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La siguiente ponencia es un trabajo inédito  presentado en el “8º Congreso Argentino de Antropología Social; Globalidad y diversidad tensiones contemporáneas” que se llevó a cabo en la ciudad de Salta durante los días 19 al 22 de septiembre de 2006. Este congreso fue declarado de Interés Provincial (decreto Nº 1662). 

El juego social de la lástima: una aproximación a su dimensión micropolítica

COPYRIGHT © 2006 Todos los derechos reservados

  

Juan Pablo Matta

juanpablomatta@infovia.com.ar

UNCPBA–FACSO

(Departamento de Antropología Social)

Resumen

Este trabajo se inscribe en un proyecto más amplio de tesis de licenciatura que tiene por objeto problematizar el juego social de la lástima en distintos campos sociales. El concepto de lástima, como categoría sociológica, ha sido abordado por la antropología social sólo de modo indirecto, y carece de filiación conceptual. Sin embargo, al adentrarnos en su análisis hallamos que su constitución, su uso, en definitiva su práctica pone de relieve un complejo juego social. Existen momentos y lugares comunes donde, desde una mirada ligera, se puede pensar que la lástima tiene presencia, pero no son estos lugares los únicos donde ésta aparece. Mas bien la lástima se constituye como parte de un mecanismo social extendido en el cual los actores participan realizando intercambios de diversos órdenes. Se trata de un juego social donde se articulan intereses, inversiones, creencias, acuerdos y capitales cuyos valores relativos dependen de un campo y sus reglas. La lástima es una práctica de interpelación legitimante que, montada sobre determinadas acciones en condiciones socioculturales particulares, hace de ellas una práctica eficaz.

Para esta ocasión, y desde una perspectiva relacional de la sociedad, se enfocará la dimensión micropolítica de la problemática partiendo por reconocer que dar lástima es siempre, y al mismo tiempo, someterse a una valoración y en consecuencia, delegar grados de poder a un otro. Toda relación social contenida en este juego establece un tipo particular de relación política entre quienes interpelan y quienes son interpelados por la lástima. El objetivo de esta ponencia es desarrollar esta dimensión micropolítica de la lástima. Para ello el autor presentará distintos casos empíricos con el fin de establecer, mediante su análisis, las relaciones teóricas y prácticas que se manifiestan en el juego social de la lástima.

Introducción – planteamiento del problema

Los seres humanos producen y reproducen la estructura social a través de los continuos, complejos y diversos intercambios que realizan en sus interacciones cotidianas. La puesta en práctica de estos intercambios posibilita la estructuración de diversos tipos de relaciones sociales. En esta ponencia abordaremos la lástima como un tipo particular de relación social que se estructura sobre la base de un complejo de intercambios sociales combinando elementos de diferentes órdenes.

Lástima, nos indica el habla popular, se da, se tiene. Es frecuente escuchar en las interacciones diarias expresiones tales como: dio lástima; está dando lástima; di lástima; etc. Extrañar[1] esta realidad del discurso nos lleva a interrogarnos si se trata de un desajuste del habla o si, por el contrario, esta afirmación nos indica parte de una realidad sociológica opacada. Sostendremos que se trata de lo segundo y tomaremos este acto fallido del habla como la pista fundamental de este trabajo. Es decir, partiremos por reconocer que la lástima se da y pone en juego un tipo particular de intercambio que define una relación social.

Ahora bien, los intercambios sociales han constituido un eje clásico de análisis para la antropología social tanto en su versión francesa, como en la británica, y en menor medida, en la norteamericana. Esto ha definido un amplio espectro teórico para abordarlos. Tomaremos, para esta ocasión, una proposición básica de todas estas tradiciones que, al situarse en un nivel general de abstracción, se convierte en el punto de partida de todo análisis social sobre el fenómeno del intercambio. Nos referimos a la proposición teórica que afirma que el acto de dar instaura siempre un tipo particular de relación social.

Aceptando lo advertido por el habla popular (la lástima se da) y, tomando la proposición teórica de la antropología social de que el hecho de dar algo implica siempre un tipo particular de relación social, entonces una pregunta se presenta ineludible: ¿qué tipo de relación social funda el dar lástima? Más precisamente, nos preguntamos qué tipo de prácticas, lógicas y agentes se constituyen en este tipo de relación social.

La relación social de la lástima; algunas definiciones

Para intentar responder tales interrogantes es necesario descomponerlos en otros más específicos que nos permitan definir algunos puntos de partida teóricos. En primer lugar conviene preguntarse: ¿Qué es una relación social? Más específicamente: ¿cómo podemos, respondiendo a los criterios operativos de este trabajo, conceptuar una relación social? Danielle Lafontaine sostiene que el concepto relación social recubre dos series de interrogaciones diferentes: una sobre los polos que la relación une sensatamente, la otra sobre la dimensión propiamente vinculadora de la relación. Lafontaine (1984)  Comenzaremos por abordar el primer grupo de interrogantes: ¿cuáles son los polos de la relación? para luego desarrollar su dimensión vinculadora.

