primeras fases de la revolución a los regímenes institucionales. Parecía que la importancia del pueblo se mostraba superior a la de la República. Sin embargo, el divorcio entre pueblo y Republica colaboro en seguir relegando a los que conforman el pueblo a perpetuarse en su posición de postergación. Mientras tanto, la República, el Estado y los asuntos políticos continuaron siendo de hecho asuntos de ciudadanos y no de pobres.

La intención de incorporar a buena parte de la población en el tratamiento de los asuntos públicos fue conceptualizada, según recupera Arendt (2005, 2008b), por Rousseau desde su noción de voluntad general. Este concepto, antagónico al de voluntad y por tanto intereses particulares, intentaba cohesionar las necesidades y estrategias de participación política del pueblo: que en aquel entonces se encontraba conformado en gran medida por marginados, pobres y excluidos.

Quedan todavía pobres, marginados y postergados por doquier. Queda todavía la deuda de que participen en el espacio político y más aún queda la obligación de que hagamos lo posible para que abandonen su condición de vulnerabilidad. Le queda a la política, y a los que por ella nos preocupamos, la tarea de materializar aquello de que la vida sea digna de ser vivida para todos.

BIBLIOGRAFÍA

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(2005). La condición humana. Editorial Paidós. Buenos Aires.

(2006). Una revisión de la historia judía y otros ensayos. Editorial Paidós. Buenos Aires.

(2008). De la historia a la acción. Editorial Paidós. Buenos Aires.

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Bauman Zigmunt (1998), La Globalización consecuencias humanas. Editorial Fondo de cultura económica. Buenos Aires.

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Castel Robert (2003),La inseguridad social ¿Qué es estar protegido? Editorial Manantial. Buenos Aires.  

(2010) El ascenso de las incertidumbres. Trabajo Protecciones status del individuo. Editorial Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.



[1] “La sociedad es la forma en que la mutua dependencia en beneficio de la vida y nada más adquiere público significado, donde las actividades relacionadas con la pura supervivencia se permiten aparecer en público” (Arendt, 2005: 57).

[2] “La automatización (…) probablemente en pocas décadas vaciará a las fábricas y liberará a la humanidad de su más antigua y natural carga, la del trabajo y la servidumbre a la necesidad (…) La Edad Moderna trajo consigo la glorificación teórica del trabajo, cuya consecuencia ha sido la transformación de toda la sociedad en una sociedad de trabajo. Por lo tanto, la realización del deseo [el tener que prescindir de la realización del trabajo], al igual que sucede en los cuentos de hadas, llega en un momento en que sólo puede ser contraproducente” (Arendt, 2005: 17).

[3] “De aquí el malestar que siente el pobre, una vez que ve asegurada su propia conservación, consiste en vivir una vida sin sentido y en permanecer fuera de la luz que irradia de la esfera pública, donde puede descollar la excelencia; permanece a oscura donde quiera que vaya. Ya lo dijo John Adams: ‘la conciencia del pobre es limpia; sin embargo, se siente avergonzado… Se siente apartado de los demás, andando a tientas en la oscuridad. La humanidad no se ocupa de él. Callejea y vagabundea sin que nadie se ocupe de él’ (…) Ser totalmente ignorado y saberlo es intolerable” (Arendt, 2008: 70).

[4] “Las palabras le peule son las palabras clave para entender la Revolución Francesa, y sus diversos significados fueron definidos por quienes estaban en situación de contemplar el espectáculo de los padecimientos del pueblo, los cuales no eran los suyos. Por primera vez el vocablo abarco no sólo a quienes no participaban en el gobierno, es decir, no sólo a los ciudadanos, sino al pueblo bajo. La misma definición del vocablo nació de la compasión y el término llegó a ser sinónimo de desgracia e infelicidad” (Arendt, 2008: 76).

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