Capacitaciones

Newsletter Nº 6


< volver

Ira Jornada de Enseñanza de la Comunicación Social en el Nivel Polimodal.

Olavarría 2006

 

La escritura académica desde y sobre los jóvenes: 

una experiencia escolar sobre el espesor político de la comunicación

 María Victoria Martin y Laura Pérez de Stéfano

wpe30.jpg (21478 bytes)

Introducción

El trabajo presenta el libro Miradas desde y sobre los jóvenes platenses del siglo XXI (2002). Esta compilación, que reúne siete investigaciones en torno a un mismo eje,  propone un recorrido por algunas prácticas que dan cuenta de la construcción de la identidad juvenil en un escenario local (La Plata). El interés del trayecto radica en el hecho de que han sido alumnos del último año del Nivel Polimodal quienes registraron y reflexionaron críticamente sobre sí mismos y sus semejantes, anclando dicho análisis en un espacio cotidiano próximo, que los reflejara y en el cual pudieran reflejarse. Creemos que posicionar a los jóvenes como actores capaces de ofrecer respuestas sobre los diversos modos en que se instalan en la trama social, permite proyectarlos en tanto sujetos políticos.

Cabe destacar, además, que es en el ámbito de una institución educativa donde surge esta experiencia colectiva dirigida a priorizar la expresión de sujetos muchas veces condenados al silencio dentro y fuera del escenario escolar. El hecho de que este espacio y sus actores reconozcan la legitimidad de los jóvenes como sujetos de enunciación capaces de producir relatos sobre su propia identidad, empleando estrategias del género discursivo académico como esfera particular de uso social de la lengua, y sostenerlos en la instancia de su difusión pública, da cuenta de una experiencia singular que destierra la peligrosa narrativa política que suele negarles su condición de sujetos reflexivos y capaces de acción. Por lo mismo, puede leerse como una práctica orientada a la construcción y al ejercicio de su ciudadanía (con vistas a una democracia no sólo política sino fundamentalmente social), capaz de contribuir con el corpus de prácticas basadas en el pluralismo, la tolerancia y  la participación.

Se trata, entonces, de presentar y analizar los resultados de una práctica vinculada con el mundo juvenil. La misma, da cuenta del espesor político de la comunicación que se carga de sentido en “el hacer”, que permite fortalecer "nuestra capacidad de producir las preguntas adecuadas en un momento en que nos invaden las respuestas rápidas y las recetas", tal como afirma Rossana Reguillo en el prólogo al volumen.

Los jóvenes como actores sociales

Si bien la pregunta por los jóvenes no es nueva, tampoco lo son las respuestas o investigaciones en torno al fenómeno juvenil. Sin embargo, podemos sostener que la mayor parte de los acercamientos teóricos tienden a cotejar los modos de ser joven de los años '60 y '70 con los de los '80 y '90  privilegiando como parámetro su interés por la esfera pública, leído, sobre todo, en términos de participación política, militancia en los partidos y lucha por el cambio social.  Tal como afirma Urresti “el patrón parece estar siempre puesto en la precedencia histórica, es decir, en la generación mayor, como punto de evaluación de lo que le sobra o le falta a la generación más próxima. En estos contextos, suele constatarse el tránsito diacrónico de los jóvenes desde las utopías hacia el enfriamiento, desde las actitudes idealistas hacia las pragmáticas, desde una voluntad transformadora hacia una integrada y conciliadora”. [1] Desde estas lecturas se enfatiza la despolitización creciente de los jóvenes en la actualidad y la deslegitimación que ellos hacen de las instituciones públicas en general.[2]

Asimismo, debemos considerar que tanto los modos de ser joven como las formas de acercarse a lo juvenil como construcción teórica, no pueden analizarse sin contemplar los contextos socio-históricos a partir de los cuales ambos se configuran. Por eso mismo, es necesario reconocer su multidimensionalidad y heterogeneidad, enmarcada desde una perspectiva comunicacional entendida como el lugar de lucha por los sentidos sociales, es decir, en el terreno de la disputa cultural.

