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Dra Ana M. Viscaino[1]

Nos dispondremos aquí a señalar algunos hilos sobre los que se fue tejiendo cada conversatorio. Cada uno de ellos ha presentado potentes imágenes que, muchas veces se volvían metáforas interesantes para pensar el trabajo de la investigación en pandemia. Una de estas imágenes ha sido la de la red/ las redes y, es desde ella, que podríamos hacer honor a los hilos que cada encuentro sostuvo para la discusión. Unos hilos que cada conversatorio ofrecía y que, retomados en los siguientes, permitía armar nuevas tramas de sentidos y significaciones. Desde estos hilos, nudos/nodos y tramas nos fuimos entramando y en el devenir de estos tiempos complejos nuestra tarea como educadores e investigadores se fue modificando, abriendo a nuevas preguntas y desafíos que, volviéndose sobre nosotros/as mismos/as, nos conmovió en nuestras certezas. Se inaugura desde allí, un lugar para desarmar, desanudar ideas, conocimientos, enunciados y prácticas que no siempre nos dejaban ver las mutaciones de nuestro tiempo y las tensiones que éstas promovían en nuestro hacer cotidiano.

Las preguntas ordenadoras de los intercambios invitaron a la presentación de cada equipo de trabajo, de sus temas y problemas de investigación para luego adentrarse en aquellas continuidades, obstáculos y/o reformulaciones por las que habían transitado y ¿por qué no?, que les hubiese permitido identificar algunos horizontes de posibilidad.  

Un eje común en cada intercambio fue la presentación de equipos de investigación que mostraron una conformación muy diversa no solo en su formación en investigación educativa sino también en las trayectorias como docentes, estudiantes o graduados. Desde investigadores/as formados/as y activos/as a otros/as en formación (graduados/as, becarios/as) y también quienes, recién iniciados/as, colaboraban en calidad de estudiantes avanzados/as. En todos los casos pudo observarse la preocupación por generar un espacio institucional de formación y filiación de las generaciones más jóvenes a los equipos de trabajo ya consolidados.

Otros de los aspectos que fueron señalados, mayoritariamente, como inquietud y necesidad fue la de generar la apertura y conexión con otros equipos de trabajo de diferentes regiones, provincias y universidades. Una apertura que ha dado lugar a la conformación de redes, de diseños de proyectos compartidos, de intercambios a través una diversidad de formatos y dispositivos; de los cuales, estos conversatorios que hoy nos proponemos sintetizar y difundir, resultan una clara exposición.

De esta manera un tiempo que nos interpelaba a cerrar puertas y distanciarnos parece habernos motivado, como plantea Cecilia (Ferrarino) al final de su exposición, a tomar nota de la necesidad de producir un pensamiento con otros/as. O como plantea Analía (Errobidart) la oportunidad de generar, a través de diferentes mediaciones tecnológicas, un movimiento federal de integración de las universidades públicas.

Un planteo por demás interesante si pensamos los modos que se fue gestando una toma de conciencia de la necesidad de un/a otro/a en un contexto que permanentemente nos conduce a desarrollar prácticas sociales solitarias e individualistas. La motivación por encontrarnos nos llevó a gestionar modos y recursos para abrirnos ante el encierro, de proyectarnos en un afuera estando adentro, a romper con lógicas de producción individualista a través de armados colectivos de trabajo, reflexión y discusión y acerca de lo que el presente dossier se propone testimoniar. 

Entre deudas y límites se fueron tejiendo los primeros entramados…

Los procesos de profunda desigualdad y exclusión social que transita nuestro país y especialmente recrudecido en los últimos años se torna uno de los ejes fuertemente señalados como una de las continuidades que cobra especial visibilidad en tiempos de Distanciamiento Social.

En el primer conversatorio, Analía (Errobidart) nos trae la preocupación por no descuidar estas deudas sociales que no son nuevas y logran exponerse crudamente en este contexto. En particular aquellas problemáticas ligadas al financiamiento y presupuesto de la investigación en educación, el lugar que tienen las voces de los grupos de investigación más pequeños o de aquellos investigadores/as jóvenes que muchas veces encuentran dificultad para lograr la obtención de becas o la incorporación a organismos científicos que les permita insertarse en la actividad de investigación.

