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Desafíos actuales para el estudio de la cultura política Gladys Mathieu Facultad de Ciencias de la Comunicación - Universidad Complutense de Madrid Palabras claves: cultura política - individualismo - instituciones Keywords: Political culture - individualism - institutions
Es decir, no se puede pasar por alto que una de las características principales es el “individualismo” en que los sujetos construyen su vida, cuando la política se encuentra exactamente en el extremo opuesto, el de la solidaridad y el compromiso social. La participación, el interés y el compromiso político exigen un sentido de lo social que actualmente encuentra obstáculos para su construcción. Para dar cuenta de la relación entre estos dos procesos característicos de la sociedad actual es preciso remitirse al desarrollo de la teoría social, donde destacan dos posturas antagónicas: una que interpreta la dinámica actual de la individualización como problemática para la integración social; y otra que, por el contrario sostiene que las pautas de integración social producen transformaciones en la dinámica de la individualización. El marco de la crisis socio- institucional en la transmisión de la cultura política La importancia de considerar la dimensión organizativa de la sociedad, reside en el hecho de que desde sus inicios, el estudio de la cultura política ha estado profundamente impregnada de la perspectiva institucional. Por lo tanto, hay que tener en cuenta que actualmente -bajo la crisis que afecta al papel de las instituciones dentro de las sociedades occidentales - entra en conflicto uno de los aspectos que han sido centrales en el estudio sobre el tema. En la teoría de la cultura política han tenido un lugar importante las agencias de socialización mediante las cuales ésta se adquiere y difunde. En este proceso de transmisión y reproducción de la cultura política eran importantes las instituciones primarias tales como escuela, iglesia y familia así como también los partidos políticos y los medios de comunicación. Sin embargo, aún resulta complejo incorporar aquellos mecanismos de socialización en ámbitos no políticos que pueden llegar a afectar decisivamente el modo en que individuos y grupos sociales se relacionan con la política. En las formaciones sociales actuales, las instituciones parecen haber perdido su capacidad de transmisión de valores, actitudes y pautas de comportamiento al ciudadano. Esta pérdida de relevancia del contexto institucional actual exige la consideración de contenidos de socialización no política en los distintos espacios cotidianos en que el sujeto desarrolla su vida (Moran, 1997: 187). A menudo, este tipo de reflexiones conduce a confirmar la inexistencia de ideología o valores difundidos de manera sistemática. Sin embargo, más que entrar en la negación es más pertinente considerar que la modalidad actual de esta difusión -que ya no posee organización y planificación desde un centro determinado- es básicamente “privada”. La pérdida de importancia de las instituciones políticas deja el campo de la cultura política a merced de actores privados que operan a una escala que supera lo nacional-estatal, utilizando medios de una potencia sin precedentes como las industrias culturales, reforzadas hoy por el desarrollo de las nuevas tecnologías. En definitiva, la existencia de una crisis institucional constituye un punto de acuerdo entre distintas líneas de la teoría social. Sin embargo, difieren en los aspectos que cada una considera relevantes para el análisis y en las formas de enfocar una de sus principales consecuencias que es el individualismo. El enfoque centrado en la desestructuración de la sociedad salarial Una de las líneas del pensamiento sociológico[i] que aborda este conflicto ubica el punto de partida de su análisis en la crisis de la sociedad salarial. Las nuevas condiciones de trabajo impuestas por la flexibilización laboral y la segmentación del empleo, fragmenta a la sociedad laboral generando problemas entre colectivos, protecciones y regímenes de individualización. Robert Castel utiliza el concepto de desafiliación, para dar cuenta de las rupturas de vínculos que el individuo se ve obligado a afrontar hasta quedar aislado de los grupos sociales en los que configuraba su identidad social (en los que inscribía su pertenencia). La exclusión, vuelve problemática la integración social, no solo para quienes quedan fuera de los circuitos activos de intercambios sociales sino también para quienes, integrados al sistema laboral, se sienten vulnerables a causa de la precarización de las relaciones laborales. En este punto los jóvenes son especialmente afectados, no sólo por el retraso en la incorporación al sistema laboral, sino por las condiciones de contratos temporales o pasantías que, en ocasiones no cotizan a la seguridad social