Luego de más de 15 años de lucha, la Comunidad Jahavere en los Esteros del Iberá cierra un histórico conflicto.
Jahavere, un paraje ubicado en la margen Este de los Esteros del Yvera, donde hace más de 100 años hay gente viviendo en los esteros y bañados.
“El año 2005 la invasión de privados ingresa a nuestras tierras quitándonos el derecho por encima de lo ancestral, porque en esta provincia el que más tiene siempre es el dueño.” Nos recuerda Mirian Sotelo, de la comunidad.
“Tantos años de luchas, enfrentamiento con la empresa Haciendas San Eugenio ex Forestal andina, la vida del jahavereño, no fue fácil, esto no es un premio, fueron años de denuncias. Años que nos negaron ser escuchadas, años de reclamos de derechos, años que nos negaron ser reconocidos, y todavía hay algunos que no nos reconocen como pueblo indígena guaraní, reflexiona Mirian.
“Por eso hoy ésta entrega de tierras, es un reconocimiento de derecho tal cual como dice la constitución nacional, estas tierras son parte del territorio que ancestralmente usamos. Todos estos años de lucha generaron divisiones, confusiones del lado de políticos y fundaciones que como lobos venidos de corderos nos hicieron creer que eran amigos.
Pero el año 2013 todo cambio, el reconocimiento indígena desde el Estado Nacional fue un paso más de lucha y donde las organizaciones que se formaron de hermanos indígenas y campesinos en corrientes fueron nuestros mejores compañeros para sentirnos más fuertes y nunca solos”. Finaliza Sotelo.
Largo ha sido el recorrido de lucha de la Comunidad Jahavere, y el mismo no se detuvo ni se detendrá, porque la Provincia de Corrientes aún debe reconocer a favor de la comunidad las tierras fiscales del Iberá en Jahavere y Parques Nacionales el sector que Tompkins le donó, porque es parte del territorio ancestral de la comunidad.
En tanto para Guardianes del Iberá, organización surgida al calor de ésta lucha hace 8 años atrás, hoy concluye una parte importante del conflicto, que coloca en manos de los pobladores ancestrales la tutela de un sector de humedales que siempre defendieron del daño ambiental que con los terraplenes Hacienda San Eugenio generaba.
Para Cristian Piriz de Guardianes del Iberá “lo de hoy consuma en papeles algo sostenido con el cuerpo y alma durante años, luego de las acciones directas de recuperación territorial. Además, viene a consolidar un modelo de organización y lucha donde lo ambiental no está escindido de lo territorial, sino que forma parte de un mismo concepto, el de nuestra vida, nuestra tierra, nuestra gente y naturaleza, algo tan guaraní y correntino como la imposibilidad de separar las partes de nuestro cuerpo.”.
La FeCaGua saluda y festeja ésta victoria colectiva a la vez que reclamamos que el problema de tierras sea considerado en su real magnitud, en una provincia que ostenta las tristes cifras de ser la más pobre del país y la más extranjerizada en términos porcentuales.
El cambio de la actual situación solo será posible garantizando la propiedad a los campesinos e indígenas que ostentan la posesión y generando acceso a la tierra para los productores que tienen tierras insuficientes. Además de dejar de promocionar y favorecer a los sectores trasnacionalizados que acaparan el territorio provincial.
Fuente aquí
Un proyecto de fotoperiodismo facilita que universitarios del país convivan durante dos semanas en comunidades agrícolas para aumentar el entendimiento mutuo
Doña Anita, de 108 años de edad, anciana de la comunidad Nicaragua Libre en Diriomo. El autor es uno de los estudiantes participantes en un proyecto de fotoperiodismo para acercar a universitarios y comunidades rurales.
