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TRANSFORMACIONES, INCERTIDUMBRES Y CAPTURAS EFÌMERAS: RECONVERSIÓN DE IMAGINARIOS URBANOS DE CIUDADES BONAERENSES DE RANGO INTERMEDIO Lic. Silvia Boggi Email: silviaboggi@gmail.com Antropología Social - Facultad de Ciencias Sociales - UNICÉN PROINCOMSCI (PROGRAMA DE INVESTIGACIONES COMUNICACIONALES Y SOCIALES DE LA CIUDAD INTERMEDIA). Palabras claves: identidades urbanas -imaginarios sociales urbanos –ciudades de rango intermedio Keywords: urban identities - urban imaginaries - middle-sized cities
Estos procesos se producen en un contexto caracterizado por una profunda crisis social, resultado de la aplicación en la región de las políticas neoliberales, con sus secuelas de retirada del Estado, creciente privatización de los espacios públicos, desocupación alarmante, pobreza y exclusión de las mayorías, en donde las ciudades medias sufren "la bajada del ajuste "en dominó" -desde las instancias internacional, nacional, provincial y municipal- con el traslado de sus consecuencias a la población en forma desigual" (Gravano, 2005). Los imaginarios sociales urbanos constituyen así el espacio de lucha donde -proceso de hegemonía mediante- se intenta definir nuevos perfiles urbanos que tienden a ponderar e inscribir las autoimágenes de las ciudades a partir narrativas identitarias caracterizadas por ser mediáticas y espectacularizadas, estar asociadas al uso del tiempo libre y responder a la lógica del mercado. Este rasgo les impone –al mismo tiempo- un carácter efímero y un permanente oscilar entre la incertidumbre –respecto de la valencia de siempre nuevos modos de decirse como territorio- y la búsqueda y “captura” de una nueva imagen urbana dominante. En este trabajo tomaremos a las ciudades bonaerenses de Azul y Olavarría como casos en donde estas reconfiguraciones parecen estar teniendo lugar. OTROS JUEGOS, OTRAS IMÁGENES Desde nuestra perspectiva teórica asumimos que las identidades urbanas son el resultado de un proceso que se despliega diacrónicamente asumiendo la forma de un palimpsesto: "el proceso histórico vivido por la ciudad y constructor de la identidad de la ciudad misma se ha escalonado sobre la base de la superposición en el imaginario de diversas imágenes de la ciudad, las que han ido abonando tanto el proceso de cómo vivir el esplendor cuanto cómo vivir la crisis hoy” (Gravano, 2005:21). La metáfora del palimpsesto nos permite advertir la textura de las identidades urbanas en la medida en que las sucesivas imágenes van dejando sus huellas, sobre las cuales se escriben las nuevas en cada contexto histórico y social particular. Siguiendo el orden diacrónico, en el caso de Azul y Olavarría existe en los imaginarios sociales urbanos un conjunto de rasgos compartidos que –más allá de las especificidades locales- funcionan como ejes definitorios de sus autoimágenes y son las que se ofrecen al juego del reconocimiento por parte de otros centros urbanos. El primero de estos ejes se vincula al "origen" de ambas ciudades como espacios de "frontera" y de "avance de la civilización"; el segundo por configurar autoimágenes positivas centradas en las actividades productivas dominantes -vinculadas con la explotación de los recursos naturales de las regiones-; el tercero por haber transitado el quiebre de las anteriores generando autoimágenes negativas; el cuarto por construirlas desde el mundo deportivo profesionalizado y uno más reciente, caracterizado por la búsqueda permanente y “captura” de nuevas imágenes urbanas, ligada a la lógica del acontecimiento como marca urbana local. Cada una de estas expresiones de los imaginarios urbanos se despliega en un arco temporal y sujeto a las condiciones sociales e históricas, puesto que "un imaginario no se produce y/o reproduce fuera de las relaciones contextuales e históricas, que son las que asignan significados y sentidos a cada imagen y a cada