Latinoamérica indígena
Se estima que en América Latina habitan alrededor de 42 millones de personas pertenecientes a comunidades indígenas, según el informe del Banco Mundial titulado "Latinoamérica indígena en el siglo XXI". Entre los países con las mayores poblaciones indígenas se encuentran México, Guatemala, Perú y Bolivia, los cuales en conjunto representan más del 80 % del total regional, es decir, aproximadamente 34 millones de individuos indígenas.
La pobreza afecta al 43 % de la población indígena en la región, cifra que supera más del doble la proporción de personas no indígenas en la misma situación. Además, un 24 % de todos los individuos indígenas viven en condiciones de pobreza extrema, una proporción que es 2,7 veces mayor que la de las personas no indígenas en esa misma condición. Esta desigualdad se agrava, ya que el simple hecho de nacer de padres indígenas incrementa significativamente la probabilidad de crecer en un hogar empobrecido, lo que contribuye así a un círculo de pobreza que obstaculiza el pleno desarrollo de los niños indígenas.
En muchos casos, las comunidades indígenas carecen de un reconocimiento formal sobre sus tierras, territorios y recursos naturales. Además, suelen ser los últimos en recibir inversiones públicas destinadas a servicios básicos e infraestructura, enfrentando múltiples obstáculos para participar plenamente en la economía formal, acceder a la justicia y tener voz en los procesos políticos y de toma de decisiones.
Esta herencia de desigualdad y exclusión ha dejado a los Pueblos Indígenas más expuestos a los impactos del cambio climático y a las amenazas naturales, incluyendo brotes de enfermedades como la COVID-19.
Cuando escribimos el informe en 2015, nos impactó que, a pesar de los avances de las décadas pasadas en términos de marcos legales y representación, los pueblos indígenas seguían rezagados detrás de todos los demás en casi todos los aspectos. Desde entonces, las cosas han empeorado aún más, debido a los efectos acumulativos de la pandemia, el cambio climático y el crecimiento de la desigualdad. Los pueblos indígenas necesitan estar al volante de su propio desarrollo para que este sea sostenible y resiliente
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Los niños indígenas corren un alto riesgo de trabajo infantil
El trabajo infantil y la exclusión de los niños indígenas de la educación son consecuencia directa de la marginación de las comunidades indígenas, según un nuevo análisis.
Un nuevo análisis de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) revela que los niños de las comunidades indígenas corren un riesgo significativo de ser víctimas del trabajo infantil y a menudo carecen de acceso a la educación.
El estudio concluye que los niños indígenas enfrentan desventajas educativas que los hacen más vulnerables al trabajo infantil. En los países estudiados, los niños indígenas, y en particular las niñas indígenas, tienen tasas de asistencia a la escuela inferiores a las de otros niños.
El "Documento temático sobre el trabajo infantil y la exclusión educativa de los niños indígenas " muestra que los niños indígenas están sobrerrepresentados en trabajos peligrosos. La mayoría de ellos trabajan en la agricultura, pero también en la construcción, el comercio, la industria manufacturera y el trabajo doméstico.
El análisis revela importantes diferencias regionales. En Perú, el trabajo infantil indígena es casi tres veces superior a la media, mientras que en Ecuador, los niños indígenas tienen unas 11,6 veces más probabilidades de realizar trabajos peligrosos que la media nacional de todos los niños.
Según el documento, el trabajo infantil indígena es consecuencia directa de la marginación social, económica y cultural de las comunidades indígenas. Estas comunidades tienen tres veces más probabilidades de vivir en la pobreza extrema. A menudo son desposeídas de sus tierras, soportan el peso del cambio climático y los conflictos, tienen un acceso limitado a los servicios esenciales y se enfrentan a obstáculos para mantener sus modos de vida tradicionales.
Esta situación puede obligar a los niños indígenas a trabajar para ayudar a sus familias, convirtiéndose en un elemento vital para su supervivencia. También puede tener otras consecuencias, como la explotación de las niñas indígenas por parte de traficantes que se aprovechan de la ruptura de los lazos familiares y comunitarios.
Para superar el trabajo infantil y la exclusión escolar se necesitan respuestas que incluyan también la promoción y protección de los derechos de los pueblos indígenas en general, señala el análisis. Esto incluye intensificar los esfuerzos para establecer mecanismos de participación de los pueblos indígenas en la toma de decisiones, el diseño y la aplicación de políticas y programas, el acceso a una educación de calidad culturalmente apropiada, el acceso a la protección social y la protección de los derechos territoriales de los pueblos indígenas.