Estudiantes y campesinos de Nicaragua, unidos por la fotografía. La universidad sale al encuentro del pueblo indígena
“En la Nicaragua de hoy tenemos que decidir entre morir, estar presos o huir”
El pasado mes de julio se cumplieron 40 años de la Revolución Sandinista, probablemente el evento más importante de la historia de Nicaragua. Aprovechando esta circunstancia, viajé al país para poner en marcha un proyecto de fotoperiodismo con estudiantes universitarios nicaragüenses que convivieron durante dos semanas en comunidades campesinas distribuidas en distintos puntos del país. Los estudiantes de la Universidad Centroamericana de Nicaragua (UCA) acompañaron a los agricultores durante sus labores diarias y disfrutaron de su hospitalidad compartiendo mesa y vivienda mientras entrevistaban y fotografiaban la forma de vida del colectivo campesino.
Este proyecto tiene lugar apenas un año después de que se iniciara un grave conflicto entre el gobierno sandinista de Daniel Ortega (apoyado por parte de los campesinos) contra los movimientos surgidos de la sociedad civil y liderados por los estudiantes. Durante la primavera y el verano de 2018, más de 320 personas perdieron la vida durante las protestas y manifestaciones que se iniciaron contra la política del gobierno y decenas de miles de nicaragüenses abandonaron el país emigrando a Costa Rica, España y Norteamérica. Incluso, a fecha de hoy, siguen existiendo detenciones y asaltos entre la policía y los opositores.
La fundación Davis Project for Peace, que apoya 100 proyectos al año presentados por estudiantes, docentes e investigadores de universidades norteamericanas dirigidos a promover la paz y la convivencia social, ayudó con el financiamiento.
Finalmente, conseguí contactar con Susan Meiselas, fotógrafa que puso rostro a la revolución sandinista de 1979 y, por medio suyo, con el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica, adscrito a la Universidad Centroamericana de Nicaragua.
La finalidad era encontrar una vía de acercamiento entre dos sectores de la sociedad civil, campesinos y estudiantes, que históricamente han luchado de la mano en Nicaragua por la defensa de los derechos fundamentales. Prueba de ello fue la campaña de alfabetización iniciada por los propios estudiantes tras la victoria de la revolución sandinista. Sin embargo, los tiempos han cambiado en Nicaragua y ya queda muy poco de aquella revolución liderada por jóvenes idealistas. Otro objetivo adicional era promocionar el turismo rural en un país que padeció una fuerte crisis en 2018, cuando la industria turística pasó de ser una de sus fuentes principales de ingresos a prácticamente desaparecer.
Los estudiantes, casi todos de las carreras de Comunicación y Periodismo, tuvieron la oportunidad de desarrollar sus competencias en fotoperiodismo, mientras que los campesinos se beneficiarán de la promoción y exposiciones de fotografía en Nicaragua, España y Estados Unidos.
La mayoría de los estudiantes nunca había convivido en una población rural, prácticamente aisladas debido al mal estado de los accesos. Esta situación afecta no solo al desarrollo de su economía, ya que los productos que cosechan no se pueden comercializar por falta de transporte, sino también a la educación, puesto que no hay escuelas suficientes en las comunidades y los chicos tienen que acudir a las que se encuentran en poblados más grandes.
La idea es que el proyecto crezca junto con sus autores, y que se puedan seguir cubriendo a través de la fotografía más lugares de Nicaragua. En la primera edición se trabajó con las comunidades en Solentiname, San Juan del Sur, Ometepe, Chinadega, Diriomo, Estelí, Granada, León y Matagalpa, recorriendose casi 3.000 kilómetros en dos semanas. Pero aún quedan muchos lugares por visitar y fotografiar.
Nicaragua es un país de gente trabajadora y hospitalaria. Es inmensamente fértil y, debido a más de un siglo de pésima gestión política, su gente sigue pasando necesidades. Los nicaragüenses están preparados y dispuestos para el desarrollo de su país y no se merecen una crisis política como la que están sufriendo.
Fuente aquí
«La Amazonia es territorio de vida, de alimentos, de agua, de culturas; no de destrucción, muerte, explotación».
