Las fuerzas de seguridad de Jujuy reprimieron a las comunidades indígenas que realizaban desde ayer un corte de ruta en Tilcara en defensa del agua y contra el avance de la megaminería.
Además se detuvieron varios manifestantes, entre ellos a Enzo Cabana, corresponsal de FM La Voz del Cerro, mientras estaba realizando la cobertura del corte de ruta.
Enrique González, miembro de la comunidad Cueva del Inca de Tilcara, denunció que la policía desplegó la represión sobre niños, mujeres y abuelos.
Tras la represión y las detenciones comentó que “hay gente de la comunidad resistiendo, cortando media calzada con un cordón de infantería observando”. González denunció que se trata de una “provocación” por parte de las fuerzas de seguridad.
El comunicador Enzo Cabana envió un mensaje desde la comisaría donde estaba detenido, en el que comentó que la policía retuvo a varios comuneros violentamente y que la comunidad Cueva del Inca sigue apostada en la ruta. “Hay una niña y un abuelo que está descompuesto y no acceden a llevarlo a la enfermería o llamar al SAME”, explicó desde la seccional de Tilcara.
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El Consejo de Lonkos, el CPA y la Secretaría de Cultura de la Provincia de La Pampa auspiciaron un Encuentro los días 17 y 18 de noviembre de 2018 con el objetivo de celebrar la Cultura Ancestral.
El lugar de la convocatoria fue el predio de la Comunidad Willi Antu, y el cronograma del encuentro fue el siguiente:
- 9.00 hs. Inicio del Gran Parlamento de Lonkos de todas las comunidades.
- 20.30 hs Ceremonia Inaugural del Mercado Rankel.
Las comunidades indígenas que fueron expulsadas de sus tierras por una hidroeléctrica en Guatemala hace cuatro décadas comienzan a recibir infraestructuras
Guatemala 4 NOV 2018 - 21:10 ART
Para entender el significado de los 17,5 kilómetros de camino rural que unen Chitomax y Pajales, dos comunidades mayoritariamente indígenas del interior de Guatemala, hay que remontarse 40 años atrás, concretamente a 1978, cuando empezaron los estudios de una hidroeléctrica que, poco después, provocaría el desalojo de 2.329 familias.
Donde vivían 33 comunidades se construyó un pantano de más de 50 kilómetros en una época de represión de indígenas que las dejó, dejándolas sin lugar a donde ir. La única persona que se resistió fue masacrada: de hecho, ocurrieron 444 asesinatos por quedarse en la tierra que les pertenecía.
Quienes pudieron, se reubicaron donde pudieron, sin orden ni ayuda oficial. La mayoría se instaló en las cercanías de la presa, dispersos por los montes que la rodean, prácticamente incomunicados salvo por tortuosos caminos de tierra, solo aptos para ser transtados a pie, caballo o moto, para los más intrépidos. Ni un puente cruzaba el pantano que los había separado; ni siquiera les llegaba la electricidad que generaba la hidroeléctrica, a la que accedieron décadas después.
“La carretera rural de Chitomax a Pajales es el resultado de la valentía y lucha incansable de las familias de 33 comunidades sobrevivientes de las graves violaciones de los Derechos Humanos por la construcción de la hidroeléctrica Chixoy”, como reza un cartel al comienzo de la misma.
Son 17,5 kilómetros que comunican a las alrededor de 10.000 personas que viven hoy en las tierras de las seis comunidades que atraviesa: Chitomax, Pichal, Pachijul, Chibaquito, Pajales-Cubulco y Pajales-Chicamán, todas en el departamento de Baja Verapaz, excepto la última, en Quiché.
La mayoría de estas personas vive de la agricultura. Buena parte cultiva solamente maíz y frijol para subsistir. Este año, con la sequía, ni siquiera habrá suficientes granos para ellos. Pero, cuando sobra, comercian con estas materias primas. Algunos también reciben ingresos mediante la creación de artesanías, que venden en las ciudades próximas.
La nueva carretera reduce a media hora un trayecto que hasta hace meses se tardaba en completar en tres o cuatro jornadas a pie.
Conseguir la carretera no ha sido fácil. Juan de Dios García, director de la Asociación para el Desarrollo Integral de las Víctimas de la Violencia en las Verapaces, Maya Achí (Adivima) recalca que el Gobierno de su país no tuvo “ningún interés” por las condiciones de vida de las comunidades afectadas. En 2004 consiguieron sentarse al más alto nivel con el Ejecutivo para trazar un plan de reparación que no estuvo listo hasta 2010. Establecía responsabilidades y obligaba al país a indemnizar con 1.200 millones de quetzales (136 millones de euros) a las víctimas: 200 millones en ayudas directas y 1.000 que irían destinados a proyectos productivos en la zona.