representación" (Gravano, 2005:21). Respecto del primer eje, el análisis de los registros del imaginario académico o erudito permite advertir que el origen de las ciudades se construye desde el costado etnocéntricamente blanco de la historia mientras el componente de los pueblos originarios asume lo que Althabe (1995) ha dado en llamar "actor ideológico negativo". Refiriéndose a Olavarría, fundada en 1867, Ariel Gravano afirma: "La primer imagen que aparece representada en el proceso constitutivo de la ciudad es la de un asentamiento de frontera, hegemónicamente presentado como ariete defensivo respecto del entorno salvaje" (Gravano, 2005:37). Similar es el caso de Azul, fundada en 1832, en cuyos imaginarios parece existir un énfasis importante en su origen "fortinero", emblema que aparece en el escudo de la ciudad y en las estrofas del himno azuleño, siempre como símbolo de enfrentamiento sangriento entre la "civilización" (encarnada en los "héroes" de la epopeya de la fundación) y el "salvaje". Este primer eje abre el camino para la construcción del segundo, ligado a los perfiles productivos propios de cada una de las ciudades. Aquí es central el concepto de trabajo como valor asociado a la presencia de la mano de obra de migrantes de ultramar a quienes se visualiza como verdaderos motorizadores del crecimiento y progreso de las ciudades -por oposición a los pueblos originarios que encarnan "ese otro negativo, fatalmente impotente para sacar de esta barbarie un país civilizado" (Gravano, 2005:38)- continuado luego por descendientes nativos y migrantes de la zona. Se trata de autoimágenes urbanas positivas pletóricas de esperanza, con un componente de ilusión de futuro de bonanza de variable intensidad según las ciudades, y pueden pensarse como "registros que permiten 'decir' a la ciudad, hablar de ella, valorarla, exponerla en su brillantez (Mons, 1994:63). En el caso de Olavarría las fábricas asociadas a las industrias extractivas fueron decisivas para definir su perfil como Capital del Cemento y ciudad del Trabajo, dando lugar a la construcción de un orden urbano cimentado en la idea de actividad laboral como uno de los valores centrales. Las Fiestas Provinciales y Nacionales del Cemento tuvieron a Olavarría como escenario en las décadas del '60 y '70, consignadas en los imaginarios como las épocas de esplendor de la ciudad. Azul acuñó imaginarios positivos considerándose una ciudad "cultural" y "profesional" (en asociación con las llamadas "profesiones liberales" y por oposición a ciudades consideradas "obreras" como Olavarría), con una intensa presencia de sectores agroganaderos. Las décadas del '60 y del '70 encontraron a Azul autoidentificándose positivamente como "Ciudad de Turismo" y con un sueño desplegado pero nunca cumplido totalmente: el de potenciar su actividad industrial como estrategia de desarrollo local. CUESTA ABAJO Estas imágenes urbanas que hemos reseñado brevemente fueron eficaces para sostener los órdenes urbanos hegemónicos que contribuyen hoy a la configuración del espesor de las identidades de las ciudades de referencia. Se trató imágenes que mantuvieron su vigor (Lynch, 1966) durante décadas, los prismas mediante los cuales se vivió -y aún se vive, porque las 'huellas' de las imágenes anteriores se reactualizan en determinadas circunstancias históricas y sociales- la experiencia de la ciudad. La positividad de estas imágenes parece haber sido operativa hasta la década del '80, momento en que la crisis socioeconómica se hacía evidente mediante indicadores concretos que contradecían más o menos abiertamente los mitos urbanos que establecían una promesa de futuro de crecimiento, desarrollo y prosperidad. A esto deben sumarse las consecuencias de las inundaciones del '80 y del '85 que afectaron seriamente las economías de la zona. En la década siguiente la crisis socioeconómica se profundizó, agudizando las contradicciones