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Newsletter Nº 10


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FEMINISTAS: MUJERES QUE HACEN POLÍTICA “FUERA DE LA POLÍTICA”  

 Dra. Laura Masson

Facultad de Ciencias Sociales - Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Email: lauramas29@yahoo.com.ar

Antropología Social - FACSO - UNCPBA

 

Palabras claves: política – feminismo – mujeres - Argentina

Keywords: Politic - feminism -women -Argentina

 

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El movimiento feminista ha sido escasamente reconocido como movimiento social y menos aún como parte de lo que se entiende habitualmente como política. Muchos prejuicios que pesan sobre las feministas han influenciado en la falta de legitimidad del feminismo como acción política[i]. Sin embargo, si nos situamos desde el punto de vista de las propias protagonistas escucharemos una y otra vez decir que el feminismo es político y que es la forma más verdadera y la más radical de hacer política.


[i] Bila Sorj publicó en 2005, en el diario brasileño O Globo, un artículo titulado “O estigma das feministas” donde señala, para el caso de Brasil, algunos de los estereotipos con los que se identifica a las feministas y que son los argumentos citados para deslegitimar la fuerza transformadora que el feminismo ha tenido durante el siglo XX.

¿Qué entienden las feministas por política? ¿Cuáles son las características de la política tal como la definen las feministas? Estas preguntas formaron parte de la investigación realizada para mi tesis de doctorado entre los años 2002 y 2006 cuyo objetivo fue intentar comprender y dar inteligibilidad al proceso de unificación-oposición y al trabajo de movilización en torno a la causa por los derechos de las mujeres necesarios para dar existencia a lo que actualmente se denomina feminismo y/o feminismos en Argentina. El trabajo de campo incluyó observación participante, entrevistas, el análisis de documentos y publicaciones virtuales e impresas realizadas por las propias mujeres y fue realizado en las ciudades de Tandil, Córdoba, Rosario, Salta, Mendoza y Mar del Plata, pero especialmente en la ciudad de Buenos Aires, donde vive la mayor parte de las feministas, además de los sitios virtuales de Internet.

 

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Banderas Feministas en la apertura del Encuentro Nacional de Mujeres. Mar del Plata 2005

¿Quiénes son las feministas?

Comenzaré mencionando un rasgo común que define a la mayoría de las feministas y sin el cual no es posible comprender el feminismo. Se trata del acceso de estas mujeres a la educación superior. Entre ellas encontramos a médicas, psicólogas, psiquiatras, sociólogas, periodistas, antropólogas, abogadas, filósofas, historiadoras. Muchas de las que actualmente se han convertido en líderes han tenido experiencias previas de militancia en partidos políticos, especialmente de izquierda. Estas mujeres tienen un excelente dominio del lenguaje, acceso a medios de expresión pública (periodistas, escritoras) y en muchos casos, dadas sus profesiones, disponen de los medios necesarios para transmitir sus valores a través de decisiones que tienen un efecto social (profesoras universitarias, abogadas, juezas, funcionarias del gobierno, legisladoras, representantes de Organizaciones no Gubernamentales). Sin embargo, a pesar de la uniformidad de sus propiedades sociales estas mujeres se reconocen entre ellas a partir de importantes diferencias que es necesario tener en cuenta para comprender cómo se constituye el feminismo como tal. Por consiguiente, cuando hablo de feminismo me refiero a un espacio social internamente heterogéneo que engloba diferentes identificaciones construidas a partir de oposiciones y categorías de acusación (feministas institucionalizadas, feministas utópicas, feministas políticas, académicas puras, feministas puras, lesbianas feministas) que sólo son inteligibles a la luz de la historia de la conformación de esa forma social.

