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Luisa Arias[1]

La irrupción de la pandemia y las medidas que trajo aparejadas nos pusieron, como docentes y como investigadoras, en “pausa”; iban a ser unos días, después fueron semanas y tuvimos que replantearnos cómo seguir desarrollando nuestras actividades con el soporte de las herramientas tecnológicas que teníamos a nuestro alcance.

Nuestro Proyecto de Investigación -del cual soy directora- se denomina “Participación Juvenil. Prácticas y Representaciones”, y quienes lo integramos desempeñamos nuestra actividad en la Facultad de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de San Luis. El proyecto cuenta con dos líneas, una de ellas centrada en “Las construcciones discursivas acerca de los niños/as, adolescentes y jóvenes y las intervenciones sociales que los involucran”. La otra línea estudia la “Participación estudiantil en la Universidad”. Este tema de investigación lo hemos desarrollado en anteriores proyectos desde el año 2005, analizando las representaciones de las y los estudiantes acerca del futuro, el estudio y la participación política dentro de la Universidad.

Fue desde esta línea que decidimos volver a poner “play” y utilizar los medios que nos ofrecía la virtualidad para continuar con la tarea investigativa. La situación que todas/os –estudiantes, docentes- atravesábamos nos llevó a cuestionarnos, justamente, cómo estaban sobrellevando nuestras/os estudiantes la situación de la educación virtual, qué problemas habían tenido, si habían podido desarrollar las actividades con –cierta- normalidad.

Para relevar estos datos elaboramos un cuestionario a través de los Formularios de Google, que compartimos con todos los estudiantes que en ese momento estaban cursando sus asignaturas con alguna de las integrantes del proyecto, ya que a través de nuestras clases virtuales podíamos establecer el contacto.

Metodológicamente usamos las estrategias que habitualmente usamos, en el cuestionario hicimos, por un lado, un acercamiento cuantitativo para indagar qué tipo de conexión y de dispositivo usaban, cuál era la disponibilidad temporal en la utilización de ese dispositivo, cuántas asignaturas cursaron, etc. Finalizando el cuestionario aplicamos el Método Asociativo (Abric, 2001) que hemos utilizado en varias oportunidades a lo largo de nuestras investigaciones, en esta oportunidad para intentar conocer cuál es la representación que las y los estudiantes poseen acerca de la “enseñanza virtual”.

Cambiar el estilo de acercamiento fue un desafío, ya que se salía de las prácticas habituales, nuestra tarea investigativa se centra en la interacción, el contacto, la presencialidad, pero creemos que, si bien no fue algo buscado, ni la situación ideal, el abordaje realizado nos brindó elementos que nos permitieron encarar un análisis de las representaciones de los estudiantes y realizar un análisis sincrónico, de lo que estaba ocurriendo a fines del año 2000. Esto nos abrió la puerta para continuar esa línea de investigación y abordar la continuidad o los cambios en las prácticas y la percepción de la enseñanza virtual.

Los resultados nos demostraron que la tecnología produce efectos -provoca cambios sociales   y psicológicos- independientemente de la forma en que se la use y de los contextos y procesos sociales con los que interactúe, dejando por fuera del análisis (otra vez y como ya hiciera la metáfora de los nativos digitales) las desigualdades y las dinámicas de poder que tensionan los usos y sentidos de cada uno de los medios y las instituciones

Además de los modos de encarar la investigación, la pandemia trajo aparejadas muchas otras alteraciones de nuestra cotidianeidad, se redujeron los debates que surgían de la diaria interacción en el ámbito de nuestro trabajo, perdimos la posibilidad de concurrir a congresos, jornadas, lugares privilegiados de intercambio con los colegas. Sufrimos aquello que Dussel (2020) llama la “nueva domiciliación de las instituciones, lo que implicó una mixtura, no dada hasta el momento, en la comunidad universitaria: exhibirse (docentes y estudiantes) como seres domésticos, mostrando las viviendas de cada una/o e incluso la cotidianidad: hijas/os que se cruzaban por detrás, un timbre que sonaba, ruidos de la calle o de la casa. Situaciones cotidianas pero que no se dan en el ámbito universitario, situaciones que involucraron límites difusos entre los espacios físicos y simbólicos, de aquello que puede o no puede hacerse en una clase académica.

Al hablar de los aspectos positivos que nos dejó este cambio sólo rescato, y acá uso intencionalmente la primera persona, los contactos que surgieron de la participación en la elaboración de un Proyecto PISAC, que fue lo que dio pie a que hoy estemos compartiendo este espacio con compañeras de distintas Universidades del país.  Lo cual no es una ganancia menor. 

Referencias bibliográficas:

Abric, J. (2001) Metodología de recolección de las representaciones sociales. México, DF, Coyoacán.

Dussel, I. 2020. “La clase en pantuflas”. Disponible en https://isep-cba.edu.ar/web/2020/04/27/la-clase-en-pantuflas-accede-a-todo-el-contenido-sobre-la-conferencia-de-ines-dussel/



[1] Licenciada en Psicología. Directora del Proyecto de Investigación “Participación Juvenil. Prácticas y Representaciones” Profesora Adjunta efectiva de la Asignatura “Comunicación Social” de la Licenciatura en Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales. Universidad Nacional de San Luis. Proyecto de Investigación: Participación Juvenil. Prácticas y representaciones l. Categoría III en el Programa de Incentivos.

 

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