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“Tierra arrasada”


Así titulaba Alejandra Dandan un artículo publicado en el diario Página 12 hace exactamente una década atrás. En él se narraba que la provincia del Chaco ya había perdido el ochenta por ciento de las tierras fiscales y que, al menos la mitad se habría vendido en forma fraudulenta gracias al avance de la soja y la depredación de los montes.
Entre 1994 y diciembre del año 2007 Chaco había perdido un enorme porcentaje de sus tierras fiscales. El número era aún más estremecedor si se tomaba en cuenta que por lo menos la mitad se habría malvendido y estaba en manos de sociedades anónimas de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Se trató de una maniobra sin antecedentes, sumergida en un proceso judicial.


De acuerdo a los datos del Instituto de Colonización local, el Estado chaqueño pasó de tener 3.500.000 de hectáreas a 650.000 en diciembre de 2007. Una organización mixta de funcionarios públicos e intermediarios denunciada por primera vez en 2002, pero que habría seguido actuando, vendió las tierras hasta por 1,14 pesos la hectárea. Dos fiscales pidieron la “nulidad” de las ventas y solicitaron una resolución judicial que abriera el camino para que, al menos una parte de esas tierras, volviera a manos del Estado provincial.


El auge de las ventas de las tierras del Chaco coincidió con el despegue de la soja por vías de la frontera agrícola del NOA. La dilapidación de las tierras, en cambio, coincidió con la depredación de los montes del Impenetrable, donde las poblaciones aborígenes hoy están caladas por el hambre.
Chaco tiene una superficie total de unas 10 millones de hectáreas. En 1994, las 3.500.000 hectáreas fiscales representaban 35 por ciento del suelo; al año 2008 las 650.000 cubrían apenas el 6,5 por ciento. De este modo se perdieron 2.850.000 hectáreas. Por lo menos la mitad se habría vendido en forma irregular, 800 mil de las cuales habrían sido volteadas por el desmonte. Así lo sugirieron en el año 2002 una auditoría del fiscal del Tribunal de Cuentas de Chaco, John París y, en 2006, una denuncia penal canalizada por tres empleados del Instituto de Colonización.


En 2002, el fiscal París auditó al azar 215 expedientes y en todos encontró irregularidades. Desde firmas adulteradas, expedientes paralelos o tierras que se compraban por dos pesos y rápidamente se vendían a precios millonarios. “En todos los casos, las maniobras se hacían para eludir el verdadero sentido de la ley”, menciona una fuente de la investigación. “Usaban la figura del propietario del campo, que era una persona muy poco instruida, le daban dos pesos, con los que esa persona lograba cancelar la deuda que tenía con el Estado y las revendían a precios exorbitantes.”


La Constitución del Chaco preserva, como en ninguna parte del país, el derecho a la tierra para los pequeños productores. El Estado no puede transferir las tierras fiscales, que son muy baratas, a empresas ni en forma directa ni indirecta; tampoco a latifundios ni minifundios. Como se promueve el desarrollo de las “unidades productivas”, sólo puede entregarlas a pequeños y medianos productores y su descendencia, a comunidades aborígenes y a cooperativas sin fines de lucro.
Las unidades productivas no son minifundios porque son muy chicos, ni latifundios porque son muy grandes; son tierras que permiten el desarrollo de un productor. En agricultura puede ser 200 a 300 hectáreas, pero en ganadería o economía mixta con actividad forestal pueden ser 1500 hectáreas. Con todo, ninguna puede tener más de 2500 hectáreas. Este detalle no se tuvo en cuenta en Chaco.


Entre los 215 expedientes auditados por París hace 10 años, había empresas con miles de hectáreas de tierra. El Colono SA, por ejemplo, con más de 72 mil; Rumbo Norte SA más de 120 mil y Granja Mostachi SA entre 30 y 40 mil dedicada, según su legajo, a “servicio de alquiler y explotación de inmuebles para fiestas, convenciones y otros eventos similares”, como si buscaran trasformar al Impenetrable en un lugar para hacer fiestas. Para alcanzar esas dimensiones, cada una fue comprando pequeñas parcelas, una al lado de la otra. En un caso se detectaron hasta 26 escrituras en terrenos contiguos.
“Así, primero compraban 2500 hectáreas, después otras 2500 y al lado otras 2500 más”, indicó Walter Zanuttini, abogado del grupo de empleados. “Cuando tenían todas las tierras, cercaban los terrenos con un único alambrado perimetral y dejaban adentro escuelas públicas, puestos sanitarios, caminos vecinales, comunidades de aborígenes, de criollos o de pequeños campesinos a quienes los corrían hasta con armas de fuego.”


Los compradores estaban interesados en la soja pero, evidentemente, también lo estaban en la explotación forestal que liquidó parte del bosque nativo de quebrachos y algarrobos con aserradores clandestinos en medio del Impenetrable.
Al año 2008, las causas judiciales avanzaban en tres juzgados distintos, pero uno de ellos, a cargo de la jueza Iride Isabel Grillo, hizo dos movimientos importantes. Por un lado, nombró nuevamente al fiscal París para que actualizara la auditoría. Por otro, analizó la situación del Instituto de Colonización para solicitarles a sus nuevas autoridades que revieran los expedientes de París. En los hechos, eso significaba que se harían sumarios administrativos en los casos en que fueran detectados funcionarios complicados en las operaciones. La idea era que las tierras que integraban los 215 expedientes volvieran al Estado.
Ya en el 2008, se alertaba acerca de que los pequeños y medianos productores chaqueños tenían un alto endeudamiento con la Nación, y carecían del acceso a los créditos. En este sentido, las opciones no eran muchas: o trabajar la tierra, endeudarse con los acopiadores de cereal que son los que les venden los agroquímicos financiándoles la cosecha a precios poco rentables, o arrendar las tierras a los grandes productores de soja.

Diez años después


Este tipo de depredación que se describió en los párrafos precedentes tiene consecuencias sociales y económicas nefastas para la población del Impenetrable.


El 2 de abril de 2018 Micaela Urdinez escribió un artículo para el diario La Nación del que extraigo sólo el siguiente párrafo.

“Tres días en el monte de El Impenetrable chaqueño sirven para entender por qué semejante geografía lleva ese nombre. Alcanzan, además, para ver las caras más dolorosas del país y desentrañar en sus expresiones el alcance de la pobreza extrema”.


Ver en https://www.lanacion.com.ar/2121845-el-impenetrable-esa-tierra-olvidada-en-la-que-la-gente-no-come-ni-sonrie

Fuente aquí