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Comunicación Social
Marcelo Babio -
Lic. en Psicología Social
El
artículo denominado “Significados
asociados al consumo de pescado” surge a partir de numerosos
estudios de investigación sobre hábitos alimentarios llevados
a cabo en el ámbito de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
El
autor de este trabajo
se propuso establecer y alcanzar una reflexión que ayude
a establecer y comprender las diversas causas que determinan el
consumo de pescado.
“Significados asociados al consumo de
pescado” forma
parte de una serie de trabajos dedicados al área de la alimentación
en lo que se refiere a sus relaciones con la cultura publicados
en Cuadernos del CEAgro 7.
Las
fotos son sólo ilustrativas y han sido incorporadas en este
Newsletter.
Significados asociados al
consumo de pescado.
En nuestro medio local, el pescado ocupa una situación
paradójica: se trata de un alimento muy bien valorado, pero su
consumo es sumamente escaso. El presente artículo apunta a esbozar
líneas generales para la comprensión de esta situación desde un
enfoque socio cultural. Este tipo de análisis nos permite
comprender el sentido que adquieren las prácticas de consumo en un
tejido social complejo en el cual la alimentación admite varias
dimensiones de lectura y se refracta en múltiples relaciones de
tipo institucional. Concebimos el consumo como una práctica ligada
a la producción social de la significación, pero dichas
significaciones sociales cobran valor al inscribirse en estructuras
sociales concretas. En definitiva, las prácticas de consumo de los
alimentos cobran vida en ámbitos cotidianos en que se efectiviza la
ingesta, la transacción de compra y la elaboración. Así mismo,
estas se encuentran enmarcadas por el consumo de informaciones mediáticas,
las tradiciones orales en el seno de las familias y las tendencias
generales de valoración. Por último no se debe soslayar la
existencia de una estructura de distribución de recursos económicos
que establece un marco de posibilidades de acceso a los bienes y
servicios en un mercado en constante mutación en el que se cruzan
la oferta de productos y la demanda de los consumidores. Todas estas
variables operan como un contexto marco para comprender el consumo a
partir del cual podemos comenzar a dilucidar nuestros interrogantes
concretos.
En ocasión de múltiples estudios sobre el consumo de
alimentos me he topado con frases muy curiosas articuladas por las
consumidoras, ellas dicen que les encantaría comer más pescado,
que lo consideran un gran aporte para la alimentación y a muchas de
ellas les gusta, no obstante comen poco pescado. Las propias
consumidoras no terminan de comprender el por qué de esta
contradicción entre lo que quisieran hacer y lo que hacen. En un
primer nivel de análisis se ubicará la variable precio, en nuestro
país el pescado es considerado un alimento caro y esta es una
limitante básica. No obstante, la sensibilidad al precio o la
representación del pescado como un producto caro no alcanza a
responder nuestras preguntas. Se trata de un factor importante, pero
resulta simplista quedarse con esa respuesta. Existen numerosos
ejemplos de bienes o servicios a los que el consumidor asocia con un
elevado precio y, no obstante, se consumen al otorgarse a los mismos
un elevado valor. ¿Qué pasa con el consumo de pescado? ¿Se trata
de un problema en su estructura de valor? A continuación trataré
de esbozar una respuesta y para ello abriré tres caminos de análisis:
el de la perspectiva de la gratificación, el de la valoración
social y el de la elaboración del alimento. Cada una de estas
perspectivas se entrelazan en las prácticas cotidianas de consumo,
ninguna de ellas se manifiesta en forma aislada y pura, son facetas
diferentes del fenómeno empírico al que aludimos, guías que nos
sirven para pensar la ubicación del pescado en el conjunto de los
fenómenos de la práctica alimentaria de la población.
El pescado: una opción “liviana”.
