Natalia Manini integra el Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST). Analiza críticamente los tres años del Gobierno, cuestiona las políticas en beneficio del agronegocio y señala la falta de acciones concretas para otro modelo agropecuario. La organización como base para el acceso a la tierra y la producción de alimentos sanos.

Entrevista Natalia Manini

Natalia Manini vive en Mendoza y es integrante de la Coordinación del Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST). La organización, que nuclea a productoras y productores de la agricultura familiar, campesina e indígena, integra La Vía Campesina y —desde 2021— la Mesa Agroalimentaria Argentina.

Frente a un nuevo año electoral, Manini señala cuáles son las prioridades actuales del campo que produce alimentos, qué políticas públicas se necesitan y qué perspectivas tiene el sector en el inicio de 2023.

—¿Qué evaluación hace del Gobierno del Frente de Todos en materia de políticas agropecuarias?

—Hubo mucha política pública agropecuaria para el sector del agronegocio, el más concentrado, particularmente para el sector de los granos y muy pocas medidas para los pequeños y pequeñas productoras, para quienes producen para la mesa de los argentinos. Un ejemplo es el dólar soja. Este Gobierno es rehén de determinados sectores que concentran cada vez más producción y poder pero a la vez son los que más evaden y contrabandean.

—¿Por qué este Gobierno es rehén de esos sectores?

—En parte es por el poder que tienen en términos de producción, de volumen, de la capacidad de retener y en el tema del dólar. Uno puede entender que se pueda estar condicionado o parcialmente condicionado. Lo que no vemos es ningún reflejo para salir de esa situación. Se pueden plantear determinadas acciones tácticas, pero no veo que estratégicamente se esté pensando en políticas públicas que puedan desconcentrar ese camino. Vicentín fue una oportunidad que se perdió, como para poder regular e incidir en las cadenas de valor. Todo el tiempo se toman decisiones vinculadas al hecho de necesitar dólares y por eso ese sector condiciona la política pública. Sin embargo no hay un esquema de fortalecimiento a otros espacios productivos. Pensamos que eso se tiene que hacer con los recursos que se obtienen actualmente, controlando la evasión impositiva o el contrabando. Faltan instrumentos para controlar mejor. Tuvimos una inflación del 100 por ciento en algunos alimentos pero no vemos que haya un planteo estratégico en función de desempoderar a un sector y empoderar a otro.

—¿Queda margen político, en este año electoral, para impulsar medidas para la agenda campesino-indígena?

Los pueblos indígenas y sus sistemas alimentarios pueden ofrecer respuestas frente a la inseguridad alimentaria y el cambio climático

Los pueblos indígenas son custodios de los recursos naturales, la biodiversidad y de nutritivos alimentos autóctonos. Son aliados clave en la búsqueda de soluciones al cambio climático y en la reestructuración de nuestros sistemas alimentarios. @FAO/Francesco Farnè

Los pueblos indígenas, que constituyen sólo el 6% de la población mundial, son, sin embargo, custodios clave del medio ambiente. El 28% de la superficie terrestre del planeta, incluidas algunas de las zonas forestales más intactas a nivel ecológico y con mayor biodiversidad, son gestionadas principalmente por pueblos, familias, pequeños campesinos y comunidades locales indígenas. Estos bosques son cruciales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y para la conservación de la biodiversidad. Los alimentos autóctonos también son particularmente nutritivos, y los sistemas alimentarios asociados a los pueblos indígenas son particularmente resilientes al cambio climático y están bien adaptados al medio ambiente.

Los modos de vida de los pueblos indígenas y sus medios de subsistencia pueden enseñarnos mucho sobre la conservación de los recursos naturales, la obtención y la producción de alimentos de manera sostenible y la vida en armonía con la naturaleza. Movilizar los conocimientos especializados que se derivan de este patrimonio y estos legados históricos es importante para hacer frente a los desafíos a los que se enfrentan la alimentación y la agricultura en el momento actual y en el futuro.

