Antropología Social
Políticas públicas /sociales para la niñez y la juventud: escenarios institucionales en la transición
del paradigma de la Situación Irregular al Paradigma de la Protección Integral
-Mayra Salazar
-Director: Dr. Horacio Sabarots
-Departamento y/Proyecto de Investigación: NuRES. Proyecto
-Característica de la Beca: Beca de Investigación
-Duración de la Beca: Abril 2011- Diciembre 2012
Durante el período de duración de la beca y a través de distintas presentaciones y espacios se ha avanzado en ejes de indagación que forman parte del tema general que se aborda: las políticas públicas y sociales dirigidas a las juventudes en situación de vulnerabilidad social en la ciudad de Olavarría.
Luego de un trabajo de relevamiento realizado en 2010 a los fines de elaborar un mapa institucional de las instituciones que trabajan con, por y para jóvenes se identificaron diferentes perfiles organizacionales y modalidades de intervención. De aquellas denominadas del “tercer sector” pudimos identificar a grandes rasgos dos tipos de organizaciones que definen su tarea, su misión abocada al trabajo para niños y jóvenes. Es decir, están compuestas y dirigidas fundamentalmente por adultos que se organizan más o menos profesionalmente en función de un objetivo orientado hacia la intervención con niños y jóvenes.
• Asociaciones Civiles nucleadas alrededor de un proyecto específico haciendo hincapié en algún aspecto de la vida de los jóvenes al cual se considera se puede aportar desde la voluntad social: proyectos que pueden ir desde ofrecer un servicio de comedor, hasta la atención de psicopatologías, cuestiones como el embarazo en la adolescencia, talleres recreativos, artísticos.
Las convocatorias se efectúan a partir de resaltar una dimensión de la condición juvenil.
Existe una tendencia a orientar la acción hacia niños y jóvenes de sectores populares, aunque por alguna de ellas circulan chicos y chicas de otros estratos menos desfavorecidos, sobre todo por los espacios artístico-recreativos.
• Fundaciones de Responsabilidad Social Empresarial que definen su trabajo en términos de “promoción de oportunidades” vinculadas a la educación y a la formación para el empleo. Se gestionan alianzas con otros sectores como el Estado y ONG´s, poniendo el foco en la acción cívico-social.
Es importante resaltar que no se detectaron en campo organizaciones sociales cuyo énfasis este puesto en la promoción y efectivización de derechos de la infancia y la juventud desde una perspectiva de integralidad y que consideren la observancia de la legislación y el cumplimiento de los derechos de niños y jóvenes como instancias fundamentales hacia mayores grados de emancipación social, como pueden ser organizaciones de base de militancia de derechos no partidaria.
De aquel trabajo inicial, nos detuvimos en una de las organizaciones relevadas en el primer grupo, ya que visualizamos en campo algunas tensiones interesantes que podían revelar claves acerca de los modos que asume actualmente la gestión de las políticas sociales dirigidas a la infancia y a la juventud a partir de la problematización de la compleja relación entre Estado, Sociedad Civil y Mercado. La modalidad de funcionamiento de una Asociación Civil que se dedica a la atención de “psicopatologías infantojuveniles” nos permitió identificar un complejo entramado de vínculos, consideraciones e identificaciones entre la Sociedad Civil, el Estado y el Mercado donde los límites, dependiendo de las circunstancias y capitales simbólicos o económicos puestos en juego, pueden o bien delimitarse claramente o bien tornarse difusos y porosos como en el caso de la asignación de recursos y su relación directa con la modalidad del tratamiento.
Por otro lado, y es el eje sobre el cual gira la investigación de mi proyecto de tesis, me aboqué también a considerar la construcción de categorías conceptuales al interior de la dinámica institucional en el nivel de las representaciones sociales de los efectores responsables de la gestión cotidiana de programas sociales de política pública estatal orientada a jóvenes varones en situación de vulnerabilidad socioeconómica. En “La construcción de la categoría de joven en riesgo en las representaciones de agentes estatales”, se observa a través del análisis del material de campo una tensión fundamental entre las concepciones y prácticas de los equipos de trabajo que están a cargo de la implementación de las políticas y la nueva normativa que rige en materia de infancia y adolescencia: ya sea el Sistema de Protección y Promoción de Derechos del Niño, Niña y adolescente como, más conflictivo aún, la ley provincial que establece el funcionamiento del Fuero Penal Juvenil.
