N28

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Resumen de Tesina de grado: “Palabras Cruzadas". Lic. En Comunicación Social con orientación en Comunicación Mediática Alan Laursen

Cuestión de Género y Derechos en la Universidad . Lics. Ludmila Adad y Patricia Perez

Tintas sobre lienzo sensible. Esp. María Mercedes Basualdo

Editora

Lic. Carolina Ferrer

Área Editorial. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Co-editora
Lic. Mariangeles Glok Galli
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Coordinación general: Área editorial


2015. Newsletter . ISSN 1850-261X Copyright © Facultad de Ciencias Sociales. UNCPBA. Argentina

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Análisis de discursos contrapuestos y lucha simbólica en torno a la identidad danoargentina en cartas de lectores, durante el conflicto por el Colegio Argentino Danés (Tres Arroyos) entre 2009 y 2010”

Autor: Alan Laursen.  Lic. En Comunicación Social con orientación en  Comunicación Mediática.
E-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

RESUMEN: El Objetivo de la tesina fue abordar la identidad cultural de los descendientes de daneses de la ciudad de Tres Arroyos y zona. Para dar cuenta de la misma se realizó un análisis discursivo de un corpus, compuesto por una serie de cartas de lectores aparecidas en La Voz del Pueblo, el diario local. Las mismas se originaron por un conflicto interno de la colectividad por la decisión del cierre en el año 2009 del Colegio Argentino Danés, escuela privada a cargo de la Sociedad Protestante del Sur (SPS), entidad centenaria de tipo étnico perteneciente a dicha colectividad. Dicha decisión, producto de una asamblea de la SPS, generó una  división entre la masa societaria, que haciéndose pública en los medios también dividió las opiniones en la colectividad en general y dentro de la propia comunidad de la ciudad de Tres Arroyos. Entre los años 2009 y 2010 el diario local fue escenario de una serie de cartas de lectores de actores sociales vinculados a la colectividad representando y defendiendo ambas posturas, constituyendo estas en reiteradas oportunidades un diálogo. El mismo reflejaba la evidente existencia de discursos contrapuestos –y un conflicto de intereses- respecto a la propia identidad daño-argentina, maneras divergentes de contemplarla y de hablar desde el lugar de la misma; como así también discordancias en la visión acerca de sus aspectos constituyentes y características diferenciales (tradiciones, función social tradicional, valores, etcétera); siendo este trabajo un intento por desentrañar dichos discursos a través del análisis no solo de la propia identidad, sino también de las estrategias y recursos comunicacionales, argumentativos y lingüísticos puestos en juego en el corpus.

 Palabras clave: Análisis del Discurso, identidad, identidad cultural, argumentación, discurso, comunidad.

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La disputa discursiva y argumentativa en torno al Colegio Argentino Danés

Comprender la historia de la creación del Colegio Argentino Danés (CAD) fue fundamental para entender el vínculo entre religión y educación, las dos funciones institucionales que actúan como centro de la disputa. El CAD es un establecimiento educativo rural, cercano a la localidad de Micaela Cascallares (partido de Tres Arroyos) que tiene sus orígenes de la mano de la Sociedad Protestante del Sud (SPS) fundada por inmigrantes daneses como entidad de raíces religiosas. El nacimiento de la misma no dista mucho del origen de otras entidades étnicas nacidas a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con la gran afluencia migratoria al país.

La historiadora María Mónica Bjerg en su libro “Entre Sophie y Tovelille” (2001), hace un detallado relato de cómo el inmigrante danés fue adaptándose a un nuevo territorio geográfica y culturalmente diferente al de su país de origen, cómo fueron las estrategias de adaptación que llevó a cabo en la pampa argentina, y cómo la religión al igual que la educación jugaron un rol central en la historia de la colectividad. Sobre todo, a partir del intento de preservación de sus rasgos étnicos. El luteranismo fue un fuerte puntal en el modo en que las colectividades danesas se organizaron y adaptaron. Para la rama gruntvigiana de esta corriente religiosa profesada por los inmigrantes, “el pasado era un recurso cultural, un puente que unía a los agricultores del siglo XIX con los héroes vikingos de la antigüedad, una fuente de la que abrevaba la identidad nacional danesa” (Bjerg, 2001:116). No es de extrañar entonces que el peso del pasado haya tenido un fuerte arraigo en el espíritu de esos pioneros y su necesidad de crear instituciones para recrear el pasado danés, aun mayor que la necesidad de tener un espacio de culto de su propia religión que diera respuesta a la negativa de la Iglesia Católica de casar parejas luteranas o permitir la sepultura en el cementerio del pueblo.

La identidad cultural danoargentina como construcción discursiva

Mediante el análisis discursivo y argumentativo se quiso identificar la serie de mecanismos sociales que intervienen en la construcción de la identidad cultural particular de un grupo o de una sociedad y el carácter de los mismos, en donde lo único permanente en ellas es el cambio continuo. El análisis permite contemplar que detrás de la discusión sobre el destino del CAD se da otra discusión: la de la propia identidad danoargentina. Alrededor del CAD y el conflicto respecto a su intento de cierre se plantean múltiples representaciones identitarias de los sujetos en tanto miembros de dicha colectividad. Esto evidencia que no hay una visión unificada en el relato que estos mantienen acerca de la identidad danoargentina, sobre su presente y sobre su constitución histórica y sus protagonistas fundadores. Stuart Hall sostiene que la cultura en la que estamos inmersos es organizadora de las representaciones y significaciones que configuran nuestra identidad como parte de la misma, y que en la modernidad aparece fragmentada. Por ello, se evidencia en nuestro corpus la idea de la identidad cultural danoargentina viene dada desde el pasado inmigrante. Por lo tanto, la coyuntura socio-histórica de aquella época y su carácter incipiente puede haberse experimentado como “cerrada”. En el presente sigue siendo re-significada, aunque se evidenció que hay discrepancias en cuanto a su concepción histórica. Algunos ven al CAD como un bastión importante de la identidad de la colectividad desde sus inicios; otros, como un engranaje más de la SPS, cuyo salvataje no debe poner en riesgo a la entidad mayor (que sería la representante primigenia de los valores identitarios).