He aquí cinco de las muchas maneras en que los pueblos indígenas están ayudando al mundo a combatir el cambio climático:

1. Sus prácticas agrícolas tradicionales están mejor adaptadas a un clima cambiante

A lo largo de los siglos, los pueblos indígenas han desarrollado técnicas agrícolas adaptadas a entornos extremos, como las zonas de elevada altitud de los Andes o los pastizales secos de Kenya. Sus técnicas de eficacia probada, como las terrazas para evitar la erosión del suelo o los huertos flotantes para aprovechar los campos inundados, son muy adecuadas para los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos y las variaciones de temperatura provocadas por el cambio climático.

2. Conservan y restauran los bosques y los recursos naturales

Los pueblos indígenas se perciben a sí mismos como conectados con la naturaleza y como parte del mismo sistema que el medio ambiente en el que viven.

Han adaptado su estilo de vida para integrarse y respetar su entorno. En las montañas, los sistemas de gestión del paisaje de los pueblos indígenas preservan el suelo, reducen la erosión, conservan el agua y limitan el riesgo de desastres. En los pastizales, las comunidades pastoriles indígenas manejan el pastoreo del ganado vacuno y la agricultura de manera sostenible para preservar la biodiversidad. En la Amazonía, la biodiversidad de los ecosistemas mejora cuando son habitados por los pueblos indígenas.

3. Sus alimentos y tradiciones pueden ayudar a ampliar y diversificar las dietas

En la actualidad, el mundo depende en gran medida de un pequeño conjunto de cultivos básicos. Sólo cinco de ellos –arroz, trigo, maíz, mijo y sorgo– proporcionan alrededor del 50% de nuestras necesidades de energía alimentaria. Ricos en cultivos nativos y nutritivos como la quinua y la oca, los sistemas alimentarios de los pueblos indígenas pueden ayudar al resto de la humanidad a ampliar su limitada base alimentaria para incorporar hierbas, arbustos, cereales, frutas, animales y peces que pueden no ser bien conocidos o utilizados en otras partes del mundo.

4. Sus cultivos autóctonos son más resilientes frente al cambio climático.

Debido a que muchos pueblos indígenas viven en ambientes extremos, han elegido cultivos que también se han adaptado a esas condiciones. Los pueblos indígenas suelen cultivar una variedad de especies nativas y una multitud de variedades que se adaptan mejor a los contextos locales y son a menudo más resilientes a la sequía, la altitud, las inundaciones u otras condiciones extremas. Si se utilizan de forma más extendida en la agricultura, estos cultivos podrían ayudar a aumentar la resiliencia de las explotaciones que ahora deben enfrentarse a un clima cambiante y cada vez más extremo.


A lo largo de los siglos, los pueblos indígenas han desarrollado técnicas agrícolas adaptadas a ambientes extremos. Sus técnicas probadas a lo largo del tiempo, como las terrazas, son muy adecuadas ante fenómenos meteorológicos cada vez más intensos y las variaciones de temperatura provocadas por el cambio climático. ©

5. Custodian una gran parte de la biodiversidad del planeta

Los territorios indígenas tradicionales abarcan el 22% de la superficie terrestre del planeta, pero albergan el 80% de su biodiversidad. Preservar esta biodiversidad resulta esencial para la seguridad alimentaria y la nutrición. El acervo genético de las especies vegetales y animales se encuentra en todos los biomas terrestres, así como en ríos, lagos y zonas marinas. Los pueblos indígenas, que viven de forma natural y sostenible, preservan estos espacios, ayudando a mantener la biodiversidad de las plantas y los animales en la naturaleza.

La FAO considera a los pueblos indígenas como socios inestimables para proporcionar soluciones al cambio climático y crear un mundo sin hambre. Nunca lograremos soluciones a largo plazo para el cambio climático y la seguridad alimentaria y la nutrición sin contar con la ayuda de los pueblos indígenas y sin proteger sus derechos.

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Existen alrededor de 476 millones de Indígenas viviendo a lo largo de 90 países. Representan poco más del 5% de la población mundial y, sin embargo, se encuentran entre las poblaciones más desfavorecidas y vulnerables representando el 15 por ciento de los más pobres.

Los pueblos Indígenas han heredado y practican culturas y formas únicas de relacionarse con la gente y el medio ambiente. Retienen, además, rasgos sociales, culturales, económicos y políticos que son distintos de los predominantes en las sociedades en las que viven.