En los últimos días pueblos y gobiernos de todo el mundo han asistido a las consecuencias de los recientes y graves crímenes contra la selva amazónica.
«La Amazonia es territorio de vida, de alimentos, de agua, de culturas, no de destrucción, muerte, explotación»
Las nubes de humo en el sudeste de Brasil y, en especial, la ciudad de São Paulo, se conectan directamente con el aumento dramático de los incendios en diversas partes de la selva y zonas de transición con el Cerrado.
Es fundamental que toda la sociedad brasileña, latinoamericana y mundial sepa con claridad que este no es un fenómeno aislado. En realidad, es el resultado de una serie de acciones del agronegocio y de las mineras, ampliamente apoyados e incentivados por el gobierno de Bolsonaro, y que comenzaron con su elección. Después de casi dos décadas de reducción de la deforestación, el actual presidente y su ministro de medio ambiente, Ricardo Salles, articularon un violento discurso contra la legislación y los mecanismos de conservación ambiental brasileños, al mismo tiempo que aumentaron la persecución y criminalización de los pueblos que históricamente protegieron los biomas brasileños: pueblos indígenas y familias campesinas.
Desde el gobierno de transición, los discursos desde Brasilia atacaron el licenciamiento ambiental y el control y monitoreo del Estado sobre las actividades agropecuarias y mineras. Al mismo tiempo, el gobierno entregó el Servicio Forestal Brasileño a representantes ruralistas, implementó una intervención militar en el Instituto Chico Mendes (ICMBio) y prohibió las acciones de fiscalización del IBAMA, además de atacar públicamente a servidores de todas esas instituciones. El enorme recorte de recursos, impuesto por la política neoliberal al mando del ministro de finanzas, Paulo Guedes, convirtió a la situación en completamente insostenible.
Las denuncias comenzaron ya en 2018, por medio de pueblos y comunidades tradicionales de la región, que están siendo perseguidos por terratenientes y policías. Las ONG socio ambientales también están siendo criminalizadas y perseguidas por este gobierno. Por último, científicos de diversas organizaciones, universidades y hasta incluso del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE por sus siglas en portugués), internacionalmente reconocido, también denunciaron las consecuencias, y fueron recibidos con despidos y órdenes de no divulgación de datos. La respuesta de países como Noruega y Alemania a este cambio brutal en la política gubernamental fue la suspensión de las transferencias para el Fondo Amazonía, a lo que el gobierno de Bolsonaro respondió con desdén y acusaciones completamente infundadas.
Las dimensiones del crimen contra la humanidad son alarmantes. Solo en este año ya son más de 70.000 focos de incendios, 33.000 de ellos en la Amazonia, un aumento del 60% sobre la media de los últimos tres años. Solamente entre el 10 y el 11 de agosto hubo un aumento del 300%, cuando el agro negocio de la región declaró el “día del Fuego”. Imágenes de satélites también muestran un avance de la minería artesanal, no visto desde la década de 1980, principalmente en territorios indígenas.
Esas acciones, completamente apoyadas por el actual gobierno brasileño, deben ser reconocidas como crímenes contra la humanidad y daños irreparables al pueblo y a la naturaleza brasileños. En tiempos en que el mundo choca con las consecuencias de los cambios climáticas, esta postura es completamente inaceptable.
Debemos también recordar que la Amazonia no es un territorio “salvaje”, sino una región mega diversa en biodiversidad y pueblos. Hace milenios, diferentes formas de convivencia en ese bioma produjeron los bienes comunes que hoy no se pueden separar de la selva. No existe la selva amazónica sin sus pueblos, ni tampoco existimos sin ella. La conservación de la Amazonia sólo es posible junto con la defensa de los territorios indígenas y tradicionales, de políticas públicas de salud, cultura y educación que tengan como actores a los pueblos de la región.
www.brasildefato.com.br/2019/08/24/quemar-la-amzonia-es-un-crimen-contra-la-humanidad/
Fuente aquí
Según se ha informado, indígenas kinikinawas fueron atacados por policías militares fuertemente armados en su tierra ancestral en Mato Grosso do Sul. Los agentes han herido a varias personas y han atemorizado a la comunidad.
