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 Florencia María Páez[1] 

Laura Simoni[2] 

Introducción

La experiencia de la vida en pandemia supuso un des-dibujamiento notorio de las fronteras entre el ámbito doméstico y el laboral. Para quienes somos madres y profesionales, las tareas habituales de cuidado, más las de lxs niñxs que -sin escuela durante el ASPO- se quedaron en casa, empezaron a verse solapadas con el trabajo remoto, y viceversa. La sensación de muchas fue -es- que nunca dejamos de cuidar y nunca dejamos de trabajar: una continuidad que no se detiene y que implica disponibilidad corporal afectiva y productiva permanente.

Si bien ciertos procesos de des-naturalización de los roles de género, en algunos sectores en la actualidad, van propiciando que cada vez más figuras paternas asuman las tareas de cuidado y que el reparto en algunos hogares sea más equitativo, la evidencia indica que, en nuestro país y en América Latina en general, el cuidado infantil es un territorio en el que las históricas desigualdades de género se acentúan[3] (Rodríguez Enríquez y Pautassi, 2009).

La situación de superposición de trabajo y cuidado en pandemia, en nuestra experiencia investigativa particular fue la ocasión para apelar -probablemente por necesidad- a tácticas (De Certeau, 2000) que no hubiéramos tenido en cuenta en una situación de investigación habitual, fuera de la excepcionalidad epidemiológica. Entre estas, el apoyo mutuo en las tareas investigativas y maternales. 

Estos virajes afectaron el orden metodológico y despertaron interrogantes y reflexiones que son el objeto de este trabajo. Surgen de los malabares de mujeres que investigamos y cuidamos -juntas- en pandemia.  

Ir juntas a observar(nos): Variaciones feminizadas en el orden (¿o desorden?) metodológico

En el equipo de investigación sobre infancias “Habitar, comer y jugar: experiencias de género y clase en la ciudad de Córdoba”[4], nos abocamos este año (2021) al análisis de la situación de las infancias en contexto de pandemia en el marco del proyecto “Efectos del aislamiento social preventivo en el ejercicio del derecho a la salud en las infancias argentinas”[5].

El trabajo de campo original consistía, entre otras estrategias, en observaciones participantes en espacios verdes públicos de la Ciudad de Córdoba, siempre y cuando la flexibilización del distanciamiento social lo permitiera. Para la realización de esta actividad, las autoras de este trabajo decidimos desafiar el aislamiento de investigar desde la soledad y “salir juntas”.

Fue un experimento que puso en juego el terreno de lo personal en la observación de campo, porque suponía ir en compañía de nuestrxs hijxs. Cada salida, de este modo, implicó una maratón de acarrear niñxs, cochecito, celular con batería para grabar audios (donde narrásemos lo que íbamos a indagar), el budín casero, mates individuales, barbijos, lapicera, cuaderno y chupete. Nuevamente: espacios-tiempos donde todo sucedió en simultáneo.

Íbamos a observar infancias interactuando en contexto de pandemia. Lxs infantes se aproximaban entre sí barbijos mediante, medían distancias y proximidad, se debatían si compartir o no galletas y cereales, se buscaban con curiosidad para tejer juegos (después de bastante tiempo de haber estado aisladxs de sus pares), se generaban encuentros y desencuentros en torno al uso del tobogán. Observábamos esas interacciones y allí estaban involucradxs nuestrxs niñxs y, con ellxs, nuestros afectos y emociones, complejizando la de por sí poco clara separación entre objeto y sujeto de estudio y tensionando la pretensión de objetividad científica con las subjetividades propias de la maternidad.

Por otra parte, en esos parques y plazas, en su mayoría, lxs infantes estaban acompañadxs por mujeres. Eran mujeres con sus niñxs que, de algún modo, nos espejaban: ellas parecían acompañarse mutuamente en el cuidado de sus hijxs, como nosotras.

Esta interpelación a nivel personal y este efecto de espejo entre ellas y nosotras, sus hijxs y lxs nuestrxs, fue lo que nos llevó a considerar la decisión de sumar otra actividad en paralelo a la observación: la auto-observación. Era preciso una atención más detenida en un tipo de reflexividad sobre nuestra práctica investigativa con cierto tinte autoetnográfico. De este modo, la observación supuso dos direcciones del mirar que iban y volvían, se interpelaban, se cruzaban: hacia afuera y hacia adentro.

Esta doble mirada: verlas-vernos, nos llevó a advertir la recurrencia del condimento del lazo que propicia el cuidado de las infancias. No sólo el lazo que tiene que ver con el amor filial que, como sugieren Scribano y Boito (2012), constituye un modo de práctica intersticial que logra invertir la lógica habitual de relación de las personas con las cosas-mercancías, donde solemos estar en relación de dependencia con ellas. El amor filial, como notamos en las observaciones y auto-observaciones, se cuela entre los intersticios de la dominación para dar prioridad al otrx, en este caso, a las infancias a partir de la dedicación de tiempo y cuidado.  

