Carlos Martinez Sarasola fue un antropólogo argentino fallecido el 29 de mayo pasado.
Nuestros paisanos, los indios Así los llamó – “nuestros paisanos”-, porque eso son los primeros habitantes de lo que sería nuestro país- y tituló así su libro Carlos Martínez Sarasola, antropólogo y uno de los mayores especialistas argentinos en pueblos originarios, fallecido en plena actividad intelectual y académica, la semana pasada en Buenos Aires.
Las coincidencias hicieron que por esos mismos días un fallo judicial sin precedentes intimara al Gobierno a entregar títulos de propiedad al lof Tripay Antú una comunidad mapuche que está asentada en el perímetro turístico de Bariloche, en tierras fiscales atribuidas al Ejército. Tras una larga disputa legal, se trata del primer fallo de la Justicia Federal que ordena la instrumentación de la propiedad comunitaria con un grupo indígena. Sienta un precedente.
La Argentina de los caciques
Libro. La Argentina de los caciques, o el país que no fue, de Carlos Martínez Sarasola. Ediciones del Nuevo Extremo/Pueblos originarios
Con sólidos argumentos y abundantes fuentes documentales, Martínez Sarasola desafió la manera tradicional de entender nuestra historia y la llamada Conquista del Desierto: más allá de la violencia de la época y de los enfrentamientos librados para la defensa de sus culturas, territorios y cosmovisiones, muestra que hubo en aquel “Desierto” caciques de las pampas y la Patagonia que evidenciaron una clara intención hacia la convivencia con la nueva sociedad en formación que proponían los “blancos”, en la medida en que fueran respetados sus derechos como habitantes originarios:
“Vivamos como hermanos, aquí hay lugar para todos”, decían.
No fue lo que ocurrió y eso hizo que la Argentina naciera auto-mutilada, negando a los hijos de la tierra. El reconocimiento de su existencia y de sus derechos de propiedad puede ser también entendido, por eso, como una restitución que enriquece la historia nacional de la que ellos forman parte indisoluble.
Nota de Fabian Bosoer para el diario Clarín
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21 junio, 2018
El Año Nuevo Andino Amazónico y Chaco (Wilka Kuti) es una celebración que busca recuperar la identidad de los pueblos indígenas, que pretendió ser eliminada con la conquista española.
“En el Año Nuevo Andino Amazónico y Chaco se trata de entender que antes nuestras culturas vivíamos bien (…). Cuando llegó la otra cultura nos hizo creer en un Año Nuevo diferente, el 1 de enero. Se trataba de hacernos olvidar lo que somos, nos quisieron clandestinizar. El Año Nuevo es un tema de espiritualidad”, explicó el viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas.
Agregó que “como Viceministerio, lo que nos manda la Constitución (Política del Estado) es recuperar los saberes y conocimientos, y a partir de eso construir una identidad nacional. El Año Nuevo Andino antes solamente se celebraba en Tiwanaku porque ése es el centro de nuestra espiritualidad, hoy podemos decir que tenemos más de 200 sitios sagrados, con una diversidad de participaciones”.
Destacó que los jóvenes son quienes se apropiaron de la festividad y la combinaron con expresiones culturales propias, como ocurrió en la zona de Inca Raqay, de Cochabamba, donde armaron un campamento; o en la zona de Obrajes en La Paz, con el IntiFest, donde hubo rock, baile y fiesta para recibir los primeros rayos del sol de invierno.
En el municipio de Corinto, ubicado en el norte del Cauca, comunidades indígenas denunciaron el asesinato de Ramón Ascué, uno de sus comuneros. El indígena fue asesinado por hombres armados que se movilizaban en una moto. Al parecer los delincuentes le hicieron seguimiento para interceptarlo.
La comunidad manifiesta que Ascué participaba en la Liberación de la Madre Tierra, un movimiento que lucha por la recuperación de las tierras, “…por eso vamos a seguir recuperando las tierras. Por eso vamos a dejarla en libertad, para convivir con ella y para defender la vida. Por eso, luchar por la tierra no es un problema ni un deber solamente de los indígenas, sino un mandato ancestral de todos los pueblos, de todos los hombres y mujeres que defienden la vida”, es parte de la justificación de la lucha que expone el movimiento en su página web oficial.
