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< volver FEMINISTAS:
MUJERES QUE HACEN POLÍTICA “FUERA DE LA POLÍTICA” Dra. Laura Masson Facultad
de Ciencias Sociales - Universidad Nacional del Centro de la Provincia de
Buenos Aires Email:
lauramas29@yahoo.com.ar
Antropología Social - FACSO - UNCPBA
Palabras
claves: política
– feminismo – mujeres - Argentina Keywords: Politic - feminism -women -Argentina
¿Qué entienden las feministas por política? ¿Cuáles son las características de la política tal como la definen las feministas? Estas preguntas formaron parte de la investigación realizada para mi tesis de doctorado entre los años 2002 y 2006 cuyo objetivo fue intentar comprender y dar inteligibilidad al proceso de unificación-oposición y al trabajo de movilización en torno a la causa por los derechos de las mujeres necesarios para dar existencia a lo que actualmente se denomina feminismo y/o feminismos en Argentina. El trabajo de campo incluyó observación participante, entrevistas, el análisis de documentos y publicaciones virtuales e impresas realizadas por las propias mujeres y fue realizado en las ciudades de Tandil, Córdoba, Rosario, Salta, Mendoza y Mar del Plata, pero especialmente en la ciudad de Buenos Aires, donde vive la mayor parte de las feministas, además de los sitios virtuales de Internet.
¿Quiénes
son las feministas? Comenzaré
mencionando
un rasgo común que define a la mayoría de las feministas y sin el cual
no es posible comprender el feminismo. Se trata del acceso de estas
mujeres a la educación superior. Entre ellas encontramos a médicas, psicólogas,
psiquiatras, sociólogas, periodistas, antropólogas, abogadas, filósofas,
historiadoras. Muchas de las que actualmente se han convertido en líderes
han tenido experiencias previas de militancia en partidos políticos,
especialmente de izquierda. Estas mujeres tienen un excelente dominio del
lenguaje, acceso a medios de expresión pública (periodistas, escritoras)
y en muchos casos, dadas sus profesiones, disponen de los medios
necesarios para transmitir sus valores a través de decisiones que tienen
un efecto social (profesoras universitarias, abogadas, juezas,
funcionarias del gobierno, legisladoras, representantes de Organizaciones
no Gubernamentales). Sin embargo, a pesar de la uniformidad de sus
propiedades sociales estas mujeres se reconocen entre ellas a partir de
importantes diferencias que es necesario tener en cuenta para comprender cómo
se constituye el feminismo como tal. Por consiguiente, cuando hablo de feminismo
me refiero a un espacio social internamente heterogéneo que engloba
diferentes identificaciones construidas a partir de oposiciones y categorías
de acusación (feministas institucionalizadas, feministas utópicas,
feministas políticas, académicas puras, feministas puras, lesbianas
feministas) que sólo son inteligibles a la luz de la historia de la
conformación de esa forma social. Dado
que mi interés está centrado en “la concepción feminista de política”
mi punto de vista no presupone una definición de política, sino que
privilegia las prácticas que las feministas definen como tales. En el
caso del feminismo la noción de política aparece inmiscuida en la noción
de persona que se construye en las prácticas de las militantes
feministas. Para las feministas el cuerpo (y particularmente el cuerpo de
las mujeres) es un lugar donde se definen “cuestiones políticas” y
esto es así porque consideran que las decisiones sobre lo que sucede con
“el cuerpo de las mujeres” deben ser tomadas por cada mujer y no por
ej. por el Estado o alguna imposición religiosa. Así, por ejemplo, en
las multitudinarias marchas de los Encuentros Nacionales de Mujeres una de
las consignas que entonan las feministas, y que va dirigida a la Iglesia
Católica, es “saquen sus rosarios de nuestros ovarios”. Las consignas
de la actual Campaña Nacional por el Derecho al Aborto son: “Educación
Sexual para decidir, Anticonceptivos para no Abortar, Aborto Legal para no
Morir”. En la última marcha por la Despenalización del Aborto
realizada en la Ciudad de Buenos Aires uno de los cantos fue “Borombombón,
mi cuerpo es mío: mi decisión!”. También es habitual escuchar o leer
en cuadernillos de “capacitación” sobre “salud sexual” que
“cada mujer tiene derecho a decidir cuándo, cómo y cuántos hijos
desea tener” así también como “cuándo, con quién y en qué
circunstancias tener relaciones sexuales”. En tanto las feministas
consideran que cada mujer es “dueña” de su cuerpo, esta decisión
debe ser individual. Las disputas acerca de quién “decide” sobre la
reproducción son definidas por las feministas como una “cuestión política”.
“Decisión” y “autonomía” son palabras que han ido adquiriendo un
lugar central en lo que ellas consideran una forma de hacer política.