También queda en evidencia aquí la preocupación por el impacto que la pandemia ha tenido en la tarea cotidiana de las instituciones de nivel secundario que han tenido que sostener a muchas familias de bajos recursos económicos o que han perdido sus empleos y o como plantea Cecilia (Ferrarino) el acompañamiento desarrollado ante las dificultades para disponer de recursos tecnológicos y de conectividad que impedían el acceso de muchos/as estudiantes al desarrollo de la tarea escolar.

La enunciación de estas continuidades se entrelaza con algunas rupturas evidenciadas en el cotidiano de la investigación educativa que tuvieron lugar en este tiempo y que anuncia algo del límite que se impone en la tarea; en su continuidad, en sus formas y, que muchas veces nos sorprende desconociendo, en el hacer, aquello que sosteníamos teóricamente. “Hay una realidad que nos estaba marcando límites concretos” nos dice Mónica (Sobrino) y sabiendo que de eso se trata la investigación educativa, nos resistíamos inicialmente a ver ese cambio de condiciones en la propia experiencia investigativa. Un proyecto pensado y diseñado bajo otras condiciones se resistía a ser abandonado. Una nueva institucionalidad se va gestando en este camino e interpela a investigadores/as a reconocerla para estudiarla e investigarla.

En este sentido las investigadoras reconocen haber llevado adelante algunas modificaciones que se vincularon a la revisión de algunos objetivos y centralmente en los cambios producidos en el plano metodológico con la virtualización de los dispositivos y recursos de indagación. Sin embargo, otros cambios más profundos y potentes parecieron tener lugar de la mano de los anteriores. El surgimiento de algunas preguntas que antes no estaban en torno de pensar los procesos de investigación, la vinculación con el campo, el desarrollo de una escucha y mirada atenta al devenir del proceso investigativo que nos vuelva flexibles a las condiciones cambiantes y emergentes del contexto, del tiempo y espacio de indagación. Que nos permita poner en marcha lo proyectado reconociendo, en las voces del campo, la oportunidad de revisar lo ideado.

Otras aristas del tema/problema de estudio emergen en este proceso creando la oportunidad de complejizar las miradas y enfoques adoptados al inicio. Los modos de producir encuentro y comunicación social y pedagógica, de llevar adelante prácticas socio comunicacionales en el contexto actual, de hacer escuela e investigación. De tomar nota de la propia posición e implicancia subjetiva del investigador, de la necesidad de reconocerse como protagonistas de un cambio de paradigma, como lo enuncia Mónica, logrando hacer de la experiencia un relato, como plantea Cecilia, y del encuentro una necesidad, como nos dice Analía. 

Entre malabares y esfuerzos por sostener … otros sentidos que conformaron trama

En el segundo conversatorio y acompañados por Silvina (Romero), Florencia (Páez) y Gabriela (Casenave) nos encontramos con otras potentes imágenes que nos ofrecieron para pensar estos tiempos de conmoción y transformación.

Por un lado, los hilos que anudaron algunas ideas del primer conversatorio volvieron a tensarse dando lugar a nuevas tramas de sentidos. Por otro lado, nuevas imágenes que, vueltas metáforas, permitieron complejizar la mirada.

Los modos diferenciales de enfrentar lo desconocido, los esfuerzos por sostener el trabajo y enfrentar las profundas desigualdades vueltas centro de la actividad, el reconocimiento de la importancia de contar con un vínculo previo con las instituciones y los sujetos del campo de indagación fueron algunas de las condiciones del trabajo de investigación educativa durante la pandemia que se recuperaron en esta oportunidad.

Un borramiento de las fronteras de lo privado y lo público, del mundo del/la investigador/a y el campo investigado, de la razón y la emoción tensionándose en el hacer cotidiano se vuelve pregunta que interpela a la epistemología y la racionalidad investigativa legada de la modernidad.