Las identidades nacionales son una de las bases centrales de la identidad cultural. Por ello, podemos afirmar entonces que una confluencia de significados producto de dos identidades nacionales -la argentina y la danesa- que se interrelacionaron a lo largo de más de un siglo, son las que dan forma a lo que entendemos como identidad cultural danoargentina. Las identidades nacionales/culturales se constituyen así en un conjunto de significados, producto de un sistema de representación cultural con funciones homogeneizantes (Hall, 2010). Aquellos inmigrantes daneses que llegaron a la República Argentina trajeron consigo las pautas de una identidad cultural nacional que les fue inculcada en Dinamarca y que en parte intentaron recrear en estas tierras. Sabían que debían convivir allí con otras identidades culturales nacionales, traídas por inmigrantes de otros países y también con la “oficial” impulsada desde el Estado argentino ante las oleadas inmigratorias (que también fueron una política de Estado). Esto justifica el hecho de que no podamos concebir a la identidad cultural como unificada sino que dentro de sí, pese a los intentos homogeneizantes, subyacen las diferencias, contradicciones y divisiones. Así como la globalización, la inmigración puso en contacto las identidades culturales, que terminaron influenciándose –necesaria e inevitablemente-. Lo que se intenta de este modo recuperar es la idea de que no hay nada cerrado en lo social, que todo es abierto y cambiante.

La falta de homogeneidad respecto a la visión sobre la identidad y lo que la representa, fue el punto central por el que decidimos incluir a Laclau en este trabajo. Su planteo respecto a que los discursos sociales no son cerrados y estáticos sino que son abiertos y que cambian en forma permanente debido a prácticas antagónicas que lo subvierten, nos permite aseverar que SÍ había una visión parcialmente cerrada (suturada) y hegemónica de la identidad, que emanaba de la autoridad institucional. Pero en la práctica, la nutrida colectividad danesa –consciente o inconscientemente- la sentía y consideraba desde otros puntos de vista diferentes. Al instalarse un conflicto interno de tal magnitud, estas cuestiones empezaron a hacerse manifiestas y expresadas tanto por parte de miembros de la institución como de parte de miembros de la colectividad en general, sin participación directa en la Sociedad Protestante del Sud. Por ello –cambios epocales y contextuales de por medio- la idea de una identidad perenne y estática es imposible. Si bien es cierto que se puede considerar tras de ellas cierto matiz de idealización y también de resistencia al cambio, las identidades son vividas de modo diferente por cada individuo. Y los cambios en la misma también ocurren de modo diferente en cada uno, repercutiendo luego en la visión y experiencia colectiva de dicha identidad.

Sin embargo la conservación de la identidad cultural y las tradiciones es algo que sigue siendo una preocupación para los danoargentinos tal como lo pudimos ver reflejado en las cartas de lectores desde ópticas distintas según cada una de las posturas, ya que en todas se estaba manifestando la preocupación por la posible pérdida del esfuerzo de los ancestros fundadores, que legaron la identidad y también un sistema institucional que la respalda y sostiene.

Información de la Tesina:


Dirigida por la Dra María Teresa Sansèau. Codirigida por Lic. Belén Fernandez.
Titulo alcanzado: Lic. En Comunicación Social con orientación en  Comunicación Mediática.
Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.
Año: 2014.
Extensión: 151 páginas.
Carrera: Comunicación Social.
 Palabras clave: Análisis del Discurso, identidad, identidad cultural, argumentación, discurso, comunidad.
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Patricia Pérez PROINCOMSCI-FACSO-UNICEN y Ludmida Adad NURES- FACSO-UNICEN

Recibido 10/07/2015

Aceptado: 16/07/2015


genero1Desde  junio de 2015 en el campus de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (sede Tandil) funciona una de las “Escuelas Populares de Formación en Género”. El Proyecto de Extensión “Estudios de Comunicación Cultura y Género” ECCyGE - FACSO es parte de la iniciativa.

Las Escuelas Populares de Formación en Género (de ahora en más EPFG) resultan una interesante y necesaria iniciativa puesta en marcha por el Consejo Nacional de las Mujeres desde al año 2013 (Res. CNM 18/2013) que tienen por objetivo primordial articular el saber académico con los diferentes sectores de la comunidad. La iniciativa, además, propone repensar la teoría en relación directa con los sujetos: adecuar, sensibilizar y otorgar sentidos, promover a la vez que promocionar son parte de los procesos obligatorios que se ponen en marcha al implementar en territorio las EPFG. Asimismo, la decisión puede pensarse como parte de la obligatoriedad que sostiene el Estado Nacional para -de algún modo- dar cumplimiento tanto a las convenciones internacionales que tienen fuerza de ley en Argentina; estas son, básicamente la CEDAW (The Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination against Women) y la denominada BELEM DO PARA (Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer). También, da cumplimiento a lo especificado en la Ley 26.485[1] conocida como ley de violencia de género. Estos instrumentos comprometen a los Estados a trabajar en prevención, promoción e inclusión de los derechos humanos de las mujeres.

En este orden de cosas, cabe recordar que los derechos humanos de las mujeres tuvieron que ser puestos en consideración para su real efectivización en tanto tales, a instancias del movimiento de mujeres, en una enorme cantidad de convenciones tanto regionales como internacionales. Recién en el año 1993, la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena, certificó que los derechos humanos de las mujeres constituyen una “parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos humanos universales” y se propone que “se conceda el pleno disfrute en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y que ésta sea una prioridad para los gobiernos y las naciones unidas”[2].