Dado que mi interés está centrado en “la concepción feminista de política” mi punto de vista no presupone una definición de política, sino que privilegia las prácticas que las feministas definen como tales. En el caso del feminismo la noción de política aparece inmiscuida en la noción de persona que se construye en las prácticas de las militantes feministas. Para las feministas el cuerpo (y particularmente el cuerpo de las mujeres) es un lugar donde se definen “cuestiones políticas” y esto es así porque consideran que las decisiones sobre lo que sucede con “el cuerpo de las mujeres” deben ser tomadas por cada mujer y no por ej. por el Estado o alguna imposición religiosa. Así, por ejemplo, en las multitudinarias marchas de los Encuentros Nacionales de Mujeres una de las consignas que entonan las feministas, y que va dirigida a la Iglesia Católica, es “saquen sus rosarios de nuestros ovarios”. Las consignas de la actual Campaña Nacional por el Derecho al Aborto son: “Educación Sexual para decidir, Anticonceptivos para no Abortar, Aborto Legal para no Morir”. En la última marcha por la Despenalización del Aborto realizada en la Ciudad de Buenos Aires uno de los cantos fue “Borombombón, mi cuerpo es mío: mi decisión!”. También es habitual escuchar o leer en cuadernillos de “capacitación” sobre “salud sexual” que “cada mujer tiene derecho a decidir cuándo, cómo y cuántos hijos desea tener” así también como “cuándo, con quién y en qué circunstancias tener relaciones sexuales”. En tanto las feministas consideran que cada mujer es “dueña” de su cuerpo, esta decisión debe ser individual. Las disputas acerca de quién “decide” sobre la reproducción son definidas por las feministas como una “cuestión política”. “Decisión” y “autonomía” son palabras que han ido adquiriendo un lugar central en lo que ellas consideran una forma de hacer política.

 

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Diálogo entre manifestantes

 

El valor de la individualidad y la autonomía

A medida que compartí varias actividades con mujeres feministas identifiqué un lenguaje específico a partir del cual relataban sus experiencias. Comencé a reconocerlo desde el momento en que algunos términos se repetían en los relatos de la mayoría de ellas, en las conversaciones, en los eventos, en las reuniones y en la lectura de publicaciones feministas, donde se registraban testimonios de militantes, donde emitían opinión sobre diversos temas y especialmente cuando se referían a qué es “ser feminista” y “qué es el feminismo”[1]. A partir del análisis de estas narrativas es posible mostrar que los relatos de qué es el feminismo y qué es ser feminista muestran agenciamientos típicos que se presentan bajo la forma de un devenir, un camino a recorrer, en el cual se parte de un cambio interior – donde el lenguaje de las emociones tiene un lugar central - para proponer luego un cambio exterior o social. Los principales términos que estructuraron las formas de interacción del feminismo a partir de los años 70 fueron: la rebeldía; la concepción de una “identidad femenina verdadera”, que es necesario develar a partir de un trabajo interior orientado a una fuerte individualización; el eslogan “lo personal es político”, que habilita una definición de política que incluye las relaciones entre los sexos en sus dimensiones consideradas más íntimas o “privadas” como la sexualidad y el cuerpo; y la oposición a las jerarquías.

En la militancia feminista las reivindicaciones por los “derechos de las mujeres” sitúan la política en la propia definición de persona, en las emociones y en las categorías cognitivas dado que la visión de mundo es considerada una posición política. Se trata de producir una transformación cognitiva en cada mujer con el fin de que pueda despojarse de las categorías que, según sus interpretaciones, les fueron impuestas desde un sistema opresor. Las feministas disponen de un vocabulario y de técnicas específicos para que cada mujer se reconozca como autónoma buscando en primer lugar la liberación “dentro de sí misma”. Según esto, es en la acción individual y reflexiva donde se aloja la posibilidad de rebelarse. En ese sentido es de vital importancia para las feministas la conversión de las categorías cognitivas y las maneras, interiorizadas e individualizadas, de transformarse en feministas. Desde los años 70 hasta la actualidad persiste un vocabulario que es producto de experiencias colectivas y que preexiste a quienes lo enuncian. Formas de “acercarse al feminismo” que, a pesar de las transformaciones producidas a través del tiempo, perduran y sobre las cuales las feministas articulan lo que denominan una “reflexión sobre sí mismas”. Los relatos dan cuenta de un léxico y de sentidos compartidos que permiten situar trayectorias personales a partir de argumentos y lógicas sociales.