Sí la lástima se da, en primer término, debe haber un agente poseedor que en determinado contexto instrumenta algún dispositivo de entrega o de producción de una cosa para el intercambio. Por su parte, para hablar de relación, debe haber en el polo opuesto al primero un agente que reciba lo dado, que se lo apropie. De esta forma, la relación lastimosa está constituida por un mínimo de dos agentes sociales, cada uno de los cuales se ubica en una posición específica de la relación. Por un lugar se encuentra el poseedor de la lástima que, previo proceso de construcción de una narrativa sobre sí mismo y movido por algún tipo de interés, instrumenta la entrega de su lástima. En el polo opuesto se encuentra un tipo de agente para quien la apropiación de la lástima implica la satisfacción de algún tipo de interés y, con el fin de concretar el intercambio, ofrece algún bien a cambio. Al primero lo llamaremos agente lastimoso mientras que al segundo agente humanitario[2].

En un espacio intermedio entre estos dos polos, en ocasiones, se ubica un tercer actor social que denominaremos el empresario de la lástima. Sin encuadrarse en la definición de ninguno de los dos agentes ya definidos, utiliza ambas identidades actuando como mediador entre ellos. Su participación entre ambos polos la realiza en calidad de representante. Se ubica entre uno y el otro siendo en cada polo el delegado/portador del otro. El interés que motiva la práctica de este actor combina tanto elementos simbólicos como materiales. Esta posición tiene como principal implicancia social que otorga prestigio a quien la ocupa, por lo que se convierte en un excelente mecanismo de acumulación de capital simbólico. El prestigio, en tanto capital simbólico, es un tipo de capital flexible puesto que, una vez acumulado, es intercambiable por una amplia gama de otros tipos de capital (económicos, sociales, políticos, culturales, etc).

Pero, si como hemos sostenido, esta relación se estructura en un tipo particular de intercambio, cabe preguntarse por los elementos del intercambio, es decir por lo que Lafontaine distinguió como la dimensión propiamente vinculadora de la relación. Realizar esta interrogación nos demanda introducirnos en la noción de lástima, ya que es éste el elemento fundamental intercambiado. Lástima, sostenemos en este trabajo, es una narrativa construida sobre la bases de un discurso biográfico patético[3] (real o ficticio)[4], que de acuerdo a la valorización social que reciba puede ser intercambiado por algún otro tipo de bien. Se trata de retazos biográficos estructurados en narrativas que poseen dos características principales: a) se construyen con fragmentos que socialmente han sido definidos como situaciones de sufrimiento y, b) el portador de ese sufrimiento debe presentar su situación como resultado de un infortunio; debe resaltar su condición irreversible de víctima. Es precisamente sobre el sufrimiento y sobre la figura de víctima que se estructuran estos retazos biográficos. Para que la relación lastimosa sea eficaz el agente lastimoso debe presentar su situación como un sufrimiento no merecido, debe definir su situación como víctima sufriente.

De la misma forma, para que pueda convertirse en un elemento para el intercambio, la lástima debe ser construida, organizada en una narrativa, de tal forma que se convierta en una cosa. Esta necesidad lógica del proceso nos exige observar las formas históricas en que el agente produce esta narrativa en su particular contexto sociocultural; el modo en que el agente lastimoso convierte su biografía en una cosa para el intercambio. Su producción se insertará, además, en una especie de mercado de las biografías patéticas en donde se encuentra definido el valor específico de estas narrativas. Bernard Hours sostiene al respecto que “el marketing directo sobre los donantes se inauguró en Francia a través las asociaciones de urgencia (MSF, MDM, AICF) que comenzaron a “vender” al público las míseras imágenes de las grandes catástrofes naturales o políticas. Nació así el “charity business” (Kouchner) o el “bazar de la caridad” (Contamines)…” Hours (2006) De esta forma, y de acuerdo a la capacidad de ciertas figuras patéticas para generar conmiseración, se edifican los tópicos de la lástima que determinan el valor relativo en el mercado de las biografías patéticas de cada una de ellas.

Ahora bien, definido en términos operacionales el concepto lástima, conviene detenernos brevemente en el concepto de dar. Maurice Godelier distingue el acto de dar, del de guardar y el de vender. “Vender, afirma Godelier, es operar una separación entre personas y cosas, dar es siempre conservar algo de la persona en la cosa dada; guardar es no separar las cosas de las personas.” Godelier (1997 el destacado es  nuestro) El acto de dar, entonces, implica una separación incompleta entre la cosa dada y la persona. Es decir, la cosa permanece en la persona y la persona en la cosa aun después del intercambio.