Es por esto que desde el CNM se reconoce que si bien nuestro país tiene un conjunto de derechos consagrados que son de avanzada para la región, aún es preciso profundizar aquellas políticas públicas que consideren y atiendan las necesidades de las mujeres. En este sentido, el CNM se plantea la necesidad de: “difundirlas y trabajar específicamente en acciones orientadas a favorecer la modificación del contexto estructural en el que hace anclaje un modo de relación jerárquica entre las personas determinado en razón del género.”[3]

Cuando hablamos de género, hacemos referencia a una construcción social que es desigual y que se basa en “la existencia de jerarquías entre ambos sexos y las consiguientes relaciones de poder asimétricas que se generan a partir de allí. Esta última diferenciación no es solo conceptual sino que tiene efectos políticos, sociales y culturales. Es decir, el género refiere a todos aquellos atributos y roles sociales cambiantes (…) que una sociedad asigna a lo femenino y a lo masculino”[4] (Pautassi, 1999: 15).

El problema de las asimetrías radica en que, si bien en términos teóricos -y sobre todo de enunciación político jurídica- todos los sujetos seríamos iguales, en el orden de lo fáctico se evidencian desigualdades de orden jurídico para aquellas personas que no son o no “encajan” dentro de los parámetros impuestos desde la lógica constitutiva de lo social en occidente (hombre, blanco, heterosexual, etc.).

En este sentido, no todas las personas gozan de la denominada “igualdad de derechos” y han tenido que reverse esos parámetros universales en múltiples ocasiones para intentar efectivizar la condición de “igualdad humana”, más de índole enunciativo que concreto. La revisión ha corrido por cuenta y cargo del pujante movimiento feminista, que da por tierra con los supuestos parámetros de igualdad propuestos bajo el acápite de “universal/universales” al desenmascarar las construcción hegemónica que subsumía la condición de mujeres dentro de éste. Este largo desandar de construcciones ideológicas dominantes, implica necesariamente en la actualidad una fuerte presencia del Estado; debe garantizar desde las instancias políticas que correspondan una mayor autonomía de la ciudadanía, y debe intervenir a los efectos de disminuir las desigualdades, en este caso que sufren las mujeres y todas aquellas otras personas que no integrarían la lógica de la heterosexualidad dominante.

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Las EPFG vienen a cumplir un rol fundamental en este camino. Su puesta en marcha es un desafío que propone subvertir la dominación patriarcal sobre la base y las herramientas que otorgan la educación, como práctica emancipadora. Empoderar a mujeres de sectores vulnerables a partir de estrategias de educación popular[5] constituye un requisito imprescindible para lograr desarrollo social. La Cumbre Social de Desarrollo (1995) reconoció que el empoderamiento de la mujer es un requisito insoslayable para el desarrollo social. También la Plataforma de Beijing (1995) planteó que uno de los grandes obstáculos para el avance de la mujer es el creciente peso de la pobreza femenina; sin embargo, las definiciones recientes en torno del concepto de pobreza, sostienen que la ausencia de recursos simbólicos es tan nociva como la carencia de recursos materiales. La pobreza constituye una realidad sumamente compleja que excede ampliamente la cuestión del ingreso económico. LAS EPFG, entonces, tienen la tarea político pedagógica de recomponer la larga inacción del Estado en torno de la implementación de políticas de género.

Las EPFG son pensadas no sólo cómo espacios para reflexionar sobre la realidad cotidiana de las mujeres e identificar desigualdades de género, sino también para promover el desarrollo de iniciativas que contribuyan al pleno ejercicio de derechos vinculados a esta temática.

Como cientistas sociales, pero fundamentalmente como mujeres, consideramos que generar acciones que tiendan a transformar y erradicar ciertas estructuras básicas tributarias de la desigualdad -entre las que “el patriarcado” ocupa un lugar protagónico-, contribuye a la construcción de sociedades más equitativas, menos machistas y por lo tanto menos violentas para todos y todas.

La singularidad de esta propuesta reside en la apertura de las sedes universitarias a personas pertenecientes a organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles, políticas, ciudadanos/as en general para desarrollar una propuesta formativa enmarcada en la educación popular como educación política.

En la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires, las EPFG son puestas en marcha desde el Programa de Derechos Humanos de la Secretaría de Extensión a cargo de la Abogada María Nazabal, quien invita a participar en su implementación y dictado de talleres al ECCyGE (Estudios de Comuniación, Cultura y Género) de la FACSO.

Los ejes temáticos de trabajo previstos son:

1- Perspectiva de género. ¿Qué es el patriarcado? ¿Cómo se construyen estereotipos? Identidades de género: deconstrucción es democratización. Diversidad para la igualdad.

 2 - Violencias de género: configuraciones, modalidades. Herramientas para una vida libre de violencia.

3 - El poder de la palabra: Acoso callejero y violencia mediática.  La lucha por la democratización de la palabra para todos y todas. Hacia una comunicación no sexista.

4 - Salud  e igualdad de género. El derecho a la salud: ¿es igual para todos y todas? Salud Sexual y Reproductiva. Ley de Educación Sexual Integral.

5 - Mercado de trabajo: Los techos de cristal. Las herramientas para una relación de equidad. Conquistas y desafíos. Migraciones y género. Lucha sindical y género.

6- Desnaturalizando alguna(s) violencias: el consumo de prostitución, visibilizando la responsabilidad del prostituyente. La lucha contra la trata de personas con fines de explotación sexual.