Este documento se basa en anteriores investigaciones y orientaciones políticas de la OIT. Fue elaborado con financiación del Departamento de Trabajo de EE.UU. y analiza datos de informes de todo el mundo, grupos de discusión con organizaciones de pueblos indígenas (en Camboya, Kenia, la Federación Rusa, Nepal y Tanzania) y datos cuantitativos nacionales de seis países latinoamericanos (Bolivia, Brasil, Ecuador, Guatemala, Panamá y Perú).
El documento se presentó el 25 de septiembre durante una mesa redonda organizada en la sede de la OIT a la cual asistieron el Relator Especial de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, Francisco Cali Tzay, y la Directora Ejecutiva del Foro Internacional de Mujeres Indígenas, Teresa Zapeta.
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‘Wichí Lahäk’ el calendario cultural para rescatar y revalorizar saberes ancestrales
Cuatro comunidades wichí junto con actores territoriales, el INTA, Universidades y organizaciones nacionales e internacionales, analizaron las prácticas productivas y modos de vida para identificar las causas profundas que derivaron en la emergencia socioalimentaria. En el marco del proyecto “Por una Alimentación de Vida”, se inició un proceso de Investigación Acción Participativa cuyo primer producto es el calendario cultural.
La vida de la comunidad y su alimentación está íntimamente ligada al territorio. De hecho, los conocimientos que dejaron sus ancestros sobre estas prácticas son su mayor legado junto con el idioma que define la cultura de los pueblos originarios. Wichí Lahäk –que significa comidas del pueblo wichí– es una construcción colectiva que busca revalorizar los saberes ancestrales y modos de vida para fortalecer las comunidades del norte de Salta.
“En chelchup –verano– llega el tiempo de la siembra, antiguamente sembrábamos maíz, sandia, anco, zapallo; es el tiempo de la algarroba, una fruta silvestre que da abundancia de comida. También se caza en el monte”, explicó Robin Díaz, miembro de la comunidad wichí de La Puntana, en Santa Victoria Este –Salta–, y desde 2017 es parte del equipo técnico del INTA como representante de pueblos originarios.
“Antes de fwiyetil –invierno– llega el tiempo de la pesca, nosotros tenemos el Pilcomayo, donde llega el sábalo que nosotros pescamos por dos o tres meses. Vendemos los peces en la frontera con Bolivia, miles de pescados. Ese es el sustento, entre otras cosas, de la gente wichí. Cuando llega la época se vende, son temporadas que cuando pasan ya no hay más ventas”, agregó Díaz, quien fue parte importante en la construcción colectiva del calendario que busca revalorizar los saberes ancestrales y modos de vida para fortalecer las comunidades del norte de Salta. En su comunidad viven 600 familias wichí, lo que representan alrededor de 1500 personas.
Las comunidades indígenas se alimentan de los productos que cosechan, cazan, recolectan y pescan. Sin embargo, en esta época del año hay poco consumo porque “la comida blanca” de los negocios de cercanía es una opción más accesible para las comunidades. Debido a que para poder pescar o recolectar –por ejemplo– algarroba, muchas veces tienen que caminar 20 kilómetros con las bolsas de arpillera al hombro.
“El calendario tiene contenidos propios de la zona, implica el saber de las prácticas y conocimientos de los recursos disponibles junto con la ritualidad y la cultura que le da sustento a todo eso. La idea es difundir y rescatar los saberes para fortalecer a las comunidades a través de un proceso de diálogo”, detalló Álvaro Penza –jefe de la Agencia de Extensión Rural de Santa Victoria Este, Salta– y agregó: “Los tiempos del calendario están marcados por la naturaleza: las flores, el viento, la sequía, las estrellas y las lluvias. Estos eventos se presentan año tras año, en una sucesión cíclica”.
“Wichí Lahäk” surge como parte de un proceso de investigación-acción-participativa para indagar en las diferentes prácticas productivas y estrategias comunitarias conectadas con la producción y el consumo de alimentos de diferentes comunidades caracterizadas como las más vulnerables en la zona de emergencia socioalimentaria de la provincia de Salta. “El proyecto surge en el marco del proyecto ‘Por una Alimentación de Vida’, a partir del aumento de casos de mortalidad infantil por desnutrición”, señaló Penza.
El primer producto de esta investigación es una producción colectiva entre distintas instituciones, organizaciones y comunidades indígenas que surgen de un diálogo intercultural: el calendario de alimentación tradicional wichí. “En el calendario wichí tenemos las mismas cuatro estaciones del calendario blanco: chelchup, fwiyetil, inawop y yachup”, describió Díaz.
Para la creación del calendario se incluyeron a los tres tipos de economías y modos de vida de la zona: comunidades cazadoras-recolectoras (que incluyen a los pueblos wichí, chorote, qom, chulupi), comunidades agricultoras (guaraní y tapiete) y comunidades pastoras (campesino - criollas).
