Las mujeres rurales se enfrentan al incremento mundial del costo de la vida
Conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres rurales no solo es lo correcto, sino que es un ingrediente fundamental en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre y la desnutrición.
Y es que, si las mujeres rurales tuvieran el mismo acceso que los hombres a los recursos, la producción agrícola en los países en desarrollo aumentaría entre 2,5 y 4% y el número de personas desnutridas en el mundo disminuiría aproximadamente entre un 12% y un 17% (FAO, 2011).
Sin embargo, las mujeres en entornos rurales se enfrentan a una discriminación significativa en lo que respecta a la propiedad, la remuneración, la capacidad decisoria o el acceso a recursos y mercados.
A estos obstáculos de base se une ahora la guerra en Ucrania, un conflicto que atañe intensamente a las mujeres ucranianas, pero también a las mujeres de todo el mundo y, más aún, a las rurales.
De acuerdo al último informe de ONU Mujeres al respecto, el actual varapalo a los mercados alimentario y energético no ha hecho sino intensificar las disparidades de género, provocando tasas de inseguridad alimentaria, desnutrición y pobreza energética.
Las interrupciones mundiales del suministro de petróleo, gas y materias primas, junto con los vertiginosos precios de los alimentos, el combustible y los fertilizantes, han provocado una crisis del coste de vida que amenaza la subsistencia, la salud y el bienestar de las mujeres, especialmente las rurales.
Los aumentos alarmantes de la violencia de género, el sexo transaccional para la alimentación y la supervivencia, el matrimonio infantil (con niñas obligadas a abandonar la escuela) y las cargas de trabajo doméstico y de cuidados no remuneradas de las mujeres y las niñas están poniendo en peligro aún más su salud física y mental.
Este Día Internacional cuya temática es "Las mujeres rurales se enfrentan al incremento mundial del coste de la vida", no olvidemos sus demandas, apreciemos su labor en el suministro de alimentos y servicios en zonas menos desarrolladas y reivindiquemos unas zonas rurales en las que puedan contar con las mismas oportunidades que los hombres.
Mujer con un cuenco de comida y el eslogan Las mujeres rurales son fundamentales para lograr el hambre cero
La inestimable contribución de las mujeres rurales al desarrollo
Las mujeres rurales-una cuarta parte de la población mundial- trabajan como agricultoras, asalariadas y empresarias. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus poblaciones y ayudan a preparar a sus comunidades frente al cambio climático.
Sin embargo, como señala ONU Mujeres, las campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento.
Las barreras estructurales y las normas sociales discriminatorias continúan limitando el poder de las mujeres rurales en la participación política dentro de sus comunidades y hogares. Su labor es invisible y no remunerada, a pesar de que las tareas aumentan y se endurecen debido a la migración de los hombres. Mundialmente, con pocas excepciones, todos los indicadores de género y desarrollo muestran que las campesinas se encuentran en peores condiciones que los hombres del campo y que las mujeres urbanas.
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En las ciudades, los pueblos indígenas también tienen derechos
Algunas veces las personas nos ven y piensan que porque somos indígenas no sabemos nada, y que no sabes nada y que lo que ellos van a decir lo vas a hacer. No es así nosotros tenemos que defender nuestros derechos. Como mujer indígena, como mujer que ha migrado a la capital.
Mi nombre es Olinda Silvano. En mi lengua nativa, en shipibo, es Reshin Jabe. Soy de la comunidad nativa de Paoyhan, Ucayali, en la región amazónica de Perú.
Yo me dedico al arte. Soy muralista, soy activista, hago también pintura, también doy conferencias, también doy cuentos, talleres, también soy cantora, soy mil oficios.
Decidí venir acá a la capital de Lima hace más de 20 años en busca de oportunidades, en busca de visibilizar mi identidad cultural, también hacer estudiar mis hijos. La educación es primero, es la mejor herencia que podemos tener.