7. Género, organizaciones sociales y participación política.  Diagnóstico, monitoreo, sistematización y elaboración de propuestas.



[1]Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales.
[2] htp://www.un.org/es/development/devagenda/humanrights.shtml. Ultimo acceso: 15 de junio de 2015g.
[4] PAUTASSI, L. (1999). Igualdad de derechos y desigualdad de oportunidades. Ciudadanía, derechos sociales y Género en América Latina. Buenos Aires: Centro Interdisciplinario para el estudio de políticas públicas.
[5]La idea de “educación popular” está pensada desde los postulados sostenidos por el pensador brasilero Paulo Freire. Constituye un proceso de aprendizaje participativo con posibilidades de transformación de la realidad; se basa en las experiencias prácticas de las personas y grupos implicados. La “educación popular” parte de comprender cuáles son los factores sociopolíticos, económicos y culturales que han determinado la situación por la que atraviesan los sectores más desfavorecidos (populares) para así poder proponer cambios.

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Recibido 25/03/2015
Aceptado 00/04/2015

El presente articulo realizado por María Mercedes Basualdo, integrante del NACT-ECCO FACSO-UNICEN) forma parte de la tesis de grado denominada “Susurros de mi piel”, presentada en el año 2002, en la Facultad de Ciencias Sociales de Olavarría para obtener el título de licenciatura en Comunicación Social.

Dentro de lo que son las marcas artísticas sobre la piel, el tatuador se vuelve pintor frente a una tela donde diseña cuidadosamente un bello dibujo. Finalizado el trabajo, la persona ilustrada debe suministrarle cuidados a su obra, como mantenerla húmeda hasta que cicatrice y se deshinche.

El tatuaje deja de ser una obra impresa en un cuerpo para pasar a tomar vida, a partir de las miradas externas, a través de su exhibición. Posee significado para quien lo lleva en su cuerpo y a su vez produce sentidos en quien lo observa.

Raymond Williams[1] define el arte como habilidad diciendo:

“las distinciones entre arte y no-arte… (deben) entenderse tal y como son históricamente: formas sociales variables dentro de las cuales las prácticas significativas se perciben y se organizan. De modo que las distinciones no son verdades eternas o categorías suprahistóricas, sino elementos reales de un tipo de organización social” (Williams; 1981-121)

Desde esta definición, los sujetos partícipes de la práctica, perciben sus propias distinciones. Las marcas que ellos han decidido incorporar en sus vidas las definen como obras de arte que decoran sus cuerpos.

Alfredo Portillos, artista plástico, se refiere al arte diciendo: ”... Los petroglifos de Tastil son libros de artista. No confundamos nuestra ignorancia con ausencia de arte, como pasó con los europeos cuando llegaron a América. El arte está en el gesto creativo y no va a desaparecer, porque es parte del sentimiento religioso del hombre. En el próximo milenio el arte va a ser distinto, no una mera continuidad del actual. Yo rechazo la idea de estilo, en la que muchos se refugian para hacer siempre lo mismo. El arte es iniciación a algo superior que nos trasciende”.  Este artista nació en Buenos Aires en 1928. Recorrió diferentes lugares de Latinoamérica y actualmente tiene su casa taller en la Boca. Entre varias obras, instalaciones y performances que han marcado su trayectoria, actualmente lleva adelante un proyecto que comenzó en 1995 Tatuaje sobre mi cuerpo. Desde entonces diferentes artistas diseñan dibujos que su hijo va imprimiéndole. Pero la obra sólo terminará tras su muerte, cuando la piel sea separada de su cuerpo y subastada, para donar lo recaudado a la lucha contra el sida.

Así vemos cómo algunos sujetos se sirven de esta técnica para esculpirse. Los tatuajes en la piel transforman la percepción que se tiene del cuerpo, y le añaden una determinada apariencia y efecto visual, es decir, producen un sentido relacionado con la estética. Si tomamos estas imágenes como obras artísticas, estas aparecen como signos mediadores de una realidad, donde como símbolo exterior, constituye la obra-cosa, como dice Jan Mukarovsky[2].

 “La obra-cosa funciona, pues, únicamente como símbolo exterior... al que le corresponde, en la conciencia colectiva, una significación determinada... caracterizada por lo que tienen en común los estados subjetivos de la conciencia...” (Mukarovsky; 1977-36).

El tatuaje como práctica representa y caracteriza una “época” dada, en relación al contexto y lugar en el cual surge. Una “época” dada que le significa al sujeto que porta la marca.

“... el signo es un hecho sensorial que se refiere a otra realidad...”  (Mukarovsky; 1977-36).

En el caso de los tribales no son una figura o letra específica con significado explícito, sino que son líneas y curvas que se cruzan, es un decorado con formas implícitas, se refieren a algo metafóricamente. Tienen una relación indirecta con la cosa.

Es así, como en el arte aparece la antinomia entre la función del signo autónomo y la función del signo comunicativo, donde la relación entre la comunicación de la marca y la cosa designada no posee significación existencial. El sujeto puede concebir su obra como un tema referente a lo real o a lo ficticio, aunque también puede oscilar entre estos dos polos. Transmite dos realidades, el tatuaje tiene su valor existencial, cargado de sentidos para el propio sujeto, y otra realidad comunicativa, donde produce otros sentidos para quien lo percibe, de esta manera la marca  en la piel es una unidad de sentido:

“Toda obra de arte es un signo autónomo, constituido por: 1) la “obra-cosa” que funciona como símbolo sensorial, 2) el “objeto estético” que se encuentra en la conciencia colectiva y funciona en tanto que “significación”, 3) la relación respecto a la cosa designada, relación que no se refiere a una existencia especial y diferente –puesto que se trata de un signo autónomo- sino al contexto general de fenómenos sociales (la ciencia, la filosofía, la religión, la política, la economía, etc,) del medio dado... (...)... las artes “temáticas” (con contenido) tienen otra función semiológica mas, la comunicativa... la relación respecto a la cosa designada se refiere, al igual que en cualquier otro signo comunicativo, a una existencia diferente... Eso no significa que las modificaciones de la relación respecto a la cosa designada (es decir los diferentes grados de la escala “realidad-ficción”) no tengan ninguna importancia para la obra de arte. Funcionan como factores de su estructura”  (Mukarovsky; 1977-40).