La centralidad del lenguaje en la militancia feminista puede vislumbrarse también en la circulación internacional de las palabras y en los términos que articulan las formas de la militancia. Algunos términos acuñados en eventos internacionales nuclearon a mujeres feministas de distintos países, fueron un eje articulador de la militancia y posibilitaron erigir interpretaciones del mundo desde un punto de vista donde las integrantes de una categoría social, en este caso las mujeres, aparecieran particularmente afectadas por la “desigualdad” y la opresión”. El uso de estos términos permitió crear estándares morales compartidos, para explicar y juzgar circunstancias que se identifican como “injustas” hacia las mujeres y posibilitan motivar y justificar las acciones militantes. Los conceptos se originan en general en ámbitos académicos y su circulación y apropiación se garantiza mediante publicaciones académicas (que en muchos casos son traducciones de publicaciones en lenguas extranjeras), en las dinámicas de trabajo de encuentros regionales, nacionales e internacionales, charlas, conferencias, cursos, en la circulación de folletos y publicaciones de divulgación destinadas a la aplicación de los mismos. Uno de los términos que ha sido central para el desarrollo del feminismo es “patriarcado”. Las feministas lo definen como el sistema que oprime a las mujeres. Es un término que forma (o al menos formó) parte de un lenguaje utilizado por mujeres militantes para comunicarse con otras mujeres con las que comparten no solo un mismo espacio social, sino también muchos códigos. Según el relato de Francesca Gargallo (2002:117-8), historiadora italiana radicada en México, publicado en Perfiles del Feminismo Iberoamericano la utilización del concepto patriarcado como “herramienta explicativa” puede situarse en el II Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe. En Argentina, particularmente en la ciudad de Buenos Aires, los espacios más importantes donde los conceptos, articuladores de los cuadros de percepción propios de las prácticas feministas, han adquirido sentido y se han convertido en parte de una gramática política compartida, fueron Lugar de Mujer y las “Jornadas de ATEM (Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer)”[2]. La importación de esos términos, dependiendo de quiénes los introdujeron y en qué contextos, afectó también la forma particular del feminismo en Argentina. En este punto es central la articulación entre ámbitos diversos (académicos y militantes) y la relevancia que adquiere el hecho de que algunas feministas posean un alto capital simbólico e intelectual que es transmitido en eventos y publicaciones.

 

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Mar del Plata 2005. Jóvenes adventistas y mujeres feministas manifestándose en contra y a favor de la legalización del aborto

Los feminismos

Gran parte de la literatura que ha tratado sobre movimientos sociales y especialmente movimientos de mujeres en Argentina ha privilegiado un punto de vista que opone avances y retrocesos o éxitos y fracasos de los movimientos frente al Estado o frente a una ideología conservadora[1]. La mayoría de los análisis dedicados al movimiento de mujeres se han ocupado de mostrar el trabajo político de movilización y en líneas generales no han tenido en cuenta el trabajo (para las feministas también político) de unificación-oposición que se da a partir de experiencias compartidas y que posibilita la existencia del feminismo como tal[2]. Esta lógica ha oscurecido la importancia de las propias formas de organización del denominado movimiento. Para una mejor comprensión considero pertinente mirar al feminismo en sí mismo y tratar de comprenderlo en sus propios términos en vez de analizarlo en oposición al Estado o a un “sistema patriarcal” o de contraponer una “política feminista” a una “política androcéntrica”.