Hemos pasado muchas cosas. mi padre era presidente de nuestra comunidad de Cantagallo. Un día, a las 5 de la mañana tocaron la puerta. Mi padre pensó que era alguien que necesitaba su ayuda. Al salir lo golpearon con un palo. Mi hermana intentó intervenir, pero ya le habían hecho varios golpes y salía sangre. Yo no sabía mis derechos, no lo sabía qué es la violencia. Solamente pensé que había pasado, que mi papá iba a vivir y que iba a pasar. No pasó, se enfermó. Viajó a la selva y ya no regresó.
Antes de irse, mi padre dijo: "Cantagallo, cuídenlo. Yo estoy abriendo el camino y ustedes harán el camino grande. Yo lucho, yo sacrificaré mi vida por la comunidad, para que ustedes puedan vivir acá, mis nietos, mis hijos".
Había un tiempo de discusiones que nos tiraban las piedras, nuestros hijos tenían que entrar abajo de la cama. Hasta que un día nos enfrentamos con flechas, desde ahí nos dejaron en paz.
En 2016 fue incendiada toda la comunidad, ya no solamente un pedazo, ya no solamente uno, sino fue quemado todo.
Mi padre era presidente de la comunidad, como yo. En la comunidad Shipibo-Konibo en Cantagallo, hay una asociación con 238 familias.
Hasta el momento no hay título de propiedad. Solamente nos dicen que salgamos, que es tierra contaminada. Nosotros ahorita estamos haciendo investigación… Estamos luchando por eso.
En tiempo de campaña Cantagallo se llena de políticos, que quiere ser congresistas, que quiere ser presidentes, pero una vez que llega al sillón se olvidan de todo lo que es Cantagallo, "¿Quién es Cantagallo?". No es así. Nos sentimos utilizados, no debe ser así.
Nosotros padecemos del agua. No hay 24 horas el agua, solamente a la hora nomás. Va y viene. Luz eléctrica también es igual.
Acá en el capital no tenemos chacras, no tenemos un río que bota pescado. Todo es dinero. Todo se come con dinero. Tienes que buscar también como visibilizar nuestro arte, nuestro diseño kené, que es expresión artística Shipibo-Konibo.
Quiero empoderar a las mujeres, empoderar a los varones también… para que ellas no digan "yo no soy valiosa. Yo soy esto". No, todas somos valiosas, depende de nosotros sacar el coraje o encontrar el don que tú tienes.
Tú le das un pedazo de tela, tú le das algo, una pintura, esa persona va a salir adelante, va a sacar adelante a su familia. Peor es no dar nada y criticarla. Yo busco de todo.
Ahora que estoy en la cabeza pude hacer tópico de emergencia dónde acudir cuando estamos muy mal. Tenemos también nuestro comedor, un comedor popular. También tenemos nuestra tienda de nuestra artesanía donde las madres pueden generar algo, donde las madres pueden trabajar ahí esperando al turista.
Busco ayudar a la comunidad como presidenta de la asociación. Sacar adelante, reclamar nuestros derechos en diferentes sitios. En las reuniones participar y también pintar mural. Yo tengo que abandonar mi casa un mes, 15 días, estar en otros países.
En tiempo de pandemia pasamos muchas dificultades. Estar cerrado fue complicado.
Las madres se me acercaron. Me decían, "Olinda, yo me voy a morir del COVID-19, coronavirus. Yo voy a morirme de hambre porque yo vivo de mi trabajo, vendiendo mi artesanía, mis collares, mis telas. Si yo no salgo, ¿dónde voy a vender? ¿Quién me va a dar algo para comer?".
Con ayuda de mi hijo Roné comenzamos a usar Facebook, Instagram y Zoom para difundir nuestro arte, con fotos y videos. La primera vez que escuché palabra Zoom. "¿Qué será? ¿Qué será?". Hicimos, abrimos… De esa manera aprendimos, y empezaron a inscribirse de diferentes países.
Al hacer esa actividad revives, renaces. Sientes que el mundo existe. El arte es terapia. El arte es vida. El arte te saca adelante. El arte te da ánimo de vivir. De esa manera, nosotros pasamos en tiempos de COVID así trabajando.
Amo Cantagallo y amo Perú. me siento muy feliz como mujer peruana, como mujer indígena. Hacer mi trabajo, llevar mi arte, sacar pecho por mi país.