El autor marca la diferencia entre comunicación como “contacto semiótico a través del lenguaje” y significación como “contacto semiótico a través de signos cuyas unidades discretas no son elementos del lenguaje”. La marca en la piel comunica una imagen cuya significación varía según quién lo perciba. Para el sujeto que porta la marca, la cual lo implica, tiene un contenido; y para el sujeto que no participa de la práctica tiene otra visión de la cosa. En ambos casos, desde sus propias experiencias,  cada uno carga de sentido esa percepción. Es así como lo estético tiene su impacto:

“El adjetivo estético, al margen de sus usos especializados en las discusiones sobre arte y literatura, es hoy de uso común para referirse a cuestiones de apariencia y efectos visuales. (…)... estético, con sus referencias especializadas al arte, la apariencia visual y la categoría de lo que es “bello” y “hermoso”, es una formación clave en un grupo de significados que a la vez destacan y aíslan la actividad sensorial subjetiva como fundamento del arte, y la belleza en cuanto se distingue, por ejemplo de las interpretaciones sociales o culturales. Es un elemento de la escindida conciencia moderna del arte y la sociedad: una referencia más allá del uso y la valoración sociales que, como un significado especial de cultura, pretende expresar una dimensión humana que la versión dominante de sociedad parece excluir...” (Raymond Williams[3]; 2000, 125)

La función estética se manifiesta en un contexto determinado, donde sus límites aparecen como difusos. Pero al trasladar la práctica del tatuaje a un espacio y un tiempo determinado, la función estética cambia. Es decir, las marcas en la piel no poseen la misma función en Japón, como tampoco en China, donde prevalece la tradición y la herencia familiar, como tampoco en nuestro país. Ya que esta práctica se resignifica y los sentidos pueden variar hacia una cuestión de belleza, como moda, hasta la denuncia social.

Muchas veces en esta experiencia la función estética e incluso la función extraestética no aparecen como dominantes, sino como secundarias: en el caso por ejemplo del tatuaje japonés donde el valor principal es su tradición o la historia que cuenta una imagen al tapar una cicatriz, donde la función extra estética  prevalece mas allá de la estética. También, dejan de ser dominantes, cuando aparecen como función erótica, función decorativa, comunicativa, ritual, etc. Relacionada con esta última función, actualmente encontramos testimonios que dan cuenta de casamientos simbólicos a través de marcas en la piel diseñadas por los protagonistas de dicho acontecimiento. Debemos tener en cuenta que la propia práctica implica un ritual.

“...la función estética compite con la función simbólica, es decir, con una variante de la función comunicativa”.  (Mukarovsky; 1977-52).

El predominio de la función estética viene desde el exterior, no sólo es creación del propio sujeto tatuado, sino que surge como componente de la relación entre la comunidad a la cual pertenece y el mismo sujeto.

“1. La función estética puede convertirse en un factor de diferenciación social en los casos en que una cosa ( o un acto) determinada tiene una función estética en un medio social, pero no la tiene en otro, o cuando en un medio social tiene una función estética menos acentuada que en otro. (...)

2. la función estética como factor de la convivencia social, se manifiesta por sus características fundamentales.... la función estética consiste en dirigir la máxima atención sobre un objeto dado... El poder aislador de la función estética –o mas bien de su capacidad de llamar la atención sobre una cosa o una persona- convierte la función estética en un acompañante importante de la función erótica; por ejemplo la ropa, sobre todo femenina, en la que a veces estas funciones se unen hasta resultar indistinguibles una de otra.

Otra característica significante de la función estética es el placer que provoca. De aquí se desprende la capacidad de facilitar los actos a los que la función estética se adjunta en tanto que función secundaria, o también la capacidad de intensificar el placer relacionado con estos actos... la tercera característica especial de la función estética, condicionada por el hecho de que ésta se une ante todo a la  forma de una cosa o de un acto: es la capacidad de suplir otras funciones, de las que el objeto (cosa o acto) ha sido privado en el transcurso de su evolución. De lo cual desprende el frecuente matiz estético de los anacronismos, ya sean materiales ( por ejemplo ruinas, trajes regionales de los lugares donde las demás funciones, como la función práctica, mágica, etc., han perdido su sentido), o inmateriales ( por ejemplo distintos ritos)..... la función estética, al suplir las otras funciones, se convierte a veces en un factor de economía cultural, en el sentido de que conserva las creaciones y las instituciones humanas que habían perdido sus funciones originales, prácticas, para tiempos posteriores en que puede surgir la posibilidad de que se las vuelva a utilizar, atribuyéndoles entonces de nuevo otra función práctica”  (Mukarovsky; 1977-58).

Analizando detenidamente la práctica del tatuaje, y más concretamente los materiales con relación a la función estética, hay una norma estética que rige de manera rigurosa, esto permite observar las diferencias entre las marcas. Debemos tener en cuenta que, como toda norma, es susceptible de ser violada. Por ejemplo, según la marca que un sujeto desee hacer sobre su cuerpo, los tatuajes que denominamos convencionales se realizan  con una cantidad determinada de agujas, con colorantes vegetales y a través de máquinas eléctricas, las cuales dan precisión y un acabado perfecto; esto se contrapone a los denominados escrachos o tumberos, en los cuales se utilizan herramientas precarias o caseras, se trabaja con tinta china, que le da al dibujo o a la inscripción un color azulado, y sus líneas son gruesas.