Se lo considera un alimento liviano. Las consumidoras
de Buenos Aires lo sindican como la carne más liviana en
contraposición con sus “rivales” cárnicos. En particular se la
contrapone espontáneamente con la carne vacuna a la que se
considera más “pesada” y “contundente”. Esta evaluación
nos permite visualizar un nudo básico de sentido en torno al
pescado y toda su complejidad. Cuando hablan de su característica
de ser “liviano” piensan en cuatro registros clave: la digestión,
la sensación que deja al comerlo, la capacidad para saciar y el
contenido calórico. Nos ubicamos en el plano de las sensaciones que
el consumidor experimenta a nivel de los sentidos. El análisis
sensorial gana cada día más espacio en la industria alimentaria.
Estas tendencias focalizan la atención en la experiencia en su
nivel más básico, menos racional y reorientan la atención
incorporando otro registro de análisis que se tendía a soslayar en
décadas anteriores en las que el interés se circunscribía a la
esfera del vínculo emotivo con las marcas y las propuestas
conceptuales de los productos. Hoy se ha tomado conciencia de la
importancia que tiene el vínculo del consumidor con lo que “pasa
en su cuerpo”, las sensaciones que provocan los productos a todo
nivel. El producto “impacta” sobre el organismo como un
bombardeo de sensaciones organolépticas e interoceptivas. A las
sensaciones organolépticas tales como las crocancias, suavidades,
esponjosidades, pregnancias aromáticas, saturaciones, se suman las
sensaciones interoceptivas o intraorgánicas tales como la pesadez,
la saciedad, la acidez, etc.
En este registro el pescado se inscribe como uno de los
extremos de la escala cárnica de liviandad – pesadez. Los
atributos se deben leer en toda su complejidad, en sus matices
positivos y negativos. El pescado no produce sensación desagradable
de pesadez, no genera la somnolencia característica que produce la
ingesta de otras comidas, es como si su ingesta tuviera “pocas
consecuencias”, no se hace notar. Se considera un alimento muy fácil
de digerir y de rápida digestión. Se llega a suponer que se
digiere en media hora a diferencia de la carne vacuna que llevaría
mucho más tiempo y sería más dificultosa. Por un lado se
considera que esto es positivo, no existen peligros de dolores de
cabeza, no se entorpecen los movimientos y no se tienen sensaciones
de sopor derivadas del disfrute de un
buen plato de pescado. Pero la otra cara de la moneda nos
dice que el pescado no llega a saciar. A lo largo de los años he
escuchado a muchas consumidoras que señalan el hambre que deja el
pescado al poco tiempo de comer. Quien busca saciar su apetito o
“llenarse” como gustan de decir algunos de los consumidores
argentinos en términos coloquiales, no acude al pescado. Esta es
una fuerte limitante. Es como si al pescado le faltase algo, se
definiera por lo negativo: “no provoca” (pesadez) “no sacia”
(el apetito). El pescado se corre hacia un universo de productos
livianos, ligeros, de bajos contenidos calóricos y como
consecuencia es un producto que se tiñe fácilmente con el discurso
del deber ser y sintoniza con el mundo de la restricción y de las
dietas controladas.
El pescado: una opción sana.
El pescado se considera una opción sana. “Sano”
aparece definido por las consumidoras locales como aquello que no daña,
como la ausencia de acción dañina sobre el organismo. “Sano”,
al mismo tiempo, se vincula con la presencia de componentes
necesarios para el correcto funcionamiento orgánico. Esta es una órbita
en que el pescado presenta una buena performance valorativa, cuenta
con “buena fama” entre las consumidoras de Buenos Aires. Existe
una ideología del consumo y el sistema de medios es una poderosa
instancia de difusión e incluso de generación de formas
particulares de juzgar la alimentación en general y considerar a
los alimentos en particular, el pescado no se escapa de este
circuito mediático. “Ojalá comiéramos más pescado” se
lamentan muchas consumidoras. Tras este anhelo se deja oír toda una
construcción social de la imagen del pescado: el omega 3, el fósforo,
las vitaminas, los aportes que realiza al cerebro, la ingesta de
proteínas con bajo aporte de grasas son varios de los motivos que
esgrimen la consumidoras para querer consumirlo. Dicen que es tan
bueno que “cualquier médico te lo recomienda”. Hoy el
consumidor está cada vez más pendiente de las informaciones que lo
rodean. Se consumen informaciones sobre alimentos y no sólo
alimentos. Nos encontramos ante un consumidor que “ha perdido la
inocencia”, que acumula información con avidez, al que le
interesan los datos, que se mueve activamente hacia las fuentes de
información. El sistema de medios pone a su disposición una gran
variedad de “figuras de autoridad” construidas según
estrategias muy pautadas: desde los “médicos voceros de las
marcas” hasta las figuras de los cocineros. Todas esas voces van
tejiendo un universo de sentido con el que el consumidor se
relaciona lo quiera o no. No obstante, este circuito no es el único
que tiene valor en la formación de la opinión pública ya que
operan instancias interpersonales y contactos cara a cara cuyo peso
tiende a ser significativo. En este plano opera el saber médico e
incluso las opiniones de los legos, amigos, familiares y compañeros
de trabajo. En esta red, el pescado es un producto con “buena
prensa”.