En imágenes grabadas puede verse cómo los policías llegan a la zona en helicóptero y en varios vehículos, así como a un hombre kinikinawa ensangrentado con heridas en su cabeza.
El hombre kinikinawa declaró: “Estoy derramando sangre en mi territorio. No nos detendremos por eso”.
El pasado 1 de agosto los kinikinawas reocuparon una parte de su tierra ancestral, que les habían robado años atrás para dar paso a los agroganaderos. Poco después llegó la policía y les atacó.
Se cree que la policía no tenía una orden judicial para “expulsar” a los kinikinawas del territorio reocupado, y que acataban órdenes de un alcalde local y de un agroganadero.
En un audio filtrado parece oírse al alcalde decir, justo antes del ataque, que los kinikinawas serían “expulsados, por las buenas o por la fuerza” y notificando a terceros que había “dos autobuses para llevar a 90 agentes de policía y que 40 más están allí, así que [los kinikinawas] serán expulsados”, y añadía: “Esto es una buena noticia porque el Gobierno precisa posicionarse para dar orden y paz a todos los que viven en este país”.
Los vecinos indígenas guaraníes han divulgado un comunicado donde expresan su indignación: “Esos agroganaderos/políticos están empezando a actuar sin leyes […] Ya hace décadas que reclamamos la devolución de nuestras tierras ancestrales, conforme a nuestros derechos nacionales e internacionales, pero hemos sido ignorados […] ante ello, estamos reocupando nuestras tierras y vamos a resistir y a responder en esta guerra de los agroganaderos contra nosotros, los pueblos indígenas”.
El presidente Bolsonaro prácticamente ha declarado la guerra a los pueblos indígenas de Brasil. El número de invasiones y ataques contra los pueblos indígenas se ha disparado desde que accedió al poder el 1 de enero de 2019.
Pueblos indígenas de todo Brasil y sus simpatizantes en todo el mundo reclaman que pare el genocidio de Brasil: #StopBrazilsGenocide.
Fuente aquí
Los pueblos indígenas atesoran el 80% de la biodiversidad de un planeta que extingue sus recursos naturales y presiona a sus comunidades.
“Si salen casi todas las hormigas y se llevan sus huevecillos significa que lluvia fuerte se aproxima y durará algunos días”, dice Edgar Oswaldo Monte, un joven indígena de la comunidad mexicana de Buluk’ax, de ascendencia maya. El rastro de los insectos, su deambular, les marcaba, antes más que ahora, qué tiempo iba a hacer los próximos días. También observaban el vuelo de los pájaros y preveían los vientos, las aguas o los soles que se avecinaban. Eran sus conocimientos para gestionar las cosechas, los ríos, los recursos de los que alimentarse y vivir. Pero los pesticidas acaban con las hormigas, la deforestación arranca a los árboles y sus habitantes, el aumento desconcertante de las temperaturas condiciona las cabañuelas, y las fases de la luna marcan un calendario sin temporadas. “Nuestro conocimiento es menos eficiente por fuerzas externas. En mi comunidad hay gente que no sabe lo que es el cambio climático ni a qué se debe, no es culpa de ellos, pero les afecta”, dice este estudiante de desarrollo empresarial durante el encuentro Jóvenes indígenas. Una nueva generación de sociedades matriarcales que revitaliza sus sistemas alimentarios, celebrado en la sede de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en Roma.
Entre las tierras indígenas están las semillas como las de la nutritiva quinua, protegidas por las sociedades andinas tradicionales de generación en generación; o la energética moringa, rica en proteínas, vitaminas y minerales, entre otras miles más o menos conocidas por los occidentales… También pueden encontrarse, entre la resina de algún árbol o en la composición de alguna raíz, principios activos para la cura de enfermedades.
Página 41 de 60