Intersecciones en Comunicación

ISSN 1515-2332 (versión impresa)

ISSN 2250-4184 (versión On-line)
Intersecciones en Comunicación.  n.15 Olavarría sep./dic. 2020-2021


ARTÍCULO INÉDITO

 

 “PORQUE FUIMOS Y SOMOS PARTE DE LA HISTORIA” CREACIONES COLECTIVAS DE EX PRESAS POLÍTICAS (1997-2017)

Romina Verrua. Licenciada en Comunicación Social Argentina, reside en Uruguay, Maestranda en Comunicación y Cultura Contemporánea CEA-FCS,UNC Docente en la Facultad de Información y Comunicación, UdelaR. Montevideo, Uruguay.

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https://orcid.org/0000-0002-0768-8659

Recibido: 01/08/2020

Aceptado: 25/08/2020

Resumen

Este trabajo es parte de mi investigación de maestría en Comunicación y Cultura Contemporánea. El principal objetivo es indagar, analizar y reflexionar sobre las estrategias de comunicación pública que el colectivo de ex presas políticas de Uruguay se dio para dar cuenta de sus experiencias represivas sobre la última dictadura militar. Los relatos hegemónicos sobre lo acontecido en este período, refieren a una experiencia en la cual el sujeto universal es un varón militante (Ruiz y Sanseviero, 2012). Sin embargo, existieron múltiples y heterogéneas vivencias así como diferentes relatos sobre las mismas. En este trabajo me detengo a analizar los distintos esfuerzos colectivos que las ex presas políticas realizaron para ordenar esos relatos y compartirlos públicamente. En 1997, cerca de 300 mujeres ex presas políticas se reunieron bajo el lema “Porque fuimos y somos parte de la historia”, comenzó allí un período fértil de encuentros y producciones.

Palabras clave: ex presas políticas , comunicación pública , política en femenino, Uruguay

Abstract

"BECAUSE WE WERE AND WE ARE PART OF THE HISTORY" COLLECTIVE CREATIONS OF WOMEN EX- POLITICAL PRISONERS (1997-2017). This work is part of my master's research in Communication and Contemporary Culture. The main objective is to investigate, analyze and reflect on the public communication strategies that women ex- political prisoners in Uruguay took to account for their repressive experiences on the last military dictatorship. The hegemonic stories of what happened in this period refer to an experience in which the universal subject is a militant male (Ruiz y Sanseviero, 2012). However, there were multiple and heterogeneous experiences as well as different accounts of them. In this work I analyze collective efforts that women ex- political prisoners made to order these stories and share them publicly. In 1997, 300 women ex-political prisoners gathered under the catchword "Because we were and are part of history", a fertile period of meetings and productions began there.

Keywords: women ex-political prisoners - public communication - politics in feminine- Uruguay

INTRODUCCIÓN

La década de 1960 fue un momento de gran agitación política y social a nivel mundial y Latinoamericano, y en Uruguay tuvo su particular expresión. Siguiendo a Alfredo Falero (2008) propongo pensar los momentos desde un tiempo de ciclos de luchas sociales, organizados por un doble rasgo: crisis de patrones de poder y apertura de luchas sociales. Sobre Uruguay caracteriza tres momentos, un primer ciclo desplegado desde fines de los cincuenta y hasta el comienzo de la dictadura militar, un segundo ciclo que comienza con el particular proceso de salida del gobierno dictatorial en el año 1980 y hasta el comienzo de la siguiente década con la llegada de un modelo neoliberal; finalmente, un tercer ciclo de luchas, que comenzó a abrirse luego de la crisis de 2002 sin un claro cierre de ese ciclo, pero con algunas intuiciones respecto a la crisis de poder del Frente Amplio, espacio político que fue clave en la renovación política de un momento y se constituyó en poder hegemónico después (2005 - 2019).

La represión en Uruguay comenzó antes del inicio de la dictadura militar, desde mediados de 1960 la escalada represiva fue en ascenso (Alonso, 2016).