 Repasemos, entonces, distintas formas en que las categorías “juventud” y “jóvenes” han sido conceptualizadas: período preparatorio, etapa problema, actor estratégico del desarrollo y ciudadanía juvenil.

Los dos primeros enfoques (período preparatorio y “juventud” como sinónimo de “problema”), invisibilizan a los sujetos en tanto actores sociales y conducen a bloqueos generacionales que obstaculizan las instancias de integración y diálogo entre los grupos etarios.

La primera de las visiones –la juventud como período preparatorio- sostiene que la juventud es un período preparatorio para la adultez. Por lo tanto, se extiende su dependencia (vinculada con el mundo infantil) al tiempo que se restringe su participación, postergando sus derechos. Desde esta perspectiva, la escuela los interpela por su carácter de "educandos" más que como personas, lo cual, en términos de Freire, correspondería a una concepción “bancaria” de la educación. Resulta necesario recordar que las distancias entre el mundo adulto y el joven, en cuanto a formación se refiere, se pierden en la vorágine de tecnología y vertiginosos cambios que tienen lugar a partir de la revolución científico- técnica y que exigen una capacitación permanente. El conocimiento y la flexibilidad para los aprendizajes pasaron a ser centrales y éstos constituyen el punto fuerte de las capacidades juveniles. Esta situación modifica las categorías tradicionales de rol y jerarquía dada por la experiencia adulta, por lo que este modelo que orientaba la preparación comienza a ser fuertemente cuestionado desde diferentes lugares.

La otra línea entiende a la juventud a partir de generalizaciones de polos sintomáticos y problemáticos, tales como el embarazo, la droga, la delincuencia y, entonces, genera rechazo de otros grupos y enfatiza la necesidad de control. Las “patologías” mencionadas son consideradas como propias de la etapa y no como emergentes de un contexto singular.  Krauskopf advierte que esta perspectiva "tiene un efecto boomerang y lleva a priorizar el control sobre la perturbación social que causan los jóvenes sin fomentar su desarrollo, resolver las situaciones ni reconocer su valor como sujetos de derechos y capital humano"[3].

Las restantes perspectivas (actor estratégico del desarrollo y ciudadanos) reconocen el aporte juvenil a la sociedad y, por ende, hacen imprescindible su participación efectiva en ella.

El tercer enfoque entiende a la juventud como actor protagonista y estratégico del desarrollo, en especial en lo que a la renovación social se refiere, particularmente en el contexto de la reestructuración socioeconómica y la globalización. 

La última visión que consideraremos, vigente desde hace aproximadamente medio siglo, establece que los niños y adolescentes tienen derecho a la ciudadanía. "En la promoción de los derechos humanos toman preeminencia las relaciones cívicas, el fortalecimiento de las capacidades y derechos juveniles y la ampliación de los atributos de la ciudadanía en la constitución de las identidades", señala Dina Krauskopf [4]. En este marco, la noción de ciudadanía excede el derecho formal del ejercicio del voto y alcanza a otras prácticas sociales que cargan de sentido el ejercicio ciudadano. Así, en los últimos años, emergieron nuevas formas de construcción de la ciudadanía que se concretan en la participación de los jóvenes en acciones puntuales, acotadas, iniciativas locales (relacionadas a su vida por cierta proximidad), con metas precisas, de las que aquéllos esperan cierta eficacia. Estos nuevos modos, mediante los cuales los jóvenes hoy muestran su presencia en el escenario público, desplazaron y erosionaron el lugar central que históricamente han tenido las instituciones tradicionales en la construcción de ciudadanía. No obstante, creemos que desde la escuela es posible proponer proyectos de gestión concretos, como el que ha articulado la producción de este libro, sin negar las lógicas de acción parainstitucionales de estos actores sociales. En este sentido, la escuela se vuelve un dispositivo potencial en el fomento de prácticas educativas vinculadas a la comunicación y a la expresión.

Protagonismo para enunciar sus propias significaciones

Nuestro interés radicaba en instalar a los jóvenes como sujetos de enunciación legítimos capaces de describir y dar cuenta de su propia relación con las prácticas próximas que los constituían como actores sociales, sujetos históricos, locutores válidos para la producción de conocimiento.