Este concepto de dar se articula en términos lógicos con la definición que de lástima hemos dado mas arriba. Si dar es mantener algo de la persona en la cosa dada y, si la lástima es un retazo biográfico estructurado en una narrativa, es completamente lógico afirmar que la lástima se encuadra en el acto de dar, ya que por estar basada en una biografía, la lástima, en tanto cosa intercambiada, mantendrá siempre algo de la persona que la da.

Ahora bien, como afirma Pierre Bourdieu “los agentes sociales no llevan a cabo actos gratuitos.” Bourdieu (2002) Existe siempre una razón (una razón práctica) en la acción, lo que los filósofos denominan el principio de razón suficiente. Entonces nos preguntamos: ¿Cuál es la razón, el interés que motiva al agente a dar lástima?

Esta pregunta puede ser abordada, desde una perspectiva antropológica, enmarcando la acción de dar lástima en una relación basada en un tipo particular de intercambio. Hablar de intercambio es establecer relacionalmente la articulación entre el acto de dar y el de recibir. Si se da es a cambio de algo; Recibir es lo que motiva el dar. Mauss y Hubert en su célebre ensayo, escriben que "si el sacrificante (...) dona es, en parte, para recibir. El sacrificio se presenta bajo un doble aspecto. Es un acto útil y es una obligación. El desinterés se mezcla con el interés.” Cit. en Contreras (2006)

El acto de dar es motivado por el Interés en recibir algo a cambio. Pero ¿qué recibe a cambio quien da lástima? Es aquí donde radica lo heterogéneo de la relación, ya que su especificidad no se basa en lo que se recibe a cambio sino que se ubica en lo que se da. El elemento estructurador del vinculo en este tipo de intercambios es la lástima y no su contraprestación. En este nivel de abstracción no se puede establecer el tipo de bien que se recibe a cambio. Sin embargo, si aceptamos que el acto de dar está motivado por el interés en recibir algo a cambio, quiere decir que del lado opuesto a la lástima debe haber un otro que devuelva, es decir, que dé nuevamente. Siguiendo con el mismo razonamiento, ese acto de dar debe estar motivado del mismo modo por algún tipo de interés que sí podemos definir. Precisamente, lo que motiva al agente humanitario a dar (devolver) es su interés en recibir a cambio los fragmentos biográficos patéticos que constituyen la lástima. Y existe interés en recibir esos fragmentos, debido a que en su traspaso, el agente humanitario lo transforma en un tipo nuevo de capital que le permite a dicho agente modificar su definición social de sí mismo y de esta forma acumular capital simbólico en forma de prestigio.

El tipo de capital acumulado por el agente humanitario se inscribe en lo que Bourdieu denomina un capital simbólico. El "capital simbólico", en palabras del sociólogo francés, es "cualquier propiedad (cualquier tipo de capital, físico, económico, cultural, social) cuando es percibida por agentes sociales cuyas categorías de percepción son de tal naturaleza que les permite conocerla (distinguirla) y reconocerla, conferirle algún valor." Bourdieu (2002) Sólo quienes han acumulado un "capital simbólico" suficiente se hallan en disposición de reconvertirlo en "capital económico". A su vez, quienes han acumulado "capital económico" también tienen la posibilidad de transformarlo -aunque sea gastándolo, como en el potlatch - en "capital simbólico". Del mismo modo, las donaciones o inversiones a fondo perdido son recuperables en la medida en que aseguran una contradonación más valiosa en forma de reconocimiento. Contreras (2006) El acto de dar del agente humanitario es un tipo de inversión que se presenta como si fuera a fondo perdido, pero que sin embargo su verdad es contraria, puesto que se realiza en la medida en que se asegura su contradonación simbólica.

De acuerdo con lo apuntado hasta aquí, el intercambio de la lástima se manifiesta en una doble relacionalidad. Ambos extremos dan y reciben simultáneamente. Ambos están motivados por intereses que condicionan su contraprestación, en tanto cada cual debe dar aquello que satisfaga el interés del otro. Pero este intercambio no se da en el vacío; por el contrario es el contexto cultural y social el que lo hace posible y le da sentido. Es un intercambio que se enmarca en la desigualdad de sus partes. Es producto de las estructuras sociales que a su vez reproduce y actualiza.

Con los aspectos brevemente definidos más arriba quisimos presentar muy esquemáticamente los elementos teóricos mínimos que estamos poniendo en juego para comprender este tipo de relación social. Consideramos que se trata de un fenómeno social extendido que pone en funcionamiento un complejo articulado de prácticas, lógicas y agentes, constituyéndose en un hecho sociocultural singular, suficientemente distinto del resto de los actos sociales y susceptibles de una definición y un abordaje puntual.