Desde mediados de 1960 comenzaron las detenciones ilegales, pero a partir de 1968 la cantidad de presas y presos políticos creció exponencialmente. El 15 de abril de 1972 se declaró el Estado de Guerra Interno. Ese año se dio un aumento de la escalada represiva en manos de las fuerzas militares, finalmente al año siguiente, en 1973, comenzó la dictadura militar (Alonso, 2016).

La última dictadura uruguaya comenzó el 27 de junio de 1973 con un golpe de Estado cívico militar, y duró hasta 1985. Es relevante destacar el particular comienzo dictatorial, que fue con cerca de dos semanas de resistencia de organizaciones sindicales y no sindicales en una Huelga General (Falero, 2008, p. 51).

Como otros casos en Latinoamérica la dictadura uruguaya tuvo su particular modo de tortura que consistió en largos tiempos de encierro: “la prisión política, masiva y prolongada, estaba estratégicamente pensada como el camino de `lucha contra la subversión´” (Alonso, 2016, p. 54). Desde las detenciones que comenzaron en los sesenta y hasta el fin de la dictadura militar los lugares de detención fueron cambiando con el paso de los años, como también las condiciones de reclusión:

(Antes de la dictadura) las torturas ya se aplicaban a presos comunes y que éstas no eran denunciadas por temor a represalias de las autoridades. Lo mismo sucedió con los detenidos estudiantiles y gremiales en el período comprendido entre 1968 y 1970, la mayoría de ellos sometidos a torturas. Pero es a partir de la nueva situación legal que se instauró en el país en 1972 -tras la aprobación de la Ley de Seguridad y Orden interno del Estado-, con el pasaje de todos los presos políticos a la justicia militar, que la práctica de la tortura alcanzó niveles generalizados y sistemáticos (Rico, 2008, p. 265).

Si bien en la mayoría de los casos el período más extenso de reclusión se realizó en un Penal -de Punta Carretas o Libertad para hombres, y de Punta de Rieles para mujeres- algunas líneas de investigación orientan a caracterizar un primer momento de secuestro o detención ilegal a partir del cual las personas eran llevadas a uno o varios Centros Clandestinos de Detención (CCD), para luego ser trasladadas a cárceles durante períodos sostenidos en el tiempo (Verrua, 2017).

Al finalizar la dictadura y con la liberación de presos y presas políticas comenzaron a emerger diferentes miradas y versiones sobre lo vivido durante el período militar. Luego de las últimas liberaciones el primer hito fue la Conferencia de prensa de 1985, en la cual ex presos políticos[1] compartieron públicamente su mirada sobre lo acontecido. En este espacio ninguna mujer ex presa estuvo convocada a participar.

Los relatos hegemónicos sobre lo acontecido en la última dictadura militar uruguaya refieren a una experiencia en la cual el sujeto universal es un varón militante (Ruiz y Sanseviero, 2012, p 21). Sin embargo, existieron múltiples y heterogéneas vivencias así como diferentes relatos sobre las mismas. En esta investigación me detengo a analizar los distintos esfuerzos colectivos que las ex presas políticas realizaron para ordenar esas experiencias y compartirlas públicamente.

El evento que me llamó la atención y por el cual comencé a indagar es el masivo encuentro que las ex presas políticas organizaron en 1997, doce años después de finalizada la dictadura militar. Al profundizar en la búsqueda encontré que las ex presas denominaron Encuentrazo a este evento en el que se reunieron 300 de ellas, y que además no fue el único sino el primero de al menos tres más (R.Caticha, comunicación personal, 13 de julio de 2018). A partir de este primer encuentro las ex presas comenzaron a organizar diferentes actividades y producciones con la intención de dejar plasmadas sus experiencias represivas, con el deseo de compartirlo a otros y otras de manera pública. Esto no comenzó aquí, apenas terminada la dictadura se publicaron dos textos sobre el proceso de reclusión de las mujeres: “La cárcel ¿una experiencia feminista?” artículo de Ivonne Trías[2] publicado en la revista Cotidiano Mujer y “Mi habitación, mi celda”, libro a dos voces, donde Lucy Garrido entrevista a Lilián Celiberti sobre su experiencia carcelaria, publicados en 1986 y 1988, respectivamente. Sin embargo, a partir del primer Encuentrazo nacieron numerosos proyectos, las ex presas políticas comenzaron a crear -hablar, escribir, publicar, filmar- y a compartir públicamente sus versiones sobre la vivencia represiva. Se multiplicaron los grupos y las creaciones.