 Las diversas investigaciones desarrolladas en el libro Miradas desde y sobre los jóvenes platenses del siglo XXI, retoman las conceptualizaciones de joven como actor social complejo y completo, con capacidad de decidir y hablar por sí mismo, y su heterogeneidad; sacándolos de esa mirada omniabarcadora que lo entiende por fuera de su propio discurso. En este sentido, su mirada, y el registro de lo próximo, constituyen un aporte válido si se realiza desde un ángulo crítico que, paradójicamente, exige cierta distancia sobre lo observado; más aún si se contemplan las diferencias, las prácticas que singularizan a los jóvenes y que visibilizan la heterogeneidad mencionada.

Por lo tanto, cuando hablamos de los jóvenes (lejos de segmentaciones etarias o biológicas), nos referimos a grupos amalgamados por preferencias y gustos compartidos en relación con la música, indumentaria, modo visual de presentarse ante los otros, espacios de reunión, consumo de medios y de los productos de la cultura mediática, formas de hablar, moverse, entender el mundo e imaginar el futuro. A través de estilos distintos, cada grupo busca crear un espacio imaginario en el cual elaborar su identidad en relación con generaciones anteriores y otros grupos de pares, por lo que resulta impensable una cultura juvenil homogénea. Es desde esta línea de reflexión, que hace hincapié en las tensiones, en las disputas acerca de las prácticas y experiencias sociales y en los frentes de batalla sobre el sentido, en los modos de decir y representar y en la legitimidad de los enunciadores, que comenzamos a recuperar, junto con los alumnos, el espesor político de la comunicación.

 Por otra parte, constituye una experiencia tan enriquecedora como compleja el explicitar, hacer visibles y comunicar por múltiples y variados medios, estas construcciones. En este sentido, cabe destacar que la propia práctica de escritura de los jóvenes se realizó desde su competencia comunicativa. Tal noción supone el dominio del código lingüístico y el conocimiento de “sus condiciones de uso en función de los contextos y situaciones de comunicación y del diverso grado de planificación y formalización  de esos usos concretos”[5]. Por lo mismo, permite a los participantes de una interacción orientar los enunciados en función del propósito comunicativo; posibilita distinguir situaciones comunicativas y contextos de uso y, por lo tanto, seleccionar, entre otros aspectos, el registro lingüístico adecuado; atiende a las propiedades constitutivas de la textualidad, e implementa estrategias para hacer más eficaz la interacción comunicativa. Entonces, partiendo de que los jóvenes poseen destrezas discursivas y que éstas aumentan progresivamente su grado de complejidad a medida que, como lectores y productores de textos/ discursos, se enfrentan a nuevas necesidades de comunicación – en este caso la escritura de artículos  dirigidos a ser compilados en un libro-, se trabajó en la  optimización (optimización que opera con un background) del conjunto de estrategias y habilidades con las que cuentan en tanto usuarios de la lengua, orientándolas al contexto de uso académico que exige una especificidad determinada en la práctica lectora y en las producciones escritas

Para acercar  la escritura de los jóvenes al contexto de uso mencionado, se recorrieron  las propiedades de los textos desde un enfoque textual pragmático, lo que permitió recuperar tanto la coherencia y cohesión textual, como las nociones vinculadas a los usuarios de la lengua y a la propia situación comunicativa (intencionalidad, situacionalidad y  aceptabilidad); se trabajó con el  tipo textual argumentativo en  relación con el propósito comunicativo y en tanto modo particular de organización y jerarquización de la información que comunica un texto y se incluyó, además, la dimensión social del lenguaje, de manera tal que los jóvenes advirtieran que los actos verbales se realizan en  los géneros discursivos y que éstos “prescriben” ciertas características del texto y cierto modo de producirlos e interpretarlos.