Añoranzas de las posibilidades que habilitaba el “Juez de menores” (emblema del derogado Patronato de la Infancia), internaciones en Comunidades terapéuticas para chicos en conflicto con la ley (no habiendo en una alta cantidad de casos un consumo problemático de sustancias ilegales) y formas estereotipadas de construir a los jóvenes y sus familias - presentadas y construidas en muchos casos como el polo moral opuesto a las buenas acciones y como el límite liso y llano a la intervención profesional - son indicadores de esta tensión.
Si bien es posible ubicar estas tensiones en el plano de lo político-ideológico, considero necesario trascender el análisis y pensar que están indicando una tensión de época que se expresa de manera particular en un campo especifico – el de las políticas públicas y sociales de niñez y juventud - y que tiene que ver con cómo las problemáticas de este grupo social y los cambios político-institucionales y jurídicos son procesados en términos conflictivos por las lógicas institucionales, por los trabajadores que son parte de la cotidianeidad del abordaje. La mirada a priori del trabajador del estado como el mero reproductor de un estado totalizador que obstaculiza la efectivización de derechos o que “no sabe nada”, no sólo no constituye una práctica legítima científica - puesto que invalida de antemano la agencia de esos sujetos en la construcción de la realidad de la que son parte los niños y jóvenes - sino que además clausura el diálogo y la posibilidad de avanzar hacia un conocimiento científico situado que pueda identificar lógicas y posiciones para facilitar procesos de transformación específicos, bien contextualizados. Ni el villano que oprime ni el salvador voluntarista: es necesario reponer a los agentes del estado como actores con lógicas específicas que, no perdiendo de vista claro la perspectiva del poder ejercido, pueden tanto - atendiendo a los contextos político-económicos, a la dimensión moral e ideológica, los habitus institucionales y tradiciones políticas locales,- promover el cumplimiento del nuevo paradigma con actitud profesional y hasta militante como también ser un serio obstáculo a ello. Y en algunos casos, coexisten ambas orientaciones. Lo que no puede pasar como práctica investigativa, es que sean descartados como agentes reflexivos en un campo de interpretaciones en conflicto.
Esto no es fortuito. Responde a una historia específica que es lastre, y que ha configurado formas profesionales y configuraciones morales e ideológicas para pensar a e intervenir a los jóvenes. La hegemonía del paradigma de la Situación Irregular (Patronato de la Infancia, donde no se discriminaba entre situaciones penales y sociales, asistenciales y el Juez de menores tenía potestad casi absoluta para decidir sobre la vida de los jóvenes) durante los años más cruentos de la hegemonía neoliberal configuraron un escenario en el que el estado dejó al mercado jugar libremente (o mejor dicho, se puso de su lado al momento de marcar las reglas de sus condiciones vitales como por la descarga punitiva y el control social ejercido por las instituciones del patronato y la justicia penal. De esa época, considero, es subsidiario todo un arsenal de conceptualizaciones acerca de las capacidades estatales que – general, aunque no es privativo de un campo y otro - por izquierda desde la academia y por derecha desde el mundo político, cuestionaron al estado su capacidad como gestor de la cuestión social, dando por resultado que el discurso experto, como legitimador de prácticas y discursos institucionales, se cristalice en un sentido común institucional. Esto creo, es necesario revisarlo y a eso apunto también en mi trabajo.
También se avanzó en cómo el discurso experto de los profesionales del área, con primacía de psicólogas y trabajadoras sociales, provee toda una batería de conceptos que son utilizados sin cuestionamientos y que tienen efectos de sentido ideológico-práctico que se ponen en juego al momento de construir a y pensar en las intervenciones con los jóvenes y sus familias.