En este sentido, propongo pensar que en 1997 hizo síntesis un entretejido colectivo que venía creciendo. Un modo particular de construcción política, en el cual los Encuentrazos pueden pensarse como hitos de la fuerza colectiva de las ex presas, mojones en tanto síntesis y apertura. Espacios político - afectivos en los que se condensó la potencia de las ex presas y a la vez se nutrieron de energía para poder gestionar múltiples procesos, actividades y productos. Ese modo cotidiano de construir y acompañarse, entre mujeres (Menéndez, 2018), en el cual lo político es afectivo y se constituye como fuente central de energía luego desplegada en sus producciones en el espacio público.

“La política desplegada desde ahí, desde esos ámbitos múltiples y variados de asociación para la satisfacción de necesidades vitales, la política asentada en lógicas de producción de lo común, es una forma legítima de la política que puede denominarse, para distinguirla de otras formas políticas, política en femenino” (Gutiérrez, 2013, p 79).

Momentos como los Encuentrazos son fruto de construcciones que llevan tiempo y trabajo, indagué hacia atrás de estos eventos intentando rastrear cómo fue el entramado de relaciones que permitió su organización y encontré como antecedente la experiencia carcelaria. Propongo pensar la experiencia de la cárcel como el espacio en el cual a partir de la convivencia forzada entre presas comenzó a gestarse un particular modo femenino de construcción, que no estuvo estructurado por la pertenencia a organizaciones o partidos de los cuales formaban parte -como cuando estaban afuera. Rasgo que no se constituyó en obstáculo para construir relaciones políticas cotidianas, de convivencia, cuidado y resistencia. Este modo que las nutrió de fuerza para la resistencia y el cuidado colectivo mientras estuvieron presas, es el que aparece en las convocatorias de los Encuentrazos y en el despliegue de proyectos y propuestas que juntas emprendieron.

Con el retorno democrático y su liberación, las ex presas políticas tuvieron diferentes recorridos vitales y organizativos pero luego de doce años, con la apertura de un nuevo ciclo de luchas (Falero, 2008), ese modo de hacer política cobró fuerza entre las ex presas, posibilitando la organización de Encuentrazos e inaugurando una etapa de crecimiento organizativo y un ciclo de disputas de sentidos en el espacio público. De este modo, indagué hacia adelante de 1997 y encontré sus producciones colectivas, que tomaron diferentes modos, formas, lenguajes, protagonistas y versiones.

ESPIRAL DE ENCUENTRAZOS. ESPIRAL DE CREACIONES

“Porque en las cárceles estuvimos muy juntas… festejemos juntas cada alegría que se nos presenta”. Convocatoria a Encuentrazo, 2004

El encuentro de 300 mujeres ex presas políticas realizado en 1997 en Montevideo me conmovió por dos razones: la capacidad organizativa de generación de encuentros de estas mujeres y la poca presencia de este hecho en los relatos hegemónicos. Luego del período de prisión y con el retorno de la vida democrática las ex presas consideraron que se valoraba la experiencia de represión sufrida por los varones y su experiencia quedaba invisibilizada:

“La conferencia de prensa de los rehenes presentados como `los últimos liberados´ otorgó a un grupo con un sexo, rostros, nombres y biografías la representación simbólica de un universo social compuesto por muchos miles de personas víctimas directas de la represión y el terrorismo de Estado” (Ruiz & Sanseviero, 2012, p.21).