entre los datos de una realidad cada vez sufrida con mayor intensidad y lo que sostenían las autoimágenes urbanas en términos de bonanza generalizada. Las ciudades de referencia se viven desde entonces como espacios donde no sólo el trabajo -industrial, rural, comercial, administrativo- es un bien cada vez más escaso y en condiciones de precariedad cada vez mayores, sino que las agendas urbanas comenzaron a incluir otras problemáticas inéditas: aumento de la inseguridad, inadecuación o falta de servicios, pobreza e indigencia en alza y la experiencia de una ciudadanía cada vez más restringida en los usos de la ciudad crecientemente privatizada y excluyente. En los '80, Olavarría comenzaba a percibir que la nominación de "Ciudad del trabajo" y su slogan setentista que sostenía que "Olavarría ya es futuro" se resquebrajaban frente a una realidad de desempleo creciente -sobre todo proveniente de las grandes fábricas cementeras y de industrias asociadas- y de un deterioro progresivo de las condiciones laborales. Los '90 encontraron a una ciudad en un estado de desesperanza generalizada que recibió al tercer milenio ubicada en el tercer puesto -después del Gran Rosario y Mar del Plata- en el ránking de desocupación a nivel nacional. En esta etapa, los imaginarios azuleños asignaron a su ciudad el adjetivo de "muerta", "gris", "estancada", "despoblada", "que va para atrás en vez de crecer", "vieja y quieta", "de Azul hay que irse y el último que apague la luz". El cierre definitivo de las pocas industrias locales -Sudamtex, el frigorífico, Novotermic-, de numerosos comercios y de filiales bancarias, así como la reestructuración de otras, aumentó el caudal del desempleo local, situación que generó un panorama apto para el quiebre de los imaginarios positivos que la configuraban como un espacio donde desplegar potencialidades y hacer realidad las expectativas de futuro. En momentos en que "crece la queja sobre la ciudad y la ciudad misma como queja" (Gravano, 2005:50) y con autoimágenes que enuncian los respectivos territorios urbanos vividos como decadentes, con una proyección cercana al descrédito y a la sensación de "cuesta abajo", se abrió el escenario para que el deporte profesional hiciera su aparición en la palestra de los imaginarios sociales urbanos. RESISTIRÉ El quiebre de los mitos identitarios urbanos implican el desafío de la búsqueda y la construcción de un proyecto hegemónico para cada ciudad que genere una narrativa del orden urbano y sobre todo que restituya la ilusión de inclusión ante realidades de intensa fragmentación social expresada en los más diversos órdenes. Es así que entre la década del 90 y principios del nuevo milenio, las ciudades de Azul y Olavarría comenzaron a generar y a exportar autoimágenes ligadas al mundo del deporte. No se trató en este caso del deporte amateur sino del deporte profesionalizado, que al funcionar articuladamente con los medios masivos de comunicación, especialmente la televisión, atraviesa con su lógica empresarial y mercantil innumerables áreas del mundo social. En nuestros días y a medida que los mass media pasaron de informar acerca de las actividades deportivas a ser coautores de los acontecimientos, las exigencias mediáticas televisivas han impuesto transformaciones en las prácticas deportivas. Los cambios en los reglamentos del básquet (mayor cantidad de "tiempos muertos" para destinarlos a la publicidad) y en el voley (donde no es necesario "quebrar" el saque para sumar puntos), el cambio del color y el diseño de la vestimenta de los jugadores y de árbitros para optimizar la visual, la "presentación" de los equipos de básquet siguiendo el modelo espectacularizado de la NBA, el tie break en el tenis, los horarios de transmisión de los eventos, la jerarquización de algunos deportes en detrimento de otros son sólo algunos de los ejemplos que muestran la incidencia de la televisión en el mundo