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Esp. Florencia Torregiani

Lic. Exequiel Alonso

El Área de Educación a Distancia fue creada, por resolución del Consejo Académico, a finales del año 2015. Cuatro años y algunos meses más tarde la pandemia provocada por el COVID- 19 le toma examen a una educación, mediada por los entornos virtuales de enseñanza y aprendizaje, que históricamente fue puesta en duda por gran parte de la comunidad universitaria en todo el país. Como una o un jugador que espera años su oportunidad de salir al campo de juego, la educación a distancia tiene hoy la oportunidad histórica de no fallar en sus premisas de ampliar el derecho a la educación y garantizar formación de calidad para los estudiantes. Sin embargo, no todo son oportunidades, los desafíos son cotidianos e involucran a los múltiples actores que formamos parte de este proceso de continuidad pedagógica: ¿Por qué la Facultad de Ciencias Sociales está hoy preparada para virtualizar todas sus cátedras? ¿Cómo se garantiza el acceso a los estudiantes a este tipo de formación? ¿Cómo se garantiza la calidad educativa sin sobrecargar la tarea de los y las docentes y estudiantes? ¿Qué aprendimos y qué nos preocupa del futuro próximo? 

Breve historia de nuestro trabajo

En el año 2015 asumimos el compromiso de trabajar en un Área novedosa y desafiante, no solo para la Facultad de Cs. Sociales sino para la UNICEN, que hasta ese entonces tenía pocas unidades académicas con equipos destinados a la educación virtual. Nuestra formación de base, las Cs. de la Educación y las Cs. de la Comunicación, parecían limitadas para tal desafío. Sin embargo, con esfuerzo, horas de tutoriales y colaboración de diferentes expertos disciplinares aprendimos lo necesario para asumir tareas técnicas (como el uso del campus virtual en la plataforma Moodle) y administrativas (tales como garantizar inscripciones a las propuestas, gestionar usuarios en el campus y matricularlos). En este proceso, diseñamos en conjunto con la Mag. Mabel Guidi nuestro primer curso de formación que luego dictamos para la comunidad educativa de la FACSO en cuatro oportunidades. El objetivo era y sigue siendo el mismo: capacitar a docentes, graduados, estudiantes y personal administrativo para enseñar en la modalidad virtual.

En la medida que la cantidad de aulas crecían en el campus y que nuevos equipos docentes se animaban a elaborar cursos de extensión 100% virtuales, fue necesario crear más materiales educativos específicos, documentos orientadores, tutoriales de uso del campus, recomendaciones en diferentes formatos y, por supuesto, sostener reuniones frecuentes de acompañamiento: presenciales, virtuales, por llamada telefónica y por Whatsapp. En el año 2018 con la primera edición de la Diplomatura en Comunicación Pública de la Ciencia, que desembarcó en el campus “Sociales virtual”, la integración del Área de Educación a Distancia con la Secretaría Académica, la Secretaría General y la Secretaría de Posgrado, aceitó un engranaje que sigue siendo vital en la actualidad para que cada estudiante pueda inscribirse, obtener su acceso al campus, llevar adelante el proceso educativo y finalmente sea certificado. También resulta imprescindible el diálogo y los aportes de los diferentes Departamentos Académicos de la Facultad, que en estos años y por medio de la Comisión de Educación a Distancia de la FACSO, brindaron sus conocimientos para mejorar los procesos de trabajo de Sociales virtual.

En el transcurso de estos años, y a meses de cumplir el quinto aniversario de existencia, el equipo del Área de Educación a Distancia se dedicó a formar docentes y a construir conocimientos que se materializaron en nuevos dispositivos de capacitación, por ejemplo los talleres y las charlas, como en producciones científicas presentadas a diferentes congresos académicos. En cada ponencia escrita, se reflexionó sobre las múltiples dimensiones que comprenden la docencia en la virtualidad: cuestiones relacionadas con la gestión institucional, la formación docente, la tutoría (o la serie de tareas que se esperan de quienes enseñan en un campus virtual), la dimensión política de la Universidad y las condiciones laborales de nuestros compañeros y compañeras (dado que también somos docentes).