Algunos ejemplos para la discusión

Intentaremos articular los elementos teóricos mencionados en los apartados anteriores con diferentes ejemplos empíricos que nos permitan concretar los siguientes objetivos: a) dar cuenta del fenómeno en tanto problemática sociocultural; b) demostrar, mediante el carácter heterogéneo de los ejemplos, su carácter extendido (clase, género, escala, edad, etc.) y; c) indicar la especificidad de cada agente social.

El criterio que utilizamos para presentar los ejemplos que siguen es la centralidad que en ellos los diferentes actores sociales tienen (Agente Lastimoso; Empresario de la Lástima y Agente Humanitario). Si bien este criterio resultó operativo, es necesario recordar que, por tratarse de una relación social compleja, estos agentes se constituyen en sus múltiples interacciones, por lo que resulta imposible hallarlos por fuera de ellas. Considerar por separado a los actores sociales es un ejercicio estrictamente analítico que no se corresponde con su realidad. Por tal motivo, en los ejemplos que siguen, si bien se resalta en términos descriptivos la participación de uno en particular, participan de igual forma el resto de los actores.

Agente Lastimoso:

De acuerdo con lo desarrollado mas arriba, un agente lastimoso es un actor social que construye y dispone para el intercambio, una narrativa sobre sí mismo, resaltando aquellos aspectos de su biografía valorados socialmente como negativos con el fin de conseguir algo a cambio. Erving Goffman en su libro La presentación de la persona en la vida cotidiana nos ofrece una buena referencia de campo para nuestros fines cuando realiza el siguiente comentario:

“Habitantes de la isla de Shetland me han dicho que sus abuelos solían abstenerse de mejorar el aspecto de sus chozas por temor a que el hacendado interpretara dichas mejoras como signos de que se les podía sacar mayores rentas. Esta tradición se ha mantenido de algún modo a través de la exhibición de pobreza que se hacen algunas veces ante el visitador social de Shetland” Goffman (2004)

Más adelante el mismo autor señala que:

“Una investigadora de la Displaced Persons Comisión (Comité de Desplazados de Guerra) suministró información acerca de algunas experiencias interesantes en relación con este tema (idealización negativa – exhibición de pobreza) (...) Es italiana pero de tez y cabello claros decididamente su aspecto no es itálico. Su principal trabajo fue una investigación sobre familias italianas para la FERA. El hecho de no parecer italiana le permitía escuchar por casualidad conversaciones en italiano que indicaban la actitud de los clientes hacia la asistencia social. Por ejemplo, mientras estaba sentada en la habitación del frente hablando con el ama de casa, esta llamaba a su hijo para que viniese a ver a la investigadora, pero advirtiéndole que se pusiese antes los zapatos viejos. O bien escuchaba a la madre o al padre decir a alguien en el fondo de la casa que escondiese el vino o los alimentos antes de que la investigadora entrase.” Goffman (2004)

Situaciones similares a las indicadas por Goffman han sido narradas por trabajadores sociales en mi trabajo de campo en la ciudad de Olavarría[5]. Sin embargo, lo que interesa aquí es señalar cómo se expresan en estos ejemplos algunos de los puntos teóricos desarrollados. De acuerdo a los propósitos teóricos del autor, en ellos se visualiza cierta agencia de los actores que se manifiesta en el hecho de que, evaluada la situación disponen una narrativa biográfica lastimosa destinada a conseguir a cambio una recompensa. Particularmente nos referimos a aquellas acciones dirigidas a proyectar una imagen de la situación que resalte aquellos puntos de la realidad socialmente valorados como indicadores de pobreza y, al mismo tiempo, destinado a ocultar todo rastro de bienestar. Tanto los habitantes de la isla de Shetland como las familias italianas muestran cierto agenciamiento de sus situaciones de pobreza que (bien parecen haber comprendido) dispuesto de acuerdo a ciertas exigencias sociales tienen el efecto de producir recompensas. En estos casos la recompensa será la asistencia del Estado.

Pero detenernos aquí, implicaría dejar de lado las condiciones institucioinales en las cuales se inscriben estas acciones. El antropólogo francés Didier Fassin en una investigación sobre las políticas de reconocimientos hacia los pobres y los inmigrantes en Francia cita la siguiente declaración tomadas de su trabajo de campo: “-Si regreso a mi país, Nigeria, me moriría a los quince días- afirma un hombre con Sida quién aún no tiene el título de residencia quince años después de haber entrado a Francia. La autorización para residir que obtiene algunos meses mas tarde para tratarse le hace decir que esta enfermedad mortal -es lo que hoy le hace vivir-.” Fassin (2003) En este ejemplo se puede visualizar el interjuego entre agencia y estructura. La persona sólo accede a ser reconocida por el estado francés como ciudadano por ser poseedor de una situación de sufrimiento que debe disponer en forma de narrativa. “El cuerpo, enfermo o sufrido, está dotado, en estas situaciones, de una suerte de reconocimiento social que en última instancia se intenta hacer valer cuando todos los otros fundamentos de una legitimidad parecieran haber sido agotados.” (Ibíd.) La agencia del agente lastimoso no se da en el vacío sino que es producto de una estructura que la posibilita.