El
valor de la individualidad y la autonomía
A
medida que compartí varias actividades con mujeres feministas identifiqué
un lenguaje específico a partir del cual relataban sus experiencias.
Comencé a reconocerlo desde el momento en que algunos términos se repetían
en los relatos de la mayoría de ellas, en las conversaciones, en los
eventos, en las reuniones y en la lectura de publicaciones feministas,
donde se registraban testimonios de militantes, donde emitían opinión
sobre diversos temas y especialmente cuando se referían a qué es “ser
feminista” y “qué es el feminismo”[1].
A partir del análisis de estas narrativas es posible mostrar que los
relatos de qué es el feminismo y qué es ser feminista muestran
agenciamientos típicos que se presentan bajo la forma de un devenir, un
camino a recorrer, en el cual se parte de un cambio interior – donde el
lenguaje de las emociones tiene un lugar central - para proponer luego un
cambio exterior o social. Los principales términos que estructuraron las
formas de interacción del feminismo a partir de los años 70 fueron: la
rebeldía; la concepción de una “identidad femenina verdadera”, que
es necesario develar a partir de un trabajo interior orientado a una
fuerte individualización; el eslogan “lo personal es político”, que
habilita una definición de política que incluye las relaciones entre los
sexos en sus dimensiones consideradas más íntimas o “privadas” como
la sexualidad y el cuerpo; y la oposición a las jerarquías. En
la militancia feminista las reivindicaciones por los “derechos de las
mujeres” sitúan la política
en la propia definición de persona, en las emociones y en las categorías
cognitivas dado que la visión de mundo es considerada una posición política.
Se
trata de producir una transformación cognitiva en cada mujer con el fin
de que pueda despojarse de las categorías que, según sus
interpretaciones, les fueron impuestas desde un sistema
opresor. Las feministas disponen de un vocabulario y de técnicas
específicos para que cada mujer se reconozca como autónoma buscando en
primer lugar la liberación “dentro de sí misma”. Según esto, es en
la acción individual y reflexiva donde se aloja la posibilidad de
rebelarse. En ese sentido es de vital importancia para las feministas la
conversión de las categorías cognitivas y las maneras, interiorizadas e
individualizadas, de transformarse en feministas. Desde
los años 70 hasta la actualidad persiste un vocabulario que es producto
de experiencias colectivas y que preexiste a quienes lo enuncian. Formas
de “acercarse al feminismo” que, a pesar de las transformaciones
producidas a través del tiempo, perduran y sobre las cuales las
feministas articulan lo que denominan una “reflexión sobre sí
mismas”. Los
relatos dan cuenta de un léxico y de sentidos compartidos que permiten
situar trayectorias personales a partir de argumentos y lógicas sociales. La centralidad del lenguaje en la militancia feminista puede vislumbrarse también en la circulación internacional de las palabras y en los términos que articulan las formas de la militancia. Algunos términos acuñados en eventos internacionales nuclearon a mujeres feministas de distintos países, fueron un eje articulador de la militancia y posibilitaron erigir interpretaciones del mundo desde un punto de vista donde las integrantes de una categoría social, en este caso las mujeres, aparecieran particularmente afectadas por la “desigualdad” y la opresión”. El uso de estos términos permitió crear estándares morales compartidos, para explicar y juzgar circunstancias que se identifican como “injustas” hacia las mujeres y posibilitan motivar y justificar las acciones militantes. Los conceptos se originan en general en ámbitos académicos y su circulación y apropiación se garantiza mediante publicaciones académicas (que en muchos casos son traducciones de publicaciones en lenguas extranjeras), en las dinámicas de trabajo de encuentros regionales, nacionales e internacionales, charlas, conferencias, cursos, en la circulación de folletos y publicaciones de divulgación destinadas a la aplicación de los mismos. Uno de los términos que ha sido central para el desarrollo del feminismo es “patriarcado”. Las feministas lo definen como el sistema que oprime a las mujeres. Es un término que forma (o al menos formó) parte de un lenguaje utilizado por mujeres militantes para comunicarse con otras mujeres con las que comparten no solo un mismo espacio social, sino también muchos códigos. Según el relato de Francesca Gargallo (2002:117-8), historiadora italiana radicada en México, publicado en Perfiles del Feminismo Iberoamericano la utilización del concepto patriarcado como “herramienta explicativa” puede situarse en el II Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe. En Argentina, particularmente en la ciudad de Buenos Aires, los espacios más importantes donde los conceptos, articuladores de los cuadros de percepción propios de las prácticas feministas, han adquirido sentido y se han convertido en parte de una gramática política compartida, fueron Lugar de Mujer y las “Jornadas de ATEM (Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer)”[2]. La importación de esos términos, dependiendo de quiénes los introdujeron y en qué contextos, afectó también la forma particular del feminismo en Argentina. En este punto es central la articulación entre ámbitos diversos (académicos y militantes) y la relevancia que adquiere el hecho de que algunas feministas posean un alto capital simbólico e intelectual que es transmitido en eventos y publicaciones.