y no repercuten en términos de antigüedad. En cualquier caso, la exclusión no puede ser abordada con los mismos criterios en sociedades avanzadas y las que están todavía en vías de desarrollo. La visibilidad de la exclusión es muy diferente en unas y otras. En las sociedades del primer mundo, la exclusión se esconde fácilmente detrás de un esquema familiar proteccionista y las posibilidades de consumo. Algunos autores sostienen que, la creencia en la homogeneidad básica de las sociedades avanzadas y en la atenuación de las desigualdades sociales como consecuencia del aumento de los niveles de bienestar, han creado dificultades para considerar la persistencia de fracturas sociales lo suficientemente profundas como para traducirse en una diversidad de culturas o subculturas políticas, diferenciadas en el seno de una misma comunidad (Morán, 1997: 88). La desregulación económica y el crecimiento de la desocupación que caracterizaron a las dos últimas décadas del siglo XX, han vuelto más problemática la comprensión de la sociedad actual, aumentando las dificultades para descifrar la sociedad. Ante el proceso de desinstitucionalización, Castel postula la necesidad de un nuevo contrato social que resignifique la sociedad salarial y garantice las condiciones mínimas de ciudadanía. Para ello el Estado debería actuar como recomponedor del vínculo entre los dos individualismos[i] y sostener un marco mínimo de cohesión social, o lo que es lo mismo, convertirse en un estado protector. En definitiva, frente a la crisis actual de las instituciones tradicionales, las agencias de socialización resultan insuficientes ya se trate de culturas como de subculturas[i] políticas. El Estado como institución se halla cuestionado y los procesos privatizadores han producido corrimientos en la asignación de responsabilidades; por otro lado, el sistema escolar tiene escasas incidencia en la formación de los jóvenes ciudadanos y las pautas internacionales se imponen a las pautas establecidas en las culturas nacionales. La perspectiva de la individualización positiva La otra línea que permite reflexionar sobre las consecuencias de la modernidad tardía es la que desarrollan A. Guiddens, U. Beck y S. Lash[i]. Coinciden con la línea anteriormente descrita en que la reflexividad genera crisis institucional en la sociedad industrial tardía dónde las instituciones clave (partidos, sindicato, familia, responsabilidad interpersonal, derecho, principios causales de responsabilidad en la ciencia) pierden su fundamento y su legitimidad histórica. Sin embargo, ni la política en el sentido clásico ni el trabajo se constituyen en claves para la socialización. Consideran que en las actuales sociedades emergen nuevas subjetividades y se construyen identidades más fragmentarias e inestables a causa del distanciamiento producido entre las relaciones objetivas y subjetivas. Por su parte, también hay fenómenos que afectan a la transmisión de subculturas alternativas, como la pérdida de significación de las identidades tradicionales (religión, clase social) la cuasi desaparición de los partidos de masas en la política occidental o la baja implicación de los ciudadanos en asociaciones u organizaciones voluntarias. Desde esta perspectiva las consecuencias del proceso de individualización no son percibidas en términos de negatividad sino que se postula la necesidad de que deben ser interpretadas dentro de las transformaciones acontecidas en la sociedad contemporánea. Así, la noción de individualismo es una de las que requiere ser reconsiderada en los estudios sobre la cultura política. Beck propone establecer la diferencia entre el Individualismo en tanto rasgo personal y la Individualización[i] como categoría social que se le impone al individuo. A partir de esta perspectiva, la individualización pierde sus connotaciones negativas (aislamiento, soledad, pasividad ante todo lo que no afecta directamente) recuperando un punto de vista que evidencia la dinámica social en que los sujetos están insertos y que conduce a la búsqueda de esos espacios de interacción: “Individualización significa, primero, la desintegración y, segundo, la sustitución de las formas de vida socioindustriales por otras, en las que los individuos deben producir, escenificar y remendar ellos mismos, sus propias biografía...” (Beck, 1998: 131). Beck propone establecer la diferencia entre el Individualismo en tanto rasgo personal y la Individualización[i] como categoría social que se le impone al individuo. A partir de esta perspectiva, la individualización pierde sus connotaciones negativas (aislamiento, soledad, pasividad ante todo lo que no afecta directamente) recuperando un punto de vista que evidencia la dinámica social en que los sujetos están insertos y que conduce a la búsqueda de esos espacios de interacción: “Individualización significa, primero, la desintegración