El lazo amoroso aparece aquí también en tanto vínculo sororo entre mujeres. En nuestro caso en particular, el apoyo mutuo -como madres investigadoras- puede ser pensado, como un modo de vinculación que logró por momentos desactivar el tipo de relación habitual del investigadorx con la demanda de productividad del sistema, donde la persona queda subsumida en función del criterio de rendimiento académico.

El vínculo, en las sesiones de trabajo compartidas, puso más el acento en la consideración sobre los estados corporales y afectivos, el respeto por los tiempos personales y familiares, el lugar del deseo y el disfrute, el cuidado compartido de las infancias. Se posibilitó así cierta experiencia de des-colonización del tiempo-productivo, porque pasó a ser, en gran parte, tiempo para el afecto.

La necesidad, la empatía que surge de la necesidad y/o la apuesta por la ayuda mutua, la solidaridad o la sororidad más conscientes asoman como una constante en el trabajo de campo al mirar las infancias y la tarea de su cuidado, al mirar la propia práctica de investigar en compañía de una par.

Investigar y cuidar(nos) conformaron cierta experiencia de caos y desorden en la construcción de conocimiento. Al hacer malabares, una interactúa con la atención de distintos elementos en juego que, por momentos, están en el aire, que se mueven y peligran de caer; una debe sostener sin perder de vista, cuidar y disfrutar -en lo posible- a la vez, componer un equilibrio siempre inestable de figuras posibles.

Quizás la “teoría de la bastardía” que sugiere De Certeau (De Certeau en Rico de Sotelo, 2006, pp. 41-45) sea una pista interesante para dar cuenta de ese cruzamiento que efectivamente sucede, que indica que las fronteras entre lo profesional y lo personal son más porosas de lo que a veces se pretende, y que la experiencia de trabajo académico como un campo “limpio” tiene más que ver con una definición onírica que con la realidad. Especialmente en tiempos de pandemia.

¿Será tiempo de abandonar ciertos mandatos del hacer científico para des-colonizar(nos) de expectativas sin sentido, alejadas de lo afectivo, relacional y empático de raíz androcéntricas?  ¿Será tiempo -a partir de lo experimentado casi por azar en pandemia- para dar lugar con mayor deliberación a la mezcla, al poder de lo subjetivo, al erotismo, a las emociones y a una poética del lazo en nuestras prácticas investigativas?

Malabares entre labores y amores: una rima que hace ruido... ¿Quién cuida a quienes cuidamos?

Estos juegos en el quehacer investigativo, gestos poiéticos que nos animan a atender ciertos bordes borrosos metodológicos -con posibles reflexiones cualitativas de valor- no pueden, sin embargo, hacernos perder de vista que trabajar y cuidar a la vez, probablemente esté generando un costo -en términos de la valoración del sistema académico- en nuestra productividad intelectual. La presencia de nuestrxs hijxs en las jornadas de observación, generaba, como decíamos, ciertas condiciones de dispersión de energías.

Así también, no es nada menor considerar otros costos que trae aparejado el ejercicio de la multiplicidad de roles que asumimos las mujeres que se traduce, nada más y nada menos, en ajustes sobre nuestro propio tiempo y agotamiento de nuestras propias energías corporales, limitando las horas de descanso y de ocio personal, que impacta en la calidad de vida.

En este sentido, no queremos romantizar la situación de malabares que significó cuidar e investigar a la vez. Es preciso seguir profundizando, como lo hacen antecedentes teóricos relevantes, en torno a las implicancias de la desigualdad y la complejidad de las tareas de cuidado (Faur, 2017; Rodriguez, 2015; Esquivel, Faur, Jelin, 2012) y de reproducción (Federici, 2018).

Por último, no podemos dejar de interrogar: si en nuestros cuerpos y tiempos de investigadoras –clase media- la superposición de tareas se hace sentir en forma de peso y cansancio ¿cómo se sienten los malabares de trabajar y cuidar en pandemia en los cuerpos de mujeres en experiencias de clases sociales populares?

En la investigación entrevistamos a mujeres referentes de comedores y merenderos, que –como hemos constatado- despliegan un sinnúmero de tácticas para sostener el cuidado alimentario para calmar nada menos que el hambre que la pandemia profundizó en sus barrios. Mujeres con sus propixs hijxs en casa y sus tareas escolares, en su mayoría sin conexión a internet y/o aparatos suficientes, que quedaron haciendo malabares imposibles con su rol materno explotado y su rol como principales cuidadoras de la alimentación de las familias que el Estado dejó a la interperie con la “liberación” de la tarea de cuidado, al cerrar escuelas. ¿Cómo se siente eso en sus cuerpos? ¿Quién cuida a quienes cuidan?