En la actualidad, los números son elocuentes (tanto como las responsabilidades y desafíos): están en funcionamiento solo en el primer cuatrimestre 53 cátedras virtuales de las carreras presenciales; 12 cursos de Extensión Universitaria y 3 cátedras del Ciclo de Complementación Curricular en Relaciones Laborales. En el primer cuatrimestre tenemos más de 100 docentes enseñando y 500 estudiantes aprendiendo. La cantidad histórica de usuarios, en estos cuatro años y algunos meses, es de 1.880. Es decir, mil ochocientas ochenta personas participan o alguna vez participaron de alguna propuesta realizada en el campus virtual de la Facultad de Ciencias Sociales.

Para dar respuesta a esta demanda, como equipo del Área de Educación a Distancia pusimos a disposición de los docentes un aula denominada “Espacio del campus para tutores” que cuenta con tutoriales, plantillas de edición de clases, materiales de estudio, bibliografía y foros de consulta. Un espacio cuyas paredes virtuales se siguen ampliando.

Los desafíos de enseñar y aprender en tiempos de pandemia

Tal como estudiamos quienes cursamos las carreras que ofrece la FACSO, las Tecnologías de la Información y la Comunicación implican un potencial concreto, el de superar las barreras del tiempo y del espacio físico. La investigadora Paula Sibilia (2005) diría que podemos estar presentes, de manera simultánea, sin necesidad de estar espacialmente en el mismo lugar. Esto es lo que sucede con la educación en los entornos virtuales[1] de enseñanza y aprendizaje, dado que no es necesario estar en un aula de la Facultad de Sociales, ubicada en Del valle al 5000 para cursar una carrera, hacer una consulta o aprender sobre el materialismo histórico, por citar solo un ejemplo.

Sin embargo, hoy nos vemos ante la obligación de plantear otras preguntas: ¿Todos nuestros estudiantes pueden acceder a internet y a los dispositivos para participar del proceso educativo? En este sentido, destacamos el esfuerzo constante del Centro de Estudiantes y la Secretaría Académica de la FACSO, que por medio de encuestas y llamados identifican problemas de conectividad y proponen soluciones.

Del otro lado del mostrador, los y las docentes asumimos una multiplicidad de tareas como parte de nuestro trabajo cotidiano: preparar clases, leer y actualizar bibliografía, diseñar consignas, corregir actividades, ofrecer espacios de consultas, diseñar materiales educativos, participar de encuentros académicos, entre otras. La virtualización de las cátedras, entendemos, implica repensar estas tareas y asumir otras: un seguimiento pormenorizado de cada estudiante (que ahora debemos “ir a buscar” en la virtualidad porque no se acerca al salón de clases físico de la facultad); repensar los materiales y las consignas de actividades, proponer recursos de la web, evaluar el proceso con otros instrumentos y aprender a usar Zoom, Jitsi, Skype o alguna plataforma de videollamadas (la lista podría seguir).

El riesgo latente de la flexibilización de las condiciones del trabajo docente es una posibilidad, tanto para la educación presencial como para la educación virtual, sin embargo tenemos motivos para preocuparnos con la virtualización de la educación, dado que por medio de las múltiples tecnologías que nos acompañan en nuestra jornada se hacen borrosas y confusas la delimitación de tareas, momentos, responsabilidades y límites entre el tiempo de trabajo y el tiempo de ocio. En ese sentido, y como expusimos en el último congreso de la Red Universitaria de Educación a Distancia (Alonso y Torregiani, 2019), frente a la “uberización[2] de la economía” propia de esta fase del capitalismo global (y en expansión por la pandemia) creemos imprescindible fortalecer los lazos colectivos, reconocernos como trabajadores y organizarnos para expresar y defender nuestros intereses. La autonomía universitaria y el cogobierno son espacios propicios para debatir acerca de cómo garantizamos educación virtual de calidad sin lesionar derechos laborales conquistados.

Ante estos desafíos, la comunidad universitaria en su conjunto, tanto quienes formamos parte de espacios institucionales, docentes, estudiantes y la gestión, asume hoy el compromiso de continuar enseñando y aprendiendo. Pero también continuar colaborando con la comunidad en su totalidad en una época de alta incertidumbre y riesgo concreto para la salud de la población. Por medio de actividades de Extensión, campañas solidarias, proyectos de investigación y transferencia, talleres y capacitaciones.

Pero, ¿para qué sociedad estamos formando? ¿Qué conocimientos habrá que construir?, y finalmente, ¿para qué mundo? Ante este escenario de transformación, es fundamental que recuperemos la pregunta del para qué, es decir, del sentido de la educación.