No soy eterna. En cualquier momento me puede pasar algo. Ahora estoy sufriendo de diabetes de tanta preocupación por mi comunidad.
A mí me duele como persona, como humano que nos consideren así. Somos personas llenas de inteligencia, llenos de sabiduría y somos capaces también de salir adelante, ¿sí o no? Solamente las diferencias con lo que palabras que hablamos en nuestro idioma o vestimos diferente, pero somos de acá… pertenezco a este país.
Hay que hacerse respetar, pero sin violencia, solamente conversando. Esta es una comunidad única que mantiene sus costumbres, tiene su colegio bilingüe.
Queremos vivir tranquilos, queremos construir nuestras casas. Mira, tantos años vivimos así, vulnerados, piso que está con lluvia. Ya nosotros veremos cómo vamos a vivir. Estamos cansados de vivir así.
Pedimos ayuda al Ministerio de la Vivienda para que protegiera esta comunidad…Para que Cantagallo sea patrimonio cultural y material de la Nación. Si hasta animales, tienen derechos, tienen protección ¿y nosotros?
Datos y cifras
Los Shipibo-Konibo tradicionalmente estaban establecidos a lo largo de las riberas del río Ucayali y sus afluentes. Son conocidos por su gran movilidad y por su capacidad de organizar conglomerados de población indígena en las zonas urbanas.
En América Latina y el Caribe hay más de 800 grupos indígenas, lo que representa 54,8 millones de personas.
Aproximadamente 52 por ciento de esta población indígena ha migrado hacia las zonas urbanas, en búsqueda de mejores oportunidades de generar ingresos.
La expropiación de las tierras, el cambio climático, la degradación ecológica, el desplazamiento causado por los conflictos y la violencia, también son factores que inciden en la migración.
La crisis de la COVID-19 afectó especialmente a los pueblos indígenas, poniendo de manifiesto los obstáculos que enfrentan, como el acceso a la salud, la seguridad social y la educación.
Los pueblos indígenas están sobrerrepresentados en la economía informal y se encuentran entre las comunidades más pobres. 85 por ciento de las mujeres y hombres indígenas están ocupados en la economía informal, muy por encima de la tasa de la población en general, de 50 por ciento.
El Convenio de la OIT núm. 169 promueve los derechos de los pueblos indígenas y tribales.
15 de 24 ratificaciones de este Convenio son de países de América Latina y el Caribe.
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Los derechos territoriales de la comunidad millalonco ranquehue otra vez postergados
En tiempos llamativamente cortos y bajo el argumento de una supuesta “gravedad institucional”, la Corte Suprema le ordenó al Estado nacional no implementar una sentencia que les reconocía la propiedad sobre las tierras donde vive esa comunidad mapuche. El máximo tribunal debe convocar a una audiencia pública y escuchar a los pueblos indígenas.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó al Estado nacional no implementar una sentencia que le reconocía a la comunidad mapuche Millalonco Ranquehue la propiedad sobre las tierras en las que viven. Una vez más, las comunidades indígenas ven postergado su derecho a la posesión y propiedad comunitarias de sus territorios ancestrales, reconocido en la Constitución nacional desde 1994. La decisión de la CSJN llega, además, en un contexto de mensajes racistas de distintos sectores políticos contra los pueblos originarios como, por ejemplo, la aprobación en la Legislatura de Mendoza de una declaración para no reconocer al pueblo mapuche como pueblo originario.
La comunidad, integrada por 6 familias, vive desde siempre en la ladera oeste del Cerro Otto, a 8 kilómetros del centro de Bariloche, y a un kilómetro del Lago Gutiérrez. Son pequeños agricultores y ganaderos familiares que conservan y protegen el bosque milenario del despojo forestal andino. También en ese territorio, un machi (médico mapuche) atiende a más de 100 personas cada vez que visita la región. Las tierras que la comunidad reclama desde hace ya muchos años, habían sido tituladas a nombre de la Administración de Parques Nacionales, luego de la mal llamada Campaña del Desierto, y en la década de 1940, esas tierras pasaron a estar registradas a nombre del Ejército Argentino. Durante todo ese tiempo, sin reconocimiento formal alguno, la comunidad continuó habitando el territorio que hoy reivindica.