En este trabajo reviso la utilización de la noción de resiliencia como un concepto que retira la mirada de las determinaciones materiales y culturales que configuran la situación de vulnerabilidad social y económica de los jóvenes para ubicarla en un plano casi exclusivamente psico-individual. Definida como la capacidad de poder atravesar contextos difíciles y salir airoso (a contrapelo de su “biografía anticipada”), la resiliencia es invocada como concepto práctico al que los profesionales recurren para explicar aquellas situaciones en las cuales los chicos logran “sortear la adversidad” mediante recursos como el humor, y el refuerzo de la autoestima.
En términos émicos, es definido como la capacidad de “poder pescar algo de las oportunidades que se presentan en el entorno (…) y para eso hay que movilizar recursos internos”
Otro eje de problematización lo constituyen las formas - estereotipadas - de concebir ideológica y moralmente a las familias desde la conformación política de los núcleos domésticos, y el ejercicio de la autoridad y la sexualidad según el género. Esas consideraciones se asocian en términos paradigmáticos a la construcción de la categoría de joven en riesgo para luego marcar en términos prácticos la orientación de las intervenciones y definir los límites del trabajo profesional, el alcance de las intervenciones de los efectores de política social.
Por último, la hipótesis del trabajo que se está actualmente desarrollando advierte que en consonancia con el avance progresista de la legislación y del diseño de los programas que tienen la intención (y la obligación) de enmarcarse en el “espíritu de la ley”, el referente empírico analizado, en convergencia con el estado de situación reciente sobre el tema desarrollado en la mesa “Políticas Públicas” de la III Reunión Nacional de Juventudes, dan cuenta de la recurrente presencia de componentes de control social en la mayoría de los programas de “política social”. Esto es muy interesante para pensar considerando que las políticas sociales permiten comprender la complejidad de la acción estatal en sus relaciones con la Sociedad Civil. Es decir que muchos de los programas enunciados por efectores, cuadros “técnicos” y políticos como de “políticas sociales para jóvenes” están siendo pensados e instrumentados en clave de política de “seguridad”, en el sentido en el que es instalado el tema en el debate público por el discurso – hegemónico – demagógico punitivo.
Asimismo y en vinculación con lo anterior, también se incorporó la cuestión de las diferencias de género como otro clivaje que también constituye la construcción de la categoría de “joven en riesgo”, desde la consideración del ejercicio de la masculinidad. A través del análisis de un acontecimiento se da cuenta del señalamiento inferencial que las ideologías dominantes construyen en clave de sospecha encadenando paradigmáticamente juventud-pobreza-masculinidad-delincuencia.
La categoría de joven en riesgo - categoría cuestionada en el marco de la nueva normativa -permite identificar estas tensiones novedosas que plantean las distintas interpretaciones en disputa por la legitimidad y la hegemonía acerca de la “cuestión social” de las nuevas generaciones de niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad social. Aporta pistas para comprender y explicar cómo se interpretan necesidades, derechos, identidades, formas de proceder, como se incorporan institucionalmente los discursos científicos y el resto de los discursos sociales hegemónicos y cómo son procesados los conflictos que se presentan en la cotidianeidad de la institución y que se expresan a través de las distintas interpretaciones presentes en el campo.
Así es posible ver por ejemplo cómo en esas formaciones discursivas tensas como la categoría de joven en riesgo, se articulan el discurso de derechos con perspectivas individualistas, moralizantes y punitivas.