Se trata de un proyecto que promueve estrategias de producción y consumo de alimentos tradicionales de la región, difunde prácticas ancestrales que no dañan el ambiente y generan procesos de autonomía y reivindicación cultural para las comunidades indígenas. La clave es revalorizar los productos para volver a conseguir parte de la diversidad en la alimentación que se perdió, lo que implica mejorar la calidad nutricional de la dieta actual
“Elegimos algunas comunidades de la zona en emergencia e hicimos un muestreo para tratar de dar cuenta de toda la diversidad de situaciones que existe dentro de nuestro territorio. Empezamos por trabajar en talleres participativos, tratando de identificar los problemas, averiguar cuál fue el proceso de transición alimentaria”, describió Penza.
En particular, aquellas donde son más recurrentes problemas graves de desnutrición (cazadores-recolectores) se diferenciaron cuatro tipos distintos, según sus características demográficas y de formas de usos de los recursos naturales: una comunidad pequeña de la costa, una comunidad del monte una comunidad urbana integrada a un pueblo rural mediano y un colectivo con representantes de comunidades periurbanas de la ciudad de Tartagal.
"No vimos una decisión política firme de beneficiar a la agricultura familiar, campesina e indígena"
Natalia Manini integra el Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST). Analiza críticamente los tres años del Gobierno, cuestiona las políticas en beneficio del agronegocio y señala la falta de acciones concretas para otro modelo agropecuario. La organización como base para el acceso a la tierra y la producción de alimentos sanos.
Entrevista Natalia Manini
Natalia Manini vive en Mendoza y es integrante de la Coordinación del Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST). La organización, que nuclea a productoras y productores de la agricultura familiar, campesina e indígena, integra La Vía Campesina y —desde 2021— la Mesa Agroalimentaria Argentina.
Frente a un nuevo año electoral, Manini señala cuáles son las prioridades actuales del campo que produce alimentos, qué políticas públicas se necesitan y qué perspectivas tiene el sector en el inicio de 2023.
—¿Qué evaluación hace del Gobierno del Frente de Todos en materia de políticas agropecuarias?
—Hubo mucha política pública agropecuaria para el sector del agronegocio, el más concentrado, particularmente para el sector de los granos y muy pocas medidas para los pequeños y pequeñas productoras, para quienes producen para la mesa de los argentinos. Un ejemplo es el dólar soja. Este Gobierno es rehén de determinados sectores que concentran cada vez más producción y poder pero a la vez son los que más evaden y contrabandean.
—¿Por qué este Gobierno es rehén de esos sectores?
—En parte es por el poder que tienen en términos de producción, de volumen, de la capacidad de retener y en el tema del dólar. Uno puede entender que se pueda estar condicionado o parcialmente condicionado. Lo que no vemos es ningún reflejo para salir de esa situación. Se pueden plantear determinadas acciones tácticas, pero no veo que estratégicamente se esté pensando en políticas públicas que puedan desconcentrar ese camino. Vicentín fue una oportunidad que se perdió, como para poder regular e incidir en las cadenas de valor. Todo el tiempo se toman decisiones vinculadas al hecho de necesitar dólares y por eso ese sector condiciona la política pública. Sin embargo no hay un esquema de fortalecimiento a otros espacios productivos. Pensamos que eso se tiene que hacer con los recursos que se obtienen actualmente, controlando la evasión impositiva o el contrabando. Faltan instrumentos para controlar mejor. Tuvimos una inflación del 100 por ciento en algunos alimentos pero no vemos que haya un planteo estratégico en función de desempoderar a un sector y empoderar a otro.
—¿Queda margen político, en este año electoral, para impulsar medidas para la agenda campesino-indígena?
Cinco maneras en que los pueblos indígenas pueden ayudar al mundo a erradicar el hambre
Los pueblos indígenas y sus sistemas alimentarios pueden ofrecer respuestas frente a la inseguridad alimentaria y el cambio climático
Los pueblos indígenas son custodios de los recursos naturales, la biodiversidad y de nutritivos alimentos autóctonos. Son aliados clave en la búsqueda de soluciones al cambio climático y en la reestructuración de nuestros sistemas alimentarios. @FAO/Francesco Farnè
Los pueblos indígenas, que constituyen sólo el 6% de la población mundial, son, sin embargo, custodios clave del medio ambiente. El 28% de la superficie terrestre del planeta, incluidas algunas de las zonas forestales más intactas a nivel ecológico y con mayor biodiversidad, son gestionadas principalmente por pueblos, familias, pequeños campesinos y comunidades locales indígenas. Estos bosques son cruciales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y para la conservación de la biodiversidad. Los alimentos autóctonos también son particularmente nutritivos, y los sistemas alimentarios asociados a los pueblos indígenas son particularmente resilientes al cambio climático y están bien adaptados al medio ambiente.