El saber científico – mediático invade cada rincón
del espectro de la alimentación y se genera en consecuencia todo un
lenguaje con tintes “técnicos” que el consumidor asume como
propio.
El mundo de los alimentos adopta una taxonomía en términos de
“grupos alimentarios”, los alimentos se llenan de sentido y los
consumidores se muestran sensibles a las campañas mediáticas. Esto
produce un vaivén en la imagen de los alimentos uno de cuyos casos
más espectaculares es la caída de imagen de la carne de pollo a la
que se han asociado múltiples desventajas e incluso peligros. El
pescado se recorta hoy como la carne que mejor sintoniza con las
corrientes ideológicas que se construyen desde la noción de
“dieta equilibrada” una tendencia presente en el medio local.
Vemos repetirse esta duplicidad del pescado: lo que gana en términos
de “saludabilidad” lo paga con una imagen algo “normativa”.
Es algo que debiera consumirse, casi una responsabilidad del
consumidor en el cuidado de su organismo. Se produce una disociación:
yo – cuerpo.
El sujeto se enfrenta a su cuerpo y cumple o no con sus
responsabilidades. Este es un fenómeno complejo que afecta
fuertemente al pescado ya que favorece la disociación entre las
tendencias hedónicas de satisfacción del sujeto por un lado y la
responsabilidad que el sujeto debería tener respecto de su cuerpo
que se le contrapone. El pescado es débil en el plano de la
asociación con atributos hedónicos. Existe un dicho local que
dice: “si es placentero es pecado o engorda”.
Sienten que el pescado no engorda y que comerlo está muy
lejos del pecado, por ende no debe ser tan placentero. El pescado
adolece de ese aspecto “lujurioso” con que cuentan otros
alimentos que se mantienen cerca del eje del placer.
El pescado y sus dificultades en la mesa familiar
En Buenos Aires el ama de casa sigue siendo el eje en
derredor al cual se mueve la alimentación hogareña. Para ingresar
en el hogar el alimento debe integrarse en las rutinas diarias del
ama de casa, a pesar de algunos ajustes en el sistema de roles esta
situación se mantiene como dominante en el hogar argentino. El
pescado es un generador de problemas prácticos en la mesa familiar:
no termina de ser aceptado por todos los integrantes de la familia.