En el año 2020, el Juzgado Federal de Bariloche le ordenó al Estado nacional que le entregue a la comunidad mapuche Millalonco Ranquhue el título de propiedad comunitaria de sus tierras, en el marco de una acción de amparo iniciada por la comunidad. El territorio donde vive había sido relevado por el INAI en 2012, en el marco de la ley 26.160 de emergencia territorial indígena. El INAI reconoció la ocupación actual, tradicional y pública de esa comunidad sobre una superficie de 180 hectáreas. Sin embargo, casi 10 años después, el Estado no había realizado ninguna acción concreta para que ese relevamiento se transforme en un instrumento jurídico (título de propiedad comunitaria, por ejemplo) que les otorgue un nivel mayor de seguridad jurídica en la tenencia de las tierras. Ante un desalojo parcial en 2020, la comunidad decidió iniciar la acción de amparo para de una vez por todas contar con su título de propiedad.
El Ministerio de Defensa apeló este fallo. Por haberlo hecho fuera de plazo, la Cámara de segunda instancia rechazó la apelación y, por este motivo, el Procurador General de la Nación Interino y el Ministerio de Defensa de la Nación se presentaron con un recurso de queja ante la CSJN y le solicitaron que de manera inmediata suspenda la ejecución de la sentencia y no se le otorgue la propiedad comunitaria a la comunidad.
Desde el CELS nos presentamos como amicus ante la CSJN y solicitamos que se llame a una audiencia pública. En la presentación sostuvimos que, de hacer lugar al recurso de queja, se estaría incumplimiento con obligaciones internacionales en materia de derechos humanos.
Finalmente, en su resolución del 29 de marzo, la CSJN hizo lugar a la solicitud de la Procuración y el Ministerio de Defensa y dictó, en tiempos llamativamente cortos, la suspensión de la implementación de la sentencia, amparándose en una supuesta “gravedad institucional”, sin fundamentarla.
La Corte Suprema debería convocar a una audiencia pública para resolver el caso y escuchar ampliamente a comunidades indígenas y a otras organizaciones, de modo de hacer valer los compromisos constitucionales y los asumidos a nivel internacional con los pueblos indígenas y el reconocimiento de sus derechos territoriales. Hace ya tres años, la Corte IDH, en el caso “Lhaka Honhat contra la Argentina”, le reclamó al Estado una ley que reconozca el derecho a la propiedad comunitaria indígena y la obligación de contar con una legislación sobre consulta libre, previa e informada.
Foto: Colectivo Al Margen
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El papel de los campesinos en la agricultura orgánica
El 90% de las fincas en el mundo tiene menos de dos hectáreas, da empleo a 1.300 millones de personas y domina el sector agrícola de los países en desarrollo. La agricultura a pequeña escala es multifuncional, dado que representa la mayor parte del empleo rural, la mayor parte de la producción de alimentos y la prestación de servicios ecosistémicos, contribuyendo a la preservación de los recursos naturales y la diversidad biológica y cultural en los ámbitos rurales donde se realiza.