Qué aprendimos y qué aprenderemos

Estamos aprendiendo a transformar, necesariamente y a ritmo acelerado, nuestras propias prácticas. También reflexionando sobre la lógica de la universidad, sus dogmas estancos propios de una pedagogía tradicional, que separa entre teóricos y prácticos, evaluaciones por repetición de información y clases magistrales y unidireccionales, entre otras.

Estamos aprendiendo a usar críticamente las TIC, pero sobre todo a desterrar el mito de los nativos digitales (Prensky, 2001) que supone que todo joven (estudiante) domina el universo de aplicaciones y dispositivos, y que todo adulto (profesores) es un “inmigrante” a quien necesariamente le costará dominar estas herramientas. Ahora que sabemos que esta idea no es cierta, podemos volver a pensar el para qué de los recursos tecnológicos que utilizamos, qué procesos favorecen, cómo se inscriben en una planificación más profunda y consciente de aquello que queremos enseñar. Está demostrado: ni Zoom, ni Padlet, ni el celular, ni un aula virtual pueden reemplazar la mediación pedagógica, es decir, la tarea docente en toda su complejidad.

Hacer el aula, como construcción, como comunidad de aprendizaje, siempre ha sido fundamental para que pueda darse el encuentro humano que es la educación, ese acto que es pedagógico, y por tanto, un acto político. Hoy la posibilidad del aula se nos presenta de manera virtual, pero insistimos, no alcanza con el soporte físico, material, de las paredes que hoy son pestañas, sino en la necesidad de crear ese “estar” juntos, y aprender colectivamente. Meirieu, P. (2020) diría, la importancia deinstituir un espacio-tiempo colectivo y ritualizado”.

Relacionado con esta idea, estamos aprendiendo que la práctica tutorial del docente virtual incluye dimensiones pedagógicas, organizativa, social o afectiva, técnica y comunicacional, que exceden, al igual que en la presencialidad, los saberes o conocimientos disciplinares. Tenemos un gran desafío por generar ambientes de enseñanza y aprendizaje que no se desvinculen de la emoción y el afecto, que se vuelvan oportunidad para enseñar contenidos disciplinares y para construir conocimientos en conjunto, a partir de la propia experiencia que involucra a docentes y estudiantes en un mismo entorno.

¿Por qué es importante entonces la mediación pedagógica? Porque quien enseña, enseña a leer el mundo. Ese mundo que hoy está siendo transformado y seguirá haciéndolo. La educación constituye un puente, entre actores y comunidades, entre saberes y conocimientos y por supuesto entre las distintas culturas y modos de leer el mundo, o los mundos, en términos de las distintas realidades vividas por los actores. Quien enseña está involucrado/a en la creación de lo común y en el acompañamientos brindado a cada uno/a en su singularidad y en la construcción de un nosotros.También hemos aprendido que en esta mediación pedagógica, el contexto nos interpela a pensar cuál será el conocimiento necesario para comprender y transformar nuestra realidad. Es imprescindible mantener el contacto con la misma, y allí el reto de “captar los dramas de la vida real” (Freire, Shor; 2014: 19). En este momento, repensar la enseñanza se vuelve fundamental en un escenario de crisis, en el que el mundo ya no será el que conocíamos, así como tampoco nuestra cotidianidad.

El contexto, y la necesidad de dar respuestas, nos lleva a preguntarnos ¿qué entendemos por conocimiento? ¿Cómo se “accede” al mismo? y ¿cómo aprenden nuestros estudiantes? Estas primeras reflexiones, nos conducen a tomar decisiones acerca de qué enseñar y cómo. Sostiene Meirieu, “el acto pedagógico no es una simple yuxtaposición de intervenciones individuales, por muy afinadas que sean, sino una construcción, tanto material como simbólica” (Meireau; 2020).

Finalmente, aprendemos no solo a configurar una videollamada y a dominar cada vez con mayor precisión los recursos del aula virtual, sino a crear nuevos materiales para las necesidades propias de esta situación de excepción, con la finalidad de construir colectivos de aprendizaje. Equipos institucionales, docentes, estudiantes y comunidad en general nos encontramos descubriendo nuevas maneras de resolver problemas existentes y otras formas de hacer frente a los desafíos que el “día a día” nos impone. En este sentido tenemos una nueva oportunidad, como Facultad y como equipo de educación a distancia para fortalecer los puentes con los múltiples saberes de la comunidad, para que no circulen inadvertidamente sino que permeen las paredes de las universidades públicas y que, en el diálogo entre saberes científicos y populares ambos se transformen.