Ahora bien, cabe destacar que no se desconoce que las operaciones sobre competencia comunicativa de los alumnos (que involucra varias sub-competencias y, que por lo mismo, debe ser interpretada y contemplada en su complejidad conceptual) han sido traspuestas en términos didácticos y en los distintos niveles de educación a modo de fórmulas o recetas esquemáticas. Por ello, se trató de que los alumnos reflexionaran acerca de la lengua en su relación con el pensamiento, con la realidad y con la propia dimensión social; y que tuvieran herramientas concretas para desarrollar operaciones metalingüísticas que les permitieran controlar la propia práctica de escritura de sus investigaciones y que evidenciaran el carácter procesual de tal escritura que debía ser revisada atendiendo a la intencionalidad comunicativa, al tipo textual y a la esfera de uso social de la lengua que actualiza dispositivos lingüísticos- enunciativos característicos. 

 Tampoco se desconoce que los propios textos que se compilan en el libro representan una experiencia de tránsito por la escritura académica, resuelta con más / menos “rigurosidad” en cada caso; por lo mismo, las producciones resultantes tienen un doble valor: visibilizan un proceso de acercamiento a la lengua en el contexto de uso académico, de ahí el título mismo de “miradas”, y, además, piensan la circulación de escritos realizados por jóvenes en un espacio que tradicionalmente los ha tomado como objetos de investigación y no como sujetos de enunciación y de discurso. Instalarlos como tales implica reconocer "el papel activo de los jóvenes en su capacidad de negociación con las instituciones y estructuras", según señala Reguillo en el prólogo al texto.[6] 

Por las características del propio objeto de observación (cambiante, heterogéneo) y por el carácter mismo de los observadores (que también son agentes involucrados en lo observado), las conclusiones a las que se ha llegado están ligadas a la experiencia singular. Sin embargo, constituyen un intento de leer modos de instalarse en la trama social que, a su vez, son en sí mismos un registro para un segundo nivel de lectura del fenómeno, de ahí su interés. 

Acerca de la escuela como espacio posible para la construcción de ciudadanía

Sin desconocer que la mayor parte de la literatura actual aborda el concepto de “ciudadanía” en relación con el creciente empobrecimiento y exclusión social provocado por la crisis del Estado de bienestar, nos interesó hacer foco en una concepción activa que define la ciudadanía en “el hacer”, en las prácticas concretas. Esta conceptualización entiende que "el individuo, mediante el aprendizaje de códigos, conocimientos y el ensayo práctico, construye su ciudadanía." [7] Ahora bien, para que los jóvenes puedan ser partícipes de la sociedad en su carácter de ciudadanos, es necesario un esfuerzo social de instituciones tales como la familia y la escuela, llamadas a su fortalecimiento[8]. 

Según Sandoval, “la voluntad de participación ciudadana en el mundo juvenil tiene como base la confianza en las instituciones, así como también la conciencia juvenil de influir y ser escuchados por las mismas”[9]. Ahora bien, para que la escuela se convierta en espacio propicio para fomentar tal participación, resultan imprescindibles, a nuestro juicio, tres condiciones: un verdadero diálogo intergeneracional, el reconocimiento mutuo de los actores involucrados como interlocutores válidos y legítimos respecto de las percepciones sobre el entorno y, por último, la construcción de significados compartidos que conduzcan a toda la comunidad educativa hacia visiones y soluciones “negociadas”. Tales condiciones se distancian de la tradicional imposición que realiza la escuela moderna a partir de los principios de adultocentrismo, adultismo[10] y los bloqueos generacionales

Más allá de las dificultades por las que atraviesa la escuela como institución, consideramos que es posible instalarla como espacio significativo en la construcción de la ciudadanía. No obstante, cabe formular una advertencia: no alcanza con fortalecer el acceso de los jóvenes a la información y al conocimiento, como proponen las corrientes que entienden estos recursos desde su carácter democratizante, sino que resulta ineludible propiciar y concretar su producción y difusión. En este marco, inscribimos el proyecto Miradas desde y sobre los jóvenes platenses del siglo XXI. Es decir, sostenemos que la escuela resulta central en la construcción de cultura (prácticas y saberes) y no debería apuntar a la mera transmisión de los mismos.  