La pequeña agricultura es la columna vertebral de la agricultura y la seguridad alimentaria, no solo en los países en vías de desarrollo (donde, como sucede en muchos países de África, representa el mayor sector de actividad privada), sino también en numerosos países industrializados de Asia y Europa. No solo alimenta a las familias sino que genera empleos y acelera el crecimiento de los negocios rurales, particularmente en el sector de las micro y pequeñas empresas. La agricultura a pequeña escala es importante también en el medio urbano, especialmente en Asia, pero de manera cada vez más significativa también en África y América Latina, así como en el mundo industrializado. La agricultura urbana y periurbana aumenta la cantidad y calidad de alimentos disponibles en las ciudades, donde vive más de la mitad de la población mundial. Globalmente, casi mil millones de personas practican la agricultura urbana y producen aproximadamente el 15% de los alimentos en el mundo (1)
Muchos campesinos viven en condiciones de extrema pobreza, que se encuentran en desventaja y que no tienen acceso a recursos y apoyo (2) IFOAM reconoce que esto debe cambiar
El acceso desigual de los campesinos a recursos (educación, capital, tierra, recursos naturales, bienes y servicios públicos) y la carencia de sistemas de información eficientes, capacitación y asistencia técnica, generan diferencias en sus ingresos, en su capacidad de innovación y producción, así como en su participación en los mercados. El 75% de los pobres del mundo vive en áreas rurales y enfrenta carencias de reducción, salud y nutrición por la falta de servicios públicos, limitaciones para el ejercicio de sus derechos civiles y desigualdad en el acceso a las oportunidades de mercado. Una limitación principal de la agricultura a pequeña escala en los países en vías de desarrollo es la pobreza y la exclusión social, especialmente de las poblaciones indígenas. Para las mujeres agricultoras, la falta de acceso y control sobre los recursos acentúa el problema. Los campesinos, las poblaciones sin tierra, los jornaleros y los pueblos que viven del pastoreo, la caza y la pesca tradicionales están entre la gente más discriminada y vulnerable en muchas partes del mundo.
Actualmente el apoyo a los campesinos y a las comunidades rurales es insuficiente: solo cuatro por ciento de la cooperación internacional para el desarrollo se asigna a la agricultura y la mayoría de los gobiernos nacionales priorizan las inversiones en desarrollo agrícola a gran escala. Esto obstaculiza seriamente los esfuerzos por cumplir las metas de desarrollo del milenio. Para cada reto que enfrenta nuestro sistema alimentario podemos considerar tres perspectivas de justicia social: reparto justo o equidad en la distribución de beneficios; participación justa o igualdad de oportunidades, y expresión justa o autonomía y opinión (3). En todas ellas, los campesinos y las poblaciones relacionadas tienen las mayores limitaciones.
Los campesinos tienen un papel fundamental en la conservación de la biodiversidad
Los campesinos producen, gestionan o conservan biodiversidad. En la Década Internacional de la Biodiversidad (4) es esencial destacar la importancia de los recursos genéticos vegetales y animales y la agrobiodiversidad como un todo. Solo comunidades rurales saludables, con sus culturas y procesos de innovación y transformación continuos, pueden aportar en la conservación in situ de los recursos genéticos y asegurar que los beneficios de la biodiversidad sean aprovechados por los pobres.
Es esencial entender y potenciar el papel de la biodiversidad y los recursos genéticos, así como las funciones ecosistémicas que cumplen. La biodiversidad está en la base de la seguridad alimentaria, de la sostenibilidad de los modos de vida y de la resiliencia de los ecosistemas. A la vez, aporta estrategias ante el cambio climático, ayuda a completar requerimientos nutricionales, y actúa como un seguro para el futuro y para la gestión de los procesos biológicos necesarios para la producción agrícola sostenible.5 La conservación de la biodiversidad busca mantener el sistema de soporte de la vida humana que proporciona la naturaleza, así como los recursos vivos esenciales para el desarrollo.6 Idealmente, la conservación de la biodiversidad debería integrarse con esquemas innovadores de desarrollo rural en la forma de diversas actividades y modalidades económicas como el agroturismo, los sellos de calidad y las indicaciones geográficas, la gastronomía, (7) el procesamiento en finca, las artesanías y otros. La posición sobre las semillas de IFOAM (2011) profundiza sobre el tema de la biodiversidad en la agricultura orgánica.
La agricultura orgánica, basada en la agroecología como disciplina científica, es la vía más adecuada para la intensificación ecológica, agronómica y socioeconómica de la agricultura campesina
A través de las técnicas de conservación de suelos, agua y biodiversidad, así como con la gestión integral y sostenible de la finca, la agricultura orgánica puede ser muy productiva, alcanzar la seguridad alimentaria familiar y aumentar los ingresos. Los sistemas orgánicos de producción agrícola son más resilientes que los convencionales, que dependen en gran medida de insumos externos que no solo son costosos y dañinos para el ambiente, sino que además son controlados por un puñado de corporaciones a lo largo de toda la cadena alimentaria. IFOAM considera que la agricultura industrial a gran escala es un modelo defectuoso que reduce los derechos de los pueblos, limita la diversidad y degrada gravemente el ambiente. La agricultura orgánica cuenta con prácticas bien establecidas que, al mismo tiempo que mitigan los efectos del cambio climático, construyen sistemas agrícolas resilientes, reducen la pobreza y mejoran la seguridad alimentaria.