del deporte. La presencia de este modelo deportivo parece haber permeado los modos de construcción de identidades urbanas, a partir de la gestión que los sectores dominantes han planteado para las ciudades a las que nos referimos y que han sido subalternamente aceptados. La lucha simbólica por la imposición de nuevos órdenes urbanos se expresa en la tensión entre las imágenes urbanas identificatorias de hace décadas y las que aparecen como novedosas. Ya no parecen ser las actividades productivas "tradicionales" las que concitan adhesión y sentimiento de pertenencia sino la participación en alguno de los eventos del deporte profesional mediante la incorporación de representantes de cada una de las ciudades, condensando y reubicando simbólicamente en autoimágenes deportivas el "prestigio" y la posibilidad de enunciarse positivamente como ciudad. Así, Olavarría recibió a mediados de los '80 la nominación de "Capital del Turismo de Carretera" -y después de agotarse el espejismo eufórico local por la construcción del Gran Autódromo Sudamericano, presentado por los sectores oficiales como "pista para despegar de la crisis"-, potenció su notoriedad mediática mediante la participación de un equipo -Estudiantes de Olavarría- en la Liga Nacional de Básquet. Azul lo consiguió inscribiendo su participación en el voley profesional argentino a través de Olympicus. La reconversión de los imaginarios se hace más ostensible aún en las expresiones de los imaginarios de sentido común y massmediático: Azul era una ciudad en donde "se respira y se vive voley", así como en Olavarría "se respira básquet o TC". EL CORAZÓN MIRANDO AL CLUB El proceso por el cual una ciudad construye una autoimagen que la identifica con un club que participa en alguna de las competencias deportivas mencionadas se vincula con mecanismos retóricos que implican un tránsito desde la metáfora hacia la metonimia. Progresivamente, los imaginarios construyen entre la ciudad y el club un campo semántico común en donde la parte (el club) se identifica con el todo (la ciudad), permitiendo la asociación evocativa indisoluble entre una y otro. Dadas las características que asume el deporte profesional en nuestros días, en donde la gestión de la participación de los clubes en campeonatos deportivos tiende a convertirlos en empresas que siguen la lógica de la rentabilidad, las imágenes que las ciudades construyen llevan la impronta de esa dinámica. Olympicus de Azul es un ejemplo emblemático, un tanto menos explícito en Estudiantes de Olavarría que empero se rige por idénticas pautas. La participación de las productoras televisivas (Cuatro Cabezas, Ideas del Sur y Pol-ka) como sponsors y gestores de equipos de la Liga Argentina de Clubes de voleybol resultan reveladoras de lo que venimos señalando. La televisación de los eventos permite la "extraterritorialización" (Mons, 1994) de las imágenes urbanas y constituyen los rituales mediante los cuales se reproduce el nuevo mito urbano intentando silenciar las contradicciones sociales y reduciendo la densa trama y el espesor histórico de las imágenes urbanas a un espectáculo agonístico. Los caminos retóricos por medio de los cuales se exportan estas imágenes se potencian mediática y televisivamente. Cada uno de los clubes -y sus equipos- resultan equivalentes a cada centro urbano y se convierten en símbolos dominantes (Turner, 1980) -"Olympicus es Azul", "Estudiantes es el equipo de la ciudad"- mientras el territorio donde se escenifica el ritual -el estadio- "está por" la ciudad y es presentado desde los imaginarios oficiales locales y a partir de la televisación como un modo de "hacer conocer la ciudad". Aunque los televidentes sólo reciban como imagen de la misma algunos sectores de los espacios donde se llevan a cabo las competencias. Inscriptas en una vidriera catódica las imágenes urbanas son atravesadas por una dinámica que sustituye el mundo del trabajo