Rosario Caticha, ex presa política, contó que en su grupo de amigas ex presas venían compartiendo la necesidad de “hacer algo” con lo que a ellas les había pasado, en diferentes charlas y reuniones. La investigadora Graciela Sapriza sostiene que las primeras conversaciones al respecto comenzaron a surgir en 1996, en la primera Marcha del Silencio[3]. La idea del encuentro, finalmente, se concretó en una esquina. Dos de ellas, se encontraron sin querer en la calle y en esa charla se dijeron “vamos a juntarnos”. Acordaron pocas cosas: avisar a las demás, organizar el encuentro según el número que tenían cuando presas: pares o impares, comida o bebida. A partir de la realización de tres reuniones, que fueron creciendo en convocatoria, consiguieron organizar un gran encuentro bajo la consigna “Porque fuimos y somos parte de la historia” (R. Caticha,  comunicación personal, 13 de julio de 2018).

Doce años después del fin de la dictadura, el 31 de julio de 1997, en Arteatro, en el centro de Montevideo, se dio un encuentro entre 300 ex presas políticas. Al llegar entregaban a las mujeres escarapelas que habían hecho para la ocasión. Habían hecho 300 y entregaron todas, de esa manera calcularon cuántas mujeres fueron[4]. Había una mesa con un papelógrafo largo donde firmaron todas las presentes, firmaron además, por las que no estaban: las exiliadas y las muertas en la cárcel (R. Caticha,  comunicación personal, 13 de julio de 2018).

La entrevistada destacó que la necesidad de reunirse estaba fuertemente vinculada a pensar qué hacer con lo que les había pasado como ex presas. Según recordó esa fue la primera instancia en la cual volvieron a verse colectivamente; interpersonalmente, además, muchas no se habían visto fuera de la cárcel. Detalló que las emociones en ese momento fueron muy fuertes y que les nacía preguntarse: “¿cómo estás? ¿cómo va tu vida?. María Esther Gilio, la periodista que publicó una crónica sobre el Encuentrazo, narraba: “Las mesas desbordan comidas caseras de las que nadie se acuerda. Lo único urgente es el registro de unas y otras, y ponerse al día” (Gilio, 1997, p 15). Recupera algunas de las expresiones del día:

“Tenemos que dejar nuestro testimonio colectivo, los hombres ya lo hicieron, nosotras también tenemos que hacerlo (...) lo que nosotras queremos es relatar la historia de las mujeres como colectivo, no nos importan las historias individuales sino la historia del grupo `mujeres´. Se dice que los hombres escribieron la historia de la cárcel. Los hombres, aunque no podemos reprocharselo lo que escribieron es la historia de los hombres en la cárcel. Quien no conozca la historia de este país pensará que solamente los hombres fueron a dar allí durante la dictadura” (idem).

Después de conversar sobre este encuentro y luego de ponerse en contacto con materiales de esa época, Rosario Caticha recordó que “se hicieron al menos dos encuentros más de esas características”, pero que ninguno fue tan masivo como el de 1997. Encontró una invitación al encuentro realizado en noviembre de 1997, al cual fueron 129 mujeres, y también encontró otro correo electrónico impreso en el cual las ex presas se citaban para encontrarse el domingo 7 de noviembre de 2004, en la Asociación Cristiana de Jóvenes, en el centro montevideano. En estos documentos se nombra a estas reuniones como “Encuentrazo”.

La invitación de 2004 decía: “Esta vez pares bebida, impares comida. Porque en las cárceles estuvimos muy juntas… festejemos juntas cada alegría que se nos presenta. Lleven guitarras, música, lo que quieran!!! Gracias por difundir esta invitación entre todas las mujeres que estuvieron presas. Un abrazo”.