Pese a sus diferencias culturales, los pueblos Indígenas de todo el mundo comparten problemas comunes a la hora de proteger sus derechos como pueblos diferentes.

Las poblaciones autóctonas han buscado durante años el reconocimiento de sus identidades, su forma de vida y el derecho sobre sus territorios tradicionales y recursos naturales.

A día de hoy, las violaciones de los derechos de los pueblos Indígenas del mundo han pasado a ser un problema persistente. Unas veces a causa del lastre histórico que todavía arrastran, otras por el choque con una sociedad en constante cambio.

Ante este problema, es justo recordar cada 9 de agosto que los pueblos Indígenas tienen derecho a tomar sus propias decisiones y llevarlas a cabo de manera significativa y culturalmente apropiada para ellos.

Juventud Indígena como agentes de cambio

Este Día Internacional de los Pueblos Indígenas 2023, que lleva el titulo de «Juventud Indígena, agente de cambio hacia la autodeterminación«, reivindica la posición que deben ocupar los jóvenes Indígenas en la toma de decisiones, a la vez que reconoce sus dedicados esfuerzos en la acción climática, la búsqueda de justicia para sus pueblos, y la creación de una conexión intergeneracional que mantenga vivas su cultura, sus tradiciones y sus contribuciones.

El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA) está organizando una conmemoración virtual del Día Internacional el miércoles el 9 de agosto de 2023. La conmemoración virtual se podra seguir en vivo el 9 de agosto 2023, a las 15-16:30 h CEST (Madrid) a través de este enlace https://tinyurl.com/Indigenous23 .

El valor de la diversidad lingüística

El 2021 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el período comprendido entre 2022 y 2032 como el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas, con el propósito de crear una comunidad global para la preservación, revitalización y promoción de las lenguas originarias en todo el mundo.

Al menos el 40% de las 7 000 lenguas utilizadas en todo el mundo están en peligro de desaparecer. Las lenguas Indígenas son especialmente vulnerables porque muchas de ellas no se enseñan en la escuela ni se utilizan en la esfera pública.

«Lo que nos hace humanos»

Es un libro ilustrado dirigido a todas las edades e invita, como un testimonio de nuestra humanidad diversa y compartida, a reflexionar sobre el valor del lenguaje y de las lenguas originarias. Se enmarca en el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas de las Naciones Unidas (2022-2032).

Con la edición de Lo que nos hace humanos, la UNESCO hace una invitación a los lectores de todas las edades y de todos los países a disfrutar y compartir este libro ilustrado como un testimonio de nuestra humanidad diversa y compartida.

Fuente: ONU / UNESCO
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El máximo representante para los derechos humanos pide garantizar la participación de los pueblos indígenas en la toma de decisiones. Insta a las instituciones nacionales y mundiales a proteger a los defensores indígenas y medioambientales, recordando que se encuentran en primera línea en la lucha contra el cambio climático.

El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos instó este lunes a poner fin a la discriminación y la exclusión de las comunidades aborígenes durante una sesión del Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Además, se refirió a la protección de sus derechos y la amplificación de sus voces como “una parte esencial de la labor de derechos humanos”.

Durante su visita a principios de este año a Colombia, Ecuador, Venezuela y Kenya, Volker Türk se reunió con representantes de comunidades originarias, donde tomó nota del impacto de las industrias extractivas sobre su medio ambiente y sus derechos; de la desposesión de tierras ancestrales y de la militarización de sus territorios.

“Me hablaron del impacto de la crisis climática. Sobre el alcance y el impacto de la discriminación y la exclusión sistémicas. Hay que poner fin a estas violaciones”, declaró.

Las Naciones Unidas estiman que hay 476 millones de miembros de pueblos originarios en todas las regiones del mundo. Aunque constituyen el 6,2% de la población mundial, la discriminación, la exclusión, el desposeimiento y la explotación hacen que representen el 18,2% de los pobres del mundo, según la Organización Internacional del Trabajo.