y, segundo, la sustitución de las formas de vida socioindustriales por otras, en las que los individuos deben producir, escenificar y remendar ellos mismos, sus propias biografía...” (Beck, 1998: 131). Al proceso de individualización, este autor le agrega una segunda etapa, la de la subpolítica, pensada como una nueva forma de acción política, productora de normas que no se inscriben en los tradicionales antagonismos ideológicos sino que se construyen desde abajo hacia arriba, esto es, desde niveles cotidianos, desplazando los debates hacia ámbitos donde los actores cuentan con más voces. Así, el par izquierda-derecha, incapaz de conceptualizar los nuevos problemas de la modernidad reflexiva es reemplazado por otras dicotomías políticas que expresan de forma más clara la nueva dinámica entre actor y estructura: seguridad- inseguridad; interior-exterior; político-no político. Por lo tanto, el estudio de la cultura política no puede seguir equiparando política con estado y sistema político, sino que requiere ser localizado en el complejo entramado social cotidiano -más allá de esos márgenes históricos- que es dónde se favorece el “el regreso de los individuos a la sociedad” (Beck, 1998: 134). Por ello, en sus reflexiones sobre la democratización, Beck sostiene la necesidad de controlar el conocimiento experto y sobre todo “desmonopolizarlo”, es decir, asumir que no siempre administradores y expertos saben más y están más concientes de que los “estándares sociales de relevancia” deberían ser más importantes que la toma de decisiones dentro de círculos cerrados de expertos. Esto requiere intentar otros modos de comprensión de lo social para poder describirlo en términos nuevos, y en ello tienen un papel de relevancia las ciencias sociales, en tanto que estas reflexiones atañen directamente a la investigación en sus aspectos metodológicos. Rosanvallon (1995) lo expresa claramente cuando afirma que las herramientas de conocimiento estadístico (indicadores, categorías, conceptos) están globalmente desfasadas de la realidad, en tanto que fueron producidas para comprender una sociedad de clases tabicada, organizada jerárquicamente y de cambios lentos y que, por ende, no se adaptan a las necesidades explicativas que requieren los fenómenos sociales actuales.
[i] Según Ulrick Beck (1998) “la individualización no está basada en la libre decisión de los individuos. Para usar los términos de Sartre: las personas están condenadas a la individualización. La individualización es una compulsión, una compulsión paradójica para la construcción, autoformación, autoescenificación, no sólo de la propia biografía también de sus conexiones y redes, y esto en el intercambio de las preferencias, de las decisiones y fases de la vida...”. Para el autor este proceso de individualización permite la recreación de lo político, ya no concebido desde las instituciones clásicas que le dieron forma sino desde la subjetividad de los actores, desde el “arte de la vida”. [i] Según Ulrick Beck (1998) “la individualización no está basada en la libre decisión de los individuos. Para usar los términos de Sartre: las personas están condenadas a la individualización. La individualización es una compulsión, una compulsión paradójica para la construcción, autoformación, autoescenificación, no sólo de la propia biografía también de sus conexiones y redes, y esto en el intercambio de las preferencias, de las decisiones y fases de la vida...”. Para el autor este proceso de individualización permite la recreación de lo político, ya no concebido desde las instituciones clásicas que le dieron forma sino desde la subjetividad de los actores, desde el “arte de la vida”. [i] Los teóricos de la modernización reflexiva coinciden en que en ella, los individuos se han ido liberando progresivamente de las estructuras, por lo tanto tienen que redefinir la estructura o reinventar la sociedad y la política. Esta teoría sostiene que cuanto más avanza la modernización de las sociedades modernas, más se disuelven, consumen, cambian y son amenazados los fundamentos de la sociedad industrial. [i] Joan Botella (1997) señala la importancia de organizaciones e instituciones socializadoras también para la existencia y reproducción de las subculturas políticas. En tanto se generan en oposición a los valores sociales y políticos dominantes, necesitarán crear instrumentos organizativos propios que operen como espacios nucleadores del grupo en función de una identidad y un discurso específico. (Botella, J. 1997: 31) [i] El individualismo negativo, que se caracteriza por carencia de protecciones y soportes colectivos fuertes y el individualismo positivo, que se entiende como el desarrollo de la propia autonomía. [i] Los dos autores representativos de esta corriente son Robert Castel y Pierre Rosanvallon, que renovando el planteo de Durkheim, plantean una nueva