En la película “Memorias de Mujeres” (2005), proyecto impulsado por las ex presas Rosario Caticha, Charna Furman, Isabel Trivelli y dirigido por Virginia Martínez, se perciben más detalles. La apertura del film es con clips cortos de videos donde ex presas están en un ambiente festivo, de risas y charlas. Se miran con alegría, se saludan, se abrazan largo y se acarician. Una lee para todas: “Un abrazo que las abarque a todas, con cariño, María Elena”, celebran con gritos y aplausos. En el video, el zócalo dice “4 de noviembre, 2004, Montevideo”, consulté el guión de la película y detalla al inicio: “Encuentrazo: Mujeres se abrazan/brindan/aplauden/cantan”. Se las ve cantando en grupo, abrazadas y contentas: “A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar”Se sacan fotos, y se acomodan el pelo. Se ríen, dicen ¡whisky! a los gritos, ponen los dedos en V y levantan los puños en alto. Es una fiesta, se ven los globos en las paredes, los vasos de colores llenos, una de ellas abriendo un vino mientras canta junto a las demás. María Esther Gilio, describía un clima similar sobre el Encuentrazo de 1997: “Mujeres que se miraban, se abrazaban, volvían a mirarse y volvían a abrazarse una y diez veces más” (Gilio, 1997, p. 15), celebraban la llegada de compañeras desde diferentes puntos del país, se asombraban de sus pelos canos: “Cuántos años sin vernos, dice Julia, y vuelve a abrazarla” (idem).

De acuerdo a lo indagado, la convocatoria a reunirse no estaba dividida por la organización política a la que habían pertenecido antes de caer presas, no era este un rasgo relevante a la hora de invitar. En diferentes oportunidades ex presas han mencionado que la vida en la cárcel se caracterizó por un proceso de convivencia, organización y resistencia con compañeras de celda o pabellón, trascendiendo las diferentes filiaciones políticas a las que pertenecían o habían pertenecido antes de ser detenidas[5]. La periodista María Esther Gilio en el primer Encuentrazo consultó si esas diferencias no serían un obstáculo a la hora de construir un relato juntas, le respondieron:

dentro de la cárcel nunca nos sentimos separadas por nuestras ideas. Nunca. Podía haber discrepancias, pero siempre se resolvían. La unidad nunca sufrió por las discrepancias políticas. Las discusiones, que no eran muchas, tenían que ver con otras (cosas)” (Gilio, 1997, p 15).

A partir del Encuentrazo de 1997 florecieron múltiples grupos y proyectos con diversos objetivos que funcionan, en algunos casos, hasta la actualidad. De manera irregular, más o menos numerosos, con diferentes constancias, es posible identificar diversos equipos de trabajo, con la intención de contar y difundir su historia como ex presas. Surgió la idea de crear grupos de trabajo según temas de interés: testimonios, vivencias, género y familia, cronología, salud y cine. A partir de allí, realizaron una convocatoria abierta a otras mujeres bajo la consigna: “Recuérdalo tú, recuérdalo a otros. Te invitamos a contar porque a ti también te pasó”. De esos grupos temáticos, los tres primeros trabajaron en forma de talleres,  publicaron relatos y narrativas de esas experiencias. En eso consistió el proyecto `Memoria para armar´, en el marco del cual se publicaron tres libros: “Memoria para armar I” (2001), seguido de “Memoria para armar II: ¿Quién se portó mal?” (2002) y “Memoria para armar III” (2003).

Después de 1997, además, algunas impulsaron el grupo Memorias para la Paz, espacio que publicó los libros “Memorias de Puntas de Rieles” (2004) y “Ovillos de la Memoria” (2006). Desde el trabajo en el Taller de Vivencias se publicó el libro “De la desmemoria al desolvido” (2003). Resulta relevante mencionar que las autoras de este libro fueron invitadas a presentarlo en la Feria del Libro de la Habana en el año 2005, lo que motivó el viaje de algunas de ellas (R. Caticha,  comunicación personal, 13 de julio de 2018).