Existe un coeficiente bien preciso de aceptación para los diferente
tipos de alimentos. Este se traduce en reacciones concretas en la
mesa familiar y es parte de las negociaciones transaccionales de los
integrantes de la familia. El pescado no logra adaptarse fácilmente
a los gustos locales del segmento de los niños, o por lo menos así
lo perciben las madres. Una de las tendencias que favorece la
incorporación de un alimento en la mesa familiar es la posibilidad
de gratificación del conjunto por parte de quién decide y elabora
el plato. Se trata de una posición dadora ligada con el cuidado
amoroso. La tendencia a dar satisfacción es una de las vías
posibles para la obtención de reconocimiento para el ama de casa
(que festejen sus platos). Esta es uno de los posibles vínculos que
se establecen entre los integrantes del conjunto familiar y que se
ligan a patrones de conducta tradicionales. El pescado no es una de
las vías mediante las cuales las amas de casa obtienen éxitos
mejor garantizados. En algunos casos se llega a ubicar al pescado
dentro de la esfera de “alimentos problemáticos” situados en
una zona de rechazo. Como resulta obvio, la falta de
“unanimidad” en la aceptación de determinados platos es un
factor más que limita su ingreso fluido en la rutina de preparar la
mesa. El armado de menús por parte del ama de casa puede llegar a
convertirse en un punto crítico ya que las somete a varias
exigencias que pueden chocar entre sí: lograr la aceptación de
todos los miembros, proveer una dieta “razonable” en términos
nutricionales, proveer variedad para no aburrir y manejar
presupuestos a veces limitados. En consecuencia, el ama de casa
tiende a evitar los alimentos problemáticos salvo que los considere
“imprescindibles” por motivos nutricionales.
Una de las formas en que mejor aceptación logra el
pescado en el segmento infantil es en forma empanada (pasado por
huevo y pan rallado al horno o frito). La industria ha elaborado
estrategias que lo dotan de atractivo lúdico, al presentarlo con
“formas” para llegar a los más pequeños. Estas estrategias son
bienvenidas por las amas de casa y colocan a la Empresa en el lugar
de aliado. Uno de los roles clave que cumple el ama de casa es el de
ecónoma, de administradora de un presupuesto destinado a la
alimentación familiar. En este sentido el pescado también
encuentra dificultades ya que no es una comida “llenadora”. Deja
la impresión de no haber colmado el apetito de los niños, una
fuerte debilidad desde la óptica materna. En caso de tratarse de
adolescentes varones, el problema se agudiza ya que el segmento
tiene “fama” de comer grandes cantidades, lo que se asocia con
el crecimiento y con el despliegue de actividad física. Para ellas
el pescado no genera una buena ecuación costo – beneficio, ya
que, para satisfacer a la familia, se debe realizar un desembolso de
dinero alto en términos comparativos con otras carnes que generan
mayor saciedad.
Por otra parte, las diferentes comunidades cuentan con
un acervo cultural limitado, cada cultura sabe preparar una serie de
alimentos, tiene sus “especialidades”, sus platos característicos
y sus platos cotidianos. Este conocimiento se transmite de generación
en generación en forma más o menos estable. Existen platos que
“irrumpen” como modas en particular en los ámbitos de las
grandes ciudades en los estratos más altos y por impulso del
sistema de medios, no obstante estos fenómenos no son lo más
frecuente y el factor de continuidad y estabilidad tiende a ser muy
relevante. Preparar pescado no parece ser una especialidad de las
amas de casa locales.
No ha habido una transmisión generacional de recetas tan variada o
consistente como la que se ha producida en el caso de otras carnes
en especial la carne vacuna. La falta de conocimiento específico de
elaboración fortalece la falta de hábito de consumo en los hogares
locales.
Como vemos, los motivos para no consumir pescado son
variados y los motivos para hacerlo también. Quise elaborar una
serie de hipótesis que explicaran el bajo consumo, lo que puede
haber dejado una impresión algo negativa respecto de este producto.
No obstante y a pesar de las limitantes que pusimos en primer plano,
no faltamos argentinos que sabemos disfrutar de un buen plato de
filete de merluza con puré.
Cuadernos del CEAgro es una publicación científica,
arbitrada y de frecuencia anual editada por el Centro de
Estudios del Sistema Agroalimentario de la Facultad de Ciencias
Agrarias de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora,
Argentina.
Título profesional: Lic. en Psicología
Ocupación actual: Docente Investigador.
Director de proyecto cualitativo y cuantitativo
Analista cualitativo en
Focos Latin. Analista
cualitativo en A. C. Nielsen
Actividad Académica: Investigación en
Publicidad - U.N.L.Z.
como Profesor Titular: 1993 - 1996.
