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Matias Madrid

La cárcel me llego a mí como quien camina descalzo en el barro… como quien pide a gritos un giro en la vida…. Madridcomo las mañanas de diciembre. Era algo que tenía que pasar. La ansiedad, el miedo a lo nuevo! Tantas veces trato de acariciar el cielo, tirado en la cama mirando el techo de cemento. Muchas veces me siento preso y sé que estoy libre como los médanos en el desierto. El viento decide hacia donde nos moveremos. Las tardes de septiembre o las noches de diciembre que en mis pagos se sienten como transforman el cielo y te dejan pestañando destellos de silencios. La cárcel me llego a mí como flórese en julio el romero. Adentro me siento libre y suelto como el perro callejero, que no es de nadie. Pero le da comida y cobijo todo un pueblo. La cárcel me dio vida y silencios internos.

Cuantas veces estando suelto no aprecio ni siquiera el suelo, o el olor a tierra mojada, cuando llora el cielo, las flores de lavanda reposan en mis ojos ciegos. Una mirada me acaricia el pelo. Hasta el más rebelde se les han mojado los parpados con agua que sale de adentro. A mí se me enmudece el pescuezo de saber que mañana vos, yo, un pariente, o cualquier sujeto pueden estar adentro. Me encierro en los sueños, en los míos, en los de otros y juntos movemos el cuerpo. Porque estando en cualquier lugar del universo, todos necesitamos una mirada sincera, un abrazo, una oreja con ganas de escapar a otros lugares y transportar los sueños que viajan en ríos y los evapora el mismo sol que ilumina al mundo entero.

2017. Newsletter . ISSN 1850-261X Copyright © Facultad de Ciencias Sociales. UNCPBA. Argentina