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Se requieren medidas urgentes para enfrentar las consecuencias de la pandemia entre los pueblos indígenas, afectados en forma desproporcionada por la pobreza y la informalidad. Un análisis de OIT destaca que es necesario afrontar la emergencia sanitaria y también “una marginación centenaria”.

Lima – Las vulnerabilidades arrastradas desde antes de la crisis actual se traducen en consecuencias particularmente graves de la COVID-19 para 55 millones de mujeres y hombres indígenas que viven en América Latina y el Caribe, de acuerdo con un análisis de OIT difundido hoy que hace un llamado tanto a enfrentar la emergencia sanitaria como a reducir “una marginación centenaria”

“Un conjunto de distintas vulnerabilidades socioeconómicas, sanitarias y ambientales en el contexto de la COVID-19 exponen a los pueblos indígenas y tribales a los efectos particularmente graves de la crisis actual”, destacó el documento de OIT, que lanzó una alerta ante los efectos de la pandemia sobre 476 millones de personas indígenas en el mundo de las cuales 11,5% viven en esta región.

El Director de la OIT para América Latina y el Caribe, Vinícius Pinheiro, destacó que “la cara más nefasta de esta pandemia es la de la desigualdad, porque la enfermedad y sus consecuencias sociales y económicas afectan más a los que menos tienen, como son los pueblos indígenas y tribales quienes a menudo carecen de protección social y suelen tener acceso limitado a cualquier tipo de atención en salud.

“Además de vivir en condiciones de precariedad, en la región una vasta mayoría de mujeres y hombres indígenas trabajan en condiciones de informalidad en los sectores más afectados por la crisis, lo cual se traduce en la pérdida de los medios de vida”, agregó Pinheiro.

En América Latina y el Caribe la tasa de informalidad entre trabajadores indígenas es de 82%, casi 30 puntos porcentuales del 54% para la población en general, de acuerdo con un informe publicado a comienzos de este año en ocasión del 30 aniversario del Convenio sobre pueblos indígenas y tribales de la OIT, 1989 (núm. 169) .

El mismo informe destaca que los pueblos indígenas y tribales constituyen 8,5% de la población, pero son 30% de las personas en pobreza extrema. El 31,7% de la población ocupada indígena en la región no ha tenido ninguna formación, frente a 12,8% de los no indígenas, y menos de 30% han tenido educación intermedia y avanzada, frente a más de 48% de los no indígenas.

La OIT destaca que la situación social y económica producida por la COVID-19 ha generado situaciones como la “migración inversa” de personas que retornan a sus comunidades ante la falta de medios de subsistencia, lo que sumado a otros movimientos de personas que circulan en medios rurales aumentan los riesgos de contagio. Es importante además hacer esfuerzos para garantizar la protección de los indígenas que viven en situación de aislamiento voluntario o contacto inicial.

El documento dice que “varios países han adoptado medidas específicas para evitar que la COVID-19 se propague hacia las comunidades indígenas y dentro de ellas”, pero de acuerdo con la OIT será necesario redoblar esfuerzos debido a la velocidad del contagio y a la severidad de sus efectos económicos.

En cuanto al impacto sobre el empleo, el análisis recuerda que en todo el mundo decenas de millones de mujeres y hombres indígenas también han estado trabajando en sectores particularmente afectados por la crisis causada por la COVID-19, desde los servicios, incluido el trabajo doméstico, la hostelería y el turismo, hasta el comercio, el transporte, la manufactura y la construcción.

A medida que las pérdidas de ingresos afectan a los trabajadores en general, sus consecuencias son especialmente graves para las mujeres y los hombres indígenas, dado que tienen más probabilidades de estar ocupados en condiciones de informalidad.

La OIT advierte sobre “efectos en cascada de los colapsos económicos, con signos alarmantes de pérdida de ingresos, inseguridad alimentaria y efectos agravados en las mujeres indígenas”.

“Con la reducción de la demanda y de la posibilidad de ofrecer su mano de obra, sus bienes y sus servicios debido a los cierres, las perturbaciones de la cadena de suministro y la crisis económica imperante en general, la capacidad de los pueblos indígenas para adquirir productos básicos, incluidos los alimentos, está disminuyendo y el espectro de la hambruna se cierne sobre muchos hombres y mujeres indígenas”.

Las recomendaciones de medidas que hace la OIT apuntan en primer lugar a las necesidades urgentes de protección ante la pandemia, incluidas las de prevención, información en lenguas nativas, o atención sanitaria de emergencia, así como otras de apoyo y protección sostenidos para los trabajadores, los empresarios y las comunidades indígenas para hacer frente a la crisis que afectará a los mercados laborales en el futuro próximo.

Además, destaca la importancia de fortalecer la institucionalidad que se ocupa de los pueblos indígenas que presentan deficiencias en todo el mundo. “La crisis causada por la COVID-19 ha puesto de manifiesto estas deficiencias, ya que los gobiernos a menudo no pueden responder adecuadamente a las necesidades de protección de las comunidades indígenas, con su participación plena y efectiva”, agrega el documento.

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