Su nivel de emisión de gases de efecto invernadero es mucho menor y es capaz de capturar carbono en el suelo de manera rápida, asequible y efectiva. Adicionalmente, la agricultura orgánica hace que las fincas y las poblaciones sean más resilientes al cambio climático principalmente gracias a su eficiencia hídrica, su resiliencia ante fenómenos climáticos extremos y menor riesgo de fracaso en los cultivos. Finalmente, para conservar sus tradiciones y tener éxito en el mercado, los agricultores orgánicos se organizan, fortalecen sus estructuras sociales, construyen relaciones de innovación y promueven la capacidad empresarial.
Son necesarios mayores esfuerzos para mejorar la productividad de la agricultura campesina
Mientras que la mayoría de las fincas pequeñas tienden a ser muy productivas cuando se toma en cuenta su producción como un todo (en oposición a la producción de cultivos individuales), muchos campesinos enfrentan la pobreza extrema y trabajan en tierras marginales o degradadas con sistemas agrícolas de bajo rendimiento y no sostenibles, que erosionan los suelos y agotan la biodiversidad. La pobreza es también un impulso para la erosión y la sobreexplotación de los recursos naturales, al hacer que las comunidades sean más vulnerables a la inseguridad alimentaria, el cambio climático y los desastres naturales. De este modo, muchos millones de personas no son capaces de generar ingresos suficientes para sostener un nivel de vida aceptable, y muchos más pobres rurales no tienen acceso a la tierra y a otros recursos necesarios para alimentarse.
La definición y los principios de IFOAM (8) establecen que “la agricultura orgánica combina tradición, innovación y ciencia en beneficio del medio ambiente que compartimos y promueve relaciones justas y una buena calidad de vida entre todos los involucrados”. La agricultura orgánica debe ir más allá de la garantía simplista de que no se utilizan materiales prohibidos en un sistema de producción (como los cultivos tropicales que son “orgánicos por defecto” o la sustitución de insumos en sistemas intensivos de horticultura) e ir hacia la implementación integral de sistemas más productivos, con mejoras cuantificables de rendimiento, servicios ecosistémicos e interacciones funcionales entre los diferentes actores y componentes de la comunidad rural. En la campaña “Activada por la Naturaleza” (Powered by Nature), (9) IFOAM resalta la importancia de la intensificación ecológica para optimizar el rendimiento de los servicios de los ecosistemas. IFOAM también está recogiendo información más completa de los agricultores orgánicos de todo el mundo, con certificación o no, para medir la contribución real de la agricultura orgánica y su potencial de crecimiento y mejora.
Un llamado para una inversión mucho mayor en ciencia, tecnología, infraestructura, servicios e innovación a favor de la agricultura campesina
Las soluciones costosas y de corto plazo propuestas por la agricultura convencional no reducirán el hambre y pueden empeorar los problemas sociales y ambientales de muchos países; este planteamiento está rigurosamente sustentado en el informe IAASTD.10 En este sentido, IFOAM hace un llamado urgente a las autoridades locales, regionales y nacionales, así como a las agencias de cooperación y a las organizaciones multilaterales para que aceleren sus esfuerzos de promoción de la agricultura orgánica como el sistema más adecuado para empoderar a las comunidades rurales y apoyarlas en el proceso de hacerse más resilientes. Los campesinos viven en agroecosistemas muy variables.