Aperturas epistemológicas

Retomamos la reflexión sobre nuestra experiencia investigativa, desde donde nos aventuramos a decir: el estereotipo de investigador -hombre erguido, racional, solo, serio, en su laboratorio o biblioteca- articulado hábilmente en el contexto de la ciencia moderna actual, se vio atropellado, en espacios-tiempo excepcionales, por las tácticas de mujeres (con niñxs colgando y manos pegoteadas de barro y galletas) que acarreamos el universo de la maternidad y lo volcamos en la cocina de la investigación, sin filtros.

¿El proceso? con grandes sabores a caos. ¿Y el resultado? reflexiones que abren sentidos, que juegan con los límites, entre malabares que desgastan pero a la vez ofrecen experiencias de sororidad, empatía y amor filial, como pistas de prácticas intersticiales que desmienten -en espacios-tiempos acotados- los imperativos sobre nuestras formas y tiempos de trabajo, nuestras formas y tiempos de familia.

¿Será una ocasión -la pandemia que todo mezcla- para explorar y reflexionar sobre lo potente de lo personal, lo intuitivo, lo subjetivo, lo colectivo, el desorden en la construcción del conocimiento? ¿Será una ocasión para habilitar y sostener, con firmeza, un proyecto de feminización del hacer investigativo? Quizás sea la posibilidad para que aparezcan reflexiones, un tejido de saberes con una dimensión ética más insistente, con una dosis mayor de empatía y mayor sentido al saber que –juntas- construimos.

Referencias bibliográficas:

De Certeau, M. (2000) La invención de lo cotidiano. 1. Artes del hacer. México: Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, Editorial Universidad Iberoamericana. Disponible en:

http://books.google.es/books?id=iKqK5OfkLnUC&printsec=frontcover&source=gbs_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false

Faur, E. (2017) “¿Cuidar o educar? Hacia una pedagogía del cuidado”, en Redondo P., Antelo E., (Comp.), Encrucijadas entre cuidar y educar. Debates y experiencias. Buenos Aires, Argentina: Homo Sapiens Ediciones; pp. 87-114.

Federici, S. (2018) Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Tinta Limón.

Esquivel, V. E. Faur y E. Jelin (2012) Las lógicas del cuidado infantil. Entre las familias, el Estado y el mercado, Buenos Aires, Argentina: IDES- UNFPA-UNICEF.

Rico de Sotela, C. (coord.) Relecturas de Michel De Certeau. México: Universidad Iberoamericana. pp 41-45.

Rodríguez Enríquez, C. (2015) Economía feminista y economía del cuidado Aportes conceptuales para el estudio de la desigualdad. Fundación Foro Nueva Sociedad; Nueva Sociedad; 256; 3-2015; 1-15. Disponible en: https://nuso.org/media/articles/downloads/4102_1.pdf

Scribano, A. y E. Boito (2012) “Experiencias festivas: una recuperación teórico-metodológica” en SCRIBANO, Adrián; MAGALLANES, Graciela y María Eugenia BOITO (comp.). La fiesta y la Vida: estudio sobre una sociología de las prácticas intersticiales. Buenos Aires: Editorial CICCUS.



[1] Florencia María Páez es Dra. en Estudios de América Latina del Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y Lic. en Comunicación Social (Facultad de Comunicación Social, UNC). Es Investigadora de CONICET, categoría Asistente, con lugar de trabajo en la Facultad de Educación Física de la Universidad Provincial de Córdoba. Es docente de carreras de grado y de posgrado, educadora popular y madre.

[2] Laura Simoni es Lic. en Ciencias de la Nutrición (Facultad de Ciencias Médicas de la UNC) y maestranda en Sociología (CEA, UNC). Es Investigadora y docente en la Universidad Nacional de Córdoba, educadora y madre.

[3] Es importante señalar que, a su vez, las desigualdades se sostienen de manera más determinante en las poblaciones más pobres (Esquivel, Faur y Jelin, 2012). Y que, seguramente, la pandemia haya incidido negativamente en la profundización de este fenómeno.

[4] Directoras: Juliana Huergo e Ileana Ibáñez. Aprobado y financiado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba. Categoría: Consolidar II. Convocatoria 2018-2021. Resolución 411/18.

[5] Proyecto dirigido por Ianina Tuñón y beneficiado por la Convocatoria PISAC-COVID-19 (2020), Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación.

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