Entre las principales características del proyecto y proceso de trabajo en general y del producto final, subrayamos que:

Se tuvieron en cuenta los intereses, expectativas y saberes de los jóvenes involucrados, quienes fueron protagonistas de prácticas (de participación, expresión y comunicación) concretas.

Se propuso motivar, interesar, movilizar y desarrollar conocimientos significativos en la vida de las personas, en este caso, vinculados a su propia visión y forma de instalarse en el mundo.

Se tuvo en cuenta a los jóvenes como sujetos constituidos a partir de su intervención en distintas dimensiones y campos sociales, y no sólo en su condición de alumnos (dimensión educativo-institucional).

Se priorizó la formación de personas y ciudadanos con comprensiones multidimensionales y transdisciplinarias a partir del registro de lo propio y lo próximo en un escenario local en diálogo con conceptualizaciones teóricas.

Se fomentó una experiencia que les permitiera desarrollar su sentido de pertenencia dentro del colectivo juvenil. 

Entonces, a modo de cierre, proponemos como líneas de acción de toda experiencia comunicativa en el ámbito de las instituciones educativas, las siguientes:

Entender a los jóvenes como actores sociales atravesados por múltiples dimensiones

Reivindicar su protagonismo para enunciar sus propias significaciones a través de expresiones y soportes diversos

Propiciar comprensiones multidimensionales y transdisciplinarias de índole etnográfica

Fortalecer su inserción institucional, grupal e identitaria

Pensar la circulación de producciones realizadas por los jóvenes en un espacio y esfera de uso social de la lengua académicos (que tradicionalmente los ha tomado como objetos de investigación y no como sujetos de enunciación y de discurso)

Se trata, en definitiva, de transitar, reconocer y darle visibilidad pública[11] a los múltiples sentidos y prácticas que instalan la ciudadanía de los jóvenes no sólo como relato sino como ejercicio posible. Esto es, recuperar el espesor político de la comunicación.

Bibliografía

AAVV: Movimientos juveniles en América Latina pachuchos, malandros y punketas. Ed Ariel, Barcelona, 2002

Balardini, S. (comp.) (1999): La participación social y política de los jóvenes en el horizonte del nuevo siglo, Buenos Aires, CLACSO.

Beaugrande, R. y Dressler, W. (1997): Introducción a la lingüística del texto,  Barcelona, Ariel.

Castoriadis, C.: El avance de la insignificancia, s/f

Krauskopf, D. (s/f): "La construcción de políticas de juventud en América Latina".

Lomas et al (1993): Ciencias del lenguaje, competencia comunicativa y enseñanza de la lengua, Barcelona: Paidós.

Martin M.V. y Pérez de Stéfano, L. (dir.)(2002): Miradas desde y sobre los jóvenes platenses del siglo XXI, La Plata, Ediciones del Colegio "del Centenario".

Martin M.V. y Pérez de Stéfano, L.: "Miradas desde y sobre los jóvenes platenses del siglo XXI: una experiencia colectiva que propicia la participación ciudadana desde la escuela", publicada en Kairos. Revista de temas sociales (ISSN 1514-9331) N° 14. Fices, Universidad Nacional de San Luis.  Octubre de 2004. En http://www2.fices.unsl.edu.ar/~kairos/

Martin M.V. y Pérez de Stéfano, L.: "Miradas desde y sobre los jóvenes platenses del siglo XXI: una experiencia que propicia la participación ciudadana desde la escuela", ponencia presentada en el Simposio Antropología y Juventud en el VII Congreso argentino de Antropología Social, Villa Giardino (Córdoba), 25-28 de mayo de 2004.

Martin M.V.: “Los medios de comunicación como proceso de enseñanza”, Tesis de la Maestría en Planificación y Gestión de Procesos Comunicacionales (PLANGESCO), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata. Marzo de 2006.

Reguillo Cruz, R. (2000): Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto, Buenos Aires, Norma.