Las tecnologías que pueden contribuir a mejorar su productividad y calidad, así como la sostenibilidad de los sistemas, son generalmente específicas para cada lugar y, para promover procesos de innovación rural, se requiere la participación de todos los actores relevantes, desde el diseño hasta la implementación y evaluación de las actividades de investigación y desarrollo. La disminución del financiamiento público para la investigación en ciencia y tecnología agrarias, junto con la concentración de la investigación privada en instituciones interesadas fundamentalmente en la introducción de insumos para agroecosistemas muy intensivos y altamente simplificados, que no son adecuados para la agricultura campesina, han reducido dramáticamente la investigación y el desarrollo capaces de proporcionar soluciones más sostenibles a los problemas que enfrentan millones de personas en zonas rurales. Más aún, en todo el mundo en vías de desarrollo, la inversión pública en investigación y desarrollo ha disminuido como porcentaje del PBI (producto bruto interno), y la evidencia de muchos paises muestra que la productividad de las fincas crece a menores tasas al reducirse la inversión en investigación y desarrollo. Parte de este frágil escenario son los enormes déficits de inversión en infraestructura y servicios (responsables en gran medida de las grandes pérdidas poscosecha o de los altos costos de transacción) y la urgencia de revitalizar los servicios de extensión agrícola para hacerlos capaces de responder a las necesidades de los campesinos, incluyendo metodologías participativas y de colaboración entre diversos actores.
Un llamado para la formulación de mejores políticas nacionales e internacionales para la promoción de sistemas y negocios campesinos orgánicos sostenibles
Dado que los sistemas de agricultura orgánica se pueden aplicar tanto a la agricultura de subsistencia y a los mercados locales como a los mercados internacionales, se está trabajando en la reducción de barreras y el establecimiento de mecanismos que apoyen una mayor adopción, de modo que la agricultura orgánica contribuya más ampliamente a la seguridad alimentaria, la resiliencia climática y el desarrollo rural. Esto incluye el mayor reconocimiento y la adopción de prácticas de agricultura orgánica en las políticas de gobierno en todos los niveles, así como facilitar el apoyo a los campesinos para que sus sistemas sean sostenibles, con productividad y rentabilidad crecientes. Este apoyo puede tomar la forma de instrumentos específicos para mejorar la extensión, incentivos de mercado, esquemas de microcrédito, programas dirigidos a los jóvenes rurales o acceso a tierras y participación en cadenas de valor, en las que los campesinos puedan crecer en lugar de ser excluidos.
En cuanto a los sistemas de garantía orgánica, IFOAM hace un llamado a las autoridades competentes de todo el mundo a ampliar el reconocimiento de los diversos sistemas de garantía existentes y a ayudar a desarrollarlos y mejorarlos. La certificación orgánica de grupos de productores a pequeña escala, en países en vías de desarrollo, es ya una alternativa bien establecida ante los procedimientos habituales de certificación; IFOAM promueve su práctica y su aceptación en otras partes del mundo y alienta un mayor desarrollo de alternativas innovadoras como los sistemas participativos de garantía. Al mismo tiempo, IFOAM promueve el diálogo entre los diferentes esquemas de certificación que tienen impacto sobre la agricultura a pequeña escala, para promover el desarrollo sostenible en las regiones en las que operan y eliminar requerimientos no equitativos o innecesarios, que puedan constituir obstáculos al comercio y que, al mismo tiempo, se promueva una cultura de mejoramiento continuo de cualquier tipo de sistema de garantía.
En un mundo donde tiende a reinar el individualismo, las comunidades rurales con predominancia campesina representan un contrapeso vital. Abrigan valores comunitarios y proveen oportunidades fantásticas para modelos de negocios más sostenibles, frecuentemente vinculados con el concepto de desarrollo cultural y territorial. Este enfoque exige autonomía en la toma de decisiones e inversiones específicas orientadas a la creación o al mantenimiento de empleos sostenibles, en infraestructura, desarrollo de las capacidades endógenas de las regiones y apoyo a iniciativas de desarrollo local. En este aspecto, IFOAM suscribe la iniciativa de declaración del Año Internacional de la Agricultura Familiar por las Naciones Unidas para promover su discusión, análisis y defensa. A IFOAM también le preocupa la aceleración de los procesos de acaparamiento de tierras por las compañías multinacionales en los países en vías de desarrollo, y hace un llamado a los gobiernos nacionales para que vigilen cuidadosamente estos hechos y busquen el equilibrio entre la inversión externa y la necesidad de mejorar los modos de vida de la población rural en forma sostenible.