como eje axiológico que las constituía y las sitúa en el mundo del tiempo libre, reescribiendo la adscripción en un registro que no interpela a los ciudadanos como "trabajadores" sino como "espectadores-consumidores", cuya figura más representativa parece ser "la hinchada". Y aunque a veces ésta se circunscribe a un número determinado de personas, la interpelación que produce la imagen urbana convoca y exhorta a que "la hinchada sea toda la ciudad", siguiendo los dictados del nuevo mito. Estas imágenes urbanas asumen la forma de imágenes de empresa y son legitimadas desde los Estados Municipales, recibiendo sus gestores, de diversas maneras, "apoyos" y subsidios de los erarios públicos locales. Al responder a una lógica mercantil la permanencia de estas imágenes está sujeta a un encadenamiento circular de determinaciones múltiples. En primer lugar, son la variable dependiente de un adecuado y oportuno "sponsoreo" de los equipos representantes. En segundo lugar, los recursos obtenidos determinan la calidad técnica y deportiva del plantel convocado y a su vez, aquéllos están subordinados a los resultados obtenidos en cada temporada de competencia. La sujeción de las imágenes urbanas a los vaivenes y valores del mercado las convierte en una instancia sumamente precaria y lábil, en muchos casos, efímera. Efímera e intercambiable es también la identificación de los planteles con cada uno de los clubes-ciudades ya que su permanencia se subordina a los movimientos del mercado laboral deportivo, despojando de "sacralidad" ciertos aspectos ligados a la concepción del deporte como juego y no como mera mercancía. El "amor a la camiseta", la adscripción incondicional que operaba como valor en ciertos imaginarios deportivos tiene los límites concretos de un contrato más ventajoso con un club "otro", así se trate del más acérrimo rival. Además, regida por criterios de rentabilidad, la producción de eventos identificatorios de las ciudades tiene en su base principios excluyentes: aunque son presentados como "la fiesta de toda la ciudad" no existe un acceso igualitario al disfrute de los rituales en donde se corporizan las nuevas identidades urbanas. La privatización de "la fiesta" es sólo un ejemplo más de que, finalmente y como afirmó el intendente municipal de uno de estos centros urbanos, la ciudad es "para el que pueda pagarla". FUEGOS DE ARTIFICIO Olavarría no cuenta ya con un equipo que la represente como ciudad en el básquet de elite. El Turismo de Carretera –en la propia Capital del TC- celebra su ritual “tuerca” si la Asociación de Corredores de Turismo de Carretera (ACTC) decide incluir al Autódromo Sudamericano de Olavarría en la grilla anual de carreras, siguiendo prospecciones de rentabilidad posible. “Cómo podemos ser Capital de algo que no tenemos o apenas tenemos?” surge la incerteza como interrogante desde los imaginarios de sentido común, mientras se descree –tomando como indicadores ciertos aspectos de la realidad vivida- de los intentos nominativos de Capital de la Región o Ciudad de la salud con que fuera oficialmente investida en los últimos tiempos. Azul ya no vibra entre saques y remates alentando a su ciudad a través de Olympicus y desde que fuera nominada oficialmente como “Ciudad Cervantina” sustituyó desde los imaginarios dominantes los emblemas deportivos identitarios por la figura del Quijote. El Festival Cervantino lleva como slogan de la ciudad “Soy Quixote”, enlazando aquella imagen de “ciudad cultural” enciclopedista y libresca con los modelos urbanos estratégicos globales y entendiendo –desde los imaginarios oficiales- la presencia de España en América como un inocente y feliz “encuentro de culturas”. Como si fueran un juego de pirotecnia, las imágenes urbanas sometidas a las reglas del mercado deslumbran brevemente y aunque sus huellas no desaparecen totalmente de los imaginarios, en ausencia de su referente (para el caso