Una característica que despertó mi curiosidad y asombro cuando tomé contacto con las primeras feministas y comencé a participar de algunos eventos fue la multiplicidad no solo de visiones acerca de lo que es el feminismo, sino también de agrupaciones y organizaciones. Las palabras “feminismo”, “feminismos”, “feminista”, “feministas” y los adjetivos que muchas veces dentro del espacio de la militancia las acompañan, “feministas puras”, “feministas académicas”, “académicas puras”, “feministas institucionalizadas”, “feministas autónomas”, “lesbianas feministas”, “feministas políticas” no pueden comprenderse aisladas de quienes las utilizan y de los procesos que les dieron lugar. Mientras que para personas que no comparten estas experiencias y no se han formado en esas situaciones no alcanzan nunca su significado pleno, para quienes las emplean tienen una alta carga valorativa. En el caso de las feministas no existe ninguna “versión auténtica” de qué es ser feminista o que es el feminismo en la que todas estén de acuerdo, sino cierto número de historias que se ocupan más o menos del mismo conjunto de elementos, utilizan el mismo lenguaje y la misma clase de simbolismos, pero que difieren unas de otras en detalles de crucial importancia según quién relate los hechos. La divergencia entre las versiones de qué es ser feminista y qué es el feminismo sirven para validar el estatus y la posición de quiénes la cuentan. Las denominaciones diversas que conforman el feminismo y lo convierten al plural feminismos, traducen al lenguaje, bajo la forma de taxonomías, el juego de oposiciones a partir del cual las feministas, dotadas de propiedades sociales específicas parcialmente diferentes, pero en parte también comunes, se reconocen entre sí. En lugar de tratar las oposiciones como impedimento para alcanzar una unidad ideal en el feminismo, como movimiento, propongo intentar comprender el sentido que esta dinámica tiene en la constitución de esta figuración social. Sugiero que los juegos de oposiciones y las dinámicas de acusaciones son formas de sostener las diferencias y reconocer la igualdad de orden entre las feministas que se han convertido en referentes en los diversos espacios que conforman al feminismo. Así, estimo que en el caso que aquí presento las contradicciones son más significativas que las uniformidades en tanto en cada versión se vislumbra una tendencia a apoyar la autoridad de quienes tienen allí intereses implicados. Se trata de denominaciones que reflejan la situación y la historia de una forma social y para comprenderlas es necesario situarlas a partir de quiénes las enuncian.

 

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Marcha del Encuentro Nacional de Mujeres. Mar del Plata 2005

Reflexiones finales

Los argumentos que resumí en estas páginas son una parte de los resultados de una investigación más amplia que me permitió delinear algunas posiciones analíticas. Mi intención es que estas posiciones puedan constituirse en una contribución para nuevas miradas sobre las diversas formas de hacer política en regímenes “democráticos” en sociedades contemporáneas, las maneras de abordar las denominadas políticas de identidad, la pertinencia de la distinción entre acción individual y acción colectiva y la confrontación como un modo posible de integración en espacios sociales, como el feminismo, que reconocen los valores de igualdad y autonomía como constitutivos del “ser feminista”. En este sentido el feminismo es un espacio que ha sido escasamente explorado en tanto lugar de “participación política”.  En la década del ochenta son numerosas las publicaciones en ciencias sociales que se refieren a diversos tipos de militancia como “nuevos movimientos sociales”. La denominación “movimiento”, cuando se usa para referirse a “movimiento social” tal como ha sido utilizada en la literatura sociológica durante los años ochenta presupone una forma social homogénea que no resulta útil para analizar la forma en que las feministas entienden el ejercicio de la política precisamente porque el feminismo lleva implícito en su definición por un lado la diferencia y por otro la confrontación y la fragmentación como forma de interacción social. La versión interiorizada del “ser feminista” y el feminismo como una manera de pensar el mundo y pensarse a sí mismas posibilitan que las feministas ejerciten su práctica militante desde la posición social que cada una ocupa. Pensar al feminismo como un espacio social, a diferencia de por ejemplo un “movimiento social”, permite comprender la importancia de estas prácticas individuales que desde otras perspectivas se perderían de vista. En este sentido, es importante destacar que son las propiedades sociales de las feministas y la concepción de política que ellas tienen las que nos ayudan a entender cómo las acciones son pensadas y producidas. La concepción que cada mujer tenga de sí misma y la manera en que entienda personalmente el “ser feminista”, de acuerdo a su posición social, influenciarán la forma de sus prácticas. En tanto las feministas consideran que “hay tantos feminismos como feministas”, esto las habilita en principio a utilizar en cada caso estrategias adaptadas a situaciones diversas. Se trata de pensar sus acciones teniendo en cuenta quiénes las realizan y cuál es su ubicación social.