Los
feminismos Gran
parte de la literatura que ha tratado sobre movimientos
sociales y especialmente movimientos
de mujeres en Argentina ha privilegiado un punto de vista que opone
avances y retrocesos o éxitos y fracasos de los movimientos
frente al Estado o frente a una
ideología conservadora[1].
La mayoría de los análisis dedicados al movimiento
de mujeres se han ocupado de mostrar el trabajo político de
movilización y en líneas generales no han tenido en cuenta el trabajo
(para las feministas también político) de unificación-oposición que se
da a partir de experiencias compartidas y que posibilita la existencia del
feminismo como tal[2].
Esta lógica ha oscurecido la importancia de las propias formas de
organización del denominado movimiento.
Para una mejor comprensión considero pertinente mirar al feminismo
en sí mismo y tratar de comprenderlo en sus propios términos en vez de
analizarlo en oposición al Estado o a un “sistema patriarcal” o de
contraponer una “política feminista” a una “política androcéntrica”.
Una
característica que despertó mi curiosidad y asombro cuando tomé
contacto con las primeras feministas y comencé a participar de algunos
eventos fue la multiplicidad no solo de visiones acerca de lo que es el feminismo,
sino también de agrupaciones y organizaciones. Las
palabras “feminismo”, “feminismos”, “feminista”,
“feministas” y los adjetivos que muchas veces dentro del espacio de la
militancia las acompañan, “feministas puras”, “feministas académicas”,
“académicas puras”, “feministas institucionalizadas”,
“feministas autónomas”, “lesbianas feministas”, “feministas políticas”
no pueden comprenderse aisladas de quienes las utilizan y de los procesos
que les dieron lugar. Mientras que para personas que no comparten estas
experiencias y no se han formado en esas situaciones no alcanzan nunca su
significado pleno, para quienes las emplean tienen una alta carga
valorativa. En
el caso de las feministas no existe ninguna “versión auténtica” de
qué es ser feminista o que es
el feminismo en la que todas
estén de acuerdo, sino cierto número de historias que se ocupan más o
menos del mismo conjunto de elementos, utilizan el mismo lenguaje y la
misma clase de simbolismos, pero que difieren unas de otras en detalles de
crucial importancia según quién relate los hechos. La divergencia entre
las versiones de qué es ser
feminista y qué es el feminismo
sirven para validar el estatus y la posición de quiénes la cuentan. Las
denominaciones diversas que conforman el feminismo y lo convierten al
plural feminismos, traducen al
lenguaje, bajo la forma de taxonomías, el juego de oposiciones a partir
del cual las feministas, dotadas de propiedades sociales específicas
parcialmente diferentes, pero en parte también comunes, se reconocen
entre sí. En lugar de tratar las oposiciones como impedimento para
alcanzar una unidad ideal en el feminismo, como movimiento,
propongo intentar comprender el sentido que esta dinámica tiene en la
constitución de esta figuración social.
Sugiero que los juegos de oposiciones y las dinámicas de acusaciones son
formas de sostener las diferencias y reconocer la igualdad de orden entre
las feministas que se han convertido en referentes en los diversos
espacios que conforman al feminismo. Así, estimo que en el caso que aquí
presento las contradicciones son más significativas que las uniformidades
en tanto en cada versión se vislumbra una tendencia a apoyar la autoridad
de quienes tienen allí intereses implicados. Se trata de
denominaciones que reflejan la situación y la historia de una forma
social y para comprenderlas es necesario situarlas a partir de quiénes
las enuncian.
Reflexiones
finales Los
argumentos que resumí en estas páginas son una parte de los resultados
de una investigación más amplia que me permitió delinear algunas
posiciones analíticas. Mi intención es que estas posiciones puedan
constituirse en una contribución para nuevas miradas sobre las diversas
formas de hacer política en regímenes “democráticos” en sociedades
contemporáneas, las maneras de abordar las denominadas políticas de
identidad, la pertinencia de la distinción entre acción individual y
acción colectiva y la confrontación como un modo posible de integración
en espacios sociales, como el feminismo, que reconocen los valores de
igualdad y autonomía como constitutivos del “ser feminista”. En este
sentido el feminismo es un espacio que ha sido escasamente explorado en
tanto lugar de “participación política”.