del deporte), parecen quedar flotando en un campo de incertidumbre y cargadas del valor de la nostalgia. Fugaces y momentáneamente exitistas imágenes urbanas, de futuro incierto, atadas a un prisma que hace de la competencia, la gloria y la trascendencia mediática una oportunidad para decirse como territorio. “Ciudades ocasionales” las llama Otilia Fiori Arantes (2001), ciudades al servicio de un acontecimiento que constituye cada imagen urbana en estos tiempos de crisis endémica. Y aunque pretenden enunciar -como los mitos de los órdenes urbanos anteriores- un mundo de inclusión, muchos siguen afuera de la cancha o debajo de Rocinante, expropiados de su ciudad, ensayando imaginariamente cómo sería el mundo si fueran en algún momento los "dueños de la pelota" o quienes la emprenden, con las riendas en la mano, contra los molinos de viento reales de la exclusión. BIBLIOGRAFIA ALTHABE, G. 1995. Urbanisation et enjeux cotidiannes. Terraines ethnologiques dans la France actuelle, L`Harmattan, Paris. ANSART, P. 1986 Ideologías, conflictos y poder. Premia, México. BOGGI, S. 2001 Un lugar en el podio. Olavarría, Capital del TC. La construcción de una identidad urbana en tiempos de crisis. Tesis de Licenciatura, FACSO, UNCPBA, inéd. COLOMBO, E. et. al. 1989 El imaginario social. Tupac, Montevideo. FIORI ARANTES, O. Pasen y vean…Imagen y city-marketing en las nuevas estrategias urbanas. Revista Punto de vista Nro 66, Buenos Aires. FRYDEMBERG, J. 2001. "La crisis de la tradición y el modelo asociacionista en los clubes de fútbol argentinos. Algunas reflexiones." En: Estudios sobre deporte (Aisenstein, Di Giano, Frydemberg, Guterman), Bs. As., Libros del Rojas, Buenos Aires. GRAVANO, A.2005. Imaginarios sociales de la ciudad media. Emblemas, fragmentaciones y otredades urbanas. (A.Gravano comp.), Reun, Tandil. IMBERT, G. 2003. El zoo visual. De la televisión espectacular a la televisión especular, Gedisa. Barcelona. LYNCH, K. 1966 La imagen de la ciudad. Infinito, Buenos Aires. MONS, A. 1992 La metáfora social, imagen, territorio, comunicación. Nueva Visión, Buenos Aires. SILVA, A. 1992 Imaginarios urbanos, Bogotá y Sao Paulo: cultura y comunicación urbana en América Latina. Tercer Mundo Editores, Bogotá. TURNER, Victor, 1980 La selva de los símbolos, Siglo XXI, Madrid. WILLIAMS, R. 1980 Marxismo y literatura, Península, Barcelona.
[1] [1]Tomamos esta distinción de Gravano (2005), que clasifica los imaginarios en: institucional cuya fuente de emisión y producción puede constatarse documentos, prácticas y discursos oficiales; el imaginario erudito, compuesto por el conjunto de imágenes de la ciudad presentes en los estudios académicos, principalmente en las historias locales de las ciudades; el imaginario de sentido común, construido en forma colectiva, que puede coincidir o no con el oficial (si este es hegemónico), que puede ser calificado de popular -en sentido gramsciano- en la medida que se oponga al hegemónico. [1] Uno de los campos del escudo es color rojo, simbolizando la sangre vertida en el proceso de construcción de la "frontera". Según se afirma se trata de la sangre de "indios" y "blancos", aunque la letra del himno se coloca ideológicamente del lado "civilizado": "tus calles gritos de malón sintieron y en ellas muchos héroes perecieron/Gloria a Pedro Burgos " [el fundador], "gloria a aquel fortín". [1] Hemos analizado estos aspectos en Boggi, Silvia. Un lugar en el podio. Olavarría, Capital del TC. La construcción de una identidad urbana en tiempos de crisis. Tesis de Grado, Facultad de Cs.Sociales, UNCPBA, 2001, inéd. [1] Esta situación ha derivado en frecuentes debates acerca del modelo que debieran asumir estas instituciones, que nacidas mayoritariamente bajo un ideario asociacionista, entran en contradicción con la propuesta dominante del modelo empresarial de club.(Frydemberg, 2001) |
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