Empresario de la Lástima

Un empresario de la lástima es un actor que, ubicándose en un espacio social intermedio entre el agente lastimoso y el agente humanitario, se convierte en un intermediario que obtiene recompensas en tales transacciones. Una materialización paradigmática de este tipo ideal de actor en la actualidad son ciertos tipos de ONG. Aparecen como mediadoras necesarias entre los polos de la relación, cobrando un “tasa” por la mediación a cada una de las partes: el agente lastimoso le confieren prestigio y el agente humanitario recursos y accesos sociales entre otros beneficios.

Los ejemplos son numerosos, pero de modo genérico pensamos en todas esas instituciones solidarias que edifican su existencia sobre la base de esta posición social (Caritas, Red Solidaria, Felices los Niños, Fundación Loma Negra, etc.). Como venimos sosteniendo, el prestigio es el tipo de beneficio mayoritario conseguido por estas instituciones sociales y es consecuencia de haber recibido y asumido la representación de la lástima. Sin embargo estas instituciones acumulan, además, beneficios de otro tipo como consecuencia de haber recibido y asumido de igual forma la representación de lo humanitario.

Este doble beneficio de la posición del empresario de la lástima queda reflejado en una experiencia de campo que la antropóloga Laura Zapata relata en un artículo sobre las “prácticas caritativas y políticas de asistencia social en la Argentina”. A partir de la descripción etnográfica, la autora muestra la centralidad que en la organización religiosa caritativa CARITAS adquiere la negación del interés individual: “se trata de un mundo cuya regla de oro es la eliminación (al menos aparente) del interés individual.” Zapata (2004) Mas adelante, mostrando el contraste con esto, la autora reproduce el siguiente fragmento de su diario de campo: “Más tarde, en otro viaje a través del barrio, Susana, la directora de CARITAS, llevaba pan lactal donado a CARITAS en el carrito de su bicicleta. Yo, desde la mía, miraba su bolsa de pan y la naturalidad con la cual lo había cargado. Advirtiendo mi preocupación, Susana me dijo mirándome a los ojos y con un dejo mezclado de confesión y desprecio: -vos te pensás que porque nos llevamos pan o fideos de CARITAS compensamos todo lo que nosotros dejamos ahí. Andando todo el día, para todos lados, buscando donaciones. Mira que uno se va a fijar en el pan que una de nosotras se lleva, ah!..-.” Ibíd.

En este ejemplo se visualiza dos elementos importantes en torno a la figura del empresario de la lástima: por un lado el concreto beneficio material conseguido mediante su participación como intermediario y, por otro, la lógica que produce y justifica tal práctica. Sin dudas no se trata aquí de realizar juicios de valor sobre estas prácticas, sino simplemente, señalar que si el que tomará el pan hubiera sido una persona ajena a la institución, este hubiera sido calificado como un ladrón mientras que en el caso de la directora de la institución, gracias al prestigio que su actividad le confiere, esta puede convertir este acto en legítimo.

De la misma forma que en el ejemplo anterior vimos la apropiación por parte del empresario de la lástima de los recursos donados por los agentes humanitarios daremos a continuación otro ejemplo en donde los beneficios son donados por el agente lastimoso. Las siguientes declaraciones surgieron en una entrevista que concretamos con la directora de una Taller Protegido[6].

Conversando sobre los usos del beneficio de la gratuidad en el transporte público argentino de las personas con discapacidad y un acompañante,[7] la directora de la institución nos cuenta: “Esta señora que el marido ahora viajó y me va a traer las planillas ella tiene una hija Down, (…), en vacaciones de invierno me dice -pobre Carla tres veces viajó a Buenos Aires; una para acompañar a la sobrina, en otra oportunidad para acompañar a la tía- (…)  Porque por ejemplo, Patricio (ex esposo de la directora) tiene que ir a Buenos Aires me dice -no tengo un mango”, “¿me lo prestas a Flavio? (hijo Down de la directora); viaja conmigo, se hace el paseo Flavio y yo no pago y él tampoco.- Es con un acompañante (la exención de pago para los discapacitados en el transporte público). Está bien, usa un derecho que tiene”

En este ejemplo confluyen varios elementos relacionados a nuestra temática: en primer lugar se materializa un beneficio por una condición genética desfavorable (Gratuidad en el transporte público); el Estado, al asignar un derecho extra a un discapacitado, establece con éste una relación lastimosa. Otro elemento es que el beneficio que a cambio de su situación lastimosa el discapacitado consigue puede ser usufructuado por un tercero para su propio beneficio. Es decir, parte de la contraprestación obtenida por la condición desfavorable de las personas con discapacidad es utilizada por las personas que participan en las ONG destinadas a la ayuda del discapacitado.