Los modos de vida de los pueblos indígenas y sus medios de subsistencia pueden enseñarnos mucho sobre la conservación de los recursos naturales, la obtención y la producción de alimentos de manera sostenible y la vida en armonía con la naturaleza. Movilizar los conocimientos especializados que se derivan de este patrimonio y estos legados históricos es importante para hacer frente a los desafíos a los que se enfrentan la alimentación y la agricultura en el momento actual y en el futuro.
He aquí cinco de las muchas maneras en que los pueblos indígenas están ayudando al mundo a combatir el cambio climático:
1. Sus prácticas agrícolas tradicionales están mejor adaptadas a un clima cambiante
A lo largo de los siglos, los pueblos indígenas han desarrollado técnicas agrícolas adaptadas a entornos extremos, como las zonas de elevada altitud de los Andes o los pastizales secos de Kenya. Sus técnicas de eficacia probada, como las terrazas para evitar la erosión del suelo o los huertos flotantes para aprovechar los campos inundados, son muy adecuadas para los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos y las variaciones de temperatura provocadas por el cambio climático.
2. Conservan y restauran los bosques y los recursos naturales
Los pueblos indígenas se perciben a sí mismos como conectados con la naturaleza y como parte del mismo sistema que el medio ambiente en el que viven.
Han adaptado su estilo de vida para integrarse y respetar su entorno. En las montañas, los sistemas de gestión del paisaje de los pueblos indígenas preservan el suelo, reducen la erosión, conservan el agua y limitan el riesgo de desastres. En los pastizales, las comunidades pastoriles indígenas manejan el pastoreo del ganado vacuno y la agricultura de manera sostenible para preservar la biodiversidad. En la Amazonía, la biodiversidad de los ecosistemas mejora cuando son habitados por los pueblos indígenas.
3. Sus alimentos y tradiciones pueden ayudar a ampliar y diversificar las dietas
En la actualidad, el mundo depende en gran medida de un pequeño conjunto de cultivos básicos. Sólo cinco de ellos –arroz, trigo, maíz, mijo y sorgo– proporcionan alrededor del 50% de nuestras necesidades de energía alimentaria. Ricos en cultivos nativos y nutritivos como la quinua y la oca, los sistemas alimentarios de los pueblos indígenas pueden ayudar al resto de la humanidad a ampliar su limitada base alimentaria para incorporar hierbas, arbustos, cereales, frutas, animales y peces que pueden no ser bien conocidos o utilizados en otras partes del mundo.
4. Sus cultivos autóctonos son más resilientes frente al cambio climático.
Debido a que muchos pueblos indígenas viven en ambientes extremos, han elegido cultivos que también se han adaptado a esas condiciones. Los pueblos indígenas suelen cultivar una variedad de especies nativas y una multitud de variedades que se adaptan mejor a los contextos locales y son a menudo más resilientes a la sequía, la altitud, las inundaciones u otras condiciones extremas. Si se utilizan de forma más extendida en la agricultura, estos cultivos podrían ayudar a aumentar la resiliencia de las explotaciones que ahora deben enfrentarse a un clima cambiante y cada vez más extremo.
A lo largo de los siglos, los pueblos indígenas han desarrollado técnicas agrícolas adaptadas a ambientes extremos. Sus técnicas probadas a lo largo del tiempo, como las terrazas, son muy adecuadas ante fenómenos meteorológicos cada vez más intensos y las variaciones de temperatura provocadas por el cambio climático. ©
5. Custodian una gran parte de la biodiversidad del planeta
Los territorios indígenas tradicionales abarcan el 22% de la superficie terrestre del planeta, pero albergan el 80% de su biodiversidad. Preservar esta biodiversidad resulta esencial para la seguridad alimentaria y la nutrición. El acervo genético de las especies vegetales y animales se encuentra en todos los biomas terrestres, así como en ríos, lagos y zonas marinas. Los pueblos indígenas, que viven de forma natural y sostenible, preservan estos espacios, ayudando a mantener la biodiversidad de las plantas y los animales en la naturaleza.
La FAO considera a los pueblos indígenas como socios inestimables para proporcionar soluciones al cambio climático y crear un mundo sin hambre. Nunca lograremos soluciones a largo plazo para el cambio climático y la seguridad alimentaria y la nutrición sin contar con la ayuda de los pueblos indígenas y sin proteger sus derechos.
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