Por eso, sostenemos que hoy más que nunca tenemos el gran desafío de afianzar y trabajar en pos de la igualdad de derecho a la educación, tanto en el acceso, como en la permanencia y graduación. Sabemos que a nivel mundial hay muchos intereses financieros en juego, que a pesar de nuestros horizontes democráticos, promueven una concepción comercial o mercantilista de la educación. Tenemos por delante el desafío de compartir conocimientos, más que de consumir programas informáticos, aplicaciones y herramientas de la web; de incluir, más que profundizar la exclusión; de pensar las clases de manera situada y contextualizada, especialmente desde las Ciencias Sociales, más que de reducir la actividad en el aula a ejercicios programados o estandarizados. Porque, recuperando la vigencia de “El Principito”[3], podemos decir que hoy más que nunca: lo esencial es invisible al software.

Bibliografía referenciada

Alonso, E. y Torregiani, F. (2019, Octubre). Reconfiguraciones en el ser y hacer docente a partir de la inclusión de aulas virtuales en FACSO UNICEN. Trabajo presentado en el “Octavo Seminario Internacional de Educación a Distancia: La educación en prospectiva. Prácticas disruptivas mediadas por tecnologías", Tilcara, Jujuy.
Alonso, E. y Torregiani, F. (2017). La educación virtual en una propuesta de extensión universitaria: estudio de caso en el Área de Educación a Distancia de la FACSO-UNCPBA. En La educación como práctica sociopolítica: prácticas escolares y no escolares que interpelan el sentido de educar: Actas del X Encuentro del Colectivo Argentino. Compilado por C. Caffarelli y A. Errobidart. E-book: 978-950-658-440-5 (http://bit.ly/2phQGu1) Facultad de Ciencias Sociales. UNCPBA, Tandil.
Alonso, E. y Torregiani, F. (2017). Experiencia de creación del Área de Educación a Distancia en FACSO UNICEN. En 7mo Seminario Internacional de Rueda: Enseñar en la virtualidad: Nuevas presencialidades y distancias en la educación superior. Compilado por Ambrosino, María Alejandra; Alejandro Héctor González. E-book: 978-987-692-162-6 (https://bit.ly/2ltvJuN) Universidad Nacional del Litoral. Santa fé.
Freire, P. y Shor I. (2014) Miedo y osadía: La cotidianidad del docente que se arriesga a practicar una pedagogía transformadora.- 1ª ed. (especial).- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Meirieu, P. (2020). La escuela después”.. ¿Con la pedagogía de antes? [Online] MCEP. Disponible en: http://www.mcep.es/2020/04/18/la-escuela-despues-con-la-pedagogia-de-antes-philippe-meirieu/?utm_campaign=shareaholic&utm_medium=facebook&utm_source=socialnetwork&fbclid=IwAR3t3H11KrWw71Oz6uHlJoku6Ud8K8d_Pi_QUx2IUbFxdzpWV_z9drNhtz0. [Recuperado 13 de mayo de 2020]
Sibilia, P. (2005). Blogs, fotologs y webcams: El show del yo vía Internet. Estética, ciencia y tecnología. Creaciones electrónicas y numéricas, 261-286.


[1] Páginas web que están preparadas con recursos específicos para la enseñanza y el aprendizaje, por ejemplo foros de debate.
[2] Esta idea es de Auvergnon (2016) quien hace referencia a la aplicación “Uber”, de radiotaxis, que propone un nuevo modo de entender las relaciones laborales, cuyas características son: contratación flexible, pérdida de derechos laborales, disponibilidad permanente a las tareas del trabajo, mecanismos de control y sanción, traslados de costos al trabajador, quiebre de lazos colectivos y de organización gremial, desregulación normativa de la profesión, extensión de la jornada laboral, sistema de premios y castigos que fomentan la competitividad entre colegas, entre otros.
[3] de Saint-Exupéry, A. (1992). El Principito. Buenos Aires: EMECÉ

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2020