Debido a  la distancia social que muchas veces separa al agente lastimoso del agente humanitario, el empresario de la lástima se presenta como imprescindible y necesario. Su capacidad es saber operar en dos mundos contrapuestos.

Agente Humanitario

Conviene ahora presentar algún ejemplo que dé cuenta del agenciamiento del agente humanitario. Es este un punto en donde debemos poner especial énfasis debido a que el interés y la lógica que se esconde detrás de las acciones de los agentes humanitarios es, por su posición social y su capacidad política, la parte de la relación que sufre de mayor opacidad social. Empresarios, políticos, ONG, iglesias, en fin, una gran abanico de instituciones sociales obtienen a diario prestigio mediante el mecanismo de la lástima.

En un artículo periodístico del 6 de mayo del 2006 publicado en la revista “Ñ” se lee lo siguiente: “La Bill & Melinda Gates Foundation es la más grande fundación de beneficencia del mundo. Garantiza fondos para la educación universitaria de las minorías discriminadas de los Estados Unidos, para la prevención del SIDA y las enfermedades tropicales en África, y provee 90% del presupuesto sanitario mundial contra la polio. En 2006, Gates donó veintiocho mil millones de dólares a su propia fundación, lo que obliga a ésta, por ley federal, a donar a su vez al menos mil millones anuales en obras como las mencionadas. No satisfecho, en 2005 el dueño de Microsoft hizo una contribución adicional de 750 millones de dólares al Fondo Internacional para la Vacunación contra enfermedades de la pobreza, como la difteria, la tos convulsa y la fiebre amarilla”[8] IGLESIAS (2006 En revista Ñ). En la misma nota se reproduce un texto del psicoanalista y filósofo Slavoj Zizek publicado originalmente en London Review of Books en donde realiza algunos comentarios en referencia a este tema. Para referirse a estos actores (millonario/humanitarios) utiliza en forma irónica el término “Comunistas Liberales”. Hablando del multimillonario George Soros, Zizek señala: “Su rutina diaria es mentira personificada: la mitad de su tiempo lo dedica a especulaciones financieras y la otra mitad, a actividades humanitarias (financiando actividades culturales y democráticas en los pises poscomunistas (…) de forma parecida las dos caras de Gates: un cruel hombre de negocios que destruye o compra a sus competidores y busca un monopolio virtual, usando todas las trampas posibles para sus propósitos…y el mayor filántropo en la historia. En la ética del comunista liberal, la persecución despiadada del beneficio se contrarresta a través de la caridad: esta es hoy la máscara humanitaria que se esconde tras la explotación económica” ZIZEK, (2006 en Revista Ñ).

Resulta muy significativo, desde el marco analítico que desarrollamos, que dos de los hombres más poderosos del mundo dediquen tantos recursos y tiempo a la filantropía. Marshall Shalins advierte que la generosidad es un atributo esencial del poder. Shalins (1983) Nos preguntamos en este punto cuál será la real incidencia que, en la construcción de poder de estos agentes, tiene el fenómeno de la lástima que estamos refiriendo. Zizek pone de manifiesto las contradicciones que exhiben estos actores entre sus prácticas como filántropos y las que realizan como empresarios. Coincidimos con este autor en que la filantropía se convierte en la máscara humanitaria que se esconde tras la explotación, sólo sugerimos que el mecanismo por el cual este proceso se lleva a cabo es el de la lástima.

Los mecanismos de poder y el proceso de opacidad-transparencia.

Puesto que la realidad absoluta del fenómeno del intercambio (como de todo fenómeno social) es considerablemente superior a la capacidad humana de comprenderlo, socialmente se distinguen los elementos que serán visibles de un intercambio. Pero el hecho de que socialmente se distingan ciertos elementos del intercambio en desmedro de otros, no implica que esos otros no estén presentes en la relación, sino simplemente que han sido opacados. Algunos elementos de los intercambios adquirirán mayor visibilidad social y otros serán opacados. Este doble mecanismo social de visibilidad-opacidad no es arbitrario sino que, por el contrario, responde a la particular configuración que el poder presenta en dicha sociedad y que contribuye a reproducirlo.

La mayor parte de la literatura especializada en la temática de las donaciones desinteresadas (caridad, humanitarismos, filantropía, solidaridad, Etc.), no visualizan en el agente lastimoso ningún capital. La relación por lo general se presenta como si éste no dispusiera nada para el intercambio, quedando ubicado en la relación como mero receptor de beneficios. Esta perspectiva se acerca mucho a la visión social que usualmente se tiene de este tipo de actos que no pondera como elementos del intercambio a aquellos vinculados a aspectos simbólicos. Particularmente, en este caso, la narrativa dispuesta para el intercambio por el agente lastimoso no es considerada como tal, entorpeciendo esta perspectiva la visualización de los términos reales del intercambio.