En el mismo año, como resultado del esfuerzo del Taller de Género y Memoria Ex Presas Políticas, fue publicado “Palabras cruzadas” (2005). A partir de esta instancia, además, algunas de ellas armaron un equipo de trabajo que ideó el proyecto que culminaría en la película “Memoria de Mujeres” (2005).

En el año 2010, se publicó “Maternidad en prisión política. Uruguay 1979-1980”, coordinado por Graciela Jorge, a cargo del grupo de trabajo conformado por Nibia Díaz, Silvia Fiori, Marisa Malcuoi, y Graciela Valdez. En 2011, después de largos esfuerzos, 28 mujeres ex presas realizaron una denuncia colectiva contra 112 oficiales por crímenes sexuales en la última dictadura (Alonso y Larrobla, 2014). El grupo del Taller de Vivencias, además, convocó a reunir las producciones de arte textil realizadas en la cárcel, que fue presentada en la muestra “El Hilo de la Memoria: artesanías y resistencia” en el Museo de la Memoria en el año 2017[6]Ese mismo año, además, las ex presas presentaron la web Memoria para Armar[7], en la que recopilaron muchos de los libros producidos por ellas en el marco de los talleres, que están agotados en sus ediciones en papel. La página de bienvenida dice:

“MEMORIA PARA ARMAR[8] surge de los talleres de género y memoria de ex-presas políticas uruguayas, en el año 2001, con integrantes de todas las organizaciones políticas que tuvieron presos y presas en los años 70, antes y durante el período dictatorial (1973 - 1985). Los talleres comenzaron a funcionar, en el año 1997, cuando las heridas de la cárcel y el exilio empezaban levemente a cicatrizar, y pudimos hablar, escuchar y escucharnos, para luego contar lo vivido, no como un mero relato, sino como lo que realmente fue, una parte importante del período más tenebroso y cruel de la historia de este país.”

Resulta importante nombrar el taller de las ex presas del Penal de Paso de los Toros, que trabajaron en la producción de textos desde 1997, sin embargo no pudieron publicar sino hasta 2018[9].

Después del primer Encuentrazo, además, comenzaron los encuentros “afectivos”[10] de las ex presas de Punta de Rieles, organizados por sector. Comenzaron a reunirse según los pabellones en los cuales habían estado presas, no en torno a metas u objetivos concretos como los grupos de trabajo mencionados sino para celebrar cumpleaños, cenar, verse: “el “D” se junta muy seguido, eran y son muy unidas, en la cárcel las amontonaron a todas durante muchos años y así quedaron muy unidas”. Rosario Caticha recordó que ella estuvo en el sector “C”, pero ese sector varió de personas según los años, se reúnen a veces. Las del “E” también se juntan. Las del “A” comenzaron a reunirse y de esos encuentros salió el libro “Maternidad en prisión política. Uruguay 1979-1980” (2010), ya que en el “A” convivían madres con hijas e hijos.

Es relevante destacar que el Encuentrazo de 1997 fue el primero de una serie de -al menos- tres, que siguió aconteciendo como gran espacio de encuentro de las ex presas políticas. Además del encuentro del 31 julio de 1997, hubo otro en noviembre del mismo año y en noviembre del año 2004[11]. Sin embargo, a la par de estos encuentros masivos, se observa que desde el primer Encuentrazo permanecieron otros grupos más pequeños organizados según diferentes tareas o metas: contarse, escribir, celebrar cumpleaños, producir películas. A partir de los cuales se comenzaron a generar miradas colectivas sobre sus experiencias. Desde el florecer de estos espacios las ex presas fueron generando distintas instancias creativas que culminaron en producciones grupales: publicación y presentación de libros, denuncias colectivas, documental audiovisual, muestras artísticas, entre otras.

UN CAUDAL DE VOCES

Graciela Sapriza (2003) plantea que en el contexto de dictadura surgió un movimiento revolucionario y transgresor, el movimiento de mujeres, quienes confinadas al ámbito de lo privado politizaron ese espacio aprovechando la coyuntura, y plantearon resistencia y nuevos modos de hacer política. Sin embargo, con el retorno de la democracia se intentó volver a que todo fuera como había sido antes de la dictadura, y en ese sentido también que “las mujeres vuelvan a su lugar”.