¿Qué es investigar, quién investiga, cómo es la dinámica y la lógica que amplía el horizonte de la producción de conocimiento en el contexto actual? Son algunas de las potentes preguntas que surgen de la intensa y esforzada tarea que llevaron adelante muchas de las mujeres investigadoras que nos acompañaron. Sostenidos y esforzados intentos de conciliar las prácticas laborales con las de la vida doméstica, la de investigar con la de cuidar, las de la razón y emoción que surgía a cada paso, en cada tiempo y espacio en el que la tarea buscaba tener un lugar.

En un escenario cargado de tensiones, de esfuerzos, de costos, como plantea Florencia (Paéz), se produjeron ligaduras, algunos nudos/nodos que inauguraron nuevos sentidos desde los cuales fue posible problematizar y desnaturalizar ideas, prototipos, esquemas y lógicas de los sistemas de investigación académica.

Unos modos diferentes de producir y representar el conocimiento, de involucrarse en y con los espacios y sujetos del campo, de producir lazos y vínculos que potencian la posibilidad de un encuentro diferente. Como plantea Gabriela (Casenave) cuando refiere al beneficio de contar con un vínculo previo con las instituciones y sus actores o como refiere Silvina (Romero) en la búsqueda de nuevos sentidos de las prácticas emancipatorias desde una perspectiva de investigación acción participativa o, como plantea Florencia (Paéz), en un ir construyendo y acompañándose en la producción de la tarea de mujeres-madres investigadoras.

Vínculos, acompañamientos y otros modos de implicación subjetiva, otros modos de poner el cuerpo en el proceso de investigar fueron teniendo lugar en este contexto. En estas tensiones parecen haberse encontrado los mayores desafíos y costos personales o los mayores límites, retomando las expresiones del conversatorio anterior sobre los que se volvió necesario pensar, reflexionar, desnaturalizar para inaugurar otros sentidos en torno de la tarea de investigar.

Los malabares, como imagen y metáfora de un hacer tensionado que nos acerca Florencia (Paéz), da a ver un ejercicio de equilibrio, sostén y manejo de lo múltiple en la simultaneidad e inestabilidad del movimiento y devenir de los acontecimientos. Un lanzar para volver a tomar, un mantener cierta suspensión de los elementos en el aire sin dejarlos caer, para volver a tomarlos en la dinámica propia que nos interpelan a mirar y coordinar. Una potente metáfora para pensar este tiempo y las experiencias que fueron tejiéndose en el trabajo de la investigación educativa durante la pandemia.

Una invitación a mirar en el doble juego del obstáculo y la oportunidad las implicancias subjetivas y políticas que estos acontecimientos han tenido. Por un lado, una mirada dirigida a los procesos de desigualdad de acceso, recursos, financiamiento, pero también ligadas a las diferencias desiguales en perspectiva del género. Por otro, la oportunidad que este reconocimiento brindó a la hora de revisar mandatos y propiciar la transformación de un hacer y pensar científico contemporáneo.

De nuevo y, en concordancia con lo que surge de los relatos compartidos en el primer conversatorio, no parecen acá tener tanta relevancia los ajustes técnicos y/o metodológicos que fueron potenciados por la mediación tecnológica, sino más bien, el fuerte impacto y conmoción subjetiva, emocional y corporal transitada que abrió importantes horizontes de revisión epistemológica y conceptual acerca de la actividad de investigación en educación y la posición que como mujeres lograron producir en consecuencia. 

Entre cuerpos y prácticas suspendidas las mentes se pusieron en movimiento …

Un ponerse en pausa, una detención o parálisis de prácticas, cuerpos y proyectos fue teniendo lugar en los relatos de las investigadoras que nos acompañaron en el tercer conversatorio al momento de relatar sus experiencias de investigación en pandemia.