“Sin embargo, sobreviven y prosperan con una enorme dignidad y capacidad de recuperación, fruto de la sabiduría y los conocimientos adquiridos de generación en generación”, añadió Türk. “El conocimiento de nuestros antepasados, especialmente, los antepasados indígenas, contiene muchas lecciones para el mundo moderno, mientras navegamos por la creciente turbulencia y los extraordinarios riesgos de nuestra era”, prosiguió.

Además, el máximo representante de los derechos humanos se refirió en particular a las mujeres indígenas como maestras de la sabiduría, y como las encargadas de transmitir los conocimientos entre las generaciones pasadas y las comunidades de hoy.

En primera línea ante el cambio climático

Volker Türk señaló que, aunque el cambio climático es una crisis mundial, sus efectos están desigualmente distribuidos. En este sentido, los pueblos originarios se ven empujados a situaciones de vulnerabilidad debido a su estrecho vínculo con la tierra y sus recursos.

“Los pueblos indígenas se encuentran entre los más afectados por las condiciones meteorológicas extremas, la pérdida de biodiversidad y la disminución de los recursos naturales”, afirmó el Alto Comisionado.

Sin embargo, precisamente gracias a sus conocimientos y su relación con el medio ambiente, los pueblos indígenas pueden ayudar a encontrar soluciones para remediar los daños causados por la triple crisis planetaria, señaló.

Participación y toma de decisiones

Fuente aquíVolker Türk destacó la necesidad de crear más espacios como el Mecanismo de Expertos para que los pueblos indígenas participen en la labor de las Naciones Unidas, incluido el Consejo de Derechos Humanos. Con ello, pueden ser parte de la toma de decisiones en asuntos que les afecten a través de representantes elegidos por ellos según sus procedimientos.

Esto garantizaría la protección de sus derechos fundamentales: el derecho a un medio ambiente limpio, sano y sostenible; a la igualdad; a la autodeterminación; a ser consultados plena y significativamente; y a dar su consentimiento libre, previo e informado a las medidas legislativas o administrativas que les afecten.

Protección de defensores indígenas y del medio ambiente

Por último, Türk subrayó el deber de proteger a los defensores indígenas y medioambientales y a los activistas, quienes fueron los grupos objeto de violencia y amenazas con más frecuencia en 2022, según un informe de la organización Front Line Defenders.

“Las instituciones nacionales, regionales y mundiales deben redoblar sus esfuerzos para protegerlos de los ataques. También necesitamos amplificar sus voces, para garantizar que todos podamos escuchar los conocimientos y las soluciones que aportan”.

En este sentido, Türk instó a incluir las aportaciones de los pueblos indígenas en otros espacios como la COP28, los Exámenes Periódicos Universales del Consejo, las reuniones de los Órganos de Tratados, y en el Foro de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos.

“Todos los derechos humanos conciernen a los pueblos indígenas. Y ha llegado el momento de garantizar que puedan participar de forma plena, libre y segura. Ha llegado el momento de ir más allá del debate y pasar a la acción concreta y específica para proteger sus derechos”, finalizó.

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En un estudio realizado en 2018 se determinó que uno de cada dos habitantes del sector rural es pobre, y uno de cada cinco, es indigente. El ingreso de un trabajador del sector rural era de 363 dólares anuales en 2015, menos de la mitad de los 804 que recibían los trabajadores urbanos. La región ha sufrido un histórico aumento en su pobreza rural en los últimos años y los Gobiernos deben tomar medidas urgentes para reducirla.

La pobreza rural en América Latina creció en dos millones de personas por primera vez en diez años, alerta un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), presentado este miércoles en Argentina.

El Panorama de la Pobreza Rural en América Latina y el Caribe advierte sobre una histórica reversión en la pobreza rural de la región, que alcanzó un total de 59 millones de personas en 2016, después de haber caído en casi el 20% entre 1990 y 2014.

Entre 2014 y 2016, tanto la pobreza como la pobreza extrema aumentaron dos puntos porcentuales cada una, alcanzando, respectivamente, 48,6 % y 22,5%.

La última vez que la región pasó por un retroceso de esta magnitud en materia de pobreza rural fue por los efectos de la crisis financiera internacional de 2008.

Hemos sufrido una reversión histórica, un quiebre que vuelve patente que nos estamos olvidando del campo.