forma de anomia relacionada con la desestructuración de los marcos de integración social que repercute en un incremento del individualismo. Desde la perspectiva de estos autores la crisis de la sociedad salarial genera nuevos procesos de individualización cuyas consecuencias son la aparición de nuevas formas de anomia y de vulnerabilidad social. Los grados de libertad individual que admiten las sociedades actuales, dejan al ciudadano la posibilidad de pensarse lo suficientemente libre de mandatos sociales reconocibles[i]. [i] U. Beck (1997) analiza esta desvinculación social del individuo desde su teoría de la sociedad del riesgo, la cual se define por la incertidumbre y la ambivalencia y supone el carácter imprevisible e incontrolable de los procesos sociales que, en algún punto, se vuelven irresolubles. El individuo es liberado de la estructuras institucionales coaccionadoras, pero debe enfrentarse a un estado de amenaza permanente, por la diversidad de riesgos que debe afrontar. La sociedad de riesgo supone una libertad de riesgo (sujeto individualizado) que exige el desarrollo de la autorresponsabilidad en un contexto de transformaciones estructurales (flexibilización laboral, segmentación de empleos) y emergencia de nuevos tipos de subjetividad (Ej. juventud, nuevos modelos familiares). NOTAS [i] Según Pierre Rosanvallon desde el comienzo de la década del ochenta, el crecimiento de la desocupación y la aparición de nuevas formas de pobreza, hicieron retroceder las perspectivas de progreso que habían estado al alcance de la mano en la década anterior. Sin embargo, no se trata de un simple retorno al pasado sino que los fenómenos actuales de exclusión están por fuera de las antiguas categorías de la explotación. A esta nueva situación la denomina: nueva cuestión social. [1] U. Beck (1997) analiza esta desvinculación social del individuo desde su teoría de la sociedad del riesgo, la cual se define por la incertidumbre y la ambivalencia y supone el carácter imprevisible e incontrolable de los procesos sociales que, en algún punto, se vuelven irresolubles. El individuo es liberado de la estructuras institucionales coaccionadoras, pero debe enfrentarse a un estado de amenaza permanente, por la diversidad de riesgos que debe afrontar. La sociedad de riesgo supone una libertad de riesgo (sujeto individualizado) que exige el desarrollo de la autorresponsabilidad en un contexto de transformaciones estructurales (flexibilización laboral, segmentación de empleos) y emergencia de nuevos tipos de subjetividad (Ej. juventud, nuevos modelos familiares). [1] Los dos autores representativos de esta corriente son Robert Castel y Pierre Rosanvallon, que renovando el planteo de Durkheim, plantean una nueva forma de anomia relacionada con la desestructuración de los marcos de integración social que repercute en un incremento del individualismo. Desde la perspectiva de estos autores la crisis de la sociedad salarial genera nuevos procesos de individualización cuyas consecuencias son la aparición de nuevas formas de anomia y de vulnerabilidad social. [1] El individualismo negativo, que se caracteriza por carencia de protecciones y soportes colectivos fuertes y el individualismo positivo, que se entiende como el desarrollo de la propia autonomía. [1] Joan Botella (1997) señala la importancia de organizaciones e instituciones socializadoras también para la existencia y reproducción de las subculturas políticas. En tanto se generan en oposición a los valores sociales y políticos dominantes, necesitarán crear instrumentos organizativos propios que operen como espacios nucleadores del grupo en función de una identidad y un discurso específico. (Botella, J. 1997: 31) [1] Los teóricos de la modernización reflexiva coinciden en que en ella, los individuos se han ido liberando progresivamente de las estructuras, por lo tanto tienen que redefinir la estructura o reinventar la sociedad y la política. Esta teoría sostiene que cuanto más avanza la modernización de las sociedades modernas, más se disuelven, consumen, cambian y son amenazados los fundamentos de la sociedad industrial. [1] Según Ulrick Beck (1998) “la individualización no está basada en la libre decisión de los individuos. Para usar los términos de Sartre: las personas están condenadas a la individualización. La individualización es una compulsión, una compulsión paradójica para la construcción, autoformación, autoescenificación, no sólo de la propia biografía también de sus conexiones y redes, y esto en el intercambio de las preferencias, de las decisiones y fases de la vida...”. Para el autor este proceso de individualización permite la recreación de lo político, ya no concebido desde las instituciones clásicas que le dieron forma sino desde la subjetividad de los actores, desde el “arte de la vida”.
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