Publicidad y Análisis de Mercado - UNICEN 1992 a la fecha
Comunicación y
Organización Universidad Bar Ilán 1997 2000. Introducción a
la Comunicación UNSAM 2000
a la fecha. Psicología y Comunicación – UNICEN 1998 a la
fecha.
Actividad académica: Director de la Carrera de Ciencias de la
Comunicación - UNICEN. 2000 - 2001
Antecedentes en: U.B.A Ciencia y Técnica
1988 - 1990
Investigación: U.N.L.Z 1991 - 1993
Científica: Director de becas de
perfeccionamiento en la UNICEN
Seminarios dictados: El Margen de lo mínimo¨
(estética minimalista)
C.A.I.C. julio - agosto 1991
¨Arte entre el Goce y
la inutilidad¨ Psicología
U.B.A. septiembre - octubre 1990. ¨Recepción del objeto
estético¨ Arquitectura y Urbanismo U.B.A.
Conferencias y ponencias:¨Capacidad
contractual e inteligencia conceptual¨ - XXIII Congreso
Interamericano de Psicología (1989 Teatro San Martín). ¨Arte
y exilio en el mundo contemporáneo¨ Encuentro Nacional de
Escritores 1990 ¨Video clip y film publicitario¨ Congreso de
la SAVI 1991 Teatro San Martín. “Modelización abstracta en
psicología y comunicación” Jornadas Nacionales de
Investigación en Comunicación U.N.Jujuy 1999. “Identidad y pautas
discursivas en la Fenomenología del Espíritu de Hegel”
Jornadas de Comunicación U.B.A. 1999. Construcción del mito nacional – Publicidad y
construcción Social. IV Congreso de la Red de Investigadores en
Comunicación Social. ponencia en la mesa de cierre)
Artículos
publicados: Formalización y analogía en psicología: proyecciones en el
horizonte comunicacional.
Revista intersecciones
en Comunicación (referato internacional).
“El Bhuo de Minerva” en edición electrónica de IV Congreso de la
Red de Investigadores en Comunicación Social (ponencia en la
mesa de cierre)
En investigación de
mercado:
Elaboración de
proyectos - ejecución - redacción
y presentación de informes finales incluyendo conclusiones y
recomendaciones.
Actividades anteriores:
1991 - 1995: Director
de proyecto en A&C / Louis Harris Int. Area cualitativa,
cuantitativa y consultoría estratégica.
1996 Dirección de proyecto Estudio
Kleiman.
1997 – 1999 Analista
cualitativo en Asecomm y Entrepreneur
2000 – Analista
cualitativo Cristina Navarro y Asociados / Moiguer &
Asociados / MEE Investigaciones.
Algunas empresas e
instituciones para las que ha realizado estudios de mercado
Danone,
Unilever, S.A.B.A. (Gancia), Boehringer I.,
Casa Tía (Argentina -
Ecuador - Montevideo), Lapa, Disco, Bco. Bisel, Cargil, Microsoft,
Cepas, Editorial Atlántida, Colgate Palmolive,
Editorial Santillana, Gillette, Página 12,
Autolatina,
WenSur (Wendy´s),
Mercedes Benz,
Bic Argentina, CEPA (Master Beef /
Pindapoy), Coca Cola Co., Pirelli, Edenor, Bols, Femeba Salud,
Kodak,
Banelco, Shell CAPSA, Hospital Británico, Y.P.F., SOCMA,
Arcor, J.L. Cook,
Microsoft,
Univ. San Andrés, CEMA, Grupo Clarín,
Roche,
Banco Hipotecario,
City Bank,
Procter & Gamble, Los Altos,
Saladillo S.A., Pepsico, Grupo Bemberg Latinoamérica,
Bodegas Santa Ana, Bodegas La Rural
Agencias de publicidad
y de investigación de mercado internacionales para las que ha
realizado estudios.
Casares Grey,
Interbrand,
Pragma,
Intersearch, Lopez Ross, Walter Thompson
Experiencias en
consultoría comunicacional y estratégica
SEPSA S.A. (Pago Fácil),
Edenor
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