“No podemos tolerar que uno de cada dos habitantes rurales sea pobre, y uno de cada cinco, indigente. Peor aún, hemos sufrido una reversión histórica, un quiebre que vuelve patente que nos estamos olvidando del campo”, señaló Julio Berdegué, Representante Regional de la FAO.

La pobreza afecta más a las comunidades rurales

De acuerdo con el Panorama, pese a que solo el 18% de la población total de la región vive en zonas rurales, éstas concentran el 29% de las personas pobres en América Latina y el 41% de quienes sufren de pobreza extrema, alrededor de 27 millones.

“El campo y lo rural son lugares claves para el crecimiento económico de los países, para el desarrollo de sus exportaciones y para el empleo de millones. Allí está la base de la agroindustria, que impulsa la innovación científica y tecnológica en la región, y también está la agricultura familiar que hoy produce la mayor parte de los alimentos de consumo local”, explicó Berdegué.

Entre 1990 y 2014, hubo varios países que fueron exitosos en reducir su pobreza rural:

Brasil redujo del 71% al 29% su pobreza rural
Bolivia del 79% en 1997 al 54% en 2013.
Chile del 29% al 7%.
Colombia del 61% en 1991 al 42% en 2014.
Ecuador del 66% al 27% entre 2000 y 2015.
Paraguay del 70% al 51%.
Perú de 73% en 1997 a 47% en 2014.
(Los argentinos no estamos)

Sin embargo, en la región persisten enormes diferencias entre las posibilidades de desarrollo de los territorios urbanos y rurales. Tanto así, que para llegar a equiparar la infraestructura básica y servicios educativos de los jóvenes rurales con el de los que viven en las ciudades, tomaría entre 22 y 40 años en el Perú, entre 19 y 29 años en México, y entre 17 y 41 años en Chile.

Las tendencias migratorias

La migración desde el campo está vinculada a territorios diezmados por la pobreza, la inseguridad y la vulnerabilidad climática.

La FAO asegura que el ingreso laboral anual promedio de un trabajador del sector rural en América Latina en el 2015 era de 363 dólares anuales, menos de la mitad de los 804 que recibían los trabajadores urbanos.

La mayoría de los centroamericanos que dejaron su territorio de origen lo han hecho huyendo de municipios rurales, entre ellos pueblos de menos de 100.00 habitantes. En Honduras, el 76% de los emigrantes provienen de 295 municipios del campo; en El Salvador, el 70% procede de 257 de esos municipios; y en Guatemala, el 61% de 325 zonas rurales.

“La migración irregular e insegura desde el campo es un asunto social y políticamente prioritario. Su solución incluye convertir los territorios rurales en lugares prósperos y socialmente cohesionados”, asegura Berdegué.

Eliminar la pobreza rural es clave para enfrentar las economías ilegales como el tráfico de drogas, la trata de personas, así como la deforestación y la minería ilegal, que han venido ganando espacio en la región y aumentan la inseguridad.

Hacia el futuro

La FAO asegura que existen cinco medidas claves para reducir la pobreza rural:

Crear sectores agrícolas eficientes, incluyentes y sostenibles:

Esto se puede lograr a través de una mayor inversión en los bienes públicos y un aumento del acceso a la tierra, a los servicios rurales, a una mayor información y a la gestión de riesgos en el sector agrícola.

Mayor protección social:

Se debe aumentar la cobertura de la protección social para la población rural, además de promover alianzas con el sector productivo, especialmente con el sector agrícola.

Gestión sostenible de los recursos naturales:

Se deben vincular las políticas de reducción de la pobreza con la sostenibilidad ambiental y promover la resiliencia de las poblaciones rurales ante los choques ambientales y económicos.

Impulso al empleo rural no-agrícola:

Fomentar los vínculos urbano-rurales, la inversión privada y la provisión de infraestructura básica, así como vincular el trabajo agrícola con mercados de bienes y servicios, y la implementación de programas públicos en esta área con presupuesto propio y a gran escala.

Mejorar la infraestructura:

La FAO señala que se debe aumentar e intensificar la inversión pública en activos territoriales, y vincular la infraestructura con servicios públicos asociados.

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