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A su vez la norma estética se sustituye por otras normas, quizás con más presión simbólica sobre los sujetos, por sustraerse de la conciencia colectiva como es la norma moral. Esto crea otra visión si además se difunde desde un medio de comunicación. Como por ejemplo cuando algunos relatores de fútbol hablan de la violencia de los barra bravas y dicen que estos personajes tatuados no deberían entrar a la cancha.

“...será necesario concebir la norma estética como un hecho histórico, es decir, tomar como punto de partida su variabilidad en el tiempo. Es la consecuencia necesaria de su carácter dialéctico... Por eso la norma estética manifiesta una variabilidad temporal común con otros tipos de normas: cada norma cambia tan solo por el hecho de ser aplicada repetidamente y tener que adaptarse a las tareas exigidas por la práctica” (Mukarovsky; 1977-64).

En el arte, al violarse la norma estética se produce un efecto diferente. En el caso del tatuaje la norma estética de la pintura cambia de soporte, donde la piel marcada produce un efecto de rechazo o de contemplación agradable de ese sujeto. Como cuando observamos un cuadro en una exposición. Con la diferencia de que nosotros nos trasladamos hacia la exposición, en cambio el sujeto tatuado lo chocamos en la vida cotidiana, ya que es él quien se traslada. La norma se altera de manera intencional por el propio sujeto, cuya marca se vuelve significante en el espacio público.  La transgresión  aparece en esa frontera difusa que presenta la relación entre la norma antigua y la que se impone a través de la práctica contra las normas dominantes.

Aquí aparece la antinomia entre el mal gusto y el buen gusto, donde el primero se manifiesta frente a nuestra percepción en desacuerdo con la norma estética que tenemos incorporada, por ejemplo la diferencia entre el tatuaje artístico y el tumbero o escracho.

“... el placer estético, precisamente cuando debe alcanzar la máxima intensidad, como la que se logra en el arte, necesita el desagrado estético como contraste dialéctico.... El valor artístico es indivisible; también los componentes que producen el desagrado se convierten, dentro del conjunto de la obra, en elementos positivos, pero solamente dentro de la obra: fuera de ella y de su estructura, volverían a tener un valor negativo” (Mukarovsky; 1977-67).

Para que exista el placer estético frente a una imagen debe existir un desagrado, lo cual refuerza el placer. La obra en la piel, como toda obra artística posee algo que la une al pasado y algo que tiende al futuro, donde lo que percibimos forma parte del presente, y representa esa tensión entre la norma instituyente  y la norma impuesta.

 En la esfera extra artística, la norma estética penetra en la realidad cotidiana, pero bajo otros valores. Esto se observa en la moda, donde el valor predominante es el valor económico. El tatuaje puede tener una función social, política o erótica, pero esa marca posee una inversión económica determinada. Este valor se expresa en la misma imagen, donde la figura con colores vivos o neutros, prolijamente trabajada con líneas finas, con luces y sombras, tiene más valor económico que las marcas desprolijamente guiadas por el pulso. El valor de la obra cambia según el  escenario, es decir, no es lo mismo la exhibición que se realiza del cuerpo tatuado en la calle, en el parque o en una pasarela.

En la esfera extraestética la norma se manifiesta a través de la misma producción, la exhibición, el material, los gustos y la ejecución de la práctica.

Las normas estéticas sufren un movimiento continuo. Esta experiencia del tatuaje no es de ahora, sino que se remonta hacia el pasado.  Y estas reglas han ido cambiando hasta nuestros días, donde las marcas  en relación a la propia práctica han sido medianamente aceptadas. Relacionado con esta variabilidad de la norma Muckarovsky dice:

“ Los portadores de la norma mas reciente (en tanto que creadores artísticos y en tanto que público) pueden pertenecer a la juventud que esta en la oposición –a veces no solo estética- respecto a la generación adulta que esta realmente en el poder, y que sirve de modelo a las clases inferiores. Otras veces los portadores de la norma de vanguardia son individuos que han entrado en contacto con la clase dominante no por nacimiento, sino por educación, procediendo ellos mismos de capas inferiores... en la clase dominante misma surge al principio una oposición contra la nueva norma y solo después de la atenuación de dicha oposición esta puede convertirse en la norma de la clase realmente dominante” (Mukarovsky; 1977-75).

La función estética puede aparecer para ocultar otras funciones que la sociedad no tolera,  por ejemplo la norma ética.

El arte es la esfera del valor estético. Cuando varía el objeto es usual que varíe su valor, de esta manera, con el tiempo una misma imagen puede poseer un valor positivo o negativo. Por ejemplo tatuarse la inscripción o el retrato de Diego Maradona, quien observa, según sus experiencias y la época,  puede cargar la imagen con  valoraciones positivas o negativas. Es decir, se puede admirar la imagen como un homenaje a un gran futbolista y deportista excepcional, o se lo puede valorar como un sujeto vinculado a transgresiones que van contra los cánones establecidos por la sociedad.

“...Mientras fuera del arte el valor esta subordinado a la norma, aquí la norma esta subordinada al valor: fuera del arte, el cumplimiento de la norma es sinónimo del valor; en el arte la norma es violada con frecuencia, y aun cuando es mantenida, su cumplimiento es un recurso, no un objetivo... En cambio, la valoración estética estima el fenómeno en toda su complejidad, puesto que todas las funciones y valores extraestéticos se conciben como componentes del valor estético .... la valoración estética concibe la obra de arte como un conjunto (una unidad) cerrado y actúa de manera individualizante; el valor estético en el arte se manifiesta como único e irrepetible.” (Mukarovsky; 1977-80).