La carretera no solo servirá para que las comunidades indígenas recuperen derechos. Abre también una nueva vía de comunicación en el centro de Guatemala que trazará nuevas rutas comerciales
En esa misma localidad viven la mayoría de los profesores que enseñan en los colegios de las comunidades por donde pasa el camino. Ellos serán algunos de los grandes beneficiados. La mayoría completaba el trayecto en moto, lo que suponía “caídas seguras”, según José Santiago, director de la Escuela Rural Mixta de la aldea Los Pajales. “Sobre todo en invierno, cuando esa parte se pone bien lodosa”.
Una de las culpables de que las comunidades finalmente accedieran a ceder terrenos o permitir el paso del camino fue Norma Paz Jiménez, parte del equipo social del proyecto. Se ha instalado en el terreno para gestionar día a día todos los reclamos de los vecinos. “Ha habido mucho problema con los derechos de paso. Muchos se opusieron porque decían que iba demasiado cerca de sus casas. Fue un reto. Pero cuando vieron el camino, están pidiendo que hagan terraplenes junto a sus casas porque quieren montar negocios”, explica.
Porque la carretera no solo servirá para que las comunidades indígenas recuperen derechos. Abre también una nueva vía de comunicación en el centro de Guatemala que trazará nuevas rutas comerciales. Para ello, ya está en marcha un puente que cruzará el río Blanco, que separa las comunidades del departamento de Quiché. Y, en estudio, otro sobre el Río Negro, que acompañará al peatonal que hay desde hace tres años. Ha habido que esperar cuatro décadas para que se haga algo de justicia para estas comunidades mayas que vieron sus derechos pisoteados.
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“El paraíso, tal como hoy lo entendemos, fue seguramente la invención de una clase relativamente desocupada.
En el sueño campesino, el trabajo no deja de ser necesario.
El trabajo es la condición de la igualdad.
Los ideales de la igualdad marxista y burgués presuponen un mundo de abundancia; exigen la igualdad de derechos para todos delante de una cornucopia; la cornucopia que construirán la ciencia y el desarrollo del conocimiento. Lo que cada uno de ellos entiende por igualdad de derechos es, por supuesto, muy diferente.
El ideal campesino de igualdad reconoce un mundo de escasez, y su promesa es la de una ayuda mutua fraternal en la lucha contra ésta y un reparto justo del producto del trabajo.”
(John Berger, 1979)
2 noviembre, 2018
La Catrina, un grabado en metal publicado en el año 1873, es una ilustración original del grabador y caricaturista mexicano José Guadalupe Posada (1852-1913), en la cual es representada la imagen de una calavera ataviada con un sombrero de plumas a la moda europea de entonces. Posteriormente fue rebautizada como “Catrina” por el famoso muralista Diego Rivera.
Historia de La Catrina
Se llamaba así porque de este modo designaban a las personas que vendían garbanza, y que, pese a tener sangre indígena, pretendían ser europeos, renegando de su raza y de su herencia cultural. Sobre este tipo de personas afirmaba Posada: “En los huesos, pero con sombrero francés con plumas de avestruz”.
De allí que la ilustración tuviera, en su momento, la intención de constituir una crítica, a la vez que una sátira, de algunos personajes de la sociedad mexicana del momento, especialmente los enriquecidos durante la época de Porfirio Díaz, que gustaban de aparentar un estilo de vida que no les correspondía.
Su autor, José Guadalupe Posada, fue un cronista satírico de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que, por aquella época, durante los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, cultivaba un género que se había popularizado conocido como “calavera literaria”.
Las calaveras eran textos escritos en verso con tono burlón, solían publicarse en vísperas del Día de Muertos para hacer mofa tanto de los vivos como de los finados.
Eran publicadas en periódicos de combate, es decir, de línea crítica hacia el gobierno, y solían ser acompañadas de ilustraciones de cráneos o esqueletos en situaciones cotidianas: bebiendo, montando a caballo, caminando por la calle, bailando en una fiesta, etc.
El objetivo de las calaveras, en definitiva, era retratar la miseria y la hipocresía de la sociedad, poniendo en evidencia los conflictos de desigualdad e injusticia que existían en el país. Por eso es significativo que la ilustración de la Catrina , que representa en una imagen las contradicciones y problemáticas esenciales de la sociedad mexicana, apareciera acompañando una calavera.
La Catrina de Diego Rivera
El reconocido muralista Diego Rivera tomaría más adelante la figura de la Calavera garbancera para convertirla en una catrina. Pero, ¿qué es una catrina? Una catrina, en el dialecto mexicano, es una persona elegante y de buen vestir, típica de la aristocracia del siglo XIX.
Rivera, en su mural titulado Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, realizado en 1947, pone a la calavera junto a otros personajes relevantes de la historia mexicana como Hernán Cortés, Sor Juana Inés de la Cruz, Benito Juárez, Frida Kahlo y una versión infantil del propio pintor.
Con este gesto, Rivera reconoce la representatividad de la Catrina como símbolo de las contradicciones de la sociedad mexicana decimonónica, y realiza un homenaje a su creador, José Guadalupe Posada, y a su influencia en el arte mexicano posterior.
Hoy en día, la Catrina forma parte de la cultura popular de México y se ha convertido en el símbolo por excelencia de la celebración del Día de Muertos.
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