A partir del análisis de los productos comunicacionales colectivos publicados por las ex presas creo que es posible pensar el contexto represivo como un tiempo en el cual público y privado se tensionaron y transformaron. Las mujeres, no solo las ex presas sino también las madres, esposas, abuelas, hijas, vecinas, amigas, maestras[12], construyeron política de otro modo, resistieron y enfrentaron al poder militar desde espacios inesperados pero consiguieron transformaciones a partir de sus disputas: dónde estaban los detenidos, que sus compañeros conocieran a sus hijos recién nacidos, denunciar los malos tratos, acompañar a sus hijas e hijos detenidos durante años sorteando todas las barreras impuestas, entre otras.

En el caso de las ex presas políticas, también transformaron sus prácticas a partir de la convivencia forzada en la cárcel. En un contexto no elegido, de represión y hacinamiento pudieron acompañarse, organizarse y resistir. Crearon modalidades colectivas de trabajo, cuidado, y organización. Crearon formas políticas novedosas a las que habían experimentado en sus organizaciones mixtas, y pudieron construir colectivamente aún formando parte de organizaciones con grandes diferencias. Usaron diferentes estrategias, algunas dicen que había temas que no trataban entre las integrantes de diferentes organizaciones porque sabían que pensaban diferente y que eso las llevaría a distancias, que intentaban priorizar que había que mantenerse unidas entonces construían o tomaban decisiones a partir de los acuerdos que podían hacer. En esa unidad que las ex presas de Punta de Rieles nombran hubo dificultades, fisuras y tensiones, a partir de acciones desplegadas por las fuerzas represivas en la cárcel pero también de las mismas diferencias y roces que se gestaron en este nuevo contexto de convivencia.

En la vida carcelaria, tiempo en el cual muchas se conocieron y vieron sus vidas transformadas desde entonces, compartían comida, trabajo, abrigo, pero también miedos, cuidados, amores y desamores, crianzas. Propongo pensar que esta nueva manera política de relacionarse fue insumo para -ya en democracia- poder construir juntas una mirada sobre qué les había pasado a durante la dictadura militar. En ese sentido, a partir del primer Encuentrazo y de la generación de talleres, la convocatoria de las ex presas a construir una voz pública desde la experiencia de mujeres fue novedosa ya que se distanció de acciones heroicas e individuales e invitó a las mujeres a escribir cómo habían sufrido la represión, no solo a las ex presas sino a cada una desde los lugares que habitó partiendo de la mirada de que la represión atravesó a toda la sociedad y cada quien desde su lugar se vio afectada. Esta invitación que orientó los tres tomos de “Memoria para Armar” fue diferente ya que invitó a decir todas juntas cómo había vivido cada una la dictadura sin jerarquizar las experiencias, que cada una contara desde su lugar cómo vivió, sintió, resistió la represión. A contrapelo de las versiones hegemónicas sobre la experiencias en dictadura, es posible pensar que la estrategia de construcción de voz pública de las ex presas fue desde una voz colectiva que buscó diversidad, multiplicidad e inclusión de experiencias. Asimismo, en sus producciones es un rasgo distintivo la narración de la vida en los espacios privados, la politización de la cotidianidad y el detalle de las emociones.