CV´s

María Victoria Martin es Magíster en Planificación y Gestión de Procesos Comunicacionales (2005) por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata con la tesis "Los medios de comunicación como problema de enseñanza"; Profesora (1998) y Licenciada en Comunicación (1996) de la misma institución, lugar donde se desempeña como docente- investigador en el área de comunicación/ educación. Ex Becaria de Formación en Investigación- Universidad Nacional de La Plata, con los proyectos "Jóvenes en el Polimodal: cultura mediática e identidad" (abril 2004- marzo 2006); "La formación de docentes universitarios para el abordaje de los desplazamientos culturales en torno a la cultura mediática" (2002-2004) y "Los medios de comunicación como problema de enseñanza y aprendizaje" (2000-2002). Actualmente, ejerce la docencia en el nivel polimodal, superior y universitario (grado y posgrado) y como capacitadora en temáticas juveniles en el marco del Programa "Escuela Itinerante" (PROMSE), del área de Gestión Curricular  del Ministerio de Educación de la Nación Ha participado en numerosos encuentros científicos del ámbito nacional e internacional y ha divulgado trabajos en diversas publicaciones académicas.

Laura Pérez de Stéfano es Profesora en Letras egresada la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (1999). Asimismo, ha sido becaria del Programa "Lengua, cultura e investigación hispánicas para extranjeros en España", organizado por la Agencia Española de Cooperación Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores de España (2003). Ejerce la docencia en los niveles polimodal y universitario. Es profesora de la Universidad Nacional de La Plata en el curso  introductorio y de nivelación a las carreras de Abogacía (Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales) y de Letras (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación);  donde, además, integra la cátedra de "Lingüística" para Letras y Lenguas Modernas. Asimismo, se desempeña como docente en la asignatura "Planificación comunicacional de Campañas Políticas" de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata. Participa del Programa de Incentivos a docentes investigadores de la Secretaría de Ciencia y Técnica de esa casa de estudios. Ha concurrido a numerosos encuentros académicos del ámbito nacional e internacional y ha divulgado trabajos en diversas publicaciones. Actualmente, se encuentra trabajando en la conclusión de su tesis de Licenciatura.


[1] M. Urresti (1999): “Paradigmas de participación juvenil: un balance histórico”, en Sergio Balardini (comp.), La participación social y política de los jóvenes en el horizonte del nuevo siglo, Buenos Aires,CLACSO, p. 177.

[2] Además, cabe destacar que aquellos que construyen paradigmas diferentes de juventud como productos emergentes de épocas, se encuentran atravesados por su propio modo de vivenciar la juventud vinculados con la historia política y social  de las décadas del '70 y '80. Véase M. Urresti (2000): Op. Cit.

[3] D. Krauskopf  (2000): "Dimensiones críticas en la participación social de las juventudes", en Sergio Balardini (comp.), La participación social y política de los jóvenes en el horizonte del nuevo siglo, Buenos Aires, CLACSO, p. 126.

[4] D. Krauskopf (2000): Op. cit., p. 123

[5] Lomas et al (1993):. Ciencias del lenguaje, competencia comunicativa y enseñanza de la lengua, Barcelona: Paidós.

[6] R. Reguillo Cruz : Op.cit., p.36.

[7] M. Sandoval: Op.cit., p. 151.

[8] Cabe señalar aquí que en las últimas dos décadas se han hecho visibles una serie de prácticas no institucionalizadas que cargan de sentido la participación ciudadana. Ocuparnos de éstas excede los límites del presente trabajo aunque no dejamos de subrayar su importancia.  

[9] M. Sandoval (1999): La relación entre los cambios culturales de fines de siglo y la participación social y política de los jóvenes”, en Sergio Balardini (comp.), Op. Cit., p. 151.

[10] El adultismo supone la adopción de formas de actuar, vestirse, actuar, etc. por parte de los jóvenes, sólo con la intención de que sean reconocidas por los adultos.

[11] En el caso concreto del libro, dicha visibilidad se materializó en la producción, impresión y circulación de las investigaciones realizadas por alumnos del Nivel Polimodal acerca de su identidad, e incluso en  la propia repercusión que la compilación tuvo en espacios diversos, desde ámbitos académicos universitarios hasta medios periodísticos, repercusión que supone reconocerlos como sujetos de enunciación legítimos en una práctica concreta de ciudadanía.