El valor del tatuaje como obra es eterno, pero ésta permanencia es un proceso, no un estado. Este proceso se manifiesta en los diferentes desacuerdos, a través de discursos que se generan frente a ésta práctica y en los diferentes gustos que surgen en el mercado artístico.

“... además del arte creado con la intención de que su duración y su validez sean lo mas prolongadas posibles, existe también el arte determinado, ya por la intención del artista, a una validez pasajera, es decir, creado para el ‘ consumo’... En el arte plástico la pretensión a la durabilidad de un determinado valor artístico se manifiesta frecuentemente por la elección del material... El arte de ‘consumo’ esta, pues, en continua oposición al arte ‘ duradero’”. (Mukarovsky; 1977-82)

El movimiento del valor estético se da por la transformación de la estructura artística y los cambios de la convivencia social, frente a una imagen donde predomina la función estética cambia la esencia comunicativa, donde el receptor puede llegar a cuestionarse lo que percibe y se lo puede comunicar al sujeto tatuado, esta situación puede variar la relación con respecto a la realidad.

“ La transformación de la relación auténtica obra-signo constituye, pues, al mismo tiempo su atenuación y su fortalecimiento. La relación se atenúa en el sentido de que la obra no alude a la realidad descrita directamente por ella, y se refuerza de manera que la  obra artística en tanto que signo adquiere una relación indirecta (figurada) respecto a los hechos importantes de la vida del receptor y mediante ellos respecto al conjunto de valores representado por el universo entero del receptor”  (Mukarovsky, 1977-89-90)

El color de un tatuaje posee una cuota llamativa frente a la perceptual. Frente a un cuerpo marcado, la mirada es atraída por ese dibujo, donde se reconocen los diferentes pigmentos que pintan la piel.

“La calidad del color tiene que ver también con la relación del color respecto al espacio; el hecho conocido de que los colores ‘calientes’ salen aparentemente al primer plano y los ‘ fríos’ al segundo, tiene un alcance no solo óptico, sino también semántico (significativo)”  (Mukarovsky; 1977-93)

Llevar impresa una imagen o inscripción en la piel implica para el sujeto una postura ante la sociedad, ante la vida. La obra artística en el cuerpo, es un signo, que al exhibirse funciona como intermediario de la realidad. La imagen es un hecho social donde la posición del sujeto frente a esa cotidianidad esta también predeterminada por las relaciones sociales del propio sujeto. Esta postura es la fuente de la valoración, donde cada componente de la obra en un contexto determinado se transforma en portador de valores extraestéticos. En una misma imagen pueden convivir varios de estos valores,  por ejemplo puede haber un valor descriptivo, con uno admirativo, con otro positivo, etc. Esto nos demuestra que los valores extraestéticos son un conjunto dinámico. El receptor aborda la imagen con su propio sistema de valores y su postura puede diferir frente a lo percibido. Esto tiene que ver con los modos de recepción que se desprenden de la práctica como sistema de comunicación.

“...el objetivo directo de la valoración estética actual no es el artefacto artístico ‘material’, sino el ‘objeto estético’ que es su reflejo y correlativo en la conciencia del receptor. A pesar de esto, el valor estético objetivo (es decir independiente y duradero) tiene que ser buscado, si es que existe, en el artefacto material, el único que dura sin cambios, mientras que el ‘objeto estético’ es variable, siendo determinado no solo por la construcción y por las características del artefacto material, sino también por el estadio evolutivo correspondiente de la estructura artística inmaterial” (Mukarovsky; 1977-98)

El valor estético objetivo se debe buscar en el artefacto material, es lo duradero, es decir, es la inscripción en la piel. En cambio el objeto estético es variable, no solo esta construido por un material determinado sino, desde lo simbólico, por la misma producción de sentido y los diferentes significados que se vuelcan en esa percepción.

El valor estético, globalmente hablando, actúa en la postura emocional como regulador del comportamiento y del pensamiento del sujeto.

Esto se vincula con el consumo de imágenes corporales que se sirven de la técnica, lo cual provoca una percepción diferente del cuerpo y del sujeto que las exhibe. Walter Benjamin[4], dice:

“ Incluso en la reproducción mejor acabada falta algo: el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra... (...) El aquí y ahora del original constituye el concepto de su autenticidad” (Benjamín; 1973, 20-21)

El aquí y ahora de la práctica se desdibuja frente a las técnicas originales. Pero tiene su propio aura ya que se produce en otro contexto espacio-temporal, con lo cual se resignifica volviéndose auténtica en sí misma.

Actualmente la práctica se sirve de máquinas que permiten reproducir figuras en el cuerpo con mayor rapidez, pero esto no hace perder su momentos presente del aquí-ahora.

Si comparamos la pintura de un cuadro y la marca en la piel, aparece la diferencia. Tanto para el pintor como para el tatuador, y el sujeto partícipe de la práctica, el aura aparece en ese instante de creación. El cuadro es un objeto exterior al pintor, al igual que la imagen para el tatuador, mientras que para el sujeto partícipe esa marca es permanente, lleva ese aura en la piel a través de su propia experiencia. Quienes ofician de espectadores, en ambos casos no perciben el instante de esa producción.

Mientras el aura es la creación en un momento determinado, vivenciado por el sujeto que expone su piel y por quien la marca, ese momento es desplazado por la imagen ya terminada, es una manifestación de la lejanía. Ese instante que ya no vuelve.