Pueblo cholo del Ecuador trata su reconocimiento en la Constitución.
Con un desfile en el parque central de Montecristi y que culminó en el sector de Ciudad Alfaro se llevó a cabo el encuentro nacional del Pueblo Cholo del Ecuador que, entre otros puntos, trató su reconocimiento en la Constitución.
Joselías Sánchez, uno de los coordinadores de este evento, indicó que el acto se organizó por la Federación Nacional del Pueblo Cholo del Ecuador, y al que fueron delegaciones y autoridades de las provincias de Los Ríos, El Oro, Guayas, Manabí y Santa Elena.
Tras la inauguración se realizó el ritual del churo, a cargo de Eugenio Coronado, delegado de la provincia de Santa Elena.
Sánchez indicó que, de acuerdo con el cronograma, se esperaba tener un acuerdo y resolución de los asistentes, en donde también se confirmaba la presencia de representantes de los pueblos montuvios y afroecuatoriano, así como delegados de pueblos ancestrales de la Sierra y Amazonía ecuatorianas.
“Han confirmado su participación las autoridades de la Secretaría Nacional de la Gestión Política de Quito; y la zonal de las áreas de cultura, de educación, de deportes, así como asambleístas y otros invitados especiales a este acto histórico-cultural”, declaró Sánchez sobre esta cita a efectuarse en la cuna del Viejo Luchador.
Ritual del churo
Tradición
En esta cita se realizó el ancestral ritual del churo, en el que se emplean elementos de la naturaleza para tomar en cuenta a los antepasados. “El humo es una señal, la cinta roja significa sangre, fuerza y costumbre de la mujer; el verde, la naturaleza, la labranza, la esperanza, y el amarillo, la unión, alegría y amor”.
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El 19 de abril, día del Indígena Americano, las ciudades de Azul y Olavarría vieron ondear una enorme bandera Wiphala en sus plazas. El hecho se repite en muchos lugares y rememora la presencia ancestral de los pueblos originarios en el territorio, antes de la invasión colonialista.
Ver http://miradasdelcentro.com.ar/home/las-wiphalas-flamearon-y-visibilizaron-en-olavarria-y-azul/
Este símbolo se hace cada vez más visible, más presente en la cotidianeidad
¿Qué simboliza esta bandera?
Los colores se originan en el rayo solar al descomponerse la luz en los siete colores del arco iris (kurmi), tomado como referencia por los antepasados, para fijar la composición y estructura de los emblemas originarios, así mismo organizar la sociedad comunitaria y armónica de los Andes.
“La Wiphala es sagrada, y su manejo y uso debe ser permanente y consecuente, como en el pasado glorioso de nuestros abuelos y nuestra cultura” (Pueblos Originarios Andinos)
Significado de sus colores:
ROJO; representa al planeta tierra (aka-pacha), es la expresión del hombre andino en el desarrollo intelectual, es la filosofía cósmica en el pensamiento y el conocimiento.
ANARANJADO; representa la sociedad y la cultura, también expresa la preservación y procreación de la especie humana, considerada como la más preciada riqueza patrimonial de la nación.
AMARILLO; representa la energía y fuerza (ch'ama-pacha), la práctica colectiva de la hermandad y solidaridad humana.
BLANCO; representa al tiempo y a la dialéctica (jaya-pacha), es la expresión del desarrollo y la transformación permanente. Desarrollo de la ciencia y la tecnología, el arte, el trabajo intelectual y manual que genera la reciprocidad y armonía dentro la estructura comunitaria.
VERDE; representa la economía y la producción andina, es el símbolo de las riquezas naturales, de la superficie y el subsuelo, representa tierra y territorio.
AZUL; representa al espacio cósmico, el infinito (araxa- pacha), es la expresión de los sistemas estelares del universo y los efectos naturales que se sienten sobre la tierra.
VIOLETA; representa a la política y la ideología andina, es la expresión del poder comunitario y armónico de los Andes.
Fuente: Página de Facebook de Pueblos Originarios Argentina
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