[1] Título original: “Configuraciones sociales y didácticas en la enseñanza de la comunicación Social. Estudio realizado con estudiantes del Profesorado de Comunicación Social de la FACSO, UNICEN.” (Errobidart, 2005)

Una versión similar a esta ponencia, ha sido publicada en la Revista Questions, de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP,  invierno de 2006.

[2]El problema de la investigación se plantea como un problema complejo, dinámico y evolutivo que defino del siguiente modo: -los saberes  de los docentes –en este caso, los saberes de la formación inicial- se van desplazando del sentido que le confieren sus esquemas teóricos, hasta constituirse en esquemas de acción que suelen guardar escasa relación con los enunciados teóricos construidos durante la formación inicial.  Así, la intencionalidad comunicativa que sustentaran las concepciones de enseñanza-aprendizaje construidas durante el proceso de formación, va siendo reemplazada –en sus prácticas- por una concepción instrumental y técnica de la comunicación y acumulativa de información, respecto del proceso enseñanza-aprendizaje.

[3] Tomando palabras de Leonardo Schvarstein (1992), se entiende por institución a un nivel de la realidad social que  define cuanto está establecido. Así una institución define también los roles asociados a ella. Este es el caso del docente  y del alumno. Se reconoce como instituido que es el docente quien posee el conocimiento, y el alumno el que aprende.

Así, lo instituido es aquello que está establecido, el conjunto de normas y valores dominantes. Pero del  mismo modo que la norma produce adhesiones, genera también resistencias: es el principio del cambio social, la existencia de fuerzas instituyentes.

[4] Y dentro de ellas, las teorías pedagógicas de la resistencia, hoy orientadas hacia la pedagogía radical crítica (Apple, 1996; McLAren, 1997; Torres, 2004, Goriux, 1997, entre otros) .

[5] Sacristán se basa en estudios previos realizados por Doyle y Jackson, como lo expone en el capítulo mencionado)

[6] “la manera particular que despliega el docente para favorecer los procesos de construcción de conocimiento. Esto implica una construcción elaborada en la que se pueden reconocer los modos como el docente aborda múltiples temas de su campo disciplinar y que se expresa en el tratamiento de los contenidos, su particular recorte, los supuestos que maneja respecto del aprendizaje, la utilización de prácticas metacognitivas, los vínculos que establece en la clase con las prácticas profesionales involucradas en el campo de la disciplina de que se trata,  el estilo de la negociación de significados que genera, las relaciones entre la práctica y la teoría que incluyen lo metódico y la particular relación entre el saber y el ignorar. Todo ello evidencia una clara intención de enseñar, de favorecer la comprensión de los alumnos y de generar procesos de construcción de conocimiento, con lo cual se distinguen claramente de aquellas configuraciones no didácticas, que implican solo la exposición de ideas o temas, sin tomar en cuanta los procesos de aprender del alumno” (Littwin, p: 97-98)

[7] Esta situación podría remitir al trabajo de Paul Willis (1978) “Aprendiendo a trabajar. Cómo los chicos de clase obrera consiguen trabajo de clase obrera”. Es una etnografía escolar en la que el autor revela las situaciones a través de las cuales un grupo de estudiantes de una escuela media de sectores  marginales, se resiste a aceptar las influencias de sus maestros, aunque estas conlleven buenas propuestas, condenándose al abandono del sistema escolar. 

Si bien  este análisis no podría constituirse en una analogía con esa situación descripta por Willis, deja abierta la inquietud para la realización de nuevos estudios sobre esta temática.

[8] Esto se enuncia de este modo porque la practicante, si bien manifiesta sus intenciones en cuanto al proceso de enseñanza y aprendizaje, no parece “situar” -en términos de comprender lo que sucede en el salón de clases- sus propuestas y las reflexiones  sobre ella, en todos los casos. En ocasiones, parece referir a otra realidad que la que se observa, y ella mantiene un discurso paralelo a los  sucesos que los demás actores perciben como “caótico”.