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Benito Juárez es una ciudad dentro de la provincia de Buenos Aires que, en este 2024, cumple 150 años desde su fundación.  Tiene una población estimada de 22.292 habitantes y su dinámica social oscila entre lo urbano y lo rural. Desde el 2015 se ha convertido en un área de interés para las investigaciones que se llevan a cabo desde el Equipo Interdisciplinario de Estudios de Patrimonio no sólo por estar dentro de su zona de influencia académica, sino porque se ha convertido en un escenario inédito en la provincia de Buenos Aires en el que se llevan a cabo procesos de patrimonialización participativos. Su comunidad se encuentra involucrada en la gestión de diversas propuestas y actividades para poner en valor los patrimonios locales. El aniversario número 150 no es la excepción. Para la celebración del mismo se ha ido delineando colectivamente una agenda de lo más variada, que inició en el mes de marzo y tuvo la intención de ir nutriéndose durante los meses siguientes a lo largo del año. Esta propuesta se dio como resultado de una iniciativa promovida durante septiembre de 2023 por PATRIMONIA.

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Desde el equipo se decidió participar de algunas de ellas con el fin de observar y relevar las experiencias in situ. Por ello el sábado 23 de marzo asistimos al Safari Urbano “Colores que son amores” organizado por los Clubes sociales y deportivos de Benito Juárez.

La elección de participar de un Safari se corresponde con la necesidad de experimentar una actividad que ya se vienen llevando a cabo con éxito (por la cantidad de personas que concurren a los mismos) y con la posibilidad de registrar una metodología de trabajo eficaz para la recuperación de la memoria.

Los safaris tienen su propia dinámica. Si bien ya se ha escrito sobre ellos, resulta relevante explicitar aquí algunas de sus características principales. En primer lugar, son consecuencia genuina de los intereses de la propia comunidad. Se trata del abordaje de temáticas locales a través de la espacialidad y la oralidad. En este caso el tema son los clubes, y su historia (no escrita) que se va configurando a través de los relatos, vivencias y anécdotas de quienes deciden participar. En segundo lugar, los safaris implican movimiento, caminar, incluso a veces, subirse a un automóvil y recorrer los diferentes espacios involucrados. Y en tercer lugar, son experiencias democráticas. Es decir, hay una clara intencionalidad de promover la equitativa escucha de todas las voces involucradas.

Quizás el problema o desafío principal de los mismos es el corset del tiempo. Ante un evento que convoca y que habilita a las narrativas personales, se evidencia por momentos un alto en el devenir de los relatos para dar lugar a un nuevo traslado hacia otro espacio en el que la dinámica resurge con otras voces. Esto se debe a que, como toda actividad, se planifica en un recorte temporal y al haber otras instituciones involucradas esperando el arribo del safari, es necesario el corte arbitrario. Los recuerdos y activación de las memorias que se encienden en que cada uno de los lugares parece desbordar el momento pautado. Por eso los safaris son eficaces. Cumplen el objetivo de convertirse en disparadores simbólicos que posibilitan la activación de la memoria.

Esto fue lo que sucedió con el Safari “Colores que son amores”.

La cita dio inicio a las 14:30. Una murga conformada por integrantes de la institución Despertares nos recibió en las puertas del Club Atlético Juarense. El cielo estaba gris, con miras de lluvia y mucho viento, por lo que dicha murga nos escoltó hacia el interior del gimnasio para resguardarnos del viento. Había al menos 80 personas, mayoritariamente adultos mayores, al menos 3 mujeres con bastones y un equilibrado número de hombres y mujeres. El recorrido siguió por los clubes: Ferro, Dependiente, Argentino y Alumni. La decisión de dejar en último a Alumni se dio no sólo por ser el club más joven sino porque, además, este 2024 cumple 100 años.

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En términos por demás generales, las observaciones que se pudieron llevar a cabo permiten dar cuenta de una real capacidad de convocatoria a las diferentes actividades que se planifican en la ciudad; incluso en aquellas que no son gestionadas desde la municipalidad. Colores que son amores se convirtió en una consigna acertada para este safari. Los clubes despiertan pasiones, rivalidades, amores y un sinfín de anécdotas. Hay espacio para datos concretos, como años, resultados, modificaciones estructurales, nombres y apellidos de referencia. La antigüedad de su existencia despierta en los recuerdos de los hoy adultos, relatos de su niñez y mención de sus padres y abuelos.  Circulan fotografías, diarios con notas periodísticas, se esboza algún canto de hinchada, se habla del deporte: del futbol, del básquet, de las bochas. Las mujeres identifican el espacio, toman la voz y explicitan la temprana llegada del deporte femenino. Se destacan en simultáneo, casi con la misma importancia, el carácter social y cultural de los clubes. Bibliotecas y bares tienen su propia historia dentro de cada uno, así como el teatro y la poesía. Lo intergeneracional se hace presente, los más niños también quieren tomar la palabra. La política que todo lo atraviesa se pone y se corre de escena.

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Hay emoción, hay crítica, hay evocación y provocación. Hay mensajes de agradecimiento y necesidad de comunicar y mostrar lo propio, lo que queda y de rememorar lo que ya no está y los que ya no están.

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Podríamos detenernos en cada uno de los clubes y así también ir construyendo las memorias de los otros. Hay memorias individuales, colectivas y otras que se construyen en su relación.

La cita dio fin a las 18 hs., en el aire permaneció la sensación certera de que quedaron muchas cosas por decir…

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