Mi recorrido formativo y ocupacional está íntegramente relacionado con las oportunidades que se fueron presentando y que fui gestionando desde hace aproximadamente cinco años y en las que la Facultad en mayor o menor medida siempre tuvo incidencia. En aquel entonces, una primera experiencia como pasante en el Programa Familias por la Inclusión Social – convenio entre esta Facultad y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación – me permitió un primer contacto con un campo que hasta ese momento despertaba más curiosidades romántico-voluntaristas que político-profesionales: el de la intervención social, el de la gestión de las políticas sociales. El pasaje de un estadio a otro por decirlo de alguna forma se dio en la necesaria dialéctica entre formación teórico-epistemológica y prácticas de intervención. En dejarse interpelar en simultaneo por el campo y por la teoría y en poder hacer juegos de combinaciones y de entradas y salidas que permitan comprender y ensayar respuestas a los múltiples interrogantes que fuimos formulando. El contacto con mi director de tesis, el Dr. Horacio Sabarots y el trabajo en el marco de un grupo de investigación coincidieron en términos temporales con mi ingreso como trabajadora del estado en la Coordinación General de un Centro de Día de la Dirección de Programa de Niñez y Adolescencia del Municipio. Y no fue nada fácil. Al mismo tiempo, y gracias a una convocatoria de la Facultad también, comencé a trabajar como tallerista de otro programa dirigido a jóvenes: Jóvenes con Más y Mejor Trabajo. Con ya dos años de experiencia como pasante, pasar a formar parte de la planta transitoria del municipio implicó no obstante un cambio radical en el sentido de que tuve que aprender a, prácticamente hablar otro lenguaje: el de los trabajadores del estado en el ámbito de las políticas sociales. Tuve que aprender a “salir de Sociales” (en el Programa Familias trabajaba con compañeros de la Facultad y hasta la misma coordinadora del Programa había sido docente de la carrera) para ponerle el cuerpo a otras racionalidades, otros tiempos, otros ánimos, otras situaciones, otra formas de dialogar. Esa realidad, que ansiaba conocer y transformar en mis primeros años de estudiante ahora me chocaba y me interpelaba con una contundencia y una premura que me descolocó más de una vez. Fue duro e implicó en periodos prolongados de pausa en la continuidad de mi carrera. Pero al mismo tiempo estaba presente todo el tiempo la necesidad de seguir comprendiendo ese campo complejo que por momentos me absorbía por completo. El necesario extrañamiento que implica la teoría y la puesta en común de los datos de campo con el director y los compañeros fueron lo que me permitieron no solo darle forma y consistencia a mis problematizaciones teóricas sino también oxigenar la cotidianeidad de mis intervenciones como trabajadora de y en lo social. Por ello, esta última convocatoria fue para mí fundamental para comenzar a cerrar mi ciclo como estudiante y forjar una proyección profesional que vincule formas de gestión – intervención con la práctica de la investigación en Ciencias Sociales.
Comparto algunos de los desafíos que me propongo de aquí en más para continuar este derrotero, todos en el mismo nivel de importancia, el orden es solo a los fines de organizar la lectura. En primer lugar, el deseo de graduarme para hacer una experiencia como docente en algún área afín a los Estudios Culturales para continuar problematizando los complejos vínculos entre el Estado, los sectores populares y los grupos juveniles desde esta perspectiva que forja el marco comprensivo-explicativo de mi investigación. Por otro lado, pensar en la formación y consolidación de un espacio interdisciplinario que nuclee líneas y perspectivas de investigación en políticas públicas y sociales y dentro del mismo un área especial para las producciones en temáticas de juventudes. Esto nos permitiría por ejemplo consolidar un núcleo de problematizaciones locales en el que, sin perder cada quien la autonomía de sus enfoques y metodologías, podamos construir un estado de la cuestión del tema y proyectar debates y problematizaciones a diferentes niveles y en distintos ámbitos de acción y participación. Esto lo pienso, por ejemplo como difusora regional de la Red de Investigadoras/es en Juventudes de Argentina. Por último, para continuar forjando mi perfil formativo ocupacional pero también pensando en la construcción y/o consolidación de espacios institucionales que puedan proyectarse desde la Universidad Pública pienso en la necesidad de avanzar hacia proyectos de extensión y gestión universitaria que puedan utilizar la producción de conocimiento situado como un insumo para el diálogo intersectorial e interinstitucional que posicionen a las instituciones de ciencia y técnica de la Universidad Pública - sobre todo del ámbito de las Ciencias Sociales que es el que nos compete - como actores de peso, como agentes con poder de decisión en la definición de las agendas públicas y en las formas de pensar e intervenir en la cuestión social desde una perspectiva emancipatoria.
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