Finalmente, no he privilegiado solamente la noción de similitud para dar cuenta de la existencia del feminismo, sino que he puesto el acento tanto en el duro trabajo de identificación que las feministas llevan adelante como en las diferencias, los conflictos y la fragmentación para comprender la “unidad” del feminismo como espacio social. Considero que esto me ha permitido no caer en la trampa de nociones reificantes, como “identidad”, y mostrar los procesos mediante los cuales las categorías se cristalizan en contextos y momentos específicos, mientras que en otros pueden ser relativizadas y discutidas.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

CHEJTER, Silvia. 1996. Revista Travesías 5. Temas del debate feminista contemporáneo. Feminismo por feministas. Fragmentos para una historia del feminismo argentino 1970-1996. (4/5), octubre. Buenos Aires, documentos del CECYM

GARGALLO, Francesca. 2002. “El feminismo múltiple: prácticas e ideas feministas en América Latina.” En: Femenías, M. (comp.) Perfiles del feminismo Iberoamericano. Buenos Aires, Catálogos.

JELIN, Elizabeth. (comp.) 1985 Los nuevos movimientos sociales. Buenos Aires, CEAL.

MASSON, Laura. 2007 Feministas em toda parte. Uma etnografia de narrativas e eventos feministas em Argentina. Tesis de doutorado, PPGAS/Museu Nacional, UFRJ, Brasil.

 


[1] Elizabeth Jelin describe de esta manera el movimiento de mujeres en Argentina “A nivel nacional el retraso es enorme, especialmente en lo que hace al reconocimiento y legitimación del problema desde el estado, así como la implementación de acciones y programas concretos. Las orientaciones ambiguas en el peronismo gobernante del 73-76 y la dictadura militar posterior, no solo no permitieron avanzar, fueron momentos de retroceso. Pero la sociedad no se detiene. Junto al proyecto autoritario de continuidad del régimen fueron surgiendo focos de resistencia y proyectos alternativos. Las mujeres fueron, en esto, protagonistas fundamentales en diversos frentes de lucha” (Jelin, 1985:33).

[2] Movimiento de mujeres y feminismo no son sinónimos, sin embargo las feministas también participan del denominado movimiento de mujeres. Hago referencia a este último debido a que la bibliografía es más basta en relación a él que al feminismo en sí mismo.


[1] Es necesario resaltar aquí que no considero a los motivos enunciados en los relatos como principios o razones subjetivas que guían la acción de las personas, sino como una verbalización que permite, en situación, producir justificaciones del comportamiento. En este punto tomo distancia de las teorías de la acción racional que consideran que los actores toman decisiones en función de un cálculo estratégico y de la teoría de la movilización de recursos que considera que las organizaciones de los movimientos sociales se convierten en actores que entran en competencia con un mercado de causas, clientes, posibilidades mediáticas y agencias administrativas.

[2] Ambos lugares son considerados por muchas militantes como los articuladores de la militancia feminista durante los años 80. Chejter (1996:27) los define como “los dos espacios nucleares de producción y de debate de ideas feministas (…) puntos de reunión convocantes de casi todas las feministas de la ciudad de Buenos Aires, el Gran Buenos Aires y centro de atracción para las feministas del interior del país”.