De esta forma, para comprender la configuración del poder en una relación dada será preciso metodológicamente, no sólo identificar la naturaleza de los intercambios que en ella se producen (dimensión necesaria en todo análisis del poder) sino, además, comprender los mecanismos por los cuales esa relación se construye como realidad, estableciendo distinciones que hacen posible el mecanismo de la visibilidad-opacidad. Y esta necesidad metodológica se funda en el hecho de que la estructura del poder está dada por la particular forma que adopta la relación entre estas dos dimensiones fundamentales.

Para el caso de la lástima, la relación de poder queda manifiesta en el hecho de que la percepción social que de ésta se tiene, identifica como donante sólo al agente humanitario e invisibiliza el aporte del agente lastimoso. La definición de la realidad es un atributo y un recurso de los poderosos. Presentar la donación del agente humanitario como un acto desinteresado es, en efecto, una estrategia de poder, dado que al negar su contradon, niega no sólo sus intereses sino también, niega el lugar del donatario en la relación social. Como señala Bourdieu (1992), la donación aparece como desinteresada sólo en la medida en que es capaz de ocultar la contradonación futura: el lapso de tiempo entre ambas encubre la expectativa de recompensa. Para dicho autor (1972), es precisamente el intervalo que transcurre entre el don y el contradon (que no es en absoluto un tiempo muerto, ya que donante y donatario lo utilizan para tejer sus respectivas estrategias) lo que confiere carácter "irreversible a un sistema de intercambios perpetuamente amenazado de aparecer como reversible, esto es, obligado e interesado a la vez". Cit. en Contreras (2006)

El proceso constitutivo del poder en esta relación social depende de la capacidad de los agentes de transformar las narrativas patéticas en prestigio. Pero la condición para que este proceso sea eficaz es el ocultamiento que del interés realiza el agente humanitario. La revelación del interés en el desinterés del agente humanitario privaría a éste de la recompensa de su práctica, es decir lo privaría del prestigio que le otorga poder. En este sentido, y refiriéndose en particular a las ONG, Dufourcq (1996) sostiene que “si se insiste tanto en la cuestión de la gratuidad de la donación es simplemente porque de ella depende la arquitectura de las relaciones de poder entre las ONG, sus donantes y los receptores finales de la ayuda.” Cit. en Contreras (2006) Una donación confiere prestigio sólo en la medida en que el actor que la realiza es capaz de ocultar su interés, de lo contrario, no sólo no conseguirá el prestigio necesario para la acumulación de poder, sino que la donación se convertirá en un elemento deslegitimante y lo convertirá en un agente desprestigiado.

García Canclini, retomando a Bourdieu, señala que la estructura simbólica de la sociedad estaría determinada por la oposición, establecida por las clases dominantes, entre la "libertad, el desinterés, la pureza de los gustos sublimes" y el ámbito de la "necesidad, el interés, la bajeza de las satisfacciones materiales". Canclini (2004) Es por este motivo que en la relación lastimosa, quien pueda presentar el acto de dar como desinteresado se ubicara en el sector dominante de la estructura simbólica y, de forma opuesta, quien no pueda ocultar su interés, se ubicara en lo que Bourdieu denomina el ámbito de la necesidad.

Nos hemos centrado en este aspecto de la configuración del poder porque presenta ciertas características muy significativas para esta temática. Pero de ninguna manera se pueden obviar otras dimensiones de similar incidencia. El poder en la relación lastimosa se estructura de acuerdo a la particular forma en que se presentan y se interrelacionan, entre otras, las siguientes dimensiones: opacidad/visibilidad de los intercambios; la distancia social entre sus partes; grados de dependencia mutuos; los tipos de dotación (volumen y estructura) de los capitales.

Consideraciones finales

En este trabajo hemos intentado dar cuenta de una particular relación social que define un complejo de agentes, prácticas y lógicas constituyendo un hecho sociocultural singular, susceptibles de una definición y un abordaje puntual. Señalamos que el intercambio de la lástima se manifiesta en una doble relacionalidad entre dos agentes (lastimoso y humanitario) que, motivados por particulares intereses, agencian sus prácticas. Ubicamos, dentro del espacio social que media a estos dos agentes, a un tercero que denominamos empresario de la lástima. Asimismo intentamos encuadrar este intercambio en un contexto sociocultural que lo hace posible y le da sentido. Señalamos también que se trata de un intercambio que se enmarca en la desigualdad de sus partes y que es producto de las estructuras sociales que a su vez reproduce y actualiza. Puntualizamos, con respecto de la dimensión del poder de la relación, la manera en que los mecanismos de opacidad/visibilidad definen una particular arquitectura de las relaciones indicando a su vez la centralidad de esta variable en la problemática.