Cuerpos ausentes y escuelas cerradas en proyectos que trabajan con la participación estudiantil como expresa Luisa (Arias) o estudiantes en sus prácticas de educación física como es el caso de María Laura (González), o sobre el estudio de saberes producidos en y desde las prácticas de enseñanza desplegadas bajo condiciones inéditas como plantea Stella (Pasquariello). Un rearmado de estrategias y de recursos al tiempo que el surgimiento de múltiples preguntas que tensionaron conceptos nodales de los proyectos de investigación, tuvo lugar.  Pensar lo físico, el cuerpo, la presencia en prácticas de enseñanza de la educación física, en saberes del oficio producidos en y desde los intercambios en contextos de presencialidad fue dando lugar a replanteos metodológicos y epistemológicos como nos comenta María Laura (González). Un tipo de aprendizaje, nos dice, que implicaba mucho más que conocer y aprender acerca de dispositivos y recursos de orden técnico. 

Un tiempo de parálisis inicial fue dando paso a otro tiempo para pensar, reflexionar y volver a proyectar otros modos de hacer docencia, investigación extensión y participación como nos dice Luisa (Arias). La conmoción que les produjo el encuentro con lo diverso, lo complejo y lo desconocido se presenta como una vivencia compartida por las tres investigadoras. Una necesidad de conocer lo que sucedía del otro lado de las pantallas, en la vida de los estudiantes, en sus posibilidades de participación de las propuestas, de conocer si contaban con conectividad, con recursos y disponibilidad de espacios y tecnologías para participar de los encuentros fue descubriéndolas en una preocupación no siempre desplegada en el contexto de la presencialidad.  Lo particular y personal de cada estudiante cobraba un sentido diferencial en un contexto educativo pensado para la homogeneidad y un dar todo a todos en un mismo tiempo y espacio escolar. Quizá en la vorágine de la actividad cotidiana no siempre estas preguntas tienen lugar.

Las expresiones relatadas en este conversatorio nos ofrecieron la posibilidad de ver que en un contexto de gran conmoción y parálisis de los cuerpos, prácticas y estrategias conocidas algo comenzó a moverse. Experiencias, registros, reservas de datos que por años habían quedado relegados, guardados, paralizados fueron puestos en acción.

Empezó a moverse aquello que estaba paralizado/quieto al tiempo que se paralizaba lo que siempre estuvo en movimiento. Se encontraron tiempos y oportunidades para el encuentro (virtual) y proyección en común con otros/as investigadores/as, con el equipo interno y con los/as estudiantes, como nos dice María Laura (González), para conectarnos con las vacancias formativas y las necesidades de capacitar a los/as futuros/as docentes en el desarrollo de capacidades para afrontar estos nuevos modos de producir la enseñanza como nos deja ver Stella (Pasquariello). En fin, se hicieron otros tiempos para atender y entender lo que en tiempos de presencialidad no estaba previsto hacer. 

Preguntas y tensiones que vale la pena sostener

Las tensiones que pudieron visibilizarse en este tiempo de gran conmoción abrieron pasos a nuevas preguntas. Preguntas que muchas veces tensionaron lo conocido y proyectado en torno de los objetos, motivos de indagación Otras, cuestionaron los modos de hacer y proyectar la investigación, de implicarse subjetivamente como mujeres investigadoras, de vincularse con el campo y con los sujetos de la investigación.

En fin, parece que este tiempo de suspensión nos ofreció una gran oportunidad de detenernos a pensar y proyectar otras lógicas de producción de conocimiento, otros modos de ejercer prácticas de emancipación y participación política en los espacios que en tanto docentes investigadoras nos disponemos a producir. El desafío… sostener estas preguntas y ponerlas a andar en tiempos de presencialidad. O mejor aún podríamos decir que el mayor desafío consiste en dar/nos un tiempo y un lugar para producir nuevas institucionalidades, al decir de Mónica (Sobrino) y reconocernos como protagonistas centrales en estos procesos de transformación.



[1] Lic. En Psicopedagogía. Mag. en Psicología Cognitiva y Aprendizaje (FLACSO). Dra en Educación (UNER). Profesora  adjunta de la materia Psicología Evolutiva y del Aprendizaje, Profesorados de Antropología y Comunicación Social de FACSO-UNICEN. Investigadora de IFIPRAC_Ed.

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