¿Por qué a 35 años del fin de la dictadura cívico militar y luego de frondosas investigaciones y gran cantidad de productos comunicacionales realizados por las ex presas, las experiencias de represión de las mujeres durante la dictadura son poco conocidas, “anecdóticas” o menos valoradas? El régimen patriarcal privilegia la versión y vivencias masculinas como universales (Haraway, 1997), sin embargo esto no significa que es el único relato que existe. Las ex presas políticas organizaron sus reencuentros y Encuentrazos, desarrollaron procesos de construcción política propios a partir de los cuales generaron productos comunicacionales en los cuales contaron sus experiencias, diversas y complejas, y las de otras mujeres. Su voz pública colectiva, construida a lo largo de los años y con esfuerzo, está presente en sus publicaciones, audiovisual, páginas web y otras. Es una voz ancha, como un gran caudal en el cual se nombra en primera persona lo vivido y se da valor a cada experiencia sin el afán de anular una por la otra. Pudieron abrazarse y construir miradas propias compartidas, hacerlas públicas, y contar así su parte de la historia. Un caudal de voces que, sin embargo, sigue escondido debajo de una voz masculina homogénea de la historia oficial.

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Trías, I. (1986, marzo) La cárcel ¿una experiencia feminista? Cotidiano Mujer. 1. (5). Montevideo, Uruguay.

Verrua, R. (2017/10/31). Archivo Oral de la Memoria: “Para muchos poder ser escuchado es muy reparador”. Asociación de Amigas y Amigos del Museo de la Memoria. Disponible en: http://amigosmume.org/uy/archivo-oral-de-la-memoria-para-muchos-poder-ser-escuchado-es-muy-reparador/

NOTAS


[1]
                [1]
 Fueron ex presos que habían estado en condición de “rehenato”, luego de haber sido detenidos las Fuerzas Represivas los mantuvieron durante años rotando por diferentes sitios de detención de manera clandestina. Todos integrantes del Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros (MLN-T), fueron 9 rehenes y 11 rehenas, aunque de ellas la historia oficial poco recuerde (Ruiz,M y Sanseviero, R, 2012).

[2]
                [2]
 El artículo está firmado con las iniciales “I.T”, recupero la identidad de la autora a partir de la tesis doctoral de Ana Laura Di Giorgi (2018) Democracia en el país, en la casa y en la cama. El feminismo de izquierda en el Uruguay de los ochenta. 


 

[3]
                [3]
Graciela Sapriza es una de las referentes en esta área de investigación, compartió esta información en el Conversatorio “Ni Solas, Ni Huérfanas. Memoria Feminista Viva” realizado en diciembre de 2018 por el Semillero Interdisciplinario Mujeres, Movimientos Sociales y Feminismos, en Facultad de Psicología, Udelar. Las Marchas del Silencio se realizan cada 20 de mayo en repudio a la última dictadura militar uruguaya, por verdad y memoria.
 

[4]
                [4]
Resulta relevante mencionar que la única nota periodística encontrada sobre este encuentro habla de “más de 200” (Gilio, 1997, p 15).
 

[5]
                [5]
 Pueden considerarse en ese sentido el libro “La Espera” (2000) de María Condenanza, “Maternidad en prisión política. Uruguay 1979-1980”(2010) de Graciela Jorge (coord), “Las Rehenas” (2012) de Marisa Ruiz y Rafael Sanseviero, entre otros.
 

[6]
                [6]
Ver entrevista:  “Si somos invisibles, tenemos que hacernos visibles” en http://amigosmume.org/uy/si-somos-invisibles-tenemos-que-hacernos-visibles/
 

[7]
                [7]
https://memoriaparaarmar.uy/
 

[8]
                [8]
 Mayúsculas en original
 

[9]
                [9]
El libro “Paso de los Toros. Una cárcel olvidada” fue presentado el 12/10/2018.
 

[10]
                [10]
De este modo se refirió Rosario Caticha a los encuentros como cumpleaños, juntarse a cenar, cumpleaños de nietos, etc.
 

[11]
                [11]
El archivo personal de Rosario Caticha con las invitaciones de esos años, así como el registro audiovisual del film “Memorias de Mujeres” dan cuenta de ello.
 

[12]
                [12] 
Esto se observa claramente en los tres tomos de “Memorias para armar” en los cuales se observan las múltiples experiencias y formas de resistencia que desplegaron las mujeres en ese tiempo. 

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