En la década del ochenta son numerosas las publicaciones en
ciencias sociales que se refieren a diversos tipos de militancia
como “nuevos movimientos sociales”. La denominación “movimiento”,
cuando se usa para referirse a “movimiento social” tal como ha sido
utilizada en la literatura sociológica durante los años ochenta
presupone una forma social homogénea que no resulta útil para analizar
la forma en que las feministas entienden el ejercicio de la política
precisamente porque el feminismo lleva implícito en su definición por un
lado la diferencia y por otro la confrontación y la fragmentación como
forma de interacción social. La versión interiorizada del “ser
feminista” y el feminismo como una manera de pensar el mundo y pensarse
a sí mismas posibilitan que las feministas ejerciten su práctica
militante desde la posición social que cada una ocupa. Pensar al
feminismo como un espacio social, a diferencia de por ejemplo un
“movimiento social”, permite comprender la importancia de estas prácticas
individuales que desde otras perspectivas se perderían de vista. En este
sentido, es importante destacar que son las propiedades sociales de las
feministas y la concepción de política que ellas tienen las que nos
ayudan a entender cómo las acciones son pensadas y producidas. La
concepción que cada mujer tenga de sí misma y la manera en que entienda
personalmente el “ser feminista”, de acuerdo a su posición social,
influenciarán la forma de sus prácticas. En tanto las feministas
consideran que “hay tantos feminismos como feministas”, esto las
habilita en principio a utilizar en cada caso estrategias adaptadas a
situaciones diversas. Se trata de pensar sus acciones teniendo en cuenta
quiénes las realizan y cuál es su ubicación social. Finalmente,
no he privilegiado solamente la noción de similitud para dar cuenta de la
existencia del feminismo, sino
que he puesto el acento tanto en el duro trabajo de identificación que
las feministas llevan adelante como en las diferencias, los conflictos y
la fragmentación para comprender la “unidad” del feminismo
como espacio social. Considero que esto me ha permitido no caer en la
trampa de nociones reificantes, como “identidad”, y mostrar los
procesos mediante los cuales las categorías se cristalizan en contextos y
momentos específicos, mientras que en otros pueden ser relativizadas y
discutidas. BIBLIOGRAFÍA
CHEJTER,
Silvia. 1996. Revista Travesías 5.
Temas del debate feminista contemporáneo. Feminismo por feministas.
Fragmentos para una historia del feminismo argentino 1970-1996. (4/5),
octubre. Buenos Aires, documentos del CECYM GARGALLO,
Francesca. 2002. “El feminismo múltiple: prácticas e ideas feministas
en América Latina.” En: Femenías,
M. (comp.) Perfiles del feminismo Iberoamericano. Buenos Aires, Catálogos. JELIN,
Elizabeth. (comp.) 1985 Los nuevos
movimientos sociales. Buenos Aires, CEAL. MASSON,
Laura. 2007 Feministas em toda
parte. Uma etnografia de narrativas e eventos feministas em Argentina.
Tesis de doutorado, PPGAS/Museu Nacional, UFRJ, Brasil.
[1]
Elizabeth Jelin describe de esta manera el movimiento
de mujeres en Argentina “A nivel nacional el retraso es enorme,
especialmente en lo que hace al reconocimiento y legitimación del
problema desde el estado, así como la implementación de acciones y
programas concretos. Las orientaciones ambiguas en el peronismo
gobernante del 73-76 y la dictadura militar posterior, no solo no
permitieron avanzar, fueron momentos de retroceso. Pero la sociedad no
se detiene. Junto al proyecto autoritario de continuidad del régimen
fueron surgiendo focos de resistencia y proyectos alternativos. Las
mujeres fueron, en esto, protagonistas fundamentales en diversos
frentes de lucha” (Jelin, 1985:33). [2]
Movimiento de mujeres y feminismo
no son sinónimos, sin embargo las feministas
también participan del denominado movimiento
de mujeres. Hago referencia a este último debido a que la
bibliografía es más basta en relación a él que al feminismo
en sí mismo. [1]
Es
necesario resaltar aquí que no considero a los motivos enunciados en
los relatos como principios o razones subjetivas que guían la acción
de las personas, sino como una verbalización que permite, en situación,
producir justificaciones del comportamiento. En
este punto tomo distancia de las teorías de la acción racional que
consideran que los actores toman decisiones en función de un cálculo
estratégico y de la teoría
de la movilización de recursos
que considera que las
organizaciones de los movimientos sociales se convierten en actores
que entran en competencia con un mercado de causas, clientes,
posibilidades mediáticas y agencias administrativas. [2] Ambos lugares son considerados por muchas militantes como los articuladores de la militancia feminista durante los años 80. Chejter (1996:27) los define como “los dos espacios nucleares de producción y de debate de ideas feministas (…) puntos de reunión convocantes de casi todas las feministas de la ciudad de Buenos Aires, el Gran Buenos Aires y centro de atracción para las feministas del interior del país”. |
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