Nos llama la atención el carácter extendido de este hecho sociocultural que se manifiesta en los más diversos contextos. Por una cuestión de espacio debimos reducir la cantidad de ejemplos presentados. Sin embargo intentamos, mediante la heterogeneidad de los ejemplos dados, dar cuenta de este carácter. Los ejemplos pertenecen a los siguientes contextos: Actores pobres en EE.UU en la década de los cincuenta; Migrantes africanos en Francia en la actualidad; Discapacitados que reciben beneficios del Estado en la provincia de Buenos Aires; multimillonarios filántropos transnacionales. A partir de observar cierta regularidad en todos ellos, nuestra intención ha sido trazar un eje teórico que nos permita introducirnos en su complejidad.

De esta forma intentamos presentar la lástima como un fenómeno sociocultural complejo, que articula elementos de diversos órdenes, y para el cual el enfoque de la antropología sociocultural resulta sumamente conveniente.

Bibliografía:

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[1]Abordar desde una perspectiva antropológica una realidad tan cotidiana a nosotros mismos implica, en primer lugar, extrañarla; “El extrañamiento de la realidad es uno de los puntos que fundamenta la perspectiva antropológica” Ribeiro (1989)

[2] Adoptamos el concepto de agente tal como lo entiende la teoría de la estructuración en la propuesta de Anthony Giddens (2003). “Los agentes humanos o actores (…) tienen, como un aspecto intrínseco de lo que hacen, la aptitud de comprender lo que hacen en tanto lo hacen. Las aptitudes reflexivas del actor humano se incluyen en general de una manera continua en el flujo de la conducta cotidiana en los contextos de una actividad social” (GIDDENS, 2003)

[3] Utilizamos aquí el término patético de acuerdo a el uso que Diddier Fassin (2003) hace de él en tanto incorporación al discurso y a la escena del sufrimiento. “Incorporación de la miseria (…) se trata de contarse a sí mismo en pocas palabras, de develar su desamparo en los más íntimos detalles de lo cotidiano y en los signos más demostrativos de estado físico”

[4] Cuando nos referimos a que la lástima puede estar construida sobre la bases de un discurso biográfico real o ficticio queremos señalar cierta diferencia que establece el grado de manipulación que sobre la realidad el agente realiza. Si bien aún no lo hemos podido documentar de manera fehaciente, surgieron en nuestro trabajo de campo reiterados comentarios sobre personas que, utilizando una silla de ruedas piden una ayudita en la vía pública y luego de su jornada, se ponen de pie, guardan su silla y regresan a sus casas caminando. Lo real o ficticio entonces pasa por el grado de solidaridad entre la narrativa proyectada, entregada para el intercambio y la situación objetiva del actor.

[5] Un trabajador social me relató que por compartir su espacio de residencia con los asistidos por las políticas que como profesional le tocaba administrar, pudo observar significativas diferencias en la forma en que se presentaban las personas en los diferentes contextos (como vecinos y como beneficiarios de alguna política). Las personas en el contexto de la entrevista con el trabajador social exhibían claros signos de pobreza y de sufrimientos (convivencias con enfermedades, ropa sucia y rota, una presencia poco arreglada, etc.) signos que en su vida diaria, al menos podían ocultar. 

[6] Un Taller Protegido es una institución social que tiene por finalidad la de producir bienes y/o servicios cuyo plantel debe estar integrado por trabajadores discapacitados, físicos y/o mentales, preparados y entrenados para el trabajo, en edad laboral, y afectados de una incapacidad tal que les impida obtener y conservar un empleo competitivo.

[7] Las personas discapacitadas en la argentina  poseen el derecho a viajar gratuitamente en todas las líneas de Transporte Publico Terrestre y en los distintos tipos de transportes públicos. El Certificado de Discapacidad es el Documento valido y suficiente para acceder al Derecho de Gratuidad, dicha franquicia es extensiva para un acompañante de la persona discapacitada en caso de que así lo exprese y determine el Certificado de Discapacidad. En la Provincia de Buenos Aires implícitamente esta adherida al Decreto Nacional y también determina que el Certificado de Discapacidad establecido por la Ley Provincial 10592 será el documento válido y suficiente para tramitar la credencial habilitante que emite la Dirección Provincial del Transporte que permite acceder al beneficio de gratuidad establecido en el artículo 22º de la mencionada ley y que será válida para viajar en todas las líneas de Servicio Público de autotransporte de pasajeros sometidas al contralor jurisdiccional de la Provincia de Buenos Aires, análogamente los Municipios deberían adherir y/o cumplimentarse con la disposición Provincial.

[8] Resultan destacables como los destinatarios de las donaciones del multimillonario Bill Gates constituyen los tópicos de la lástima. La lógica de la maximización de la lástima conlleva una discriminación entre figuras que resultan algunas más aptas para practicar la filantropía.