Finalmente, de acuerdo con las discusiones del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, es urgente asegurar que las políticas de gobierno sean formuladas adecuadamente para atender las necesidades de la población más vulnerable que trabaja en las zonas rurales. También es urgente una mejor implementación de los instrumentos de derechos humanos para proteger los derechos de los campesinos y otros pueblos que trabajan en zonas rurales. Pero para ir más allá en torno de los derechos de campesinos y poblaciones rurales, es necesario elaborar un nuevo instrumento de derechos humanos, una Declaración o Convención que reconozca, en un solo instrumento, los derechos que han sido establecidos en otros instrumentos internacionales, de modo que se mejore su coherencia y visibilidad. Este nuevo instrumento también debe reconocer nuevos derechos de los campesinos y poblaciones rurales, como el derecho a la tierra, a las semillas y a medios de producción. IFOAM hace un llamado a todos los sectores de la sociedad civil, empresas y gobiernos, para que asuman responsabilidad y actúen en función de un mundo mejor para los campesinos y, por ende, de la humanidad.
IFOAM
www.ifoam.org
Fuente aquí
Desafíos para las mujeres rurales en medio de la crisis por el costo de vida
En pocos meses cayeron en la pobreza 71 millones de personas de países en desarrollo como consecuencia directa de los aumentos de precios en alimentos y energía en todo el mundo. El impacto en los índices de pobreza se ha sucedido muchísimo más rápido que el ocurrido por la pandemia de COVID-19. Se espera que la actual crisis por el costo de vida afecte especialmente a las mujeres; la persistente desigualdad en la retribución y la poca valoración del trabajo de las mujeres son las principales razones por esta sobrecarga económica. Las mujeres son, además, las principales personas proveedoras de cuidados de niñas , niños y personas mayores, y en tiempos de crisis, se ven forzadas de manera desproporcionada a abandonar sus puestos de trabajo para quedarse en el hogar. Sin el suficiente apoyo gubernamental, a menudo deben enfrentar solas esta realidad en condiciones cada vez más acuciantes.
Estas dificultades son particularmente desafiantes para las mujeres rurales, quienes deben enfrentar obstáculos adicionales para obtener independencia y estabilidad económica. En las crisis, las mujeres rurales se ven más afectadas, a menudo por el escaso acceso a recursos, servicios e información, la pesada carga de tareas domésticas y de cuidados no remuneradas, y las discriminatorias normas sociales tradicionales.
Para lograr que las mujeres rurales garanticen sus medios de vida y construyan resiliencia en la crisis, el Programa conjunto para acelerar los progresos hacia el empoderamiento económico de la mujer rural (JP RWEE, por sus siglas en inglés) —una alianza excepcional entre la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA)— aborda las barreras que enfrentan las mujeres rurales con un enfoque integral que incluye los ámbitos sociales, económicos y políticos del empoderamiento.
Sistemas agrícolas cada vez más frágiles
En muchas partes del mundo, la agricultura es el principal medio de subsistencia y una fuente importante de ingresos para la población rural. Es el caso de Tanzania, donde aproximadamente el 80 por ciento de las mujeres alimentan a sus hijas e hijos, y a sí mismas, con la agricultura de la subsistencia; y de Túnez, donde el 70 por ciento de la fuerza de trabajo en la agricultura son mujeres.
Las mujeres rurales, que a menudo tienen dificultades para acceder legamente a su propia tierra para trabajarla en primer lugar, están enfrentando más dificultades a raíz de las crisis globales, como los conflictos armados y el cambio climático. En 2022, una significativa baja en el suministro mundial de fertilizantes —producidos mayormente en Ucrania y Rusia— ha complicado aún más la producción de alimentos suficientes. Esta carencia está acumulando amenazas de larga data, como las alteraciones de las cosechas causadas por condiciones meteorológicas cada vez más extremas e impredecibles.
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