“... en el concepto de aura, podremos decir: en la época de la reproducción técnica de la obra de arte lo que se atrofia es el aura de ésta...-la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición. Al multiplicar las reproducciones pone su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible. Y confiere actualidad a lo reproducido al permitirlo salir, desde su situación respectiva, al encuentro de cada destinatario...” (Benjamin; 1973-23)

La percepción supera lo irrepetible. Es en el rito de la práctica donde la obra en la piel tiene su valor original y único. A través de la recepción de la obra, el acento se pone en su valor cultural, como experiencia vivida, o en su valor expositivo.

“ ... En los tiempos primitivos, y a causa de la preponderancia absoluta de su valor cultural, fue en primera línea un instrumento de magia que solo mas tarde se reconoció en cierto modo como obra artística; y hoy la preponderancia absoluta de su valor exhibitivo hace de ella una hechura con funciones por entero nuevas entre las cuales la artística –la que nos es consciente- se destaca como la que mas tarde tal vez se reconozca en cuanto accesorio”. (Benjamín; 1973-30).

El valor cultural del tatuaje reside en su culto al recuerdo, a ese instante inolvidable, donde viene a la memoria las razones de esa imagen, el recuerdo de seres queridos o de esa época o lugar. La re-productibilidad técnica ha modificado la relación del sujeto con el contexto, a través de la apropiación del arte. El gusto por mirar y vivir cuestiones convencionales no se critica, mientras lo nuevo es susceptible de opiniones encontradas.

La práctica de marcado sobre la piel muchas veces se ha criticado de manera negativa, con adjetivos peyorativos. Cuando aparece sobre las pasarelas de moda, surge la novedad y las criticas negativas empiezan a retroceder, de esta manera se fortalecen las positivas, como una experiencia original. Con el tiempo, a medida que disminuye su importancia conviven las dos críticas, por un lado como práctica desagradable y por el otro como una cuestión de belleza. Actualmente esta actividad no ha disminuido, sólo que no se vive con ese furor que prevaleció hace dos años atrás.

Debemos reconocer que hubo modificaciones sociales que prepararon el terreno, como por ejemplo los tatuajes orientales, pasando por las marcas carceleras, marineras, maorí, etc., para la recepción en la actualidad de esta nueva forma de expresión artística.

La obra de arte, esa habilidad marcada sobre la piel, impacta con el destinatario, donde su exhibición en diferentes escenarios, actúa como imán frente al espectador. La contemplación de la imagen en ese sujeto, es un disparador de ideas relacionadas con la percepción de ese cuerpo. La contemplación puede quedar vencida por la costumbre, al hacer de la exhibición del cuerpo tatuado un acto cotidiano y natural.

“...las tareas que en tiempos de cambio se le imponen al aparato perceptivo del hombre no pueden resolverse por la vía meramente óptica, esto es por la de la contemplación. Poco a poco quedan vencidas por la costumbre (bajo la guía de la recepción táctil)” (Benjamín, 1973-54)

Los signos sobre la piel expresan, diferencian, poseen una fuerte carga ideológica donde los sujetos marcados crean una relación comunicativa más allá de las palabras. De esta manera esas imágenes se transforman en signos mediadores. Según Raymond Williams[5]:

“... idea de “reflejo” -según la cual las obras de arte encarnan directamente  el material social preexistente- es modificada o reemplazada por la idea de “mediación”.

La mediación puede referirse en primer lugar a los procesos necesarios de composición, en un medio específico; como tal, indica las relaciones prácticas entre las formas artísticas y sociales... Pero en sus usos más comunes se refiere a lo indirecto de la relación entre la experiencia y su composición. La forma de este carácter indirecto se interpreta de manera variable... a) como una mediación por proyección:  un sistema social arbitrario e irracional no se describe directamente, en sus propios términos, sino que se proyecta, en sus aspectos esenciales, como extraño y ajeno; b) como una mediación a través del descubrimiento de una “correlación objetiva”: se compone una situación y unos personajes para expresar, de una manera objetiva, los sentimientos subjetivos o reales –una culpa inexplicable- de los cuales proviene el impulso original para la composición ; c) como mediación en tanto que función de los procesos sociales fundamentales de la conciencia, en la cual ciertas crisis que no pueden aprehenderse directamente se “cristalizan” en ciertas imágenes y formas artísticas directas, imágenes que por consiguiente iluminan una condición básica (social y psicológica)...” (Williams; 1981-23).

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La comunicación visual entre los sujetos marcados, prevalece como una expresión que diferencia, como mediación entre los recuerdos, las experiencias y las relaciones sociales. Por ejemplo casos que se presentaron en el programa televisivo Sorpresa ½[6], en canal 13. Uno de ellos es el testimonio de hermanos distanciados que se reconocieron en una playa a través de la imagen tatuada en la piel, porque, como lo expresaron en su momento no hay marcas iguales en todo el mundo. Narrativas de la piel que se vuelven significantes al interpelar la mirada del otro.

                                                                                                                   María de las Mercedes Basualdo

Especialista en Ciencias Sociales.NACT-ECCO FACSO UNICEN

 



[1] Williams, Raymond: Cultura. Sociología de la comunicación y el arte.  Edic. Piadós. Barcelona-Bs. As. 1981.
[2] MUKAROVSKY, Jan. Capt 1: “El arte como hecho semiológico” (1934);  Capt. 2: “función, norma y valor estético como hechos sociales” (1936) en Escritos de estética y semiótica del arte Editorial Gustavo Gili, S. A., Barcelona 1977.
[3] Williams, Raymond: Palabras Claves. Un vocabulario de la cultura y la sociedad. Ediciones Nueva Visión SAIC. Buenos Aires. 2000
[4] Benjamín, Walter: “La obra de arte en la época de la reproductibilidad”. En Discursos Interrumpidos. Madrid. Taunus. 1973.
[5] Op. Cit
[6] Programa conducido por Julian Weich y Maby Wells. Emitido los días domingos a las 20 horas, entre 1996 y 2002.

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